Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

Tenéis información de los precios aquí:

domingo, 31 de mayo de 2015

¿De verdad quieren acabar con las pitadas? Suspendan los partidos

   Empezaré este artículo haciendo una rectificación: hace tres años, criticaba yo en un artículo a Esperanza Aguirre por proponer esto que digo yo ahora: que se suspendan los partidos en los que el público pite contra el himno nacional o contra altas autoridades de nuestro país. ¡Lo que son las cosas!: después de haber criticado repetidamente a la señora Aguirre, justo ahora que está en su peor momento, vengo a reconocer que tenía razón en algo que dijo, pasaré ahora a explicar mis motivos.
   Ya he dicho más de una vez que, como catalán y seguidor del Fútbol Club Barcelona, me causa una terrible indignación el daño que los separatistas están haciendo a Cataluña y al Barça y me repugna la instrumentalización que hacen de este equipo de grandeza universal. Ayer, en la final de la copa del rey, una patética alianza del nacionalismo catalán y del vasco aprovechó una vez más y con su miserable oportunismo habitual una ocasión para insultar a todo el país y para ensuciar su imagen ante el mundo. Cerriles como son, ni siquiera pensaron en el hecho de que ellos forman y formarán por siempre parte de ese país, por muchos aspavientos que hagan, así que el perjucio también les alcanzará. Tampoco pasemos por alto la vileza de que las cámaras de medio mundo no estaban ahí para ver silbar a una horda de energúmenos descerebrados, sino para retransmitir un partido de fútbol, pero, bueno, pedir a estas alturas decencia a los nacionalistas sería un alarde de ingenuidad.
   ¿Se puede pedir decencia a un tipo como Artur Mas, que estaba en el palco con una sonrisilla repugnante ante el lío que habían montado él y los suyos y que lleva años fastidiando a Cataluña e intentando enmascarar su hundimiento político tras una cortina de conflictos y provocaciones? ¿Se les puede pedir a él y a su correligionario Urkullu cuando ven ridícula la indignación del Gobierno y otros sectores políticos? ¿Ridícula? ¿A quién se creen que engañan? ¿Cómo reaccionarían los nacionalistas catalanes o vascos contra alguien que silbara a sus sacrosantos himnos? ¡Pobre del que osara, lo despedazarían! Una de las causas de este estado de cosas es, precisamente, el no haber cortado desde el principio sus quemas de banderas y las demás injurias que acostumbran a perpetrar impunemente sobre los demás.
   Pero esto de los silbidos se podría erradicar fulminantemente suspendiendo los partidos y haciendo que se jugasen después a puerta cerrada, tenía toda la razón Esperanza Aguirre, aunque se haya equivocado en otras muchas cosas, ahí tenemos la última, esa esperpética llamada a un frente constitucional. Y hay unos mecanismos legales muy razonables para llevarlo a cabo: en el fútbol hay tanto idiota y tanto troglodita que los legisladores ya han aprendido y existen normas contra sus excesos. Si ha sido posible suspender un partido por el comportamiento de una manada de racistas, de homófobos o de camorristas, bien se puede, en lo sucesivo, ante cualquier desmán como el de ayer, mandar a los jugadores al vestuario y anunciar que el partido se suspende. No haría falta ni llegar a hacerlo: si, en lugar de pasarnos la semana previa al partido especulando estúpidamente con si se iba a silbar o no, nos la hubiésemos pasado con mensajes categóricos de que el partido se suspendía al menor asomo de pitada, no habría habido tal pitada. 
   Hágase una vez y verán como funciona; voy a dejarme de hipocresías y correcciones políticas: a los campos de fútbol van una importante cantidad de asnos sin modales y de encefalograma plano, que son los que se apuntan a estas juergas. ¿Alguien piensa que en su fuero interno estos respetan a los del equipo contrario, a los homosexuales o a los de razas disitintas a la suya?  Si se ha conseguido que no se metan con ellos, ha sido a base de severas sanciones, y benditas sanciones, acordémonos de lo de Heysel, o miremos hacia las que aún montan de vez en cuando estos cretinos. Ante la perspectiva de quedarse sin partido y sin entrada, los silbadores del sábado habrían permanecido bien calladitos, y, si a alguno se le hubiera ocurrido hacer un amago de empezar a silbar, ya se habrían encargado de disuadirle los que estuvieran a su alrededor, porque otras cosas que podemos preguntarnos son estas: ¿cuántos de los silbadores silban por verdadero fervor antiespañol? ¿Cuántos silban porque son unos borregos a los que les encanta el lío? ¿Cuántos lo hacen por mimetismo, cuantos por miedo, cuántos por no destacar, cuántos porque están borrachos? Sería bueno tener este censo, yo no me creo ni de lejos que todos los que estaban el sábado en el partido fuesen nacionalistas a ultranza: a los forofos, si se les aprieta donde más les duele, que es el partido y las pelas, se les curan rápido las simpatías por la secesión.
   Por eso sería muy conveniente acabar con esto de los silbidos, pues sería arrebatarle al nacionalismo uno de sus repugnantes instrumentos de propaganda: la manipulación del deporte en general y de un gran equipo como el Barça en particular. Al hilo de esto, debe tener cuidado la comisión antiviolencia si se decide ante la pitada del sábado a tomar alguna medida. Hoy ya he oído en la radio a un político nacionalista decir que ellos defenderían al Barça. ¿Defender al Barça? Muchas gracias, pero a sus seguidores nos basta con que lo dejen en paz. Pero estas palabras deben tomarse como una advertencia, porque el Barça no tiene la culpa de las algaradas del separatismo, así que no debe ser quien las pague, ya que sería una injusticia y daría a cierta gentuza el pretrexto que están anhelando para agitar el victimismo y presentarse como los defensores del club y únicos legitimados para sentir sus colores. No se puede tener la torpeza de regalarles tanta ganancia.

