Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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lunes, 22 de noviembre de 2021

Las mentiras de Pilar Alegría

 Hace algo más de dos meses, escribí un artículo en el que señalaba que nuestra actual ministra de Educación apuntaba maneras en el arte de sostener disparates pedagógicos, y esta misma semana, con ocasión de la aprobación definitiva de las anunciadas aberraciones en materia de evaluación (tanto en la calificación y titulación como en la recuperación), ha confirmado aquellos asomos. Lo ha hecho con una serie de afirmaciones que me gustaría puntualizar, veámoslas:

    -No hay mejor fórmula para estimular el esfuerzo de los estudiantes que dándole mucha más importancia a la motivación que al castigo. Empezaré por decir que estimular el esfuerzo de los alumnos es algo que da para más que una frasecita de línea y media. Esta sorprende además por la cantidad de engaños implícitos que encierra en tan poca extensión. El primero: la ministra parece presuponer que solo se estimula mediante motivación o mediante castigo, cosa que es falsa y absurda. El segundo: quiere dar a entender que convertir la evaluación en una tómbola (que es lo que ha hecho la ley que ella defiende) es motivar, cuando es simplemente regalar. Es mentira también el meollo de su mensaje: que el aprobado gratuito estimula el esfuerzo, y tengo dos razones muy poderosas para sostener que no es así: el haberme pasado treinta y cinco años viendo cómo sucedía exactamente lo contrario con compañeros que los ponían y lo que dicta el puro sentido común: ¿en qué cabeza cabe que nadie se vaya a esforzar lo más mínimo para conseguir algo que se le va a regalar? Cuarta mentira: al formular esa antítesis, está claro que quiere dar a entender que hay unos malvados (naturalmente, los disconformes con el despropósito que ella estaba presentando) que pretenden estimular el esfuerzo mediante castigos: no es así, que no se crea la señora Alegría que es la Juana de Arco de la enseñanza, porque no existen esos desaforados ogros que nos quiere colar. Lo que ocurre es que sí existen docentes que creen que el suspenso (al que ella llama castigo, quinta y última mentira) es imprescindible en un sistema de evaluación decente y útil, y, claro, como en el suyo lo han eliminado por la vía de hacerlo inoperante, había que inventar algo para tapar el desmán, así que nuestra ministra no se ha andado por las ramas: los que regalan aprobados son buenísimos y estimulan y los que suspenden a quien lo merece son malísimos y castigan.

    -El modelo que se implanta pretende adecuarse a estándares europeos. Mentira. Promocionar o titular con un número indeterminado de suspensos es algo que no está exigido por ningún estándar europeo, como tampoco lo están arbitrariedades como cargarse las evaluaciones extraordinarias (esas de junio o septiembre, a las que ahora, no sé por qué, están llamando recuperaciones, que son otra cosa) o permitir que el bachillerito bachillerato se apruebe con una asignatura suspensa. 

    -La cultura del esfuerzo no corre ningún riesgo. ¡Ja, ja, ja, ja! Mentira hilarante, pero de risa amarga: esa cultura estaba ya muy zarandeada en nuestra enseñanza, pero ahora está llamada a desaparecer, y si no, al tiempo. Pasará con la LOMLOE lo que pasó con la LOGSE: a los que vaticinaron cuando se implantó que iba a ser un desastre, el tiempo, por desgracia, acabó dándoles la razón. Hace falta tener una faz de hormigón armado para establecer unos criterios de evaluación como los que se acaban de aprobar y afirmar que la cultura del esfuerzo no está en peligro. 

