He tenido por fin tiempo de echarle un vistazo al proyecto sobre evaluación para el curso 2021-2022, un documento que anticipa cómo se va a llevar a cabo este crucial paso del proceso educativo en cuanto se aplique plenamente la LOMLOE. Presenta algunas novedades que han producido polémica y rechazo, las cuales se enuncian desde el principio del cuerpo expositivo inicial y se concretan en los artículos, especialmente, en los que van del 9 al 17, ambos inclusive, que son los que se refieren a la ESO y al Bachillerato. Esas novedades conflictivas son en esencia las siguientes:
1.- Que, para promocionar en la ESO, ya no será el criterio principal el número de asignaturas aprobadas, sino que el alumno lo hará "cuando el equipo docente considere que la naturaleza de las materias que, en su caso, pudieran no haber superado, les permite seguir con éxito el curso siguiente y se estime que tiene expectativas favorables de recuperación y que dicha promoción beneficiará su evolución académica". Esta es la enrevesada fórmula que utiliza para determinarlo el artículo 10, 2, de cuya confusa y lamentable redacción lo que transcribo es solo una muestra. Traducido al lenguaje de la junta de evaluación, que es donde esto va a escocer, y para decir a las claras lo que el redactor ha querido eludir: que un alumno podrá promocionar con, pongamos por caso, siete suspensos, quizás ya esté sucediendo.
2.- Que la repetición de curso será una medida excepcional (se podrá aplicar solo dos veces a lo largo de toda la educación básica del alumno). En realidad, el procedimiento del paso anterior es el recambio que Celaa y su equipo han habilitado para sustituir esa repetición que tanto han denostado.
3.- Que, en coherencia con la novedad 1, se podrá titular en ESO con un número ilimitado de asignaturas (artículo 13, 2). Vuelvo a lo de las siete asignaturas suspensas, pero aquí, corregido, aumentado y agravado.
4.- Que, con todas las excepcionalidades y tiritas que en la redacción del artículo 17, 2 se pongan, el título de Bachillerato, en la España de la LOMLOE, de Isabel Celaa y de Pedro Sánchez, se podrá obtener con una asignatura suspensa, aunque espero que seguirá habiendo alumnos que lo saquen con todo aprobado, y hasta con nota, porque me consta que por ahí anda suelta gente seria y de mucho talento.
Solo con lo dicho en los puntos tres y cuatro bastaría para declarar que este decreto y la LOMLOE son dos aberraciones educativas y acabar aquí, pero quienes conocéis al pelma que suscribe este artículo sabéis que esto último le resultaría ontológicamente imposible.
En lo referido al punto 1, tendré que empezar diciendo que, en realidad, los redactores de esta norma han ofrecido aquí una muestra de realismo, pues, dando por hecho que la mayoría de esos alumnos que suspenden las asignaturas en gran cantidad son refractarios a los programas regulares, les abren, en los artículos 11 y 12, la posibilidad de incorporarse a diversificación o ciclos formativos básicos ya desde segundo, lo cual es un acierto. Pero, en todo caso, como el alumno puede rechazar esta opción, los que lo hagan -que serán los que quieran, o sea, muchos- se verán abocados a esa vía de pasar de curso con un número equis de suspensos... que tendrán que recuperar de algún modo. ¿Cómo? En un artículo de "El País", uno de esos que por su concepción no harían el ridículo en la colección Alfaguara Primeros Lectores, nos lo pintan al modo que podéis esperar. Incluso en esa visión idílica, se filtran algunas cosas interesantes. La primera, crucial: que, postergadas las asignaturas, nos hemos quedado sin algo esencial: los criterios de evaluación. Llevo años diciéndolo, pontifique lo que pontifique don Andreas Schleicher: el sistema tradicional es muy sólido, no solo por la actualidad e idoneidad de las asignaturas que enseña, sino por otras muchas razones, entre ellas, que su evaluación descansa sobre algo tan objetivo como los conocimientos demostrados, mientras que, por el contrario, los sucedáneos elegidos por sus detractores, cosas como las capacidades, las competencias, la madurez o las expectativas favorables de recuperación del alumno y el beneficio de su evolución académica, esas dos nuevas estrellas que nos presenta el documento de la Sra. Celaa, son vaguedades inaprehensibles y que, en cualquier caso, no serían adecuadas para valorar el progreso educativo de los alumnos. Así pues, para la evaluación son de escasa o nula utilidad, aunque en el artículo los defensores de este sistema dicen haber encontrado una fórmula para pulverizar esta gran china en el zapato de su propuesta, fórmula que, como si fueran los secretos de Fátima, se guardan con celo.