Relectura de "La orilla del mar"

   Tuve noticia de La orilla del mar (novela breve de Veronique Olmi publicada por Lengua de Trapo) a través de un artículo de Ana Blasfuemia en su extraordinario blog, artículo de cuya lectura era muy difícil salir sin el propósito de leer el libro, cosa que hice en cuanto mis ocupaciones me lo permitieron.
   Y no me defraudó. La orilla del mar, tal y como dice Ana, es un libro impresionante, aparte de estar muy bien escrito, con una utilización muy acertada del narrador interno, ya que consigue que su subjetividad envuelva al lector de una manera casi asfixiante, con lo que la historia se hace para él tan angustiosa como para la protagonista, esa madre desastrosa que se arrastra por sus páginas y arrastra con ella a sus dos pequeños. Por eso, una de sus principales virtudes es la zozobra en que sutilmente te sume desde las primeras líneas; otra -al menos, en mi caso- es que, aunque parezca increíble, logra implicarte de tal modo que te sitúas ante los personajes como si fueran personas y los amas o los odias sin caer en la cuenta de que son entes de ficción. 
   Estos días, estoy releyendo La orilla del mar. Como sabréis, es frecuente que en los libros los autores siembren en el principio hechos, frases, episodios, observaciones... que cobran su verdadero sentido más adelante o al final, pero sucede a menudo que, cuando llegas ahí, ya te has olvidado de aquella anticipación que había sembrado el autor y te has perdido algo importante de lo que quería decirte. Por esto (y porque lo aconsejaba Borges) conviene releer los buenos libros. La autora de La orilla del mar ha sembrado el suyo de anticipaciones, y no parece haberse preocupado mucho de que algunas parezcan bastante evidentes, pero al releerlo descubres que se ha enriquecido con otras que no lo eran. 
   Como en su día ocurrió con su lectura, la relectura de La orilla del mar no me está defraudando.

domingo, 24 de mayo de 2015

Otro trágico asunto de acoso escolar

   Ayer sábado aparecía en la prensa la noticia de que una alumna de un centro de secundaria de Madrid se había suicidado tras sufrir una situación de acoso en su centro escolar, procedente de un compañero que le exigía dinero y le mandaba constantes mensajes amenazadores. A pesar de que estos hechos estaban ya desde hace bastante en conocimiento de la policía, los responsables del instituto y las familias tanto de la víctima como del sujeto que la acosaba, la chica decidió el pasado viernes quitarse la vida. Este suceso terrible y doloroso, dadas las circunstancias, ha quedado abierto a una investigación. Hoy aparece en la prensa una nueva noticia sobre él, en la cual se recalca lo ya dicho de que el instituto en que estudiaban la joven que se ha suicidado y el infame que la acosaba avisó de la situación no solo a la familia de la víctima, sino también a la del acosador. Produce perplejidad, consternación y un cierto ingrediente de rabia que, sabiéndose como parece ser que se sabía ya desde hacía al menos un mes lo que estaba ocurriendo, esa chica haya llegado al extremo de no encontrar otra salida que suicidarse. Diré aquí que el asunto de los suicidios es muy delicado, un universo nebuloso y complejo en el que es muy difícil determinar cuál era el estado de ánimo de la persona que optó por tan terrible decisión y cuáles fueron las causas que realmente la empujaron, por lo que, aunque parezca lógico sospechar que el acoso que sufría esta chica tuvo un peso grande o exclusivo en lo que hizo, pronunciarse de manera categórica es algo que deberá quedar bajo la grave responsabilidad de quienes indaguen los hechos con profundidad.
   Pero lo que acabo de decir no exculpa al acosador. Para mí, es un personaje repugnante, como todos los de su especie, ya pertenezca al grupo de los acosadores retorcidos que actúan con absoluto conocimiento del daño que hacen y hasta disfrutando de ello o al de los descerebrados que ejercen tan abominable arte solo por diversión o por sacarse una mísera ganancia (¡50 asquerosos euros, leed los enlaces!), pero sin reparar en la angustia que causan: son todos sin excepción unos miserables, aunque reconozco que hay grados de vileza y recuperabilidad. El tiempo y las investigaciones establecerán lo que corresponda en este caso, aunque me desagrada comprobar que ya se ha disparado una lamentable controversia relativa a si se avisó o no se avisó, a si las autoridades educativas sabían o no sabían, a si los protocolos se activaron o no.
   ¿Protocolos? ¿Qué protocolos? Imagínese usted que va paseando junto a un río y ve a uno que se está ahogando y pidiendo auxilio. ¿Qué haría usted? ¿Se tiraría a salvarlo o se iría a la delegación oficial más próxima a buscar los formularios y protocolos apropiados para el caso? O si viera a un perro mordiendo a un niño. O un coche que se acaba de salir de la carretera por delante de usted. U oyera los gritos de una mujer que está siendo maltratada o violada. O presenciara cómo le arrebatan a puñetazos el bolso a una anciana, o la paga a un jubilado. ¿Pensaría que para actuar necesita antes unos protocolos? De su ética y su valentía personal, de su valoración de la peligrosidad de la situación y de sus posibilidades de éxito dependería sin duda que actuara o no, que hiciera esto o aquello, pero jamás se le ocurriría la gilipollez (perdón por la grosería del término, pero quienes me conocéis ya sabéis que cuando me indigno digo palabrotas) esa de los protocolos. Pero miren, parece ser que, en el actual ámbito educativo, sí es crucial eso de los protocolos. Alucino en colores: ¿habrá mejor protocolo que la actuación inmediata y fulminante? Queridos amigos, voy a contaros algo que suelo contar con orgullo. Fue en el año 1991 y ocurrió en un centro de EGB en el que yo era jefe de estudios. A dirección llegaron un día unos padres contándonos que, durante un mes o mes y medio, a su hijo de doce años, un "compañero" de otro grupo que tenía trece o quizás ya catorce (yo le daba clase, ¡menudo pájaro!), le había estado extorsionando y, bajo la amenaza de matar a sus padres y a su hermana, obligándole a darle dinero y objetos tales como una bicicleta o un radio-cassette. Nos pusimos en el acto en contacto con la familia del acosador, al que, de inmediato, expulsamos durante quince días lectivos, es decir, tres semanas, es decir, el mayor castigo permitido entonces por debajo de la prácticamente inviable expulsión del centro. Su familia, muy contrariada, devolvió lo que pudo, que era poco, y una vez hecho esto, les dijimos a los padres de la víctima que, honestamente, no podíamos hacer más y que, si querían recuperar lo mucho que faltaba, quizás deberían ponerse en contacto con la policía o con un juzgado.
   No lo hicieron, pero, a partir de entonces, su hijo pudo andar tranquilo por el barrio y por el colegio y -ni que decir tiene- no tuvo que lamentar el paso a mejor vida ni de sus padres ni de su hermanita. En cuanto al proceloso acosador, ya se libró muy mucho en adelante de molestar a nadie en el colegio, y eso que iba de supermatón por la vida. Este fue nuestro protocolo: actuación inmediata, y yo creo que a la inspección ni se lo comunicamos, ni a Protección Civil, ni a la OTAN, ni nada de eso, empezaré por decir que ni existían los formularios adecuados. Ni, por supuesto, había orientadores en aquel centro, luego entenderéis por qué digo esto. ¡Ah!, un último detalle: ¿sabéis por qué se destapó este caso? Porque, después de semanas de vivir aterrorizada, la víctima se decidió a contarles lo que ocurría a sus padres y lo hizo porque un compañero (que era también de 7º de EGB y al que, por cierto, de ningún modo debemos llamar chivato) al que se lo había confiado previamente le aconsejó que nos lo contara a nosotros, que se lo resolveríamos. Es lo que yo les digo SIEMPRE a mis alumnos: los casos de acoso se resuelven contando lo que pasa.
   Ante los males graves, lo primero que hay que hacer es cortarlos con contundencia, los papeles vendrán después, lo digo porque esto de los protocolos entorpecedores o usados como pretexto ya no es la primera vez que pasa en el ámbito educativo, lo que quizás sea un síntoma de que la burocratización que sufre hoy la enseñanza ya ha alcanzado los kafkianos niveles de factor paralizador del puro sentido común, mal asunto. Otro elemento que me llama negativamente la atención de la segunda de las noticias enlazadas es la insistencia en la escasez de orientadores, elemento que considero indignante e inicuo, por las razones que paso a explicaros.
   Tiene que ver con la aparición en la noticia de una organización llamada COPOE, asociación de psicopedagogos y orientadores a la que en poco tiempo hemos visto dos veces tener la desafortunada osadía de relacionar un hecho luctuoso con la supuesta escasez de orientadores. Este oportunismo tan torpe y despiadado dice muy poco en favor de COPOE. Que esta organización aparezca en la noticia señalando que en el centro había un orientador cuando debería haber habido cinco es una penosa falta de ética: ¿debemos suponer que la presencia de más orientadores habría evitado la tragedia? ¿Debemos suponer que hubiera sucedido lo mismo en el caso del asesinato de Abel Martínez Oliva, como pareció también querer insinuar COPOE? Me temo que la respuesta es la misma en ambos casos: que no podría afirmarse ni negarse, de manera que inducir a pensar que hubiera sido la solución es una indecorosa muestra de oportunismo y de falta de escrúpulos. Diré más aún: como he pretendido demostrar al contar el caso en que me vi envuelto en 1991 y como he tenido oportunidad de comprobar en otras ocasiones, el antídoto contra el acoso son armas como la información, la confianza en compañeros, padres y profesores, el romper el cerco del miedo, la actuación firme contra los acosadores... En esta cartilla poco importa quiénes sean los referentes (padres, profesores, orientadores, inspectores o compañeros) que le sirvan de asidero a la víctima: podrá ser cualquiera, lo importante es que le sean útiles, así que arrogarse la vítola de actor capital me parece repugnante, más aún, en las actuales circunstancias. Otro de los puntos que desapruebo del comuncado de COPOE es su terminología. En la noticia de "El País" podemos leer estas palabras: 
     “En el acoso, y por eso es tan peligroso, hay uno o dos alumnos que actúan pero alrededor están los espectadores. Son los que conocen lo que ocurre y no hacen nada por cambiar la situación. Debemos esforzarnos por proteger al que avisa, al chivato, que no está bien visto en nuestra sociedad”.
   Estoy de acuerdo con todo salvo con una cosa: el uso del término "chivato". Ni siquiera debería haber aparecido en su comunicado, porque es una concesión al lenguaje de los infractores y de todos es sabido que quien marca el lenguaje está de algún modo condicionando las reglas del juego, pero, ya que usaban la palabra, podrían haber tenido al menos la precaución de matizarla o de ponerla entre comillas. Ya es la segunda vez en poco tiempo, repito, que COPOE se significa desafortunadamente en un hecho trágico relacionado con el mundo educativo, espero que esta organización decida en algún momento ser más reflexiva y respetuosa.
   Para concluir, quiero volver a lo que importa: la pérdida de una vida humana, la de una niña de 16 años de la que, en el momento de escribir este artículo, ni siquiera conozco el nombre. Este hecho irremediable deja en segundo plano todo lo demás. Ojalá llegue un día en que ningún alumno de ningún centro escolar se vea sometido a una situación tan odiosa como el acoso, pero, hasta que ese día llegue, es esencial que en cada caso que se detecte los mecanismos para cortarlo se pongan en marcha de forma instantánea.

