Hemos conocido la noticia de que Podemos e Izquierda Unida volverán a ir juntos a las elecciones, pero esta vez lo harán bajo el nombre de Unidas Podemos. Sin perjuicio de las explicaciones que desde estos dos partidos puedan darse a tan pintoresco nombre, el cual violenta las reglas de la gramática española (¡gramática! ¡Española! Solo con estas dos palabras acabo de autodelatarme: soy un facha), debo decir que esta chiquillada no me ha sorprendido en absoluto. Como ya he contado en más de una ocasión, fue a mediados de los años ochenta cuando por primera vez tropecé (en el ámbito de mi trabajo) con esa política de retorcimiento de la lengua que hablamos que entonces se llamaba lenguaje no sexista. Lo que por aquellos años empezó con ese absurdo de "los niños y las niñas", "los vascos y las vascas" y demás extravagancias para dinamitar la norma española del masculino plural como género no marcado, bastantes años después, cuando el feminismo radical multiplicó su fuerza y su capacidad de expandir sus estupideces, dio un paso más y abordó el intento de imponer como género no marcado el femenino. La primera vez que lo vi por escrito fue en un librito sobre el 15-M que me compré en 2011, que se titulaba Nosotros, los indignados, así que ya no es ninguna novedad.
Tendré, no obstante, que rectificar algo que he dicho más arriba: esto no es una chiquillada, sino que es algo bastante más siniestro: el intento de imponer desde una corriente política un lenguaje tremendamente sectario, es decir, una neolengua. Tampoco me extraña que esto proceda de Podemos (perdón: de Unidas Podemos) y su entorno actual, donde tanta importancia ha ganado Irene Montero, quien está comprometida de un modo muy activo con esta campaña. He cogido el primer vídeo suyo que he encontrado en internet y, a pesar de que está elegido completamente al azar y de que dura solo algo más de seis minutos, ya nos ofrece algunas significativas muestras de lo absurdo que es este retorcimiento del lenguaje. Veamos primero el vídeo:
Como habréis comprobado, la señora Montero hace uso tanto del femenino con valor universal (ese "nosotras" que repite varias veces, o el "orgullosas" del minuto 2:25) como de la forma analítica ("los pensionistas y las pesionistas", "algunos y algunas"...). Ahora bien, como este disparate es difícil de mantener, pues requiere mucha atención, en más de una ocasión la señora Montero vulnera su propia norma, como cuando en el minuto 1:33 dice "Los cinco diputados del PNV" (el grupo de este partido está compuesto por cuatro hombres y una mujer), o cuando en el minuto 4:01 dice "para todos los españoles", y no el "para todos los españoles y todas las españolas" que hubiera sido lógico en su inclusivo discurso.
Hay otra cosa más significativa aún: como algunos llevamos observando desde hace tiempo, estos igualadores del lenguaje nunca hacen la geminación cuando el término que usan es negativo, es decir, nunca dicen cosas como, por ejemplo, "los asesinos y las asesinas" o "los ladrones y las ladronas". Como era de esperar, la señora Montero cae también en esta contradicción en este breve discurso, cuando dice "sacar a los corruptos del Gobierno" (y no a los corruptos y las corruptas), y poco después insiste, cuando dice: "Los corruptos no pueden estar al frente de las instituciones". ¿Qué debemos entender, que las mujeres son tan virtuosísimas que no caen en ningún vicio o que este galimatías del lenguaje inclusivo necesita bien poquito para que aflore su carácter maniqueo y sectario?
El supuesto lenguaje inclusivo, cuyas miserias he podido sacar a la luz en un mensaje de solo seis minutos y elegido al azar, además de ser sectario, impuesto y artificial, es de una colosal estupidez, así que no creo que a Unidas Podemos le vaya a rendir sustanciales beneficios.