    -Suprimir las pruebas extraordinarias representa acabar con la incongruencia que supone recapitular nueve meses de trabajo en una prueba única. Esto va a ser un poco largo de explicar. No me cansaré de decir que el punto caliente de la LOGSE y sus leyes derivadas (que son todas las posteriores a ella salvo la LOCE, a la que hay que conceder el beneficio de la duda porque casi ni se aplicó) es la evaluación, a causa de una tara de origen: lo que políticos y pedagogos logsianos han pretendido siempre ha sido que aprobase todo el mundo, objetivo muy problemático que había de tropezar inevitablemente con el rechazo de todo profesor que tuviera la sensatez y la honestidad intelectual de evaluar y calificar a sus alumnos de acuerdo con el aprovechamiento demostrado. Entre los múltiples instrumentos que los logsianos han utilizado para obtener ese aprobado general sistemático que ellos pretenden sistémico, se encuentra la evaluación continua, pero según ellos la entienden, porque es necesario aclarar que de este concepto tan pantanoso hay multitud de versiones. ¿Y cómo entienden los logsianos la evaluación continua? Pues, simplificando un poco, como un seguimiento constante de la evolución del alumno, el cual, combinado con su principio de que lo que hay que valorar no es la respuesta a retos objetivos (tipo exámenes) sino la progresión particular, arrojará siempre como resultado el aprobado. Es aquella falacia tan suya de que a un alumno que empezó sacando unos habría que aprobarle si acaba en el 3'5, porque ha mejorado notablemente, e incluso te toparás con colegas capaces de decirte que lo merece incluso más que el que ha sacado siempre sobresalientes o que alguien cuyo "logro" es un 3'5 se ha esforzado. Con esta falsificación como sistema, al implantarse la LOGSE en los años 90, época en la que se suprimieron, como de nuevo se ha hecho ahora, las pruebas extraordinarias de septiembre, lo que se pretendió fue el seguro efecto de unos porcentajes de aprobados cercanos al cien por cien, pero lo que se obtuvo en Secundaria fue el derrumbe en los porcentajes de aprobados lógico y esperable que aún padecemos, porque ya desde el minuto uno los alumnos entendieron  que el nuevo sistema estaba diseñado para no estudiar, pero los profesores que no cedieron al chantaje del sistema se vieron obligados a suspender a mucha gente. Si el desastre no fue mayor, fue porque al menos se mantuvieron las suficiencias de junio.

    Suprimir septiembre fue un gravísimo error, porque es mentira lo que dice la señora Alegría de que las convocatorias extraordinarias sean una incongruente recapitulación, pues en realidad son y han sido siempre convocatorias de gracia, es decir, segundas (junio) y hasta terceras (septiembre) oportunidades para aprobar el curso haciendo frente a pruebas de mínimos. Eso fue lo que se cargó la LOGSE en 1992, con gran perjuicio para los alumnos, y lo que se tuvo que reponer años después. La verdadera incongruencia (que se ha ido implantando gradualmente con esa farsa de juniembre) es volver al desastre de la supuesta evaluación continua: fíjense si será incongruente la LOMLOE que suprime las convocatorias extraordinarias en la ESO, pero las mantiene en Bachillerato. ¿Por qué se hace tal cosa? Lo voy a decir sin ambages, porque, además, lo sabemos todos: porque la LOMLOE es un demencial intento de retornar a los delirios de la LOGSE primigenia y de conseguir a toda costa el cien por cien de aprobados en la secundaria obligatoria. Intento demencial y un tanto criminal, habida cuenta de que se sabe que ese plan y la supresión de septiembre (ahora se suprimirá también junio) fueron rotundos fracasos. ¿A qué viene ese empeño con el cien por cien de aprobados? ¿Qué se gana con él? Nada, e incluso además se pierde, la prueba más contundente la tenemos en nuestra Primaria, en la que la LOGSE sí lo ha conseguido, entre otras cosas, suprimiendo todo tipo de retos para el alumno, con los resultados hoy a la vista. Y en lugar de modificarla, que es lo que se debería hacer, se profundiza en los errores. Precisamente hace un par de días Gregorio Luri hablaba sobre estas cosas en "El Mundo".