miércoles, 20 de mayo de 2015

La condena por asalto está muy bien, pero... ¿qué hay de la estafa?

   Otra que leo en "El País". Al expresidente del Castellón, le han condenado a seis meses de cárcel y una multa por asaltar la casa de una vidente a la que había pagado 168.000 euros por un conjuro amoroso que no funcionó. Al verse víctima de una estafa -no otro nombre debe recibir lo que le hicieron a este señor, al menos, en la palurda interpretación de este guachimán-, intentó recuperar mediante un asalto digno de Peter Sellers lo que me figuro que él ya se temía que por mediación de la justicia no iba a poder recuperar, pero la vidente fue más astuta y consiguió que la Guardia Civil lo atrapara, para más detalles, leed la noticia. Está muy mal lo que hizo don José Luis Laparra, eso de querer tomarse la justicia por su mano y por medios no muy corteses, pero, ¿está bien ventilarle 168.000 euracos a un señor aprovechándose de su más que probable confusión amorosa? ¿Es lícito y honrado engañarle con el cuento de que haciendo no sé qué estupideces con flores y tierra de un cementerio conseguiría el anhelado amor de la persona esquiva? Algunos dirán esto: "Que no se hubiera dejado engañar", pero yo pienso esto otro: dada la cuantía de lo que esa señora le sacó, ese engaño fue algo más que un juego, fue una puñetera estafa. 
   ¿Prevén las leyes españolas mecanismos para proteger a los ciudadanos ingenuos, ignorantes o inmersos en un mal momento contra esas estafas? Pues yo pienso que, si no es así, deberían ponerse a ello, porque estos engaños no es que sean escasos ni desconocidos, ya que sus reclamos invaden todo tipo de medios de comunicación e incluso te los pueden dar en la mano ciertos pintorescos repartidores callejeros. Y no son pocas las personas a las que gentuza de esta ralea les ha arrebatado cantidades de dinero nunca insignificantes y, a veces -como en este caso-, descomunales. Para confirmación de lo que digo y para más inri, podéis comprobar que, en la misma noticia que os enlazo, que lleva implícita una denuncia de estas prácticas, si llegáis hasta el final, hay otro enlace que dice: "vidente africano efectivo", el cual nos conduce a esta página:
   Podríamos formular este principio: La desfachatez de los sinvergüenzas es directamente proporcional a la permisividad de los países en que se instalan. Algo habría que hacer, más aún pensando que, en muchos de estos casos, estos buitres engañan a personas de muy baja capacidad económica y les roban lo poco que tienen.

