Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

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jueves, 27 de enero de 2022

Lecturas perturbadoras u ofensivas

    Me entero a través de ABC de que la universidad de Northampton ha calificado de perturbadora y ofensiva a 1984, la excelente novela de George Orwell. Ello ha ocurrido en el ámbito de un curso, módulo o como se le quiera llamar que tiene el título de "Identidad en construcción", cuyo tufillo a posmodernidad agrava la carga surrealista de un episodio en el que la novela que profetizó un futuro de censura, control de las ideas y policía del pensamiento se ha visto afectada por un remedo de censura: eso se llama profecía autocumplida, sí señor, ya puede presumir Orwell de haber acertado en el centro de la diana. Nos hallamos ante otra manifestación -cierto que quizás no muy grave, pero no por ello debemos pasarla por alto- de las ínfulas cada vez más demenciales de la corrección política y de la cultura de la cancelación, esa peligrosa corriente político-cultural que tenemos el deber de combatir no ya por la buena salud de la libertad, sino incluso de la racionalidad y el conocimiento, atributos que son previos a lo político y más esenciales, pues pueden darse incluso en sociedades tiranizadas, con lo que ya podemos darnos cuenta de la gravedad de los delirios posmodernos, ya que atacan a nuestras propias raíces humanas. 
    Es necesario que rechacemos esto de forma rotunda, porque es ya viejo y goza de una inquietante buena salud. En su libro Morderse la lengua, un encomiable alegato contra la corrección política y sus diversos capítulos, cuenta Darío Villanueva que, ¡ya a finales de los ochenta!, tuvo en la universidad de Colorado una incidencia de este pelaje cuando, durante un curso sobre novela picaresca, leyó unos pasajes del Buscón, con los cuales dos alumnos judíos se sintieron no sé si perturbados u ofendidos. Por fortuna, la cosa no acabó con nuestro académico sentado en la picota -inquisitorial escena que sin duda habría sido muy enriquecedora para el curso-, pues  las autoridades académicas se pusieron de su lado, defendieron su libertad de cátedra y vinieron a decirles a los alumnos -aunque supongo que con otras palabras- que, si se habían metido en un curso sobre literatura del XVII y con Quevedo por ahí, ¿qué cosas esperaban que iban a oír sus cándidas orejitas? Pero esto ocurrió en aquella ocasión de hace más de treinta años; seguramente ahora el final no habría sido tan feliz, que se lo pregunten a Lidia Falcón, J. K. Rowling, Antonio Calvo o cualquiera de los ya demasiados que han padecido en sus carnes los ataques de las diversas jaurías de la cultura woke
    Un rasgo que no falla en los ataques de estos censores es la mezcla de irracionalidad y estupidez. Es irracional y estúpido condenar a Colón, a Ponce de León o a Jefferson con retroactividad y criterios anacrónicos, como es cobarde por los diversos responsables públicos permitirlo o incluso hacerlo; es irracional y estúpido que un universitario se asuste o escandalice por lo que se lee en 1984: ¿qué clase de adulto -todo universitario debe comportarse como tal- puede actuar así?; es irracional o estúpido sentirse ofendido por las barbaridades que decía Quevedo en el siglo XVII sobre los judíos: ¡era el siglo XVII, por Dios!, si usted no entiende que hay que aproximarse a una época teniendo en cuenta sus propias pautas, ¿qué hace estudiando ni filología ni ninguna disciplina con perspectiva histórica? ¡Y nada menos que con Quevedo! ¿Se imaginan la lista de agraviados? Aquí va una aproximación: los judíos, los negros, los sastres, los médicos, los sacamuelas, las mujeres, las viejas, las suegras, los moros, los pasteleros, los maricones (no habrían esperado que Quevedo les llamara gays, ¿verdad?), los clérigos, los ríos, los alguaciles, los tacaños, las prostitutas, los poetas con nariz normal o descomunal, el mismo diablo y, naturalmente, los buscones. Quevedo no dejaba títere con cabeza y en su época sus humoradas tenían un éxito brutal, el siglo XVII era así, qué le vamos a hacer.
    Los censores, los que aspiran a prohibir libros, funcionan así: con absoluto desprecio de la inteligencia. Tengo una anécdota personal que lo ejemplifica bien y, aunque no puede enmarcarse en esta corriente de la corrección política, se le parece bastante. Huelga decir que no quiero ponerme a la altura de Orwell, Quevedo o Darío Villanueva, pero, como creo que es bastante ilustrativa, la voy a contar. Mi novela El ángulo oscuro es un relato juvenil con elementos detectivescos y de misterio, con intervención de un fantasma. Hace unos años, la teníamos programada como lectura obligatoria en un instituto y un día vino a hablar conmigo la madre de un alumno para decirme que ella pertenecía a cierto culto religioso que es radicalmente contrario al espiritismo, por lo cual su hijo no podía leer El ángulo oscuro, pues era un libro espiritista. Yo me quedé realmente perplejo y le respondí que esa novela era una simple ficción juvenil y que no podía por tanto considerarse espiritista, ya que para nada defendía estas creencias, sino que simplemente usaba un fantasma como parte de un argumento literario. Añadí además que este tipo de historias resultaban muy atractivas para los lectores de esas edades, por lo cual yo les sacaba mucho provecho como recurso motivador. Así pues, concluí diciéndole que por esas razones, por formar la novela parte del programa y porque de ningún modo podíamos cometer el error de permitir que los alumnos se elaborasen el plan lector a la carta, me era imposible acceder a su demanda.
    No voy a aburriros detallando la batalla de quejas a otras instancias, reuniones y escritos que se desató a partir de aquí, pero sí os diré que llegó a la inspección, la cual dictaminó que no había razón para cambiar el libro. Vuelvo a lo de la irracionalidad: quejarse de la presencia de fantasmas en El ángulo oscuro fue como criticar a Dumbo porque los elefantes no vuelan. ¡Son ficciones, y además, fantásticas!, no podemos tratarlas como si pretendiesen hacernos creer lo que cuentan. Lo peor de todo este asunto fue que arrastró al alumno, con quien me había llevado bien hasta aquel momento, pero que desde entonces cambió a una actitud distante, aunque siempre respetuosa. 
    El sectarismo intolerante de aquella mujer ante un libro que condenaba sin motivos es igual que el del transexual que ataca a J. K. Rowling; la indignación de los alumnos de Darío Villanueva no es menos irracional que la que ella mostró. La respuesta que esa irracionalidad y ese sectarismo recibieron en ambos casos es la justa y adecuada: no ceder. Ahora que los ofendiditos están cada vez más cargados de razón, es cuando más urge mantenerla.  

