El pasado 15 de febrero, publicó la revista T. E. (=Trabajadores de la Enseñanza), órgano de la federación de educación de CCOO, un artículo que se titulaba
Breve decálogo de ideas para una escuela feminista, en el cual sus autoras, doña Yera Moreno y doña Melani Penna, explicaban cómo quieren ellas que sea una escuela feminista. Como este artículo ha sido la inspiración de un documento titulado
Ideas para una escuela con perspectiva de género: haciendo de la escuela un espacio feminista, el cual está editado por una secretaría de políticas de igualdad de CCOO y realizado por su gabinete de comunicación, no puede quedar la menor duda de que esta organización respalda las propuestas de las señoras Moreno y Penna. Creo imprescindible que todos leamos ambos documentos y conozcamos la explosiva carga que portan, porque, si temible me parece que el modelo de estas dos señoras pueda llegar algún día a implantarse en la escuela, alarmante me parece que lo respalde una organización con la importancia, el peso político y la influencia social de Comisiones Obreras.
El estupor se produce ya desde el mismo título: ¿qué es eso de una escuela feminista? La escuela no puede ser "-ista", no puede tener ninguna orientación ideológica, no puede ser feminista del mismo modo que no podría ser masculinista, ni comunista, ni fascista, ni panteísta, ni islamista, ni metodista, ni papista: ya bastante nos chirría a algunos en España, donde teóricamente es aconfesional, que incluya en sus programas la asignatura de religión, sea la católica o la que sea, pero, aun con eso, ni es la nuestra una escuela cristiana ni sería de recibo pretender que lo fuera. Estamos, además, en plena visualización del desastre que representa el que en algunos lugares, como Cataluña o el País Vasco, se haya convertido en una escuela nacionalista con lamentables muestras de adoctrinamiento, conque por fuerza tendremos que dar la más rotunda negativa a este nuevo invento ideologizador de la escuela feminista. Muy convencidas de su credo tienen que estar las señoras Moreno y Penna para atreverse a proponer su imposición en toda la escuela, pero esa convicción raya en el fanatismo, lo cual, si en ellas no deja de ser un posicionamiento personal para el que son muy libres, en CCOO es inadmisible: esa pretensión de hacer de la escuela un espacio feminista asombra en una organización de carácter público que se define como democrática, porque -repito y no me cansaré de repetir- en una democracia la escuela no puede llevar etiquetas ideológicas y, les guste o no a las señoras Moreno y Penna y a la Secretaría de Mujer, Políticas de Igualdad y Políticas de LGTBIQ de la Federación de Enseñanza de CCOO (órgano autor del segundo documento), el feminismo no es una verdad absoluta, es solo una ideología más.
Para empezar a analizar el documento de las señoras Moreno y Penna, señalaré que comienza indicando cómo enseña la escuela. Según ellas, es así:
Y lo hace bajo esos mismos parámetros sociales que legitima y reproduce, y que, por tanto, son sexistas, racistas, clasistas, colonialistas, capacitistas.
Desde luego, en lo tocante a la escuela en la que he estado enseñando en los últimos treinta y cuatro años, decir esto es un disparate y un insulto. Esto, atribuido a nuestra escuela, ES MENTIRA, por lo que poco bueno podremos esperar de una propuesta que se basa en tan disparatados fundamentos. Si hay un tema que conozco a fondo -porque lo llevo observando desde hace años-, es el del alud de malintencionadas descalificaciones con que se maltrata a la escuela, siempre con fines inconfesables, y puedo decir que he visto pocas veces que, en tan solo dos líneas, se hayan lanzado tantas injurias y de tal envergadura. Desalienta pensar que tengan el respaldo de un sindicato educativo, haría muy bien CCOO en reconsiderar estos documentos, y sin lanzar
cortinas de humo como la que publica eldiario.es, las cuales quedan desmentidas por el segundo de los documentos que enlazo. Creo sinceramente que esa injustificable virulencia procede de que las autoras de esta propuesta están muy convencidas de hallarse en posesión de la verdad, pues solo así se explica que sostengan que el que no entienda o no comparta sus ideas será porque no ha leído a determinadas autoras que ellas recomiendan, y que, si después de haberlas leído sigue sin entender, es que tiene prejuicios sexistas. En pocas palabras: si usted no está conmigo, o es que no ha leído lo que hay que leer o es que tiene prejuicios. Lo dicho más arriba: una autoconvicción que raya en el fanatismo.
