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-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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lunes, 24 de julio de 2023

Pues el caso es que Frankenstein ha decaído, y mucho

     Para este artículo voy a basarme en datos sacados de ABC, pero no de la edición digital (al 100%), sino de la publicada en papel esta mañana, al 99'94%, sobre todo, por este cuadrito: 

Formación

Julio de 2023

Noviembre de 2019

ERC

7 (1’89%)

13 (3’61%)

Junts

7 (1’60%)

8 (2’19%)

PNV

5 (1’12%)

6 (1’57%)

EH Bildu

6 (1’36%)

5 (1’15%)

CUP

--

2 (1’01%)

CC

1 (0’46%)

2 (0’51%)

Navarra Suma

--

2 (0’41%)

BNG

1 (0’62%)

1 (0’50%)

PRC

--

1 (0’28%)

Teruel Existe

--

1 (0’08%)

TOTAL

27 (7’01%)

41 (11’31%)

    Se trata, como veis, de una comparativa entre lo obtenido por el bloque que llamaré cantonalista en las elecciones de ayer y las del 10 de noviembre de 2019. En términos absolutos, hemos pasado de diez formaciones a seis, de 41 escaños a 27 y de un porcentaje del 11'31 a otro del 7'01. Me perdonaréis que no os ponga el número de votos, dato que sería muy interesante, pero me llevaría bastante tiempo buscarlos, y aun dudo de que pudiera encontrar los de 2019. De cualquier forma, esta comparación es muy elocuente, porque, aunque está claro que los resultados de estas elecciones han sido buenos para Sánchez, con el tremendo trancazo al cantonalismo que refleja este cuadro y algunas otras cifras que vamos a ver a continuación, hay que concluir que no lo han sido tanto, que su retroceso ha sido muy importante y que la euforia desatada en Frankenstein debería atemperarse, ya que es absurdo olvidar que, aunque don Pedro sostenga extravagancias como esa de que él no ha gobernado con Bildu, hasta las moscas saben que sin ese engendro no habría durado ni un año.

    Y con la formidable y terrorífica criatura alumbrada por Mary Shelley vamos ahora. Aunque supongo que si leyeran lo que voy a poner Aitor Esteban o la señora Oramas empezarían a emitir quejidos remilgados, los miembros de esta santa compaña en la anterior legislatura fueron estos: el PSOE (120 diputados), Podemos (38) y los cuarenta y un diputados de las diez formaciones de hace cuatro años, pues todas en algún momento sucumbieron a los afamados encantos de Pedro Sánchez. Esto arroja para el proceloso ser ese tablero de 199 peones en el que tan cómodo se ha movido el señor presidente en los últimos cuatro años. ¿Y cómo han quedado las cosas desde ayer? Pues así: PSOE, 122 escaños; Sumar, 31; bloque cantonalista, 27, es decir, 180 diputados.

    En resumen: cuantitativamente, Frankenstein ha desmejorado mucho, ya que ha perdido 19 diputados, que no son pocos (un 5'42% de la cámara) y ha pasado de representar el 56'86% de los escaños a ser el 51'43%. Si alguien piensa que no es para tanto, porque sigue representando una mayoría absoluta y es una diferencia no demasiado grande -de algo más de un cinco por ciento-, se está equivocando, porque la distancia con la mayoría absoluta es lo suficientemente escasa como para que el monstruo haya quedado muy debilitado.

    Ahora bien, comparada con lo que va a ser en lo cualitativo, me da la impresión de que esta debilidad cuantitativa acabará resultando una minucia, porque va a representar inevitablemente una guerra entre clanes, y las guerras debilitan mucho. Nuestro Frankenstein parlamentario, más que un monstruo hecho a base de retales cosidos, es un engendro construido por agregación de otros menores muy predispuestos a liarse a bocados entre sí, como hemos visto en la anterior legislatura, en que la mayoría de las grandes aberraciones cometidas por el Gobierno (ley trans, ley sisí, acercamiento de etarras, indultos, desactivación de las penas por sedición o malversación...) han sido el fruto de dentelladas arreadas por alguno de los monstruos ensamblados de esta curiosa alianza comensalista. Cada uno de ellos, en su momento, se ha llevado entre las fauces algún botín concedido por Sánchez, el gran desmembrador de las víctimas de este banquete, o sea, España, la democracia, nuestra prosperidad, nuestras libertades, porque no olvidemos que ese señor paga de nuestro patrimonio los favores que le hacen a él. Paradójicamente, en el plano cualitativo, aunque cuantitativamente haya decrecido, la bestia cantonalista será mucho más feroz, despiadada e insaciable, como durante toda la campaña han venido anunciando ERC, el PNV o Bildu, con unas peticiones que eran más bien aterradoras amenazas. Pensemos, además, que en ese  minimonstruo articulado que es Sumar hay también componentes cantonalistas y unamos a ello la gran novedad: que ya se está señalando que Sánchez podría depender de la panda de Puigdemont, y pudiendo, ¿que hará sino hacello?, que diría Garcilaso de la Vega. ¡Qué guerras de bandas van a montar, qué débil va a ser Frankenstein II de España!