jueves, 13 de enero de 2022

Garzón y el bulo del bulo

     Soy de los que creen que las bobadas, meteduras de pata y provocaciones de Alberto Garzón son actos muy calculados que obedecen a su propósito de no caer en un olvido que sería funesto para su carrera política. Como la irrelevancia de su ministerio conlleva el no ser digno de atención, lo mismo que las de Femen se la curran enseñando la pectoral y algunos famosos en horas bajas vendiendo sus trapos sucios en la telebasura, él la busca montando campañas propias de Andy Warhol, o diciendo estupideces de diversa índole, pero siempre de gran calibre. Como todos sabemos, la última hasta la fecha ha sido esa de la ganadería extensiva, que resulta tan perjudicial para nuestro sector alimentario y es tan gorda y tan burra que hasta ha conseguido que Sánchez y otros destacados socialistas le hayan condenado de forma clara y, algunos, también muy dura. La defensa de Garzón y de la podemia -con intervenciones de Iglesias, Echenique o Díaz cerrando filas- ha echado mano de un recurso tan fácil como deplorable: la mentira. Llevamos varios días oyéndoles clamar: ¡Bulo de la derechuza!  ¡Mentira!  ¡Garzón no dijo eso! El propio ministro ha aportado una explicación, en la que incluye una transcripción de la entrevista en The Guardian, que podéis ver aquí. Os voy a entresacar la traducción que hace de las famosas tres o cuatro líneas que han producido todo el revuelo:

    Pero claro, es que cogen un pueblo de la España despoblada, meten 4.000 cabezas de ganado allí, o 5.000 o 10.000, contaminan los suelos, contaminan el agua y después normalmente se exporta... Es una carne de peor calidad, es un maltrato animal lo que se produce y es un impacto ecológico descomunal y desproporcional.

    A la vista de esto, por comparar con lo que de verdad se publicó y hacerme una idea clara del asunto, he buscado la entrevista en The Guardian y lo que he encontrado ha sido esto:

    They find a village in a depopulated bit of Spain and put in 4,000, or 5,000, or 10,000 head of cattle. They pollute the soil, they pollute the water and then they export this poor quality meat from these ill-treated animals.

    Traducción de la negrita: "Y luego exportan esta carne de baja calidad de estos animales maltratados", o sea, lo que se ha venido difundiendo: ¿dónde está el bulo? Si os vais a los enlaces, veréis que el orden de las cosas dichas difiere algo en ambas versiones, de ahí que la alusión al gran impacto ecológico aparezca aquí solo en la frase de Garzón. De todos modos y ya solo con estos dos cortes, quedan claras estas cosas:

    1.- Que Garzón y los suyos mienten al hablar de bulos en su contra, porque, aun en su propia versión, más "dulce", habla de carne de mala calidad que España exporta, que es el gran pecado que se le achaca y que, en efecto, cometió. Han alcanzado un alto nivel de manipulación llamando bulo a lo que no lo era, el bulo del bulo, vamos, el más difícil todavía en materia de embustes. 

    2.- Que esa versión que él presenta puede ser la verdadera o puede ser un pérfido ejercicio de atenuación mediante técnicas como el cambio de orden de las frases o el uso de modalizadores como ese "normalmente" tan oportunamente situado. Crea cada cual lo que le parezca, pero, en todo caso, importa poco, porque lo que se publicó, lo que llegó al lector y lo que se puede manejar en contra de nuestra ganadería es la versión más cruda, que, por otra parte, tampoco difiere tanto de esa otra suya más suavecita.

    3.- Que, una vez más, Garzón ha dejado constancia de que su presencia en el Gobierno es prescindible por completo, pero ahora también de que es perjudicial. El responsable de sus actos es él y el de que los cometa desde un puesto tan alto, Pedro Sánchez, que fue quien lo puso. No estaría mal que, al menos, lo cesase de una vez, y redondearía la faena si suprimiera ese ministerio que dirige y que fue creado por exclusiva conveniencia particular de los partidos que nos gobiernan en coalición.

    Post data: unas horas después de escribir este artículo, me entero de que en los presupuestos para 2022 se incluye una cláusula que transfiere al gobierno vasco todas las competencias sobre los secretarios, interventores y tesoreros de la Administración local en su comunidad. Esta gravísima decisión es un ataque a un cuerpo que durante siglos ha servido como sostén de una cierta cohesión legal nacional y de antídoto contra el caciquismo. Mientras andamos entretenidos con las memeces de un ministro insustancial, nos cuelan en silencio atropellos a la nación como este, ¿será lo que pretenden?

domingo, 2 de enero de 2022

San Federico García Lorca

    Desde hace un par de años, Televisión Española ha puesto en marcha unos espacios en los que un actor de renombre personifica al año saliente haciendo una valoración sobre sus acontecimientos. En 2019 fue José Sacristán, en 2020, José Coronado y en 2021 le ha tocado a Blanca Portillo, si pulsáis el enlace, accederéis a una noticia en la que está el vídeo con su actuación. Id al minuto 26:54 y la veréis allí dialogando con una estatua de Federico García Lorca, en una escena que me recuerda mucho a esta otra, de Marcelino pan y vino:


    Contrapicado, diálogo con una escultura, tono confidencial...: no me digáis que el efectismo sentimentaloide no es muy parecido. El régimen izquierdista se parece cada vez más a una religión, es alarmante. El progresismo de hoy en día se ha apropiado de una serie de figuras señeras, de su grandeza, de sus logros o de sus tragedias y las explota como símbolos de sus particulares posturas, pero también como arma arrojadiza, algo realmente vergonzoso. Así se ha hecho en esta ocasión con Lorca, cuyo asesinato en 1936, en el monólogo de 2021/Portillo, se ha asociado con el de Samuel Luiz Muñiz en julio pasado para sostener el disparate de que las cosas hoy en día en España están para los homosexuales igual que hace ochenta y cinco años. No sé de quién sería el guion escenificado, pero hace falta tener desvergüenza e ignorancia y haberse despeñado por el barranco del sectarismo, lo digo porque habrá que recordar que, cuando el joven fue brutalmente asesinado, no fueron escasas las terminales mediáticas izquierdistas que hicieron lo posible y lo imposible por atribuir el crimen a esa extrema derecha de sus ensoñaciones, y, dado que en la actual televisión del régimen nada de lo que ocurre es casual, este bochornoso numerito de García Lorca me temo que va (¡aún!) en la misma dirección. 
    Quienes estén detrás de este montaje, no han respetado nada: ni a Samuel Luiz (a quien no tenían por qué volver a manipular), ni a su padre, que rogó que no se utilizase la tragedia de su hijo con fines políticos, ni a la España de hoy, que no es la de 1936, para disgusto de esos que rentabilizan el victimismo aunque no han sido víctimas de nada y se empeñan en sostener que vivimos en una continuación de la dictadura franquista, ni, por supuesto, a García Lorca: ¿cuándo dejarán la izquierda, los políticos menos escrupulosos y cierto "historiador" de manosear su tragedia?
    Dejen tranquilos al poeta y a Samuel. Aparte de personalísimas opciones que es deplorable que algunos quieran convertir en estandarte y de que fueron ambos víctimas de dolorosos crímenes, poco o nada tienen en común, empezando por las causas de sus asesinatos. En particular en el caso de García Lorca, su familia ha manifestado en repetidas ocasiones su hartazgo de que algunos demagogos y oportunistas lo hayan añadido a ese santoral de ilustres personajes a los que faltan al respeto adueñándose de ellos y sacándolos en procesión cuando lo creen conveniente (1).
    Cervantes, Lorca, Machado, Azaña... ¡cómo molan para homenajes, recitales, actos solemnes...! O para ir por ahí haciéndose el guay y diciendo Federico en lugar de García Lorca, como si fuese nuestro amiguete de toda la vida o fuese normal referirse a Shakespeare, Pardo Bazán o Quevedo como Billy, Mili o Paco.  En 1977, cuando le dieron el Premio Nobel a Vicente Aleixandre, en aquella UAM setentera y de transición del franquismo a la democracia (o del franquismo al franquismo, si hemos de creer a Podemos e incluso a otros que lo dicen también, pero con sordina), éramos muy amigos de homenajes-pretexto para saltarse las clases. Un día, Lázaro Carreter, hablando de uno de ellos dedicado a Aleixandre, nos dejó esta advertencia: el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerle, uno de esos aldabonazos tajantes a los que acostumbraba don Fernando. ¿Cuántos de los que le llaman Federico han leído a Federico? ¿Cuántos de los que en 2005 y en 2015 se hincharon a canapés por las celebraciones cervantinas habrán leído siquiera un capítulo del Quijote? Y, de los que querían pasear los féretros de Machado y Azaña, ¿cuántos les habrían leído?

1. Aquí os dejo enlaces sobre otras ceremonias de capitalización política de grandes personajes.