Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

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martes, 29 de agosto de 2023

Ya puestos a revisar el voto nulo, ¿por qué no se revisa también el voto por correo?

     Supongo que todos sabéis que las pasadas elecciones de julio las ganó el PP con 136 diputados, seguido por el PSOE, que obtuvo 122. Esto fue así hasta que se contaron todos los votos, pues faltaban los emitidos en el exterior, ya que, tras cumplimentarse este trámite, el PSOE perdió un diputado en la provincia de Madrid, el cual fue a parar al PP, con lo que el resultado definitivo fue este: PP, 137 diputados; PSOE, 121, lo cual producía un gran perjuicio en los alambicados planes socialistas para obtener el gobierno, ya que con 121 escaños iba a necesitar el sí de Puigdemont para gobernar, mientras que, con 122, le hubiera bastado con su abstención, y parece ser que ganar gracias a la abstención de un golpista es plenamente legítimo, pero hacerlo con su voto afirmativo da mucha penita.

    La diferencia entre el PP y el PSOE en Madrid fue tan solo de 1.200 votos, así que a los socialistas se les ocurrió una solución a la desesperada: puesto que en esa circunscripción había habido 30.000 papeletas nulas, solicitaron su revisión, con la esperanza de que quizás de ella saliese una corrección que les permitiera recuperar el escaño perdido. Su principal argumento ha sido este: que tal vez los ciudadanos que ejercen de presidentes o vocales en las mesas, al carecer de conocimientos de derecho, no estuvieran capacitados para la (según el PSOE) difícil tarea de determinar si un voto es o no nulo. Me parece inaceptable esta motivación por dos razones:

    1.- Es rotundamente falsa. He participado como vocal de mesa o como apoderado en varias elecciones y puedo asegurar que la identificación de un voto nulo no representa la menor dificultad, pues la Administración facilita unas instrucciones concisas, útiles y con lenguaje y ejemplos muy claros. Por si fuera poco, en los colegios hay unos funcionarios responsables que conocen bien el procedimiento y están muy capacitados para resolver las escasas dudas que puedan surgir. Por otra parte, no entiendo muy bien a qué aspira el PSOE, porque, si finalmente se revisasen esos 30.000 votos, sería una pérdida de tiempo que no le serviría para nada, ya que, aparte de que todos o la inmensísima mayoría serían ratificados como nulos, lo que ocurriría sería que los que se salvasen iban a ser de partidos diversos, no solo suyos. Pretender que se podría alcanzar un resultado que arrojase una ventaja de más de 1.200 votos a favor del PSOE sobre el PP es una estupidez, bastante ruin, eso sí. 

    2.- Es un ataque contra la participación ciudadana en el desempeño de la democracia. Uno de los aciertos de que los componentes de las mesas sean ciudadanos elegidos por sorteo es que permite que cualquiera, sin distinciones de edad, sexo, formación, clase o lo que sea, se implique en un importantísimo proceso ciudadano. Sorprende que este PSOE tan inclusivo parezca pretender que esto solo quede reservado a quienes tengan conocimientos de derecho, una restricción que, a mi juicio, representa un grave ataque contra los principios democráticos.

    Con gran asombro, compruebo hoy que el PSOE se obceca y ha elevado este delirio al Constitucional, con la absurda excusa de que la distancia en votos es muy escasa. El PSOE lleva ya muchos años (desde Zapatero) cayendo en barrena, por lo que no extraña que no se haya dado cuenta de que este desafío en que se ha embarcado lleva implícito un ingrediente muy peligroso: el poner bajo sospecha todo nuestro sistema electoral, casi el invalidarlo. Si hacemos caso a su estrategia, ¿qué validez tienen unas elecciones que se celebran con miles de mesas gestionadas por ciudadanos desconocedores del derecho? Ninguna, así que ya estamos mandando todos los resultados al TC para que los revise, que allí hay gente que sabe mucho de esa disciplina. Más aún: ¿cuántos escaños se habrán obtenido por un margen escaso de votos, esos 1.200, o seguro que muchos menos? En todos esos casos, lo que tocará será recurrir el voto nulo y empaquetárselo al TC para que cuente, valide o invalide con su jurídica sapiencia y decida.