Y si pasamos a los objetivos, resulta que la propuesta está puesta al servicio de una finalidad: convertir la escuela en un espacio para la revolución social, a lo que solo se me ocurre una respuesta: la escuela es un espacio para aprender, no para revolver, dejémosla en este humilde servicio y no pretendamos instrumentalizarla para ninguna cruzada iluminista. Porque, además, si echamos un vistazo a los diecinueve puntos de ese ¿decálogo?, veremos que el puente hacia la revolución social anhelada lo componen unas medidas que ponen los pelos de punta, señalaré algunas, sin ser demasiado exhaustivo: adoctrinamiento del profesorado en la ideología feminista (punto 1), creación de una neolengua no machista (2), condicionar los programas de literatura, filosofía, historia, arte, música y ciencias por razones de género (3, 4, 5, 6, 15, 17), censurar a escritores (7). En pocas palabras: una manipulación totalitaria de las cosas que se enseñan y hasta de las mentes de quienes deben enseñar de colosales dimensiones. Todo habrá de verse bajo una óptica feminista exclusiva y excluyente. Asusta, de verdad, uno no da crédito a que propuestas así se formulen en la España de 2018, quizás deberíamos hacer una seria reflexión acerca de nuestros fundamentos democráticos.
Pero no es esto solo, porque eso era nada más que lo referido a las enseñanzas, y queda todavía un aspecto muy preocupante, el que de una forma muy amplia podríamos definir como el de la cuestión del género. Este manifiesto parece un tanto obsesionado con eliminar las diferencias de género: el punto 8 propone "no separar los baños entre hombres y mujeres", disparate contra el que ya me pronuncié en
otro artículo cuando la Generalidad valenciana propuso implantarlo en un documento en el que parecía estar muy preocupada por la identidad sexual; resulta curiosa esta obsesión de algunos por defender la identidad sexual a base de difuminar y de meternos a todos en el mismo saco. No creo que sea el camino y repito lo que ya dije en aquel artículo: ojo con meter a niños y niñas en los mismos baños, porque en los baños a veces han pasado cosas, no los convirtamos en juguetes de ninguna revolución social ni sexual, que, como ya he dicho, la escuela no está para eso. Luego, en el punto 10, se propone desheterosexualizar la escuela. ¿Por qué? ¿Existe esto como problema o alguien quiere crearlo? No seré tan malpensado de creer que aquí alguien está intentando convertir la escuela en su particular campo de batalla, pero a veces me da por pensar que algunos muy a gusto prohibirían la heterosexualidad. Vuelvo a pedir respeto para la escuela, a la que, no olvidemos, quienes acuden van para aprender, sin que su condición sexual sea para nada relevante. En este empeño por eliminar diferencias a base de pasarles el rastrillo por encima, insiste también el punto 13, que voy a reproducir completo:
Eliminar
los códigos de vestimenta. Enseñar, mediante talleres y en las clases, tanto al
profesorado como al alumnado, a respetar a las personas, independientemente de
cómo vayan vestidas. Desechemos ese prejuicio misógino de pensar que ciertas
personas visten para provocar a otras. Entiende que la vestimenta, y lo que
hagamos con nuestros cuerpos, forma parte de la libertad individual de cada
cual, y no tiene nada que ver contigo. Asúmelo.
Sinceramente, espero que no llegue el día en que haya talleres donde se enseñe a los profesores a respetar la vestimenta de la gente. ¿Será esta la formación por la que claman ciertos sectores innovadores? Sospecho que sí, así que no me extrañaría que, a no mucho tardar, las autoras de esta propuesta alcancen la condición de formadoras de formadores. Quiero llamar la atención también sobre esa paranoia de que el criticar a la gente por su vestimenta sea un prejuicio misógino. Nótese, por último, el tono panfletario de las dos líneas finales: parece que estén abroncando a alguien.
Pero, en todo caso, intranquiliza mucho el tratamiento del género que se capta en este documento, muy parecido al que impera en el de la Generalidad valenciana que he citado antes. Me temo que en ciertos sectores educativos existen ya grupos muy ideologizados que están llevando a cabo un abordaje de la escuela para practicar un claro adoctrinamiento en materia de hábitos y posicionamientos sexuales. Bajo el paraguas de defender el derecho a la identidad sexual, observo inquietantes propósitos de condicionar conductas como la aversión a la heterosexualidad o la creación de una confusión tendente a la identificación total. Conviene que seamos serios en esto: en la escuela como en la calle, estamos obligados a respetar el género y las preferencias sexuales de cada cual; esto significa que somos todos idénticos en cuanto a derechos, pero no en cuanto a identidad: cada uno tiene la suya y nadie tiene derecho a entrar a la escuela con impulsos desheterosexualizadores o metiendo a todos en el mismo servicio: eso sería una intolerable manipulación de la escuela, y muy sesgada contra la heterosexualidad, que ya sabemos que por algunos es percibida como "lo establecido", es decir, eso que invariablemente quieren cargarse las revoluciones. Insisto en que esto es un asunto serio; imaginemos que un día en la escuela se implantara este decálogo para convertirla en feminista y no olvidemos que, además de los puntos 8, 10 y 13 ya mencionados, está el punto 11, que dice esto:
Tener
asignaturas específicas de educación sexual, así como de equidad de género en
todos los cursos de todas las etapas. Estas asignaturas específicas
contemplarán, además, la formación obligatoria del profesorado en estas
materias. Porque los prejuicios y los estereotipos también nos atraviesan en
tanto que docentes. Porque somos parte fundamental en la perpetuación y
legitimación de un sistema patriarcal y heterosexista.
