Como es de sobra conocido, cuando Pedro Sánchez se enfrenta a problemas que no puede o no quiere solucionar, lo que hace es liarse a prometer. El problema se tapa y él queda como un gran gobernante (porque, naturalmente, las promesas son siempre fabulosas), pero nunca soluciona nada, sino que se limita a dejar que el tiempo pase, el olvido llegue y los problemas se enquisten o empeoren.
Urgido -a decir de muchos- por la necesidad de no hablar de la amnistía, en la convención del PSOE celebrada el domingo pasado en La Coruña, decidió usar la enseñanza como cortina de humo y, colocándose la careta de preocupación patriótica que al efecto llevaba preparada, se puso dramático hablando de los malos resultados obtenidos recientemente en las pruebas PISA en lectura y matemáticas y anunció un plan que contemplaba tres medidas: desdobles para la asignatura de Matemáticas, apoyo en horario no lectivo para los alumnos con dificultades en las áreas que le infunden esa gran consternación y formación del profesorado. Dedicará a ello 500 millones de euros, cantidad que, aunque los sindicatos aduladores la han recibido con satisfacción, sería más bien mediocre para un plan serio, pero tampoco podía esperarse mucho, porque el Señor Presidente necesita reservar fondos para cumplir las exigencias de Junts, ERC, PNV, Bildu..., y, en cualquier caso, tampoco deberíamos preocuparnos, porque se parte de la base de que el plan -ya solo con ser de Sánchez resulta evidente- no va a ser serio, y aún está por ver que se cumpla. En cuanto a las medidas en sí, he de decir por experiencia propia que el desdoble de grupos es muy eficaz (aunque cuesta dinero, porque exige contratar más profesores, y esto está en manos de las autonomías: aquí es donde me temo que va a empezar a ponerse en evidencia la dotación económica); el apoyo externo para los alumnos con problemas también es bueno, siempre que se haga en serio y con personal adecuado, y buena es también, por último, la formación del profesorado, pero surge aquí una gran objeción: que este capítulo es uno de los pretextos tradicionales que usan los responsables educativos para esconder sus fracasos, pues las deficiencias en los rendimientos en los alumnos no se deben, en general, a la inadecuada formación del profesorado, sino a otras causas.
Para más inri, resulta además que los propósitos gubernamentales en cuanto a ese aspecto en su plan no van encaminados hacia la formación, sino más bien a la deformación, con lo cual lo que conseguirán será empeorar el problema. Pocos días después de su gran anuncio, el Gobierno ha concretado algo más sus planes y nos encontramos con algo que sin duda va a tener que ver con la formación: que el Gobierno va a dar incentivos económicos a los docentes que enseñen las matemáticas con el enfoque socioafectivo y demás milongas metodológicas de la LOMLOE, ya sabéis, los proyectos, lo competencial, la aplicación práctica mal entendida y todo eso, es decir, cosas que están probadamente fracasadas y que hoy en día el profesorado está rechazando masivamente por ser inútiles o perjudiciales. Alegría pretende "dar más formación pedagógica y didáctica a los especialistas de Secundaria". Se refiere esta cita a los de Matemáticas y la entresaco por lo que os voy a decir: me he pasado décadas oyendo a colegas de esa asignatura criticar ferozmente la inutilidad de esa formación y la osadía de los pedagogos que, sin saber matemáticas, se meten a impartirla. Así está la señora Alegría: sin enterarse aún de que esas fantasías de los pedagogos que inspiran las leyes y las políticas de su ministerio son una tomadura de pelo muy perniciosa, como, gracias a la LOGSE, tenemos ya archicomprobado desde hace al menos treinta años.
Resulta un sarcasmo sangrante que el presidente que implantó la LOMLOE, una ley nefasta, un disparatado modelo de antieducación, y la ministra que la sostiene se nos quieran presentar ahora como salvadores de la enseñanza. Recuerda aquello del zorro cuidando el gallinero, porque el verdadero problema de la enseñanza española de hoy es la LOMLOE: sus disparatados objetivos generales, su modelo competencial, sus proyectos, su fusión de asignaturas, esa memez del enfoque afectivo, su feroz sesgo adoctrinador y, por encima de todo, sus absurdos criterios de evaluación.
Según se ha hecho público, para hacer frente a las carencias en lectura, el plan perseguirá dos objetivos: que los niños y adolescentes lean más y mejorar su comunicación lingüística. ¿Y eso cómo se logra, Señor Presidente, Señora Ministra? Hay muchos procedimientos, pero yo les voy a decir uno que seguramente es el principal, porque, en educación, si se prescinde de él, todo se viene abajo: la exigencia. Lo he comprobado durante años: cuando los alumnos saben que de esas lecturas que les pones vas a hacer luego un examen que no va a ser un regalo o una farsa, las leen; cuando los alumnos saben que en sus trabajos, exámenes o intervenciones su expresión tiene que ser la adecuada, y que tendrán que estudiar para comprender eso de lo que luego tendrán que examinarse, porque, en caso cotrario, la nota se resiente, entienden bien sus lecciones y hablan y escriben como corresponde.
¿Y qué pasa con la exigencia en la LOMLOE? ¿Cómo se incentiva a los alumnos para que lean y estudien en un marco legal en el que no hacerlo no tiene esas consecuencias que a ellos les disgustan, porque da lo mismo lo que se aprenda o lo que se demuestre, ya que los objetivos y criterios evaluativos están pensados para que apruebes hagas lo que hagas? ¿De verdad piensan Sánchez y Alegría que con el enfoque socioafectivo y de género, la resolución de conflictos y la madurez sexual (cosas de señalado peso en la valoración de los rendimientos en la LOMLOE) se incentiva el aprendizaje de las matemáticas y el amor a los libros?
Siquiera que no nos tomaran por idiotas creo que no sería mucho pedir.