domingo, 17 de mayo de 2015

Una de deberes

Leo en “El País” una noticia dedicada a doña Eva Bailén, una madre de Tres Cantos que ha reunido cien mil firmas en apoyo de su iniciativa para que se racionalicen  los deberes que se ponen a los niños que estudian, ya que uno de sus hijos, que tiene 10 años, se pasa dos horas y media al día haciendo deberes. En la noticia aparecen también otras opiniones, a favor o en contra de los deberes, a veces, de forma apasionada, veamos algunas. El profesor Alfonso González señala que son a menudo los propios padres quienes pìden más deberes, pero reconoce que él, en particular, como está en contra del exceso, era quien hacía una buena porción de los de sus hijos; la misma señora Bailén afirma que ella en 1984 no los hacía, porque los había prohibido el ministro Maravall, pero yo le digo que eso no es cierto: en esa época, yo ya era profesor (entonces, de EGB) y sí los ponía, y aún más: no recuerdo ni compañeros míos ni profesores de mis hijos que no los pusieran de algún modo; don Abel de Céspedes, con el argumento de que los deberes invadían su vida familiar, consiguió que para su hijo no contasen en la nota… Figura además en el artículo la habitual cuota de expertos, entre cuyas opiniones el autor parece decantarse por la de los que sostienen que los profesores deberían coordinarse para esto de los deberes.
Estoy de acuerdo con la señora Bailén en todo aquello que represente racionalización, pero, ante un panorama así, ¿cómo se racionaliza? Empiezo por lo de los "expertos" que recomiendan lo de la coordinación: ¿les importaría decirnos cómo concretarla en los institutos? No deben de ser muy expertos, pues hacer alegremente esa recomendación delata un absoluto desconocimiento de la vida de los centros de secundaria. Como padre, en las ocasiones en que mis hijos han traído demasiados deberes, les he hecho entender que tocaba aguantar -también había muchas veces que no les ponían nada-, pero jamás se me ocurrió montar cruzadas poniendo en duda la labor de profesores que hacían su trabajo; es más, recuerdo que algunos de esos profesores a los que se les iba un poco la mano con los deberes eran excelentes profesionales, en general, maestros de la vieja escuela a los que hoy mis hijos aún recuerdan con respeto y cariño. Como profesor, procuro medir muy bien las actividades que pongo a mis alumnos, porque sé la carga que llevan, y quizás este sea el camino más viable, pero a veces no se puede, qué le vamos a hacer. Por otro lado, relativizo mucho lo que me traen de casa, ya que no se sabe muy bien cómo lo hacen, ahí tienen ustedes lo que cuenta don Alfonso González, que ya le vale, siendo un profesor. Por mi gusto, haría lo que pide don Abel Céspedes, pero entonces protestarían otros padres, que podrían hacer lo que él: ir ante la Inspección con cualquiera sabe qué gran derecho vulnerado. Repito: ¿cómo se racionaliza? Que me lo digan los expertos, a ver si al menos una vez me sirven para algo. O esos padres que cito: poco imagina la sociedad lo que representa para la educación de hoy en día la presión de los padres, cada cual con su visión. Es tanta que, como profesor, me encantaría que muchísimas cosas me vinieran ya racionalizadas en un paquetito.

jueves, 14 de mayo de 2015

Ashoka y "El País": ¿han encontrado las sectas pedagógicas un nuevo tonto útil?

   Hoy, leyendo "El País", me encuentro con una artículo titulado "La educación que no queremos", firmado por Ana Sáenz de Miera, directora de Ashoka en España y Portugal, el cual ofrece una propuesta definitiva, única, exclusiva, verdadera y superinnovadora que revolucionará la educación, y lo hace comenzando por un procedimiento nada nuevo en estos vendedores que hoy abundan como sardinas en el océano: descalificar la, según ellos, caduca educación actual con el argumento (mentira novedosa donde las haya) de que es igual que hace décadas y el originalísimo recurso formal (¡estos innovadores!) de que su hija va a estudiar sometida a la odiosa y tediosa educación memorística que padeció su mamá (la de doña Ana). Solo le ha faltado lo de la lista de los reyes godos.
   Seducido por tan interesante comienzo, voy más adelante, para ver los elementos que componen la propuesta que, ¡por fin, esta vez, sí!, liberará al mundo de la tiranía que sobre los educandos se ejerce en escuelas e institutos y, después de unas novedosísimas y originalísimas consideraciones en torno a los avances tecnológicos, me encuentro con esto: creatividad, empatía, capacidad de innovar, liderazgo, espacios abiertos, eso de lo emocional... ¡Qué decepción!, esto ya te lo dicen hasta en las telenovelas. Esto no es nuevo, señora Sáenz, es una moto que ya se lleva vendiendo bastante tiempo, vea usted estos artículos míos: nueva pedagogía, pedagogía blanca, Acaso y Barajas... Y hay mucho más, créame, el blog de mi amigo Alberto Royo contiene una auténtica enciclopedia de estos timos. Porque son auténticos timos, no le quepa la menor duda: ni ofrecen nada nuevo, ni nada bueno (vea una sesión de evaluación de María Acaso), ni cosas como el liderazgo o la creatividad dependen de la escuela, sino de una compleja serie de factores que afectan a la persona, hora es ya de que dejen ustedes de engañar a la gente.  
   El artículo contiene además una lista de nombres de centros educativos que pone como ejemplos de buena práctica docente, ya que están en la línea defendida por la autora, que  es la de la asociación que dirige, Ashoka. Resulta un tanto patético este apartado, pues se jacta de que Ashoka tiene 154 ecuelas en 26 países, en un mundo donde las escuelas se cuentan por millones; curioso resulta también que la autora se enorgullezca de los 34 años que lleva funcionando su asociación: o sea, que si los años los cumplen ellos, el paso de las décadas es un honor, ¿no? Vaya, vaya. Intrigado, busco en internet la palabra "Ashoka", y me sale la página que enlazo más arriba, que tiene un tufillo sectario que tira de espaldas; leo algunos de sus apartados y descubro que el artículo de "El País" reproduce literalmente ciertos párrafos con los que estos señores se presentan en su página: así pues, resulta que, al final, lo que parecía un artículo sobre pedagogía era en realidad un folleto propagandístico insertado en la envidiable plataforma que representa "El País".
    Si pulsáis los enlaces que he insertado en el segundo párrafo, veréis que esto no es nuevo, porque allí encontraréis referencias a artículos de ABC o programas de La 2, en los que, bajo la cáscara de una propuesta pedagógica, aparecían avispados mercaderes vendiendo de manera muy agresiva sus mercancías educativas. Parece ser que "El País" se ha unido al grupo de los ¿ingenuos? medios de comunicación que manipulan algunos espabilados para hacerse publicidad aparentando otra cosa. Pienso que deberían tener cuidado (si es que no se dan cuenta) o ser más honestos (si se la dan), no solo porque la propaganda no debe presentarse disfrazada de información, sino porque estos "innovadores" presentan propuestas de muy poca calidad, y algunas, muy poco tranquilizadoras. Veamos, por ejemplo, el caso de Ashoka. He hablado ya del tufillo sectario que parece despedir su página y voy a ratificarme con unas palabras sacadas del final del artículo de doña Ana Sáenz Miera. Después de desplegar su propuesta, nos dice:
   El objetivo es ambicioso. Nos proponemos que, para septiembre de 2018, ese cambio de mentalidad en el mundo educativo esté extendido en la gran mayoría de los colegios de este país. Septiembre de 2018. Casualmente la fecha en que mi hija Lola, y otros cuatrocientos mil niños más en España, empezarán a ir a la escuela.  
   Ya lo sabemos: dentro de tres años, cuando Lola entre en el "cole", todos a pensar como su mamá se ha dicho. Que nadie se figure que estos ramalazos totalitarios son la excepción entre los innovadores educativos: son la norma. Dan miedo.
  

