Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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miércoles, 19 de abril de 2023

¿Prisión permanente revisable para el asesino de Lardero? ¿Solo eso?

  O para el monstruo de Lardero, como se le llama comúnmente, y con razón. Su nombre real es Francisco Javier Almeida López y, como nadie ignora, la condena (1) le ha caído por la violación y posterior estrangulamiento que perpetró sobre la persona de un niño de nueve años llamado Álex (2). A lo largo del proceso, todos los testigos conocedores de la actuación de Almeida (policías, forenses y otros expertos) han coincidido en dos cosas: señalar que tanto la agresión sexual como el asesinato se produjeron con extremadas violencia y crueldad y tratar por todos los medios de omitir detalles explícitos, lo que nos hace entender que los límites en que se recreó este malvado debieron de ser lejanos y espeluznantes. Esto tuvo que ser de una evidencia irrefutable, no obstante lo cual, Almeida, como es habitual en las bestias criminales de su calaña, en el juicio montó la repugnante comedia que os dejo aquí:



        Espeluznante, y lo es más aún si pensamos que este canalla sin entrañas llegó a sostener, como estrategia defensiva, que el niño colaboró en su diabólico aquelarre. A esto se debe el título de este artículo: ya sé que la pena que le ha caído a Almeida es la más alta que contemplan las leyes españolas, pero su abyección es tal que me parece muy por debajo de lo que se merece. ¿De verdad alguien cree que es razonable concederle a este asesino la gracia de que quizás algún día se tome en consideración el volver a ponerlo en libertad? Que la pena impuesta así lo contemple, aparte de ser una aberración, tiene el paradójico resultado de que el castigo lleve a la vez encerrado un premio, inmerecido sin duda para su destinatario y peligroso para la sociedad. Pensaréis que lo que quiero decir es que deberían encerrarlo para siempre, pero en realidad lo que yo creo es que deberían ajusticiarlo como a la alimaña vil que es. De cualquier modo, da lo mismo, porque ni la cadena perpetua ni la pena de muerte están contempladas en nuestras leyes.

    Unas leyes a las que no se puede culpar de los crímenes de Almeida, pero que creo que, en lo tocante al castigo de los delitos más graves y horrorosos, tienen fallos muy importantes, la mayor parte de los cuales proceden del discutible postulado de que todo delincuente es reinsertable, cosa que se obstinan en desmentir miles de criminales, los peores de los cuales son delincuentes sexuales, un colectivo particularmente reacio a enmendarse. A poco que uno indague (3), se encontrará con un buen puñado de violaciones, asesinatos o asesinatos con violación cometidos por reincidentes que estaban en cualquiera de estas tres situaciones: libertad definitva, libertad provisional o permiso carcelario, lo que nos lleva a la siguiente conclusión: para que los reos de este perfil dejen de matar, solo hay dos soluciones: encerrarlos de por vida o ejecutarlos. El caso concreto de Almeida es sangrante, porque, el día que raptó con sucios engaños a Álex, lo violó y lo mató, se encontraba en un régimen de semilibertad, aunque existía un informe de los profesionales de la cárcel en la que se hallaba (El Dueso, Cantabria) que era contrario a darle el tercer grado (4). 

    No quiero que nadie piense que estoy culpando a quienes decidieran su puesta en libertad de la tragedia que vino después, porque lo que estoy diciendo es otra cosa: sencillamente que, habida cuenta de su historial, para Almeida ya no debería haber existido posibilidad alguna de volver a salir de prisión. En 1993 fue encarcelado por violar a una mujer, pero en 1998, el 17 de agosto, ya estaba en libertad y cometió su primer gran crimen: el asesinato de una joven agente inmobiliaria llamada Carmen López Guergué, a la que engañó haciéndole creer que quería que le mostrase un piso, pero, una vez allí, la violó mientras la iba matando poco a poco con plena conciencia de que la chica sufría terriblemente, que era lo que él quería, porque a este loco miserable lo que gusta es infligir dolor a los seres humanos, no digo aquello de "sus semejantes" porque él no creo que lo sea.

