Con algún retraso, he leído un artículo titulado Políticas maleducadas que publicó Montserrat Gomendio el pasado 23 de abril, auténtica palinodia que representa una clamorosa caída del caballo -o un clamoroso apearse de la burra, lo que prefiráis- por parte de la que en su día fuera todopoderosa secretaria de Estado de Educación con el PP, defensora de la educación competencial y fustigadora del, según ella -entonces, ahora parece que piensa todo lo contrario-, perniciosísimo y anticuadísimo aprendizaje memorístico. En la raíz del artículo de doña Montserrat domina algo que comparto con ella al cien por cien, aunque me temo que por razones diferentes: un fulminante rechazo de la LOMLOE, el arma homicida con que el Gobierno de Sánchez va a culminar el asesinato de la enseñanza que en España los políticos (en especial, del PSOE) llevan treinta años cocinando a fuego lento, pero su esencia es una defensa cerrada del aprendizaje competencial, que, a su juicio, en la ley actual se malentiende y se traiciona. La razón de esto es que intenta exculparse porque ella fue en su día una feroz defensora de ese enfoque, lo que la arrastró a una no menos feroz condena de la memoria. Recuerdo lo que decía allá por 2014 (tiene apartado propio en el artículo dedicado a las fantasías de los expertos educativos), leo lo que dice ahora y no salgo de mi asombro, mirad:
En un enfoque tradicional llevado al extremo, asignaturas como Historia o Geografía se aprenden como listados de nombres, lugares o fechas que se memorizan. Pero estos enfoques han mejorado a medida que la información se ha contextualizado, de forma que se explican mejor las causas y consecuencias de los fenómenos. La reforma educativa utiliza la falacia del hombre de paja para exagerar la supuesta exclusividad e inutilidad del enfoque memorístico y de esta forma facilitar la crítica a una realidad inexistente. Una trampa facilona que conduce a una conclusión equivocada: el conocimiento es prescindible y la memorización inútil. Como veremos, la memorización del conocimiento es fundamental.
Esta no es mi Monse, que me la han "cambiao". Bajo el eufemismo ese del "enfoque tradicional llevado al extremo" con que comienza, se oculta el chistecito fácil de la lista de los reyes godos (¡ay "las trampas facilonas", doña Montserrat, debió usted verlo en su momento!), esa zafiedad superficial con que el pedagogismo se despacha de un plumazo a la memoria, haciendo gala de su inconsistencia. Quizás, no obstante, la señora Gomendio pueda engañarse a sí misma, pero que tenga por seguro que a los demás no nos va a engañar: todo eso que critica en estas líneas lo hizo ella cuando estuvo en el cargo, podéis mirar los artículos que hay sobre su gestión en mi blog, muy especialmente, ¿Cultura o competencias? y Montserrat Gomendio, Pisa y la memoria. Con este último me está pasando una cosa muy curiosa: incluí en él un enlace a un artículo en el que ella se despachaba sobre estos asuntos; pues bien: llevo toda la mañana pulsándolo y no me lleva a ese artículo: ¿estará la señora Gomendio borrando de internet las huellas de un pasado indeseable? Y otra cosa en la que no va a engañarnos es esta: por mucho que ella lo razone en su artículo, el aprendizaje competencial es una estafa, no existe uno bueno y otro malo, como pretende hacernos creer: las competencias educativas no son el colesterol.
Montserrat Gomendio es una persona de una sólida formación intelectual. Su currículum lo adornan títulos universitarios, publicaciones e investigaciones científicas. Ante un perfil así, a todos nos asombró que, cuando ejerció tareas políticas en el Ministerio de Educación, vendiera su alma al diablo de los disparates pedagogistas, pero lo cierto es que lo hizo, ahí están las hemerotecas, y, si alguien las quema un día, siempre os quedará el guachimán. Ese cambio de chaqueta fue un misterio incomprensible del que este artículo sobre las política maleducadas es un arrepentimiento implícito. Quien vende su alma al diablo siempre pierde; cuando la señora Gomendio se dejó embaucar por el brillo de hojalata de las competencias y tal y menospreció la memoria, abjuró de los principios de esfuerzo y estudio que sin duda han presidido siempre su trayectoria científica, y además, le hizo el juego al diablo, es decir, al pedagogismo barato que destruye la educación con engaños como las competencias, lo emocional, la felicidad y la condena de la lista de los reyes godos, principios que imperan en la vigente y catastrófica LOMLOE, entre cuyos males, como señala la propia exsecretaria de Estado, aparece también una nada imaginaria amenaza de adoctrinamiento ideológico. Supongo que ahora, al pensar que con sus alegrías procompetenciales y antimemorísticas ha podido ser un instrumento de la llegada de este desastre, debe de sentirse muy mal, y la publicación de este artículo del que hablo es una muestra de ello.