    Y, como todos sabemos, las bestias y los monstruos, cuando están debilitados, son mucho más peligrosos, pues se ven urgidos por el miedo y la ansiedad, así pues, siendo en la legislatura que vamos a estrenar nuestro viejo Frankenstein un monstruo debilitado, asusta pensar en los terrores a los que no va a vacilar en someternos, teniendo en cuenta los que ya ha perpetrado, de cuya descomunal envergadura no hace falta hablar. Que Dios nos pille confesados, es para echarse a temblar, y estoy hablando completamente en serio. 

    Desde hace mucho tiempo, estoy realmente decepcionado con la miopía y frivolidad de nuestros medios de comunicación y este estado se ha visto muy empeorado con la vergonzosa tendenciosidad que han exhibido durante la reciente campaña electoral, particularmente, en un asunto: el descarado linchamiento de Vox, una tarea que ha dejado muy en entredicho su ética profesional y que sin duda ha perjudicado a esa formación, la cual también ha pagado algunos errores propios sobre los que tendrá que reflexionar. Se han celebrado las elecciones y los medios siguen dando motivos para la decepción, uno de ellos, precisamente, el no haber subrayado con la relevancia que merece el hecho de que Frankenstein ha perdido diecinueve diputados, un nada despreciable 9'55% de sus efectivos. Lo usual ha sido que presentasen la derrota de Sánchez casi como una victoria (demasiado sospechosamente en la línea de lo que él mismo ha exteriorizado) y que insistiesen en que la victoria de Feijoo (con el no despreciable dato de que el PP pasa de 89 a 136 escaños, es decir, que crece un 52'8%) ha sido indiscutible, pero será inútil, cosa que solo el tiempo dirá si es cierta o no. No critico esto, sino que a su lado no se haya destacado también lo que yo señalo, pues representa un retroceso de quienes de verdad han mandado desde 2019 que inexcusablemente hubiera debido ser un gran titular.

    Bien es verdad, en lo referido a Feijoo, que se ha hecho muy acreedor a las críticas que está recibiendo, porque ha efectuado una campaña desatrosa. Su pasividad de los últimos días, culminada con la incomparecencia en el debate del jueves 20, ha sido un error monumental y, aunque la prensa (¡otra vez!) nos quiso vender de forma abrumadora la estupidez de que había ganado ese debate sin molestarse en asistir, es una verdad proverbial e indiscutible que quien abandona el campo pierde la batalla. El desafío separatista es un asunto que preocupa a muchísimos españoles, por lo que estoy seguro de que le habrá hecho perder no pocos votos, pues su enfoque ha consistido en frivolidades como esa del bilingüismo cordial, o lo de hacerles la pelota a los empresarios catalanistas y a "La Vanguardia" con chistecitos que menospreciaban implícitamente al español, nada menos, ¡qué torpeza!, ha sido como echar sal en la herida, o la de lanzarle guiños al PNV, es decir, al partido que hundió al PP y a Rajoy en 2018 con una traición repugnante. Y, por último, su entusiasta colaboración en el cordón sanitario que ha ahorcado a Vox ha sido un patinazo suicida, porque ha representado desarbolar al partido que estaba cantado que podía ser su único y utilísimo apoyo. Cooperar con esta demonización al mismo tiempo que blanqueaba a Frankenstein con sus risitas ante el separatismo y sus papelitos firmados a Sánchez ha sido una irresponsabilidad espantosa, la clave de un giro electoral que podrá acarrear consecuencias gravísimas para los españoles. Vox ha perdido 19 escaños y yo estoy convencido de que a estas horas don Alberto le estará dando vueltas al hecho de que, si hubiera perdido solo diez (que ya son muchos), tendría 42, que con sus 136 sumarían 178, lo cual supondría que hoy, en lugar de encontrarse los periódicos llenos de artículos hablando de la insuficiencia de su victoria y hasta de su fracaso, estaría viéndolos hablar de su éxito y del fin de Pedro Sánchez. Y que millones de españoles, incluidos muchos socialistas, respiraríamos con alivio, en lugar de estar temblando ante la posible repetición de Frankenstein, con Sumar pidiendo herencias de 20.000 euros para adolescentes pagadas por todos, el refuerzo de la LOMLOE, la ley sisí y la ley trans o la jauría conformada por el PNV, ERC, Bildu y Junts aullando por la amnistía, el referéndum, la independencia, los fueros, los desafueros y quién sabe qué aberraciones más que ni se me pasan por la cabeza. 