martes, 12 de mayo de 2015

El chat de Casarrubuelos. 2: la Guardia Civil detiene... a los buzoneadores

   Tal y como era de prever, el asunto del chat de Casarrubuelos, dado que a algún genio se le ocurrió un día ponerlo en marcha, entró en la inevitable espiral de acciones y reacciones, cuya deriva se iba a desevelar por sí sola con el paso del tiempo. Y hoy ha salido el siguiente capítulo: la detención por la Guardia Civil de dos profesores a los que se imputa la sustracción de las conversaciones del chat y su posterior y alevoso buzoneo. Si miráis el artículo mío que enlazo en la primera línea, no os extrañará que no me sorprendan las detenciones de hoy, ya que en él desarrollaba una serie de consideraciones que iban en una línea que esta detención respalda por completo, a saber:
   -Que los verdaderos villanos de esta historia eran quienes habían tenido el atrevimiento de sustraer una serie de diálogos de un chat privado y hacerlos luego públicos de manera bastante ruin. No tenían derecho a hacer público algo privado sin conocimiento ni permiso de las participantes en las conversaciones. Lo que uno cotillee en el ámbito privado es sagrado, aunque parece ser que muchos, por ser profesores los perjudicados, han dudado de tan incuestionable principio; por suerte, parece que la Guardia Civil no piensa igual, y digo por suerte porque, si algún  día se santifica el uso de lapidar en plaza pública a la gente por lo que diga en sus conversaciones privadas (más aún, obtenidas sin permiso), entonces descubriremos que la Santa Inquisición nunca se había ido del todo, y ya veréis qué risa; echad un vistazo a foros y noticias y comprobaréis que no han sido pocos los que han asomado la patita, y las penas desaforadas que proponían algunos para estas profesoras. Debo recalcar que quienes difundieron los chats (sean los detenidos u otros) cometieron muchos actos malintencionados: la sustracción de las conversaciones, su distribución con nocturnidad, el evidente intento de hacer mucho daño, la creación de un conflicto gratuito... Si realmente fueron los acusados, habrá que admitir que el asunto les ha estallado en las manos y que tuvieron una gran torpeza, ya que todos los indicios señalaban hacia uno de ellos como responsable.
   -Que las que, juzgando con ligereza, aparecían a primera vista como villanas, podían acabar siendo en realidad las víctimas y que, sosegados los ánimos, si se consideraban lesionadas en sus derechos, quizás estarían en condiciones de pedir responsabilidades.
   -Que, en consecuencia con lo anterior, convenía tentarse las ropas antes de actuar contra ellas. Que a lo mejor la Consejería de Educación no podía sancionarlas, o podía, como mucho, ponerles alguna sanción simbólica, tipo amonestación verbal. No sé lo que ha pasado, no sé si habrá habido sanciones o no, pero, a la vista de las detenciones de hoy, las participantes en el chat aparecen como víctimas, víctimas de una vulneración de su privacidad, más de otras cosas que también han pasado, como ese linchamiento moral y público del que he hablado alguna vez. Y, si esas personas eran las víctimas y la Consejería las ha sancionado (cosa que, repito, no sé, aunque me parece que la directora del centro fue ipso facto apartada del cargo de manera cautelar), cabe preguntarse esto: ¿estaremos ante un suceso en el que a los perjudicados, además de ser perjudicados, se les sanciona? No lo sé, supongo que no tardaremos en enterarnos, porque me temo que este asunto aún tendrá más capítulos, baste pensar en que, a la vista de las detenciones de hoy, es de suponer que habrá más reacciones de los implicados. Y luego están otros elementos, como lo tocante al alcalde de Casarrubuelos, que, en su momento, presentó una denuncia contra las participantes en las conversaciones: ¿qué implicaciones puede tener esto para don Juan José Huélamo? Habrá que estar atentos.