    Una locura, una más con la firma del PSOE. Ahora bien, puestos a poner las cosas en duda, ¿por qué no le mandamos también al TC el voto por correo? Razones no faltarían: el asunto de los intentos de compra destapado en mayo, la experiencia en chanchullos del señor Sánchez, el hecho de que Correos está en manos de su amigo y beneficiado Juan Manuel Serrano, aquellas inquietantes palabras de nuestro presidente ante los suyos diciendo que le iban a acusar de pucherazo... 

    Yo creo que sería tan procedente como lo del voto nulo o más, porque tengo mis dudas acerca del voto por correo en las elecciones del 23 de julio y me consta que no son pocos los que las comparten. Hablando de esto con uno de ellos, un amigo que fue apoderado aquel día, me contó que en el colegio donde él estuvo los sobres del voto por correo se introdujeron en las urnas al final de la votación, con lo que fueron los primeros en escrutarse, y a todos les llamó la atención que la gran mayoría de aquellos votos, en todas las mesas, fueran para el PSOE, más aún cuando al final en aquel colegio ganó el PP, aunque con poca diferencia sobre el PSOE, que obtuvo un tercio de los votos, pero la desproporción entre el promedio que le salía al principio y el porcentaje que logró al final fue considerable y muy chocante.

    Esto es una simple anécdota y sé que serviría para que me llamaseis conspiranoico, si no fuera porque la incluyo en un artículo en el que hablo de la aventura absurda e incendiaria en que se han metido los socialistas con esto del voto nulo de Madrid, un acto provocador, estéril e irresponsable que les retrata muy mal y en el que, además, ejercen de suspicaces quienes han dado motivos para ser sospechosos.

viernes, 25 de agosto de 2023

Rubiales / Sánchez: ¿fue consentido?

     Vaya por delante que estoy rotundamente a favor de que Luis Rubiales deje de inmediato de ser el presidente de la Federación Española de Fútbol. Soy de los que vieron el extraordinario partido con que la selección española de fútbol femenino se alzó merecidísimamente con el título de campeona mundial (eso es la gloria deportiva, que, graznen lo que graznen algunos cenizos, de ningún modo empañan las burradas y la calva del señor Rubiales), por lo cual vi en pleno directo la penosa escenita del beso a Jennifer Hermoso, y lo que pensé en ese instante fue esto: A este tío hay que darle ya la patada en el culo (si, hijos míos, he dicho CULO). Luego vi lo de las manos en las pelotas y, un par de días después, lo de la jugadora al hombro en plan paleolítico. En dos palabras: ALU-CINANTE. Esta serie de actos, que delatan sin duda la elegancia del aún presidente de la RFEF, deberían motivar por sí solos su cese (visto que no parece dispuesto a dimitir), incluso aunque no estuvieran agravados por circunstancias como el haber realizado alguno de ellos junto a la reina de España y una infanta o ante las cámaras televisivas del mundo entero. Ahora Rubiales se autoexculpa afirmando que el beso fue consentido, así que los que lo hemos visto una y mil veces nos decimos con asombro: ¿cómo? ¿Que fue consentido? ¡Venga, Luisito, que tenemos ojos en la cara!

    En realidad, yo soy de los que creen que Rubiales debería haber sido cesado hace ya mucho, por cosillas como simular un viaje federativo a Nueva York para encontrarse con una buena amiga o sus enjuagues con Piqué para llevarse la supercopa de 2020 a Arabia Saudí (24 milloncejos de mordida). De estas vergonzosas andanzas (muy bien resumidas aquí), por las que Rubiales está siendo investigado por la justicia, nunca oí hablar a esos que ahora claman como Furias, a Irene Montero, Yolanda Díaz, Teresa Ribera (esa gran ciclista) o Miquel Iceta, y hay que hacer muy especial mención de este  último, que ahora pone cara de paladín de la honradez, porque, por razón de su cargo, debió haber actuado ya entonces. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por incompetencia? ¿Por molicie? ¿Por indecencia?  ¿Porque andaba por ahí metido un señor del Barça? Debería explicarlo, pues, gracias a esta pequeñez, sus aspavientos de ahora resultan patéticos. 

