Este artículo fue el último de mi blog difunto y se publicó el 5 de septiembre de 2009
Siguiendo con lo anunciado de dedicar unos cuantos artículos seguidos al tema de la educación, con el propósito esencial de sacar a la luz algunas de las grietas del sistema LOGSE aún reinante, quiero ocuparme hoy de mostraros cómo este sistema ha destrozado la asignatura de literatura. El arma utilizada no ha sido puñal, pistola, veneno ni cordel de seda, sino otra más sutil y adecuada a la mano asesina (la alianza entre burócratas y pedagogos que ha perpetrado la LOGSE): los programas legales, en los que la literatura, que siempre había sido una asignatura autónoma, pasó a unificarse con lengua, de lo que resultó una asignatura (Lengua y Literatura Castellanas, creo que es el nombre oficial) en la que la literatura quedó difunta y la lengua, maltrecha, porque al fin ni una ni otra se pueden dar en condiciones. Los detalles de cómo se concreta esto en los programas, a base de repeticiones absurdas de un curso a otro y diversas majaderías que hacen dudar seriamente de la competencia de los autores de este currículo, os los ahorraré, tampoco es cuestión de mataros de aburrimiento. Sí diré que cada vez estoy más convencido de que esta colosal laguna de la LOGSE, que en apariencia sería de alcance limitado al afectar solo a un área muy concreta, es en realidad tan grave que repercute en todo el sistema y ejerce un gran peso en su ineficacia, ya que, como todo el mundo sabe, uno de los mayores problemas de nuestra enseñanza actual (tal vez, el mayor) son las preocupantes deficiencias en comprensión y expresión que se aprecian en un alto porcentaje de nuestro alumnado, y no hace falta decir que un área de lengua-literatura bien organizada ayudaría mucho a que esas deficiencias no aparecieran o se mitigaran. Que la LOGSE y su sistema naufragan en este capítulo es una realidad palmaria e incontestable. Pero la ignorancia, irresponsabilidad y demagogia de políticos y burócratas no se paran en barras: en estos días, se está poniendo en marcha la anunciada incorporación de los ordenadores a las aulas, la cual tendrá las ventajas e inconvenientes que sea, pero lo que me preocupa aquí es que ya hay voces no sé si decir audaces, ignorantes, oportunistas o iluminadas que la presentan como esencial para la mejora en el aprendizaje de la lengua. Lo niego rotundamente desde mi posición de profesor con muchos años ya de experiencia: el ordenador no es esencial para el aprendizaje de la lengua; será, en todo caso, lo que ya es: un instrumento más y, en algunas parcelas (como la lectura de libros), perfectamente prescindible, por lo que solo espero que no aparezca por ahí ningua santa Inquisición a la que se le ocurra hacérnoslo tragar a la fuerza.
En el asunto concreto de la literatura, el despropósito ha sido no solo sangrante, sino, además, de resultados diametralmente opuestos a lo que con gran sensatez proponían en sus orígenes los enfoques anti-tradicionales, pero empecemos por el principio. Contrariamente a lo que puedan pensar los burotecnócratas que en el fondo no tienen ni idea de educación, la literatua no es un lujo esteticista innecesario, sino un elemento esencial que cualquier sistema educativo con pretensiones de calidad debe no solo incluir, sino mimar, por múltiples razones. Primera: los sistemas educativos deben suministrar a las personas el bagaje formativo fundamental, del que la literatura forma parte. Para la escuela esto es un deber, pues a muchísimas personas, no se les hablaría de literatura (como de otras áreas) fuera de ella. Segunda: la escuela debe promover el desarrollo integral de las personas, del que los elementos de belleza, arte, reflexión sobre la vida o fantasía presentes en la literatura forman parte. Tercera: la literatura forma una parte de la cultura y la historia de los pueblos cuyo conocimiento es irrenunciable. Cuarta: la literatura es un campo muy adecuado para estimular la imaginación, el análisis, el sentido crítico e incluso las competencias lingüísticas, cosas todas ellas muy deseables en una persona formada, y si alguien no está de acuerdo, que explique por qué.
Pues bien, con reducir la literatura a una especie de anexo de la lengua, los responsables educativos logsianos se cargaron todo esto, ya que la literatura necesita una cosa: TIEMPO, pues, como sostenían los anti-tradicionales, la literatura hay que verla demorándose en la lectura y análisis de los textos, es una aberración reducirla al estudio memorístico de un listado de autores, fechas y obras, como se hacía hace cuarenta años... y se hace ahora, ya que los anti-tradicionales que hace tres o cuatro décadas luchaban contra el aprendizaje tradicional rutinario y memorístico llegaron al poder y se sacaron de la manga una cosa llamada LOGSE que impone, al menos en la literatura, a la que se ha hurtado el tiempo, un estudio rutinario y memorístico, y quien no me crea, que se moleste en averiguar cómo se enfoca el apartado de la literatura en el examen de selectividad y cómo obliga ello a prepararla.
Así pues, con algo menos de dos décadas de reforma LOGSE, se nos ha impuesto un estudio de la literatura en términos tan inconvenientes como los de hace cuarenta años, y eso, cuando se estudia, porque sé de profesores que, en los cursos que no sean 2º de bachillerato, apenas la rozan, no trae cuenta: ¿no es esto asesinar la literatura?
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