sábado, 2 de mayo de 2015

Reflexiones sobre el asesinato de Abel Martínez

   Once días después del trágico suceso que costó la vida a Abel Martínez Oliva, me decido a exponer mi punto de vista acerca del hecho. Si me he demorado tanto, ha sido porque, en casos tan graves y complejos como este, creo lo más conveniente -siempre que sea posible- dejar pasar algún tiempo para pensar con mayor frialdad y con una información más amplia y fiable que la que se suele tener en los momentos inmediatos a cualquier acontecimiento. Aun haciéndolo así, los casos tan complejos y espinosos se prestan a cometer equivocaciones; allá van las mías, con el deseo de que estén mezcladas con aciertos que las superen en número y envergadura.
1. Un brote psicótico dudoso
   Según el relato que el propio autor de los hechos hizo nada más perpetrarlos, llevaba semanas oyendo voces que le animaban a matar a los profesores y a sus compañeros de clase, declaración de la cual se dedujo a botepronto que su acción había sido producto de un brote psicótico. No soy quien para determinar si mentía o no, ni tampoco soy psiquiatra, por lo que no puedo dictaminar el índice de probabilidades de que tal brote psicótico se produjera en realidad, pero sí soy un ciudadano que, con su nivel de concimientos y su derecho a pensar y opinar, puede formarse un juicio acerca de este como de cualquier otro asunto y he de decir que, desde el principio, me pareció muy dudosa esa declaración del brote psicótico. ¿Por qué razón? Porque me pareció algo muy premeditado: una persona mata a otra y deja malheridas a algunas más, tras lo cual comienza a preparar un cóctel molotov -sería de oligofrénicos pensar que con buenas intenciones-, pero entonces alguien consigue detenerla, y, justo en ese instante, ¡plaf!, lo primero de lo que habla el autor de tal rosario de atrocidades son esas voces que le estaban empujando a matar. Me dio la impresión de que este muchacho ya traía la coartada preparada en el bolsillo; yo, que, miren por dónde, soy muy aficionado a las historias y el cine de terror, estoy al corriente de que en matanzas reales o ficticias cometidas por sujetos que un buen día se lanzan a eliminar a todo el que se les cruza, la explicación posterior han sido a menudo esas famosas voces que impulsaban a matar; aún más: en algún caso real, ese argumento ha sido el punto crucial de los pertinentes juicios posteriores, ya que de demostrar si existía o no la patología mental que implicaban esas voces dependía que la condena para el criminal fuera mayor o menor. ¿Sabía el chico que mató a Abel Martínez este tipo de cosas? Desde luego, por lo que se conoce ya de sus aficiones, bien pudiera ser que sí.
   Otra cosa que hace que me parezca dudoso esto del brote psicótico, que entiendo como un mal con un cierto grado de espontaneidad, como ese trastorno mental transitorio que se define como algo que aparece de forma brusca e inesperada, es precisamente que en este caso ya está claro que no hubo tal brusquedad ni prontitud. También he visto, es verdad, explicaciones que aseguran que, aunque se le llama brote, es algo que se puede ir gestando durante días. No sé, pero, en todo caso, se sabe que este chico llevaba bastante tiempo -tal vez un par de meses- diciendo que iba a hacer lo que hizo; que ha resultado ser cierto lo de que tenía un plano del instituto y una lista de personas que iban a ser sus objetivos, además de haber ido contando lo fácil que resultaba asaltar el instituto; que tenía las armas preparadas, incluso llevaba los materiales para confeccionar in situ un cóctel molotov...: tengo que decir que a mí esto me suena más a premeditación que a arrebato transitorio de ningún tipo.
   Para finalizar, si la consejera Irene Rigau, quizás con el cuerpo de Abel Martínez todavía en el instituto, se decantó por atribuir la conducta del agresor a un brote psicótico, lo hizo acudiendo a la opinión de expertos, aunque no dijo cuáles, pero sucede que posteriormente han salido otros expertos que sí se han identificado -y lo han hecho presentándose como psiquiatras- y que han puesto en duda la posibilidad del brote psicótico, aduciendo entre otras la razón de que es muy improbable en personas de trece años. Incluso ha aparecido a última hora el sorpendente testimonio espontáneo de otro menor que asegura que había planeado el ataque en colaboración con su autor, testimonio que abundaría en contra de la tesis del brote psicótico.
2. Reacciones desafortunadas
   Lo dicho hasta aquí nos lleva al asunto de las posturas, declaraciones y reacciones que provocó el ataque al instituto "Joan Fuster", las cuales, dada la gravedad del caso, fueron numerosas y referidas a múltiples aspectos: al asunto en sí, a la conflictividad escolar, a la violencia en la sociedad, a las causas de esa violencia, a la situación legal de los menores que cometen delitos... En la sociedad actual, se demanda de manera continua el pronunciamiento inmediato ante cualquier hecho, sin tener en cuenta la particularidad de que, a veces, se producen algunos que hacen muy desaconsejable la valoración o el pronunciamiento inmediatos, de ahí que sea forzoso que juzguemos de manera benevolente a quienes, por la razón que sea, en ese tipo de circunstancias, se ven obligados a tomar la palabra y dicen cosas faltas de acierto o de sensibilidad. Aun así, quizás por mi condición de profesor, no puedo dejar de hacer referencia a algunas reacciones que se produjeron tras este lamentable hecho y que me parecen inadmisibles, ya sea por su falta de consideración hacia las víctimas o por el mal lugar en que dejan al mundo educativo. Como ya dije en otro artículo, lo que más aberrante me ha parecido en este capítulo es que, sobre todo en los primeros momentos, algunas de las reacciones se volcaran misericordiosas hacia el agresor, lo que sin duda fue ultrajante para las víctimas, especialmente, para la mortal. Esa hipocresía y esa estupidez buenista que existe en España consistente en el trato conmiseratorio hacia los culpables -aunque sea de los actos más aberrantes- ni nos favorece ni nos retrata bien como sociedad.