    El último desplante de Rubiales (dejando aparte eso de aferrarse al cargo) ha sido la gansada de ofrecerle hoy en plena asamblea la renovación a Vilda, con especificación del sueldo incluida: 500.000 euros: ¿acaso quería comprarle ante los ojos de todos? ¡Qué deshonestidad, nos ha dejado asombrados, consternados y desengañados de la condición humana! Debería aprender de Pedro Sánchez, que es tan puro que jamás ha intentado comprar a nadie regalándole lo que no es suyo.

    Y es que llevo unos días partiéndome de risa, porque, cada vez que alguien dice algo de Luis Rubiales, se me viene a la cabeza la cara de Pedro Sánchez: cada vez que alguien de izquierdas o progresista (algún amigo, alguno de esos ciudadanos a los que La Sexta les pone un micrófono delante...) pide indignado la cabeza de Rubiales por sus horribles actos del día 20 de agosto, se me viene a la cabeza la cara de Pedro Sánchez y me parto de risa; cada vez que uno de esos medios de comunicación del régimen (La Sexta, TV1, La Ser, El País, Cuatro, ¡La vanguardia!, mas otros menos notorios) clama contra Rubiales y monta unas noticias en las que aprovecha para cargar contra media humanidad, se me viene a la cabeza la cara de Pedro Sánchez y me parto de risa; cada vez que un ministro sale con gesto de Gran Inquisidor a prometer el fuego eterno para Rubiales, se me viene a la cabeza la cara de Pedro Sánchez y me parto de risa, sobre todo, si es Gracita Bolaños, con este personaje llevo riéndome décadas, desde que trabajaba con López Vázquez; cada vez que Irene Montero, Ione Belarra, la Yoli o cualquier miembro de esos partidos del nazismo separatista o de la izquierda totalitaria o del fascismo LGTBIQ+ condena los horrores perpetrados por Rubiales (solo los del día 20-VIII, por supuesto), se me viene a la cabeza la cara de Pedro Sánchez y me parto de risa. 

    Y no es para menos. Tomemos, por ejemplo, a Irene Montero, la artífice de una ley que produjo la rebaja de penas para más de mil violadores y la excarcelción anticipada de al menos 117. ¿Fue consentido? Me temo que NO, sino que, muy al contrario, hubo un clamor de rechazo que la señora Montero, el Gobierno y Pedro Sánchez ignoraron durante meses, mientras iban produciéndose rebajas de penas y excarcelaciones. Y ni que decir tiene que nadie dimitió. Hoy mismo sale en la prensa la noticia que tarde o temprano tenía que salir: la detención de uno de esos violadores excarcelados antes de tiempo, motivada por un nuevo intento de violación, un episodio horrendo que ha tenido lugar  en Dos Hermanas. Todo lo que llevo referido en este párrafo es de una tremenda gravedad y atañe, casualmente, al ámbito de las agresiones, los abusos o las meras groserías sexuales, como los hechos que han llevado a Rubiales a la picota, los cuales, dicho sea con todos los respetos, son una niñería si se comparan con lo ocurrido con la ley Sisí y con el suceso de Dos Hermanas. Entonces, ¿por qué no salen a clamar contra Montero, Sánchez y su Gobierno (aún en funciones) todos esos que han clamado contra Rubiales? O mejor aún: ¿por qué no dimiten ellos por pura vergüenza? Sería lo único decente y coherente, dado lo que Sánchez, las Monteras, Teresa Ribera, Iceta o Bolaños han dicho contra Rubiales. La razón, como todos sabemos, es que sería muy temerario suponerles coherencia y decencia a estas personas, pero lo malo es que quizás estén contagiando a una parte del país. 