Sigamos imaginando: imaginemos que cuando esta escuela se implante, por algún milagro, yo tengo hijos en edad escolar; pues bien, os aseguro que me echaría al monte: por nada del mundo dejaría la educación sexual de mis hijos en manos de una escuela así. La redacción de este punto delata una mentalidad groseramente totalitaria: esa asignatura se la darían a los niños desde los cuatro a los 16 años y los profesores estarían obligados a formarse en ella, pero no me queda muy claro si esa formación obligatoria no sería más bien adoctrinamiento. El lenguaje de este punto no resultaría extraño en Corea del Norte y no pasemos por alto que de nuevo aparece el sesgo de fobia a la heterosexualidad. Cosas muy serias, ya digo, pero para que nos echemos unas risas, voy a terminar con el punto 12, el que habla de fútbol, que ha sido quizás el más resaltado por los medios, a pesar de las enormidades que había en bastantes de los otros, y quiero llamar la atención sobre este hecho, porque esos medios son los mismos que están condicionando a la opinión pública acerca de lo que es bueno y lo que es malo en materia educativa, así nos luce el pelo. El punto dice esto:
Prohibir
el fútbol en los patios de recreo. Hagamos del patio un espacio amigable, donde
todo el mundo pueda ocupar, transitar y habitar ese espacio común. Dejemos
fuera esos juegos competitivos que monopolizan los espacios y excluyen a
quienes no participan en ellos. ¿Por qué pistas de fútbol y no pistas de baile?
¡Prohibir el fútbol en España! Si algo no puede negárseles a Yera Moreno y Melani Penna, es valor. Como suele ocurrir con los innovadores, basan esta propuesta en una mentira: no es cierto que los campos de fútbol monopolicen los espacios comunes de los centros. Los patios de recreo suelen tener unas canchas polivalentes en las que, en todo caso, se puede jugar a fútbol siete, pero la gran y radical verdad es esta: a la hora del recreo, hay en todos los centros espacio y espacios para que todos los alumnos se entretengan como les dé la gana: paseando, charlando, leyendo, estudiando, jugando a juegos tradicionales, practicando mil deportes y no solo el fútbol o... bailando. ¿Por qué, una vez más, han recurrido a demonizar algo que solo es diabólico para ellas? Eso es hacer trampa, y lo hacen a lo largo de todo el documento. Y luego, esto otro: "Prohibir": ¿es que estas señoras tenían ganas de provocar o es que han sido tan necias de no darse cuenta de que prohibir un juego es la cima más alta del talante totalitario? La frase "Prohibir el fútbol en los patios de recreo" no se le ocurriría ni al dictador más adusto, solo con ella, se han desacreditado.
Parece, en definitiva, un asunto trivial, pero no lo es, primero, por lo descabellado y totalitario de la propuesta en sí; segundo, porque forma parte de una corriente que está ya arraigada y me temo que no es débil. Y repito, además, que asusta: los procedimientos de esta propuesta para hacer su revolución social -mírese su lenguaje- consisten básicamente en eliminar o prohibir lo que disgusta a sus autoras e imponer lo que les gusta por el solo hecho de que es eso, su opción particular: no son modos en una sociedad como la que aspiramos a tener, avanzada y democrática. Hagamos una reflexión: viendo lo que desde determinados sectores se ofrece para la escuela, la sociedad
española tendrá que estar muy atenta si no quiere que algunos, envolviendo sus desafueros bajo el aspecto de demandas muy legítimas, le impongan un modelo educativo embrutecedor y adoctrinador, y con esto no me estoy refiriendo solo a esta propuesta, sino a la mayor parte de las que proceden hoy de la innovación y la política.
No puedo terminar sin una pequeña referencia a CCOO: ¿este tipo de ideas están entre sus convicciones o es que está esa organización trufada de radicales que la utilizan como plataforma de sus planes? Lo primero sería horrible, pero lo segundo no es mucho mejor.