   Está claro que en este apartado la primera persona que debe aparecer es Irene Rigau, que desde el primer instante pareció hacer abstracción de las víctimas verdaderas y se fue derecha a abrir su maternal regazo para acoger a quien, según ella, era la gran víctima: el agresor. Sus palabras, cuando quizás no había transcurrido ni una hora del trágico suceso, arrojan de ella un retrato abominable: "Ha mort un professor, però hi ha una gran víctima, qué es el nen". Unidas al ya mencionado pronunciamiento sobre el diagnóstico (brote psicótico) revelan un inequívoco afán de proteger al culpable. ¿A qué se debe? No tendré más remedio que simplificar: a mi juicio, es sobre todo a tres razones: el ya mencionado papanatismo hipócrita que afecta a la sociedad española en su empeño de inveretir la consideración debida a agresores y víctimas; la aberrante demagogia que padecen buena parte de nuestros políticos (sin duda, quería suscitar entre los ciudada-, perdón, entre los votantes, sentimientos del tipo: "¡Qué sensible es Irene Rigau, cómo, sobrevolando la ceguera que padecen las almas insensibles, su purísimo corazón se preocupa por quien de verdad lo necesita en estos momentos!"), y, por último, la versión que en la educación tiene esa mezcla de la hipocresía y la demagogia antedichas: el paidocentrismo chachiguay, la defensa a ultranza del niño, ese ser ideal incapaz de maldad alguna y al que hay que proteger de todo mal, incluida la responsabilidad de sus actos. Ojo con esto, que no es ninguna broma y no afecta solo a la escuela, sino que se extiende a toda la sociedad española y, lejos de hacer de nosotros ese modelo de bondad y piedad que los hipócritas que lo defienden quieren hacernos ver, produce unos modelos de justicia aberrantes, crea confusión entre los jóvenes, los maleduca y está, pienso yo y pensamos muchos, produciendo un importante daño en nuestra sociedad.
   Sin duda, otra víctima de este mal es el profesor David Jurado, el que contuvo al alumno autor de la tragedia, el cual, ese mismo día, con su compañero de centro recién asesinado, pronunció frases como estas, referidas a quien lo acababa de matar: "Fuera del brote, es un alumno fantástico"; "Entonces se derrumbó, lo abracé y empezó a llorar como el niño que es y como el niño al que yo daba clases". Este compañero es muy dueño de adoptar tan optimistas miras hacia el autor de semejantes hechos, como yo lo soy de no compartir su postura; no obstante, se me ocurre una cosa: ¿Sería capaz de plantarse con ese discurso delante de los familiares y amigos de Abel Martínez? Mucho me temo que no, lo que representa que algo falla en sus planteamientos.
   Por último, a través de un artículo de Alberto Royo, me llegan algunas otras posturas que no apruebo, de las que, por razones de espacio, me fijaré solo en la de COPOE, una asociación de psicopedagogos y orientadores que me era desconocida y que ha emitido un comunicado, que me parece particularmente lamentable,  porque aprovecha la ocasión de este trágico suceso para subrayar que harían falta más profesionales de la orientación en los centros españoles, o sea, para reclamar más plazas para su colectivo, lea el inaudito documento quien no me crea. Esta deplorable muestra de oportunismo deja en muy mal lugar a la tal COPOE y no me parece aventurado pensar que muchos orientadores, pertenezcan o no a esta organización, se sentirán molestos con ella, ya que su iniciativa también puede perjudicar a su imagen.
3. No es un problema escolar
   Porque además, ¿quién puede afirmar que la presencia de más orientadores en el centro hubiera podido evitar este hecho? Yo, desde luego, lo niego rotundamente, ya que pienso que este asunto, aunque ha sucedido en un instituto, no está inscrito dentro de la problemática escolar. Como demuestran los diversos testimonios acerca de la falta de conflictividad del autor de los hechos, estos no pueden atribuirse a motivaciones generadas por la convivencia escolar, sino que obedecen a una desmesurada actuación individual, a algo fuera de las previsiones de cualquier planificación de la vida colectiva. No estoy de acuerdo, por lo tanto, con quienes lo ponen en relación con la conflictividad escolar, basándome en el hecho de que, con la información de que disponemos, este chico podría haber actuado tanto en un centro ingobernable como en uno de convivencia modélica, no hay datos que hagan pensar que esta circunstancia influyera para nada en su plan, el cual, voy más lejos, podría perfectamente haber llevado a cabo en cualquier otro escenario, de modo que considero estéril toda controversia, propuesta o reflexión que intente interpretar el asunto en el marco de la vida escolar o especule con que podría haberse evitado con recursos procedentes de la escuela.
4. Es un problema personal, aunque...
   Que alguien planee actos tan tremendos como los vividos en el "Joan Fuster" es sin duda y por suerte un hecho poco común; que alguien los lleve a cabo, lo es aún más. Por ello, este tipo de actos ni pueden contar con dispositivos eficaces de prevención ni pueden atribuirse -al menos, al cien por cien- a unas causas generalizables. Se dice que a este chico le gustaban las armas: hay cientos de miles de españoles a los que les gustan, las poseen y/o las coleccionan y, sin embargo, los crímenes en que son usadas son, ciertamente, escasísimos en nuestro país, y, de esta índole, más aún; se dice que era aficionado al cine de terror y un seguidor de la serie "The walking dead": si todos los aficionados al cine de terror y seguidores de "The walking dead" (colectivos ambos entre los que me cuento) hicieran este tipo de cosas, este sería un mundo muchísimo más peligroso de lo que ya es. Qué decir de eso de que el alumno últimamente se distraía en clase. Hay muchas cosas aún por aclarar y una de las principales es esta: ¿por qué un niño de trece años entró en su instituto con intención de matar? ¿Es un individuo sano y normal, pero muy malvado? ¿Es un enfermo? ¿Cuál es, en este caso, su enfermedad? Son cosas que tendrán importantes consecuencias en el ámbito personal, tales como estas: qué decisión tomarán con respecto a él quienes tengan la nada envidiable obligación de hacerlo, cuál será la carga que sus actos dejen sobre su conciencia (algo de lo que se ha hablado mucho, pero que no será lo mismo si el perfil de ese chico es el de un monstruo que si es el de un enfermo), cómo va a ser de rechazado o aceptado después de esto (valga el paréntesis anterior), cómo va a ser su vida de aquí en adelante...
   Cosas personales, sí, pero...
   Luego están otras que afectan a distintas esferas sociales.  Están, en primer lugar, las víctimas de este suceso, que van desde Abel Martínez, para quien ya no hay reparación posible, hasta las de reparación más fácil, tales como esos alumnos que ni siquiera vieron nada de lo que ocurrió, pasando por otras de situación más problemática, como los heridos o la familia de Abel. Aquí, sí; aquí sí que una sociedad avanzada puede y debe tener y usar sin reparos los medios para ocuparse de estas personas, empezando por el reconocimiento hacia Abel Martínez, quien no dejaré de insistir en que murió en un acto de entrega hacia los demás.