    Nadie puede negar que esto es gravísimo, pero, si hablamos de Pedro Sánchez (por aquello de que es desde 2018 nuestro presidente del Gobierno), supone simplemente una parte de las muchísimas cosas gravísimas que ha hecho, mucho más graves que lo de Rubiales con diferencia. No hace ni un año, escribí un artículo que titulé Pedro Sánchez debería ser inhabilitado, del que no solo no me desdigo, sino que además pienso que se queda corto, y más que se va a quedar. Entre las razones que allí aducía, están estas: la mesa de diálogo con los separatistas, los estados de alarma y el cierre del Congreso inconstitucionales, el repugnante engaño de la inexistente comisión de expertos durante la pandemia, el abuso del decreto-ley, el cierre del Portal de Transparencia, las leyes ómnibus (y su abuso), los indultos a los golpìstas (y el pacto con ellos, que se va a profundizar), la reducción de las penas para la malversación y la sedición y la ya mencionada ley Sisí, con esas repulsivas consecuencias que aún no me explico cómo esta nación ha permitido. ¿Fue consentido todo esto? NO. Y es mucho peor que lo de Rubiales, así que ¿por qué no sale la prensa progresista a pedir la dimisión de Sánchez?

    Con Sánchez hemos visto cosas espeluznantes para una nación que se considere decente, seria y democrática: el caso Plus Ultra; la visita de Delcy Rodríguez con sus cuarenta maletas y su amigable charla con Ábalos, ese ejemplar personaje que entonces era ministro de España; el ensañamiento contra el coronel Pérez de los Cobos, nada menos que la persecución de un ministro del Interior contra un jefe de un cuerpo de seguridad por haber actuado este conforme a la ley; el acorralamiento de la lengua española cometido en la comunidad vasca, la catalana, la valenciana y la balear y permitido por el Gobierno; Pedro Sánchez llamando piolines a los policías que pararon un referéndum separatista (lo enlazo porque el tío tiene la desvergüenza de negarlo); la cartita al rey de Marruecos; la LOMLOE; la ley Trans. Y con la nueva legislatura, de momento, ya se ha permitido el lujo de pactar con el golpista Puigdemont y de regalarle escaños a su partido para que puedan formar grupo parlamentario: ¿qué son ante esto y lo que ya les lleva dado a los separatistas de diverso pelaje los 500.000 eurillos de Rubiales a Vilda? 

    ¿Ha sido consentido todo esto? No. ¿Es peor que lo de Rubiales? Sí. En consecuencia, no me cabe la menor duda de que mañana Pedro Sánchez dimitirá a mediodía, después de desayunarse con los ataques que le van a enderezar La Sexta, El País, La Uno y todos esos que se han llenado de ira por los desmanes de Luis Rubiales, ese desvergonzado que, en la escuela que comparte con Pedro Sánchez, seguro que saca unas notas muchísimo peores que las del señor presidente. 

    

domingo, 20 de agosto de 2023

Praxis educativa. 33: tratos de favor

     A mediados de los años ochenta, cuando era yo profesor de EGB, llegó a mi centro un alumno al que ocultaré bajo el falso nombre de Juan. Procedía de fuera de Madrid y se había visto obligado a cambiar temporalmente de comunidad porque padecía un cáncer poco común que, al menos entonces, solamente podía curarse en algunos hospitales madrileños. La familia nos hizo a los profesores una petición encarecida: que tratásemos a su hijo como a un alumno más, y precisaré a qué se referían: nada de sentimentalismos compasivos ni de privilegios en la exigencia escolar o en las notas, nada de dramas ni de mimitos al pobre niño enfermo, que resultó ser un chico alegre, agradable, despierto y buen estudiante y que se integró muy bien entre sus compañeros de un colegio a varios cientos de kilómetros de la ciudad en la que había vivido hasta entonces. Cursó su octavo como uno más y lo aprobó con buenas notas. Algún tiempo después, me enteré de que había conseguido curarse de su enfermedad, cosa que no hará falta que diga que me produjo una gran alegría.