    Después de un acto tan execrable, Francisco Javier Almeida debería haber sido encerrado de por vida, lo que habría evitado que hiciera más daño, pero las humanitarias leyes penales españolas, que tienen en su frontispicio la leyenda (nunca mejor dicho) de que la cárcel debe servir antes que nada para reconducir a quienes entran en ella, aunque sean monstruos como este, lo hizo imposible. Yo sostengo que estos planteamientos tendrían que ser revisados. Para mí, los derechos humanos de Álex y de Carmen López hubieran debido estar por encima de los del indeseable que los asesinó.

1.- Condena: prisión permanente revisable

2.- Relato de los hechos.

3.- Criminales muy bien defendidos por los biempensantes. En este artículo mío, que he citado más de una vez, aparecen solo unos cuantos asesinos despiadados que merecerían estar encerrados a cal y canto, pero, yo mismo, sin ser abogado penalista, documentalista ni nada parecido, podría traer aquí varias decenas de personajes de la misma calaña.  

4.- La situación penal de Almeida el día que mató a Álex.

5.- El historial de Francisco Javier Almeida.

jueves, 6 de abril de 2023

Elías Ahúja: el Movimiento contra la intolerancia debería pedir perdón

     Leo con satisfacción que la Fiscalía de Madrid ha archivado la denuncia contra los gamberriles cánticos de los alumnos del colegio mayor "Elías Ahúja" que tanto dieron que hablar en octubre del año pasado. Era la única solución razonable posible, así que lo celebro por la racionalidad, la justicia, los alumnos que fueron sometidos a un repugnante acoso inquisitorial por una broma inocente y, muy en especial, por uno de ellos, sobre el que se focalizó toda la acusación, porque no creo que lo haya pasado bien con la lupa de la Fiscalía encima todos estos meses. En su momento, hice un análisis sobre este esperpéntico asunto, que podéis ver aquí. Ese artículo lo dediqué especialmente a demostrar que la campaña que se había desatado contra los chicos del "Elías Ahúja" era aberrante y a criticar el ensañamiento, el fanatismo, la majadería y la hipocresía de quienes se habían lanzado contra ellos, algunos, con un furor descomunal, a la altura solo de su estupidez. Todos esos deberían hacer cola para PEDIR PERDÓN, y con la diligencia con que se apuntaron al apedreo.

    Debería pedir perdón antes que nadie el Movimiento contra la intolerancia, autor de la denuncia que ahora se archiva, primero, al joven absuelto, por haberlo sometido a una tortura infundada; segundo, a la Fiscalía de Madrid, a la que ha hecho perder con sus santos fervores un tiempo que seguro que no le sobra; tercero, a todos los españoles, que pagamos con nuestros impuestos ese servicio público al que ellos han sometido a un mal uso. Me temo que este movimiento, si tan preocupado está por la intolerancia, debería mirar un poquito hacia sí mismo. Deberían pedir perdón los directivos del "Elías Ahúja", que en este asunto han demostrado una incompetencia y un oportunismo muy poco edificantes; si yo fuera uno de sus alumnos, estaría ya meditando muy seriamente salir de ese centro. Deberían pedir perdón todos esos espontáneos que se acercaron a la pira con una antorcha en la mano sin que nadie se lo pidiera, solo por ganar puntos ante los Torquemadas de hoy; cuidado con esta tropa, que en los episodios de locura fanática de la historia aparece siempre como un elemento capital. Debería pedir perdón Pedro Sánchez, que, en lugar de responder con prudencia, como le hubiera correspondido a alguien que ocupa la dignidad que tantas veces ha demostrado no merecer, se limitó a sumarse borreguilmente a la condena que ahora se ha mostrado infundada, pero que ya lo parecía entonces a cualquiera que mirase los hechos con frialdad y sensatez. Y, naturalmente, debería pedir perdón Irene Montero, porque es un personaje que nos ha hecho ya demasiado daño con sus leyes y sus camapañas, destinadas todas a lo mismo que hizo en esta ocasión: perseguir hasta los actos más inocentes con su furia totalitaria y convertirlos en los pecados que no son o en problemas que no existen, para venir ella a resolverlos con sus soluciones represivas. Vive de esto, y no parece que le vaya mal, solo hay que ver el desproporcionado poder que tiene sobre nuestra sociedad el chiringuito de privilegios y vigilancia que regenta.

    ¿Pedirán perdón? ¿Lo harán en público, puesto que público, desmesurado y notorio fue el linchamiento al que sometieron a los estudiantes del "Elías Ahúja"? Recomiendo esperar sentados.