   Está, en segundo lugar, la familia del niño, de la que poco sabemos, pero muy raro será que no haya recibido este suceso como un golpe demoledor. No cuesta imaginar que los padres y la hermana de ese chico estarán hoy sofocados bajo el peso de cosas como el sentimiento de culpa propia y de uno de los suyos o el dolor y la incertidumbre ante los actos del menor de ellos y el futuro que le espera, o atribulados ante el reto de tratar de recuperarlo y rehabilitarlo, y de cómo hacerlo, y de si lo conseguirán. Debe de ser terrible, también ellos pueden ser considerados víctimas, y no es despreciable el hecho de que muy probablemente esto lo arrastrarán de por vida.
   Finalmente, está el conjunto de la sociedad. Un hecho como este, como ya he dicho antes, suscita debates sobre sus repercusiones generales, sobre asuntos como las causas, sobre cómo prevenirlas o erradicarlas, sobre cómo proteger a la sociedad, sobre la justicia, en este caso, de las penas que afrontan los menores. ¡Qué complicado! Acerca de las causas... Hace ya bastantes años, a pocos metros de donde yo vivía, un chico de veinte años se sentó una mañana en una parada de autobús. Segundos después, un tipo que estaba ya sentado allí, que era un loco, sacó una navaja y lo mató sin mediar palabra. Se montaron asambleas, manifestaciones, protestas..., para pedir, al principio, seguridad ciudadana y, al final, viviendas gratuitas, en otras palabras: la escasamente sostenible reacción ciudadana degeneró en un circo que los propios padres de la víctima pidieron que cesara. ¿Qué se puede hacer contra los locos? Tener encerrados a los que se sabe que son peligrosos, poco más, pero resulta que muchos siguen siéndolo sin que lo parezca, por no hablar de los miles de cuerdos que cometen inesperadas locuras, tal vez el chico del "Joan Fuster" sea uno de ellos. Luego se habla de aficiones, hoy son los zombis, hace unos años fueron los rituales pseudosatánicos que al parecer realizaron las chicas gaditanas que mataron a Clara; o de los objetos, las armas, la katana que usó uno o la ballesta que usó el otro, el de hace muchos años, el que mató a su padre. Ya me he pronunciado acerca de los zombis, y ahora digo que a Clara la mataron por motivos bien ajenos a rituales, que katanas las hay a cientos desde que se pusieron de moda allá por los años setenta y que nadie salvo aquel consentido las ha usado para matar a su familia, que las ballestas son sin duda un arma peligrosa, sí, pero solo cuando a un desequilibrado se le ocurre usarlas contra alguien... De nuevo sale el factor personal; a mí me parece que armas, aficiones y rituales son meros instrumentos que nada determinan, que es la voluntad de hacer daño lo que cuenta, que el que está dispuesto a matar, si le falla la katana, lo hace con una piedra, así que poco vamos a conseguir controlando series o katanas, aun reconociendo la potencial peligrosidad de estas últimas.
   Más importancia, a mi juicio, tiene el factor educativo. En todos o en gran parte de los jóvenes (puesto que ahora hablamos de ellos) que han cometido graves crímenes se observa un egoísmo brutal, una apetencia tal de sus caprichos o ensoñaciones que les lleva hasta extremos tan tremendos como despreciar la vida humana. Del asesino de la katana se llegó a decir que su padre, aunque no era rico y el chico tan solo tenía no sé si 15 o 17 años, le daba cien mil pesetas al mes; al Rafita y sus colegas no se les puso nada por delante para hacer las atrocidades que le hicieron a Sandra Palo, la chica a la que mataron; los que acosan en el aula o el patio de la escuela no paran mientes en que están haciendo sufrir -y mucho- solo por echarse unas risas o sacarle a un infeliz 20 euros; el energúmeno que no para de mandarle mensajes amenazadores y/o controladores a su novia está persuadido de que tiene todo el derecho, porque es suya, subrayado, si es preciso y las veces que haga falta... La sociedad y la escuela actuales tienen en nuestro país una lamentable tendencia a mimar a nuestros niños y jóvenes: no se les puede contrariar, no se les puede negar nada, no se les pueden exigir esfuerzos y responsabilidades, se les lanzan estúpidos mensajes del  tipo: "Todo lo que te propongas, lo puedes conseguir". De esto sabemos mucho los profesores. La protección al menor ha llegado a uno límites esperpénticos y a menudo perversos. De esto sabemos mucho los profesores, es lo que está detrás de que tengamos que cuidarnos cada vez más si supendemos a un niño, de que sea cada vez más complicado detener la grosería de muchos, porque se da la circunstancia de que en su apoyo van a salir padres, ¡profesores!, directivos, inspectores o consejeros, que los van a defender hagan lo que hagan, porque, por convicción o conveniencia, han decidido ponerse del lado de esa demagógica defensa a ultranza del niño que han hecho tan popular, aun sabiendo que no es beneficiosa y, en realidad, en la sociedad, son muchísimos los que la rechazan, porque una cosa es lo que piense la gente sensata (que es la mayoría) y otra los tópicos vacíos con que a veces deciden los demagogos despeñar a las sociedades. Desde luego, esa ultraprotección está detrás de muchos de los males relacionados con los jóvenes que hoy nos aquejan, desde el fracaso escolar o la insolencia hasta cosas peores, como las agresiones a padres,  el acoso escolar o esa violencia de género cuyas numerosas manifestaciones tempranas empiezan a preocuparnos. ¿Está también detrás de esos otros asuntos de violencia homicida? Yo diría que, al menos de algunos de ellos, lo está sin duda alguna.  Y es lógico: ¿a qué otro fin puede llevar la inmunidad exagerada? A que el inmune se sienta impune, lo cual conlleva múltiples riesgos, algunos de ellos, de alta peligrosidad.
   Quiero terminar haciendo una breve consideración acerca de las penas a los menores que cometen delitos. Soy de los que se indignan ante la levedad con que a veces se penalizan actos muy graves, pero este es un terreno en el que conviene ser muy cautos. Rechazo de plano la impunidad, pero medidas como la rebaja de la edad penal son muy delicadas y deben dejarse en manos de gente que sepa de verdad. En cierta ocasión, asistí a una conferencia impartida por el juez Emilio Calatayud, que en estas cuestiones es un verdadero experto. Fue ante una nutrida asistencia de profesores, lo que implica que no tenía al público ganado de antemano, pero he de decir que, con una profusión de ejemplos sacados de su larga experiencia, unas explicaciones muy creíbles y una notable habilidad comunicativa, nos convenció de que la Ley del Menor tampoco es tan blanda, de que existen mecanismos que permiten castigar educativa y proporcionadamente las infracciones leves y de que, para las cosas graves, hay penas que, para un menor, son suficientemente duras. Sé que esto seguramente no convencería a quienes hayan padecido agravios cometidos por menores, pero a mí me dejó con la idea de que, como mínimo, hay que contemplar este asunto con prudencia.