Cuando hace apenas unos días vi por televisión a Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad en la lucha contra la pandemia por coronavirus, pidiendo ayuda a los "influencers" para difundir entre la población las cosas que se debían hacer en esta lucha, me quedé tieso por el asombro. La lucha contra la pandemia es un asunto tremendamente serio que afecta a toda la sociedad, así que, en un país bien organizado y avanzado, a los ciudadanos lo que se nos debe pedir es una actuación responsable y un cumplimiento de las indicaciones o normas que procedan de las autoridades competentes, en este caso, sanitarias. Por otro lado, en un país al que se le supongan las antedichas condiciones, deberían ser esas autoridades y no otras instancias quienes tomasen bajo su cargo y responsabilidad toda acción efectiva dirigida a la superación de la crisis.
A esas autoridades no les corresponderá ese delicado papel así porque sí, o por causas espontáneas e inconsistentes, sino por las muy sólidas razones por las que en las sociedades avanzadas se alcanzan los puestos de responsabilidad colectiva, y recalco esta palabra, responsabilidad, porque está en la esencia del desempeño de toda función pública y es la clave que señala de manera inequívoca que el llamamiento del señor Simón fue un lamentable disparate. Todo aquel que desempeña una función pública lo hace en virtud de una fundamentada idoneidad para ese desempeño y sometido a una responsabilidad por lo que haga o deje de hacer. Pongo ejemplos: el policía, el médico, el profesor, el bombero, el administrativo ministerial, el técnico de hacienda o el socorrista, para llegar a esos puestos, habrán tenido que demostrar su capacitación mediante la superación de pruebas y/o la presentación de títulos o méritos adecuados, pero la cosa no se quedará ahí, porque, además, cualquiera de esos profesionales que desempeñe sus funciones de forma negligente o ineficaz tendrá que rendir cuentas por ello.
Por tanto, las preguntas son estas: ¿cuáles son los méritos demostrados por los "influencers" para ejercer como guías de la conducta ciudadana ante la pandemia? ¿Qué mecanismos ha utilizado el señor Simón para constatarlos? ¿Cuáles son los cauces que fijarán sus responsabilidades en caso de que cometan algún error? Me temo que la sola formulación de estas preguntas basta para evidenciar que el peregrino llamamiento de Fernando Simón fue una completa frivolidad, lo cual resulta inadmisible, pues ni su puesto ni la situación que atravesamos son aptos para frivolidades. Tendríamos razones los ciudadanos para sentirnos ofendidos por un coordinador gubernamental que parece presuponer que somos unos descerebrados que, ante tan delicado asunto, vamos a seguir los consejos de personas cuya notoriedad procede de tener seguidores en internet y no de sus conocimientos médicos; tendrían razones para molestarse los "influencers" ante el intento del señor Simón de arrastrarlos en su demagogia.
Porque, en realidad, se trata de demagogia y no de un interés real por aportar mejoras a la lucha contra la pandemia. Esta escenita tiene todo el aroma de una ocurrencia efectista más ideada por Iván Redondo y permitida por Pedro Sánchez, Illa o quien controle a Simón. Ahora toca poner el foco sobre los jóvenes, porque a alguien hay que culpar del alarmante ascenso de contagios que estamos padeciendo en las últimas semanas, de ahí vendrían la machaconería con que se está hablando de fiestas y discotecas, esta delirante comedia de los "influencers" (como si el pobrecito Illa no tuviera otro recurso para parar el incremento de casos) o la aberrante manipulación que he visto hace solo unas horas: el telediario de la 1 abriéndose con esta noticia: ¡200 jóvenes sin mascarilla en una fiesta de Torremolinos! ¡Estos c _ br _ n _ _ de jóvenes nos la van a liar parda! Ninguna responsabilidad de Simón, ni de Illa y su ministerio, ni de Sánchez, que ya ha decidido descargarlo todo sobre las comunidades autónomas. Pero si uno se toma la simple molestia de ver cuántos brotes hay ahora mismo en España, resulta que tenemos activos 1.126: ¿son todos obra de jóvenes sin mascarillas montando fiestorros? Otra cosa sobre la que llamo la atención: ¿por qué no abren mañana un telediario con los millones de jóvenes que sí llevan mascarilla y se portan con la responsabilidad que parece faltarles a ciertos responsables (?) políticos e informativos?
Sinceramente, no me cambiaría por Fernando Simón, porque está sometido a una presión y unas críticas que deben de ser muy difíciles de soportar y tal vez sea esto lo que le empuje a cometer los patinazos que está cometiendo últimamente, cada vez más y más absurdos. Aunque ahora todos le critican, muchos de los que lo hacen le alababan hasta hace solo unos meses. Pienso que la equivocación de su vida fue aquello que dijo de que, si su hijo le preguntase si podía ir a la manifestación del 8-M, él le respondería que hiciera lo que quisiera, una frase que muy poco después se demostró insostenible y que le ha pasado la tremenda factura de cargarse su prestigio. No tengo nada personal contra él, pero pienso que hoy lo mejor para todos sería que dimitiese o que sus superiores lo relevasen.
Porque, en realidad, se trata de demagogia y no de un interés real por aportar mejoras a la lucha contra la pandemia. Esta escenita tiene todo el aroma de una ocurrencia efectista más ideada por Iván Redondo y permitida por Pedro Sánchez, Illa o quien controle a Simón. Ahora toca poner el foco sobre los jóvenes, porque a alguien hay que culpar del alarmante ascenso de contagios que estamos padeciendo en las últimas semanas, de ahí vendrían la machaconería con que se está hablando de fiestas y discotecas, esta delirante comedia de los "influencers" (como si el pobrecito Illa no tuviera otro recurso para parar el incremento de casos) o la aberrante manipulación que he visto hace solo unas horas: el telediario de la 1 abriéndose con esta noticia: ¡200 jóvenes sin mascarilla en una fiesta de Torremolinos! ¡Estos c _ br _ n _ _ de jóvenes nos la van a liar parda! Ninguna responsabilidad de Simón, ni de Illa y su ministerio, ni de Sánchez, que ya ha decidido descargarlo todo sobre las comunidades autónomas. Pero si uno se toma la simple molestia de ver cuántos brotes hay ahora mismo en España, resulta que tenemos activos 1.126: ¿son todos obra de jóvenes sin mascarillas montando fiestorros? Otra cosa sobre la que llamo la atención: ¿por qué no abren mañana un telediario con los millones de jóvenes que sí llevan mascarilla y se portan con la responsabilidad que parece faltarles a ciertos responsables (?) políticos e informativos?
Sinceramente, no me cambiaría por Fernando Simón, porque está sometido a una presión y unas críticas que deben de ser muy difíciles de soportar y tal vez sea esto lo que le empuje a cometer los patinazos que está cometiendo últimamente, cada vez más y más absurdos. Aunque ahora todos le critican, muchos de los que lo hacen le alababan hasta hace solo unos meses. Pienso que la equivocación de su vida fue aquello que dijo de que, si su hijo le preguntase si podía ir a la manifestación del 8-M, él le respondería que hiciera lo que quisiera, una frase que muy poco después se demostró insostenible y que le ha pasado la tremenda factura de cargarse su prestigio. No tengo nada personal contra él, pero pienso que hoy lo mejor para todos sería que dimitiese o que sus superiores lo relevasen.