    -Debemos confiar más en el criterio de nuestros profesores y profesoras, que son por otro lado quienes más conocen el desarrollo y competencias de nuestros estudiantes. Esto lo dice la ministra a propósito de esa barbaridad que acaba de implantarse con la LOMLOE, la de promocionar de curso en ESO e incluso obtener el título de Graduado sin un límite expreso de asignaturas suspensas. Nuevamente está intentando engañarnos, pues pretende despistarnos hablando de confianza en los profesores cuando en realidad esta aberración se ha implantado para lo mismo que todo lo demás: dejar más expedita la vía para el aprobado general, cosa que resulta de una obviedad palmaria: ¿no representa un sustancial abaratamiento pasar de tener que aprobar todas las asignaturas para graduarse en ESO a poder conseguirlo con uno, dos, tres o siete suspensos? Hasta ahora, cuando un alumno tenía suspensos al acabar cuarto no había nada que discutir (al menos en teoría, porque todos sabemos lo que han sido las juntas finales), pero desde hoy ya se podrá discutir hasta cuando se hable de alumnos con ocho suspensas, así que tiemblo al pensar en lo que van a ser las juntas de aquí en adelante: van a ser el rastro, un rastro en el que los especialistas en presionar y chantajear van a ser unos amos más absolutos de lo que ya eran. Así pues, ¿a quién pretende engañar la señora alegría con ese discursito de la confianza hacia los profesores? El sistema que ella ha sancionado ha suprimido la sólida referencia fija que constituía el número de suspensos y lo ha cambiado por una gavilla de vaguedades que serán terreno abonado para la duda, la subjetividad, la inconsistencia, los consensos imposibles o la arbitrariedad. En esas condiciones tan movedizas, a menudo será difícil hacer un trabajo digno de confianza. Y me temo que es exactamente eso lo que se pretende: que, en unas condiciones tan inseguras, los profesores opten por evitarse problemas y aprobar a todo el mundo. La señora Alegría habla de confianza, pero lo que va a reinar de verdad en la evaluación va a ser el miedo, y ella lo sabe, o sea, que miente a conciencia. No creo que tardemos ni tres años en comprobar los resultados.

martes, 9 de noviembre de 2021

Yván Pozuelo: el sistema educativo se sanciona a sí mismo

     Para ser sincero, confesaré que, a pesar de la notoriedad que en su momento alcanzó el profesor Yván Pozuelo por calificar a todos sus alumnos con un diez y el expediente sancionador a que ello le condujo, había tomado la decisión de no pronunciarme sobre este asunto, pero la entrevista que ayer lunes le hicieron en "El Mundo" me ha hecho cambiar de parecer, esencialmente, por un motivo: las razones sobre las que sustenta su dadivoso sistema de evaluación son tan coherentes con el espíritu y la letra de nuestras leyes educativas que se puede afirmar con rotundidad que, al sancionar a Yván Pozuelo, el sistema educativo español se está sancionando a sí mismo. Si este profesor está llevando a cabo una práctica docente digna de condena, esa condena debe inexcusablemente hacerse extensiva al  tinglado que nuestros mandamases educativos llevan treinta años imponiendo en la enseñanza con sus leyes disparatadas. El señor Pozuelo se ampara en el argumento de que él se limita a seguir las normas, y no lo hace a la buena de Dios, sino con concreciones muy precisas, paso a reproducir algunas:

    -La LOE y la LOMLOE me avalan, porque hablan de distintos aprendizajes y distintos ritmos; hasta la LOMCE dice que todos los alumnos tienen talento. No entiendo que se pueda dar el título con suspensos y a mí se me expediente por poner dieces. Los suspensos no tienen sentido en un aprendizaje competencial: un alumno puede tener un 4'5 en un examen tradicional pero un 10 en competencias

    -El estrés no incentiva el progreso del alumno. [...] La nota es un freno para el aprendizaje. 

    Al acabar la entrevista, declara casi con solemnidad que no va a hacer otra cosa que ponerles dieces a sus alumnos, por lo menos hasta que la ley educativa cambie para indicar expresamente que el aprendizaje es una competición