La segunda cosa interesante va a lo concreto: ¿cómo recupera el alumno? ¿Cómo adquiere un alumno que tiene doce asignaturas de segundo de ESO y siete de primero en un mismo año los conocimientos de las diecinueve? Esto, de lo que tengo experiencia, puede resolverse de muchas maneras, con ingredientes como el milagro, la ayudita, la absorción de contenidos de primero en otros de segundo, la buena disposición del alumno... Al final es este el único que vale, pues su ausencia hace inviables los demás. Así ha pasado siempre, así pasará a partir de ahora y así pasa con esa alumna que se pone como ejemplo en el artículo, con lo que este sistema ni es novedoso ni demuestra nada nuevo, porque ya existía desde hace mucho, precisamente para los alumnos que habían repetido y no podían volver a repetir. En todo caso, no nos dejemos engañar, porque ahora y siempre tiene y tendrá graves carencias: pasar al curso siguiente con asignaturas suspensas representa una sobrecarga y, si son muchas, es tanta que resulta un disparate. En el 99'999% de los casos, el éxito con un sistema así será más que dudoso, como sucede con el que se presenta en el artículo de "El País", el de esa niña que aprobó en un solo año segundo más nueve asignaturas de primero.
Y es que, yendo al punto dos, la solución del uno, aparte de ser una barbaridad inútil, no solo no es nueva, sino que está mal enfocada, porque su blanco no debería ser reducir las repeticiones, sino que el alumno recuperase, cosa que, como no me cansaré de repetir, depende del alumno y solo sucede cuando el alumno pone de su parte lo que le toca: estudio, interés y trabajo. Cuando se parte de la omisión de este factor, se trata al alumno como una entidad inerte y el aprobado no se enfoca como el fruto de su aprendizaje, sino como una obligación del sistema, que tiene que habilitar fórmulas legales para que se produzca sí o sí, llegamos a la LOGSE y sus consecuencias, cuyo último capítulo es la LOMLOE. Como todos los logsianos, Celaa ha malinterpretado la repetición, que en sí no es más que un sistema para intentar que un alumno que no ha adquirido unos conocimientos debidos los adquiera en una segunda oportunidad. Y eso funciona si el alumno quiere, porque lo he visto, así que tampoco es muy razonable la estigmatización a la que se está sometiendo a las repeticiones, porque es como si criticásemos a los libros por sus pobres resultados con quienes no saben leer. Quien te dice que en España tenemos un problema con las repeticiones porque repiten un 28'7% de los alumnos mientras que en Finlandia lo hacen solo un 3'3% no ha entendido que el mal no es que nuestros alumnos repitan mucho, sino que estudian poco. Este es el gran problema al que tendríamos que hacer frente en la enseñanza española y la LOMLOE y estos criterios, lejos de afrontarlo, lo que harán será profundizarlo. Lo de la repetición lo explico por extenso aquí.
Llegamos por fin a los puntos tercero y cuarto. Sinceramente, ¿alguien cree que es necesario decir mucho acerca de ellos? Para obtener el graduado escolar en EGB, hacía falta haber aprobado todas las asignaturas, y a quien no lo conseguía se le daba su correspondiente certificado de escolaridad. A partir de 1992, ese título, que se obtenía con catorce años, se sustituyó por el de Graduado en ESO, que se obtiene con dieciséis. Casi treinta años después, en 2021, tercer milenio, el Graduado en ESO te lo podrás llevar con cero, tres, cinco o seis suspensos, pero, eso sí, el Bachillerato no te lo van a dar con más de uno, ¡hasta ahí podríamos llegar! Y todo ello, no despreciemos este dato, bajo la tiránica exigencia de los procedimientos de evaluación establecidos en el decretito que acabamos de ver. Este es el gran logro de la LOMLOE de doña Isabel Celaa, ministra de Educación del presidente Pedro Sánchez. ¿Hacen falta más explicaciones?