    Pocos años más tarde, estando en otro centro, era yo profesor de Inglés para los tres grupos de 6º de EGB que teníamos y una mañana, a los pocos días de empezar el curso, vino a verme la madre de una de mis alumnas. Me hizo saber que su hija (a la que llamaré Sofía) era sorda -esa fue la palabra que utilizó, no se enredó en deficiencias auditivas, hipoacusias, anacusias ni otros sucedáneos- y que quería pedirme un favor: que no hiciera a la niña objeto de la menor distinción especial, pero que procurase hablar de tal manera que ella siempre pudiera verme. Sabedora de que a veces los profesores -mientras borramos la pizarra, mientras escribimos...- hablamos de espaldas a los alumnos, hizo especial referencia a que intentase evitar esto. Sofía era una niña atenta, seria, lista y muy aplicada. Recuerdo perfectamente que al acabar aquel curso le puse un ocho. Como le di clase también en séptimo y en octavo, puedo dar fe de que evolucionó muy bien, tanto que nunca bajó de esa nota. Cuando hacíamos prácticas y ejercicios orales, participaba y respondía, con las comprensibles dificultades. 

    Transcurrieron los años y a principios de los noventa se implantó la LOGSE. Por aquellos mismos tiempos, yo pasé a Secundaria, nivel en el que estuve veinticinco años dando clase en ESO y Bachillerato. Una de las diferencias entre la LGE y el sistema logsiano que la sustituyó es que este reforzó la atención a la diversidad, para la que dispuso múltiples opciones: los apoyos personalizados, las adaptaciones curriculares personales y de grupo, la compensatoria, la diversificación... Esto alcanzó a alumnos con deficiencias sensoriales o cognitivas, con retraso curricular, procedentes de países de habla no hispana o  que presentasen cualquier motivo que hiciera aconsejable un refuerzo, y tuvo el benéfico resultado de ayudarles a superar esas barreras en el desempeño de su progresión escolar. 

    Sobre la base de esta buena idea, sin embargo, surgieron también dos consecuencias negativas que tuvieron una extesión no despreciable, la cual parece claro que, como mínimo, no tiende a disminuir. La primera procede del propio sistema y fue la laxitud a la hora de determinar si un alumno debía recibir apoyo. La segunda fue la expectativa e incluso la exigencia por parte de algunos vivales de que a un alumno determinado se le concedieran facilidades, ayudas o privilegios en virtud de unas desventajas que no lo justificaban o que eran directamente inexistentes. En este vicio caían principalmente algunos padres, pero también de vez en cuando orientadores, profesores de apoyo o algún que otro tutor de celo excesivo. Tanto el primer mal como el segundo vinieron motivados y se vieron favorecidos por esa inclinación del sistema logsiano a desterrar el esfuerzo y regalar los aprobados.

    Por regla general -aunque no en todos los casos-, la decisión de si un alumno recibe apoyos o es escolarizado en grupos de compensatoria o diversificación está en manos de los departamentos de Orientación. En más ocasiones de las que me hubiera gustado, me encontré con alumnos que recibían apoyos o que debían ser destinatarios de una adaptación curricular que, a la hora de la verdad, demostraban estar erróneamente diagnosticados, porque su único mal era una rotunda negativa a realizar el menor esfuerzo o trabajo, padecimiento para el que la medida aplicada era más un simulacro que una cura. Otras veces -aunque pocas- tuve alumnos que, aun sin tener la menor dificultad de aprendizaje, habían sido diagnosticados como acnees (1) por males que en nada lo interferían, pongamos una alopecia o un orzuelo, por acudir a ejemplos tan absurdos como la situación en la que se encontraban esos chicos. ¡Qué decir de los grupos de compensatoria o diversificación! Sin temor a exagerar, puedo afirmar que al menos la mitad de los alumnos que he tenido de esas categorías eran simplemente objetores escolares. Pero estaban allí con una expectativa: la del aprobado fácil, expectativa que también tenían los que recibían apoyo y los acnees, así como sus padres y, por supuesto, Orientación, el equipo directivo, la inspección...: es decir, el sistema. Ni puse en su momento ni pongo ni pondré objeción alguna a los diagnósticos o agrupamientos correctos, pero creo que estos casos inadecuados de los que estoy hablando eran muy reprobables, pues constituían una inexplicable patologización de la enseñanza y una adulteración de un recurso tan necesario como los apoyos para convertirlos en el trato de favor para algunos que se negaban a estudiar.