    Asusta. ¿Habría podido evitarse si el repulido señor Feijoo no se hubiese obsesionado con demostrar al mundo que no tiene nada que ver con esos fachas de Vox y con creer que el centrismo mola mucho y consiste en pactar con un sujeto como Sánchez?  

    Ya veremos en qué para todo esto. 

     

jueves, 13 de julio de 2023

Sobre la feliz idea de poner las elecciones en un 23 de julio

     Cuando el pasado 29 de mayo Pedro Sánchez anunció que convocaría elecciones generales para el 23 de julio, sentí una mezcla de asombro y preocupación por tan desaconsejable fecha, cuya inoportunidad me confirmaron los datos que muy pronto se publicaron en los medios: cuatro comunidades autónomas (Castilla y León, Navarra, País Vasco y Galicia) tienen su fiesta mayor el martes 25 de julio y se calcula que, para el domingo electoral, unos doce millones de españoles se hallarán pasando las vacaciones fuera de sus hogares. Con estos datos -que Sánchez estaba obligado a tomar en consideración-, hay razones de sobra para pensar que el presidente ha intentado obstaculizar la participación, en lugar de favorecerla, otra obligación que parece haber descuidado. Da la impresión de que su propósito ha sido penalizarla en dos aspectos: la abstención y la confusión. 

    Esto nos otorga el derecho a ser suspicaces, que se ve reforzado por algunos aspectos de carácter secundario. En lo relativo a la abstención, si nos fijamos en esas cuatro comunidades en las que la fiesta regional podría perjudicar a la participación, vemos que en dos de ellas (Navarra y País Vasco) no es esperable un gran aporte de votos ni para el PSOE ni menos aún para el PP, pero en las otras dos (Galicia y Castilla y León), la gran ventaja electoral del PP y la derecha en los últimos procesos deja muy claro que un aumento en ellas de la abstención debería en principio favorecer al PSOE. Voy aún más lejos: si tomamos en cuenta los interesantes datos oficiales que desvela este artículo de El independiente, veremos, por ejemplo, que las tres comunidades en las que se registran más viajes por las fechas en que se celebrarán las elecciones son Madrid, Cataluña y Andalucía, es decir, una en la que es verdad que PP y Vox son muy débiles (Cataluña), y, a cambio, otras dos que han deparado los mayores desastres electorales autonómicos del PSOE en los últimos tiempos. En resumen: la fecha del 23 de julio, además de ser muy poco favorable para la participación, lo será con mayores motivos en cuatro de las comunidades en que la izquierda ha sido más severamente rechazada: Madrid, Andalucía, Castilla y León y Galicia. ¿Habrá tenido en cuenta Pedro Sánchez estos datos a la hora de fijar la fecha electoral? Lejos de mi intención atribuirle semejante vileza a tan ejemplar personaje. 

    El aspecto de la confusión resulta un poco más complejo, puesto que deberíamos enfocarlo a través de unas consideraciones acerca de lo que personalmente podría hacer cada uno de esos potenciales votantes que, gracias a la diligencia del presidente del Gobierno, se han encontrado con unas elecciones que el día indicado les pillarán lejos del colegio electoral que les corresponde. ¿Qué hacer? Antes de seguir adelante, reconoceré que, en efecto, el voto de esos electores podría ser favorable a los intereses de Sánchez o contrario, por lo que se me podría objetar que, en esto de la confusión, nada ganaría ni perdería, y estoy de acuerdo en que teóricamente es así, pero sucede que en la práctica no lo es en absoluto. La razón es muy sencilla: a la vista de su deprimente (para él) aceptación popular, de lo que señalan desde hace ya tiempo todos los indicios (desde el aire que respiramos hasta las encuestas creíbles) y de los resultados del 28 de mayo, la decisión de poner la fecha del 23-J Sánchez la ha tomado a la desesperada, buscando antes que nada el río revuelto, consciente de que a él cualquier cosa le va a beneficiar más que la normalidad. Aclarado esto, volvamos con la pregunta de ese votante confuso: ¿qué hacer? Podría, en primer lugar, desentenderse y abstenerse, cosa que es presumible que harán muchos, lo que, de acuerdo con lo dicho un par de líneas más arriba, en general, va a ser favorable para Sánchez. 

