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martes, 24 de abril de 2018

Indignos de ser profesores

   Apareció ayer en los medios (aquí tenéis el relato que hace La Vanguardia) la noticia de que la Fiscalía de Delitos de Odio ha denunciado a nueve profesores de un instituto de Barcelona por haber atentado contra la dignidad de sus alumnos con ocasión de la cencerrada aquella que tuvo lugar el pasado 1 de octubre en Cataluña, a la que los medios siguen empeñados en llamar referéndum, no sé muy bien por qué, habida cuenta de las muchas y grandes irregularidades probadas que se produjeron tanto en su génesis como en su celebración. Otro hecho documentado muy por extenso es la crucial importancia que en la larga elaboración del golpe separatista ha tenido la educación, ya que el independentismo, con la pasmosa pasividad de los Gobiernos centrales y las más poderosas fuerzas políticas, la ha utilizado durante lustros para adoctrinar a la juventud en sus odios, sus mentiras y sus disparates ideológicos, un abuso de extrema gravedad cuyo inequívoco sello totalitario deja meridianamente claro el pelaje del plan edificado por los separatistas. Y duele decir que esto no hubiera sido posible sin la activa participación del profesorado, como duele decir que este parece ser el colectivo profesional más implicado en prusés, ya que supone una sucia mancha para la profesión el que un número elevado de sus miembros se hayan implicado a fondo en algo que constituye sin duda una aberración en la que un profesor jamás puede caer: manipular la realidad y adoctrinar a sus alumnos. Los profesores estamos para transmitir la verdad, no para lavar cerebros; nadie que se salte este sagrado principio merece el rango de profesor, que es algo mucho más solemne que lo que algunos parecen creer.
    Por tanto, puesto que no hay duda de que se encuadran entre los mamporreros del golpe separatista,  estos profesores del instituto "El Palau" acreditan grandes deméritos para poseer tal condición, pero es que además, por los hechos que se les imputan, parece que sus mimbres profesionales y hasta personales están tan podridos de fanatismo que también resultan absolutamente inapropiados para ejercer la docencia, lo que los convertiría en doblemente indignos. Pasemos revista a algunos de sus actos para entender esto un poco mejor. 
    Según cuentan las noticias, uno de estos profesores, parece ser que de Matemáticas, el día de autos (2 de octubre), decidió no dar una clase porque (según él) el día anterior le habían molido a palos, y en otra posterior adujo para volver a escaquearse de su trabajo que estaba muy triste por la violencia ejercida por la Guardia Civil. Habrá quienes piensen que tan sensible personaje es digno de compasión, aunque yo diría que es simplemente un bellaco que no quería dar clase: esas resobadas mañas de holgazán lo delatan a cien kilómetros. Al parecer, se dedicó también a provocar la apertura de debates sobre el 1 - O (otro inequívoco truco de gandul: derivar la clase hacia la inactividad): ¿sería de los que luego ante el juez adujeron que fueron los alumnos quienes pidieron los debates? En pocos rasgos de vileza y cobardía podrá caer un profesor más feos que escudarse en sus alumnos para eludir sus responsabilidades: solo por esto,  seguro que el día de mañana estos sujetos serán recordados como unos personajes ejemplares.  
    Pero lo dicho hasta aquí, con ser bochornoso y hasta repugnante, no es nada comparado con otras dos cosas mucho peores. La primera de ellas fue un acto realmente miserable: estigmatizar de manera personal y señalada (mediante procedimientos diversos) a unos alumnos concretos por el simple hecho de ser hijos de padres de una determinada profesión. Hace falta tener unas entrañas muy sucias para criminalizar primero a unos padres mediante unos relatos truculentos y luego señalar a sus hijos para avergonzarlos ante el resto de sus compañeros; hace falta ser muy retorcido para cruzarse con un niño por un pasillo y pedirle cuentas por las supuestas maldades de su padre. Supongo que ahora se comprenderá algo que dije más arriba: un hecho así va mucho más allá de la descalificación ideológica, te retrata ya como basura en el mero plano personal. Ya no digamos si lo cometes siendo el profesor de esos niños, porque entonces, además del escarnio, lleva envuelta la segunda cosa gravísima que existió en la conducta de estos profesores indignos de serlo: el cobarde abuso de tu posición de superioridad institucional, aparte de la que ya tenías como adulto. Y es que estas personas tampoco se quedaron cortas en el abuso, que ejercieron no solo para escarnecer, sino también para insultar a unos padres delante de sus hijos o para obligar a todos sus alumnos a bajar al patio para protestar por la "violencia" policial. Significativo también es esto de las protestas obligadas, tanto de la catadura de estos profesores como de las "libertades" que se pueden esperar de la república catalana que tan ferozmente piensan imponer. 
   Reconforta ver que en medio de tanta vileza hubo alguien que dio muestras de decencia, alguien que, por supuesto y para bochorno de la profesión, no fue ningún docente, sino una alumna que tuvo que recordarle a la insensata de su profesora que no pensaba asistir a esa protesta, porque al instituto se va a estudiar, no a hablar de política. Si simbólico del enloquecimiento que reina hoy en Cataluña fue este hecho de que fuera la alumna la que le tuviera que recordar a su profesora para qué están los centros educativos, no menos simbólica fue la respuesta de la docente: "Ahí tienes la puerta". ¿Puede quedar más claro el plan separatista?: o te doblegas, o te vas. 
    Como profesor, no puedo sentirme más avergonzado de todo este episodio y de esta escenita final; si tuviera delante a esa alumna y a todos sus compañeros (a todos, no solo a los que fueron inmisericordemente apaleados por sus profesores), les suplicaría que nos disculpasen y que tuviesen bien presente que no somos todos así, que muchos, muchos más, no solo en Cataluña, sino en el resto de España y en todo el mundo, tenemos como un principio sagrado el respeto que les debemos a nuestros alumnos. 
    Reitero, por tanto, lo ya dicho: esos profesores del instituto "El Palau" de Barcelona no me parecen dignos de ser profesores, no solo por su complicidad con unos planes políticos que incluyen aspectos tan inadmisibles como las manipulaciones y el adoctrinamiento, sino también porque han dado muestras de nula profesionalidad, de cobardía para asumir sus actos (¡con cuánta cobardía actuaron en este penoso esperpento!), de abuso de su superioridad y de desconsideración hacia sus alumnos. Demasiadas cosas y demasiado graves, supongo que el procedimiento judicial en el que entran acabará dándoles lo que merezcan. 
    Y supongo también que, con estas cosas, quienes nos gobiernan se estarán dando cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo con la enseñanza en Cataluña, con lo relativo al adoctrinamiento y la represión y también con lo relativo a la lengua,  naturalmente, la española, a la que parece que hay demasiados lobos que quieren despedazar. Son muchísimas y muy graves las cosas que están pasando con la lengua española en Cataluña (España) y hay razones para alarmarse en el País Vasco (España), Valencia (España), Baleares (España) y Navarra (también España). De hecho, lo de la lengua española se ha convertido en una patata caliente ¡¡en España!!, patata caliente que, al menos en el terreno educativo, los partidos no quieren ni mencionar, y parecen autoengañarse con la creencia de que esa chapuza de los bilingüismos y los trilingüismos va a servir para enfriarla. Ya veremos a dónde nos lleva en este asunto la curiosa mezcla de autoengaño, pasividad y cobardía con que tan a menudo se conducen nuestros políticos.
    
    

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