    En lo referido a la exigencia de facilidades o ayudas para las que no había lugar, es inexcusable que empiece reconociendo que se trata de un vicio que ha existido siempre. Yo mismo tuve que hacerle frente en más de una ocasión mientras trabajé en EGB, y, en algún caso, con firmeza. Señalado esto, también hay que decir que con la LOGSE se disparó de manera exponencial, y retornaré a la motivación antes indicada: que en la atmósfera de lenidad propiciada y mantenida por el sistema, no solo dejó de estar mal visto el solicitar favores espurios, sino que además empezó a parecer que quien caía en falta era el que los negaba. Podría contar por decenas las ocasiones en que recibí visitas de padres con la pretensión de que pusiera a sus hijos aprobados que no merecían. La mayoría de ellas fue por creer que yo había sido injusto con los alumnos, cosa que SIEMPRE pude desmontar con la mera revisión de los malos exámenes hechos por ellos, argumento irrefutable, si bien en alguna ocasión topé con merluzos que ni por esas. No obstante, no es de estos casos de lo que habla este artículo, sino de quienes venían con el argumento de que sus hijos padecían situaciones de desventaja (supuestas) que obligaban a atenderlos con una benevolencia especial, o sea, de los que venían a pedir por la cara tratos de favor. 

    No fueron muchos, pero excedieron sin duda lo que hubiera sido razonable. Resumiré algunos casos concretos. Tuve más de un alumno que destacaba en alguna actividad ajena al instituto y que le robaba mucho tiempo por las tardes (tenis, baloncesto, fútbol, música...) a quien tuve que explicar que esa no era razón para que yo pusiera cincos a los exámenes de cuatro o de tres. En una asignatura que califiqué mediante trabajos, tuve un lío con dos alumnas que estaban convencidas de que, por ser de un grupo supuestamente de nivel bajo, bastaba con que me entregasen la mitad, porque eso ya era el cinco, y hasta recurrieron al amparo del director del centro. Tuve en cierta ocasión un alumno ingobernable al que llamaré X y que al final lo suspendió todo; una mañana de junio, me avisaron de secretaría porque tenía una llamada telefónica: era el padre de X para decirme que lo de su hijo había sido un poco culpa de todos. Tuve una niña que padecía ciertos trastornos psicológicos; la niña acabó con cinco suspensos y la madre se empeñó en que pasara de curso porque tenía problemas psicológicos, cosa que, con la ley en la mano, era imposible; la madre recurrió a la inspección; la inspección vino a "aconsejarnos" que aprobásemos a la niña, pero sin decir que nos lo había aconsejado la inspección, ni menos aún "aconsejado"; tuve la certeza de que el verdadero problema de esa niña era su madre, la tuve desde el primer momento en que hablé con la señora, esto quizás debería haberlo dicho antes. Hubo un curso en que, el primer día que tuve clase con cierto grupo, apareció por la puerta el padre de una alumna y empezó a contarme no sé qué problemas de expresión escrita que tenía su hija y con los que yo debía ser comprensivo; le dije que muy bien, pero que ya le atendería en otro momento; tal vez os parecerá insólito, pero más os lo parecerá si os digo que la alumna era de segundo de Bachillerato.

