Las elecciones autonómicas que ayer se celebraron en Cataluña estaban viciadas de origen por múltiples razones, entre las que sobresalen estas dos: el celebrarse en una región donde se incumple la legalidad democrática y el concurrir a ellas un repulsivo personaje que debería estar en la cárcel e inhabilitado para el sufragio pasivo. En Cataluña se incumple la legalidad democrática porque sus instancias gubernamentales y gran parte de las políticas conspiran para romper la nación española, su gobierno regional traiciona a la nación fundando representaciones diplomáticas para las que no tiene competencia, existen grupos violentos que con la pasividad o complicidad de las autoridades agreden u hostigan a quienes no son separatistas y se persigue el uso de la lengua oficial de la nación en la enseñanza, la sanidad y otros ámbitos. En lo referido a la concurrencia a las elecciones -¡y como candidato a la presidencia autonómica!- de un delincuente que debería estar en la cárcel llamado Carles Puigdemont, es algo que se cae por su propio peso, porque todos le vimos declarar la independencia de Cataluña en 2017, gravísimo ataque a la nación, su integridad, su prosperidad y su convivencia pacífica. No os cansaré enumerando la prolija lista de delitos e infracciones que este ultraje a la patria de Puigdemont lleva implícita, ni me molestaré en argumentar contra esa aberración de la amnistía con que Pedro Sánchez pretendió exonerar a Puigdemont, porque los guiños entre canallas no son un invento de hoy. Todo esto nos llevaría a la siguiente conclusión, que considero irrefutable:
Las elecciones autonómicas catalanas no son mucho más legítimas que las de Maduro o las de Putin, porque carecen de respeto a los principios democráticos y al marco legal constitucional.
Ya sé que a esta convocatoria han concurrido todas las formaciones, incluidas las contrarias al separatismo, pero tampoco se les puede pedir que se suiciden. Creo que ya va siendo hora de que en España nos dejemos de tontunas, hipocresías y complejos y reconozcamos abiertamente que lo nuestro se parece cada vez menos a una democracia. ¿Me van a vender la moto de que hay democracia en unas elecciones donde a los separatistas se les permite presentar a un personaje abyecto que atentó contra la unidad de su nación mientras que se agrede a los estudiantes de S'ha acabat o a millones de niños se les impide escolarizarse en español? Esa moto no se la compro a nadie, que se la metan Sánchez, Illa, Puigdemont, Rufián, Armengol, Aragonesete y algunos más donde les quepa.
Partiendo de esta base, no tiene demasiado sentido enredarse en análisis electorales, pero, a la vista de los resultados y más cosillas, alguna observación se puede hacer.
Lo primero que toca es lanzar un encarecido aviso contra Salvador Illa, porque, aunque parezca increíble y a pesar de las puñaladas que nos asestó durante la pandemia y de que su nombre aparece demasiado a menudo en el caso Koldo, muchos todavía le creen un buen chico incapaz de mentir. Pues bien: dista mucho de ser un buen chico y miente con tanta soltura como Sánchez. Ayer, en su discursito "conciliador", dijo que gobernaría para todos los catalanes sin distinción, una mentira que cualquiera pudo cazar al vuelo por dos razones: la primera es que en ese mismo discurso afirmó que su triunfo se debe a las políticas de Pedro Sánchez, así que difícilmente podrá él gobernar para todos, porque las políticas de Pedro Sánchez solo les favorecen a él, a sus esbirros, a sus amiguetes y a sus aliados; la segunda es que Illa no ha movido un dedo contra la marginación del español en las aulas catalanas, e incluso la ha apoyado, así que eso de que va a gobernar para todos que se lo cuente a su jefe. Resultó un poco patético oírle un discurso en el que intentaba autoconvencerse de que iba a gobernar, para lo cual proyecta ser apoyado por ERC y por los Comunes. Aragonés, con el cuchillo entre los dientes, ya le ha dicho que ni hablar, aunque Jéssica Albiach se ha mostrado fervorosa partidaria de ese apaño, porque los podemitas ya tienen muy claro que les mola más ser casta. Si esta operación le sale, el gobierno de Illa será un calvario para él y una catástrofe para España.
Lo segundo es constatar una obviedad: los grupos separatistas están en una competición a ver cuál enseña unos dientes más largos, gordos y afilados. Puigdemont ya está exigiendo la presidencia de la Generalidad (jódase usted, señor Sánchez, a ver qué bola nos cuenta ahora y cómo gestiona su disparate de la amnistía). Los pronunciamientos de Aragonés deben inerpretarse en el sentido de que piensa hacerle la vida imposible a Illa, que está justo en medio de la la balasera cruzada entre Junts y ERC. Poco que decir en cuanto a la CUP y Aliança, para quienes Puigdemont es un tibio. Esto es lo que hay en el corral separatista, y está muy claro, así que los que se engañen será porque quieran.
Las quinielas son múltiples e incluso sería posible la repetición de elecciones, pero yo creo que no se llegará a ello, porque no les conviene ni al PSC, ni a Junts, ni a ERC. Lo más probable es que Illa salga investido por mayoría simple en la segunda vuelta y se le deje mandar con un gobierno muy muy muy muy débil, de esos que hacen que los separatistas se relaman. ¿Acabarán Sánchez e Illa siendo los artífices del cupo catalán y de la independencia judicial de Cataluña? No sería extraño, porque les sobran narices para concluir los desastres que empezó Zapatero.