    Estas últimas palabras son de una ortodoxia absoluta con respecto a lo que ya desde hace mucho la izquierda y los pedagogos vienen predicando y finalmente han fijado negro sobre blanco en la LOMLOE: lo que más importa en la educación es la dimensión emocional del alumno y su felicidad, así que  sería un crimen meter al pobrecito en la Arcadia escolar para someterlo a la inhumana presión de una tortura tan competitiva y facha como la nota. Por otra parte, ¿podría alguien negar que llevamos décadas con un sistema en el que el suspenso está oficiosamente mal visto y se considera injusto, desmotivador y de malos profesores? ¡Qué decir de los distintos ritmos, por favor! En la doctrina logsiana que llevamos treinta años padeciendo, es pecado valorar al alumno con arreglo a unos referentes objetivos iguales para todos y sobre los que gravitará siempre el riesgo del suspenso: lo que hay que hacer es una evaluación subjetiva atendiendo a las capacidades de cada uno (arréglese cada cual para determinarlas), lo cual deja la puerta abierta de par en par a poner un 5 a un examen de 2 o un 10 a uno de 4'5. Y sí, señor Pozuelo: calificar por competencias y por proyectos, que es lo que se nos propone/impone, es tan vaporoso y tan holístico -por citarle a usted- que permite con todas las de la ley cascarle un diez (un cero, nunca: este sistema está pensado para que todos aprueben) a quien se nos antoje. ¡Y qué gran verdad dice usted cuando afirma que los suspensos no tienen sentido en un aprendizaje competencial, cómo retrata las intenciones de quienes han impuesto ese gran engaño! También tiene toda la razón en lo de titular con suspensas: es de un enorme cinismo montar un sistema de titulaciones que comete la enormidad de cargarse de hecho la diferencia entre el aprobado y el suspenso, entre demostrar aprovechamiento y demostrar holgazanería o ignorancia, y luego hacerse los estrechos con un docente que, como usted, tan solo ha llevado esta atrocidad a sus últimas consecuencias y se ha dicho: si de regalar aprobados se trata, sobresaliente general, ¿para qué andarse con remilgos?

    Si alguien ha pensado que estoy haciendo leña del árbol caído con Yván Pozuelo, se está equivocando, porque lo que he hecho hasta aquí ha sido manifestar mi desaprobación de sus prácticas docentes, como no podría ser de otro modo, pues no es ningún secreto que yo desapruebo los dogmas educativos de los que son aplicación fiel. En lo personal, no le deseo ningún daño, aunque pienso que es merecedor de una sanción, reprobación, escarmiento o lo que sea (no soy yo quien deba decidir la concreción exacta), porque es innegable, incluso para los hipócritas que ahora le castigan por llevar hasta su más alta expresión el demencial sistema que ellos mantienen, que ponerles a todos los alumnos un diez es un disparate, que alcanza dimensiones brutales si se considera que el señor Pozuelo lleva cometiéndolo más de una década, como él mismo no se recata en desvelar.

    Si el sueño de la razón engendra monstruos, vaya usted a saber lo que podrá engendrar el de la sinrazón, con lo que resulta muy comprensible que a la calamidad logsiana le haya venido una severa descalificación -me temo que involuntaria- desde el flanco de la extravagancia cometida por uno de sus incondicionales. Lo que ha perdido a Yván Pozuelo ha sido pasarse de rosca: no le habría ocurrido nada si se hubiese limitado a aprobar a todo el mundo, poniendo su 5, su 7 o su 10 a los que lo merecían y luego regalando un cinquillo a quienes hubieran debido suspender. Eso llevan décadas haciéndolo millares de profesores bajo la complaciente tolerancia de quienes le han sancionado a él, unos cuantos por estar convencidos de que nadie debe suspender y la mayoría por evitarse líos, entre otros y principalmente, con esos mismos sancionadores, a los cuales he visto caer en el abuso de cebarse con profesores que ponían suspensos justos, pero jamás en treinta y cinco años he visto que emprendieran la menor indagación sobre índices de aprobados altamente sospechosos. El sistema logsiano ha impuesto su perniciosa mentira de que un aprobado inmerecido no tiene importancia o incluso es beneficioso, cuando en realidad es altamente perjudicial para la educación, como se entiende cuando se reflexiona sobre los males de la nuestra. Creo que una de las causas por las que se ha procedido contra Yván Pozuelo -¡después de una década!-, quizás la principal, es que había empezado a poner demasiado en evidencia la estafa del aprobado regalado. 