    Tuve una alumna que padecía cáncer a la que suspendí un examen de lectura porque obviamente no había leído el libro. Enseguida vino a hablar conmigo la profesora de apoyo que la niña tenía asignada, para decirme que si cáncer y que si patatín y que si patatán, pero yo le repliqué que no había ningún problema y que pronto pondría una recuperación del examen. La niña la hizo y sacó un 7'5, inequívoco síntoma de que para esta ocasión SÍ había leído el libro. Todavía recuerdo la sonrisa de oreja a oreja que puso cuando le entregué el examen corregido y con su notable. Aquella alumna (que, por cierto, felizmente, se curó) era sin la menor duda un rehén de su profesora de apoyo, lo que, al menos a efectos educativos, la perjudicó bastante, ¡cuántas veces me hizo acordarme de Juan!

    Fueron muchas; fueron muchas las veces que, durante mi etapa en Secundaria y bajo el marco de la LOGSE, me acordé de él y de Sofía: ¿qué habría sido de ellos si hubieran sido alumnos de la ESO del siglo XXI y no de la EGB de los años ochenta? ¿Habrían sufrido igualmente la horrible tortura de ser valorados como los demás, estudiar lo que los demás y aprender lo que los demás o habrían tenido la fortuna de escapar de ello y ser agraciados con un trato de favor? 


1.- Alumnos con necesidades educativas especiales. Por regla general, se les escolariza en grupos regulares, pero se les debe hacer una adaptación curricular en las asignaturas.  

    

miércoles, 2 de agosto de 2023

Si lo que contamos son los votos, Frankenstein va a ser muy duro de roer

     Como tengo esa obsesión con el injusto reparto de los votos en nuestro sistema electoral, me he decidido por fin a estudiar los obtenidos por los distintos partidos en las elecciones del pasado día 23, sin meterme en laberintos comparativos con los de 2019. Lo he hecho con el propósito de responder a esta pregunta: ¿cuántos escaños habría logrado cada uno si se les hubiesen asignado en estricta proporcionalidad a los votos conseguidos? Me ha salido el siguiente cuadrito:

Partido

Votos

Porcentaje

Escaños 23 J

Escaños a %

PP

8.091.840

33’05

137

115’67

PSOE

7.760.970

31’70

121

110’95

VOX

3.033.744

12’39

33

43’36

Sumar

3.014.006

12’31

31

43’08

ERC

462.883

1’89

7

6’61

JUNTS

392.634

1’60

7

5’6

Bildu

333.362

1’36

6

4’76

PNV

275.782

1’12

5

3’92

BNG

152.327

0’62

1

2’17

CC

114.718

0’46

1

1’61

UPN

51.764

0’21

1

0’73

    Los datos los he obtenido de la página del Ministerio del Interior, exceptuando, naturalmente, la estrambótica última columna, que es de elaboración mía y dejaré para el final. Con lo que nos ofrece esta tabla, he hecho otra más reducida y que refleja mejor el duelo que se ha dirimido en estas elecciones, el que verdaderamente importa, es decir, el librado entre Frankenstein y las formaciones reacias a que entre Sánchez y el nacionalismo despedacen España. Aquí la tenéis:

Bloque

Votos

Porcentaje

Escaños 23 J

Escaños a %

PP – Vox - UPN

11.177.348

45’65

171

159’76

PSOE - Sumar

10.774.976

44’01

152

154’03

Cantonalistas

1.731.706

7’05

27

24’67

Frankenstein

12.506.682

51’06

179

178’7

    Dado que hablamos sobre todo de números, empezaré por facilitar algunos que no aparecen en las tablas. Los votos emitidos han sido 24.743.612 y los votos válidos, 24.482.534. Si restamos de estos los 199.392 blancos, nos salen los 24.283.142 que el electorado ha repartido entre las diferentes candidaturas. Es sobre estos últimos sobre los que se establecen las cifras de las columnas segunda y tercera de los cuadros. En cuanto al segundo de estos, no hará falta que explique que lo correspondiente a Frankenstein es lo obtenido por los cantonalistas, el PSOE y Sumar. Como estamos viendo estos días en los medios de comunicación, la escasa distancia entre los 179 escaños de Frankenstein y los 176 de la mayoría absoluta está dando lugar a millones de especulaciones sobre una absurda comedia de remilgos, advertencias engoladas y demás pamplinas cuyo final conocemos todos muy bien: Sánchez gobernará como líder de Frankenstein II.