    Pero podría, por otra parte, decidir que va a votar sea como sea, y aquí es donde viene la confusión, ese río revuelto en el que espera obtener ganancia el pescador Pedro Sánchez. Una solución sería adelantar su retorno vacacional para estar en casa el día 23 y poder votar. Esto, que sin duda harán muchos, seguramente va a acarrear para ese fin de semana atascos, billetes de tren agotados, retrasos ferroviarios...: confusión, una deliberada confusión de la que Pedro Sánchez estoy convencido que espera sacar tajada, ya sea por hastío, llegadas a destiempo o cualquier otra contingencia. Una segunda opción sería el voto por correo y entramos aquí en una cuestión delicada, porque esta modalidad está siendo fuente de polémicas e inquietudes.

    En primer lugar, ya en las elecciones del pasado 28 de mayo, se vio ensombrecida por diversos casos de compra de voto, en especial, en Melilla, en la mayoría de los cuales, para más inri, el partido implicado era el PSOE. En segundo lugar, tan pronto como se entendió que, con la fecha puesta por Sánchez, muchos españoles iban a buscar como recurso el voto por correo, se dispararon la alarma y la desconfianza, no ya por el asunto de la compra de votos, sino por otras cuestiones de más fuste: dado que el incremento se iba a hacer considerable de forma repentina, ¿iba a estar la infrestructura de Correos preparada para tal eventualidad?; dado que esta empresa está hoy en manos de Juan Manuel Serrano, un señor que se distingue por haber arruinado la entidad, por estar muy vinculado a Sánchez y por haber sido muy favorecido por él, ¿no había razones para temer por la limpieza de la actuación de Correos en este proceso? Los días han ido pasando y ambos temores han ido dando múltiples e inquietantes muestras de no ser infundados, como puede verse aquí y aquí. Hoy, 13 de julio, proliferan las noticias sobre ciudadanos que optaron por el voto por correo y tienen serios temores de quedarse sin votar, mientras el señor Serrano, en lugar de informar con claridad, se despacha decretando el secreto de Estado sobre la cuestión.

    ¿Contaba Sánchez con todo esto? ¿Lo esperaba? ¿Lo provocó de manera calculada y consciente cuando convocó las elecciones para un 23 de julio, una fecha muy peregrina para que los ciudadanos expresen su voluntad en las urnas? A quienes creemos que sí a todo, además de lo dicho hasta aquí, nos avalaría el que las razones que se han dado para explicar tal decisión han estado siempre relacionadas con el beneficio electoral del PSOE, cosa muy poco edificante. A mí me gustaría no ser tan suspicaz, pero tal acumulación de "casualidades" me lleva, por desgracia y a pesar de vivir en una democracia del siglo XXI, a no descartar que alguien esté acariciando la posibilidad de dar un pucherazo. A fin de cuentas, a Pedro Sánchez ya no le vendría de una, recordemos aquel bochornoso e inconcebible episodio del día 1 de octubre de 2016, en el que apañó una esperpéntica y bananera votación en el comité federal del PSOE, con tres urnas escondidas detrás de un biombo, lo que le acarreó la condena y la expulsión de su partido, expulsión que inexplicablemente no se hizo a perpetuidad, con las catastróficas consecuencias para el PSOE y para España que todos conocemos. Para refrescaros la memoria, os dejo aquí el relato que por aquellas fechas hicieron La Razón y El Periódico

    Aquel nefasto día, a las puertas de la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, se congregó una tenebrosa, agresiva y sospechosa multitud de cuervos graznantes apoyando a Sánchez y hostigando a sus adversarios, una mezcolanza de sujetos desconocidos que apoyaban al hombre que con su "no es no" torpedeaba la gobernabilidad de España. Luego se supo que entre aquellos entusiastas "socialistas" se encontraba un fanático separatista llamado Quim Torra. Justamente un año después, el uno de octubre de 2017, Puigdemont declaraba la independencia de Cataluña, esa que duró ocho segundos. ¡Qué coincidencia más simbólica! La verdad es que la trayectoria política de Pedro Sánchez está ligada a multitud de sucesos y episodios que apestan a podrido y este de la fecha electoral es uno más. Esperemos que sea el último; esperemos que le salga mal esta jugada y el 23 de julio los españoles escapemos por fin de esta pesadilla: el mandato del peor presidente del Gobierno desde 1978.