    Entre los centenares o quizás miles de alumnos a los que ha puesto dieces, habrá sin duda muchos que los merecían de verdad: ¿qué pensarían en su momento del hecho de que se hubiera calificado igual a otros que no sabían ni la mitad que ellos o incluso eran unos vagos? Por muchas fabulillas enternecedoras que cuente él, me temo que, salvo algunos a los que hubiese conseguido liar, se sentirían injustamente tratados, cosa muy lógica, porque ese sistema suyo es de una radical y abyecta injusticia. Y, sin embargo, él está tan convencido y autosatisfecho como podréis ver en la entrevista que enlazo, en la que muestra retazos de mesianismo. Una pregunta que me hago es si tendrá hijos. Si acaso los tiene, es posible que algún día le lleguen a casa con boletines de notas en los que resplandezcan uno o varios dieces. ¿Qué pensará entonces? ¿Se preguntará al verlos si esos dieces son como los suyos, que se los pone a cualquiera?  ¿Llegará así a comprender por fin que su forma de evaluar y calificar es un completo disparate? Un disparate, no lo olvidemos, que ha florecido al calor de un sistema disparatado.

      

martes, 2 de noviembre de 2021

Celos

  Como ya veo el caso que me habéis hecho con las canciones tristes, voy a intentarlo de nuevo por la vía filarmónica y con un sentimiento universal, esta vez, los celos. Y, si queremos unir celos, música y universalidad, no tenemos más remedio que comenzar con la famosísima Celos, o Tzigane Tango Jalouisie, que reúne un manojo de curiosidades, como ser un tango compuesto por un danés (Jacob Gade) para una película de aventuras de Douglas Fairbanks, o sea, nada de Gardel ni de Buenos Aires ni de la calle Corrientes. De entre las múltiples versiones que he visto, os voy a dejar esta tan sensual, que incluye música y baile:

    
    Sobre esta pasión tan destructiva pero tan difícil de evitar si tenemos la desgracia de caer en sus garras, se han compuesto infinidad de canciones, por lo que me dejaré muchas en el tintero. La segunda que os voy a poner es Pasaba por aquí, de Luis Eduardo Aute. El suyo es un celoso civilizado y elegante que se permite la ironía de decirle a su chica eso de "no creas que te espío". Genial.

    A continuación vamos con un grande: John Lennon, y una de las numerosísimas canciones excelentes que compuso: Jealous guy, de la que también hizo una notable versión Roxy Music.

    ¡Ah, por cierto! También existe una Jealous girl, cuya intérprete es Lana del Rey.


    Con Lana del Rey entramos en el oscuro pozo de los celos posesivos y destructivos, esos que más a menudo de lo que a todos nos gustaría devienen en trágicos celos asesinos. Voy a continuar con Cómo pudiste hacerme esto a mí, de Alaska y Dinarama:

     
    Paso a continuación a El preso número 9, legendaria canción, que como suele ocurrir en estos casos, ha sido interpretada por múltiples intérpretes. Os dejo aquí la versión de Los tres caballeros, aunque no os resultará difícil encontrar las de Joan Baez, Chavela Vargas o José Feliciano, por citar otras de las más célebres.


    Finalizaré el artículo con Delilah. Como casi todas las anteriores, relata la vivencia de los celos en primera persona y desde el punto de vista del que los padece. Narra el proceso completo: el descubrimiento, el sentimiento de traición, la ira creciente, el descontrol, el crimen... y la miserable petición de perdón cuando ya está todo el mal hecho. Sí, el relato completo, esa historia que hemos visto contar en crónicas de sucesos a personajes que no son capaces de entender que nadie es dueño de nadie y que la vida es un bien sagrado. 


    Delilah es, por muchas razones, una canción excelente: la inspirada composición musical, la poderosa interpretación de ese coloso llamado Tom Jones, la letra que sintetiza y narra de forma muy acertada la tremenda historia... Alguna razón tiene que haber para explicar su gran éxito, que se ha mantenido durante décadas. En eso se le parecen todas o casi todas las demás del artículo. El oscuro sentimiento de los celos y sus consecuencias -que nunca son inocuas y a veces son trágicas- están muy unidos a la condición humana, por eso serán siempre una fuente de inspiración para la creación artística.