    Ahora bien, la cuestión de fondo de este artículo es esta: que Frankenstein tiene una fortaleza mayor que la que refleja el reparto final de escaños, en el que, debido al beneficio a las mayorías propio de nuestro sistema, el partido ganador, en esta ocasión, el PP, se ha visto digamos que bonificado con más escaños de los que en estricta proporción corresponderían a sus votos. El resultado de esto es que el bloque PP-Vox-UPN, con un 45'65% del sufragio, disfruta de un número de escaños equivalente al 48'86% de los 350 de nuestro Congreso, mientras que, por caprichos de ese mismo sistema, lo de Frankenstein queda bastante justo, aunque se ve ligeramente perjudicado, pues obtiene un 51'06%, cuando le hubiera correspondido un 51'14%. Pero, si nos vamos a la diferencia de votos obtenidos por ambos bloques, ahí tropezaremos ya con el dato más contundente, pues veremos que es de 1.329.334 a favor de Sánchez y sus aliados, cifra que, por seguir jugando con la calculadora, equivale al 11'89% de lo obtenido por el bloque PP-Vox-UPN. Todo esto justifica bastante lo que digo en el título: Frankenstein va a ser muy duro de roer.

    En cuanto a la columnita esa que me saco de la calculadora, fuera de darnos datos de interés como la proporción exacta que debería existir entre los votos y los escaños de los partidos y el castigo que sufren quienes adolecen de un voto disperso (cosa que ya conocíamos), es poco más que un juguete, porque, en realidad, sería inaplicable. Supongo que, si alguno se ha entretenido en sumar el resultado que da en ambos cuadros la última columna, habrá descubierto que entre los partidos contendientes, con ese cómputo, obtendrían solo 338'46 de los 350 escaños de la cámara, lo cual, aparte de obligarles a llevarse un serrucho, les haría perder 11'54 asientos, algo muy difícil de digerir. Me figuro que la explicación de esto se encontrará en los decimales que no he reflejado en los porcentajes y en los votos que obtuvieron las formaciones que no lograron ningún escaño, cantidades ambas que habrían sido necesarias para realizar debidamente esas operaciones. No lo sé, y tampoco importa demasiado, pero sí quiero llamar la atención sobre una cosa: algunas veces se han valorado propuestas que, con el fin de protegernos de la proliferación de grupos, defendían que no pudiese entrar en el congreso ninguna candidatura con menos de un 3% de los votos emitidos, así que podréis ver que, de haber existido una norma así (y no le faltarían fundamentos), el Congreso se lo habrían repartido entre PP, PSOE, Vox y Sumar. Si a alguien se le ocurre la objeción de que esto sería una injusta marginación de opciones como el nacionalismo, que se pare a pensar cómo sus famélicos grupos han estado abusando y chantajeándonos desde 1977; cómo han pisoteado siempre las leyes; cómo han zarandeado a España a lomos de Frankenstein en los últimos cinco años; cómo están aplicando en sus territorios políticas de marginación, corrupción y totalitarismo; cómo se están volcando en romper el país; cómo de convencidos están de que en la legislatura que empieza lo van a conseguir... Entonces, a lo mejor le parece que esa limitación del 3% habría sido muy justa, sensata y beneficiosa para la nación y los que vivimos en ella.

    Con este plan tan amenazador Frankenstein no es ninguna broma y ya hemos visto que su poderío tampoco lo es. Esto no significa que sea invencible, pues, muy al contrario, yo pienso que tiene enormes debilidades, empezando por la iniquidad de sus propósitos y de sus procedimientos, que todo el mundo conoce. Esa sería una de las brechas por las que resultaría políticamente viable y éticamente inexcusable empezar a desmontarlo. Ni la tarea es imposible ni el monstruo es invencible, y nos va mucho en ello, aunque es evidente que sus adversarios tendrán que aplicarse con más acierto que en las elecciones del pasado 23 de julio.