I
Esta tarde me ha contado mi mujer una pequeña anécdota cotidiana, uno de esos sucesos menores de los que no se reflejan en los grandes medios informativos. Aproximadamente a las 12 de la mañana, iba viajando en el metro cuando ha aparecido en su vagón una de esas personas que cuentan en voz alta una serie de razones que las obligan a pedir limosna y luego pasan recogiendo lo que la gente quiera darles. Un episodio así no tiene nada de particular aquí en Madrid; lo que a mi mujer le ha llamado la atención era la historia con que la chica se justificaba: afirmaba ser diplomada en educación y haber estado ejerciendo como profesora interina hasta que perdió el trabajo hace un par de años. El haberse quedado sin recursos y el tener dos hijas ha sido lo que finalmente la ha empujado a "pedir una ayuda", que es el eufemismo que en el español actual usamos para referirnos a la caridad.
II
En Madrid no son pocos los que piden limosna, "ayuda", colaboración para unos enfermos reales o imaginarios, dinero para saciar el hambre o para un dudoso bocadillo y hasta para gasolina, y esto no es de ahora, sino de siempre. Lo que se observa desde que estamos en crisis es no solo que el número de personas que piden ha aumentado, sino que se han hecho patentes algunas que, por sus modos, su vestimenta o cualquier otro síntoma, denotan proceder de estratos socio-económicos que, en circuntancias normales, jamás se verían obligados a mendigar. Salió hace no mucho en la televisión un muy creíble pequeño empresario arruinado, y hoy ha tropezado casualmente mi mujer con esta exprofesora, que era también muy creíble.
Sabemos todos cuáles son las causas y los muy culpables causantes de la crisis, esos mismos que ahora la están descargando despiadadamente sobre los demás para seguir gozando de sus privilegios, y sabéis que no les concedo la menor justificación, pero, aun así, voy a decir algo que probablemente os disgustará: creo que, en parte, el que esta chica esté hoy pidiendo limosna en el metro es también culpa de los profesionales de la enseñanza. ¿Por qué? Muy sencillo: en septiembre de 2011, el gobierno madrileño asestó un brutal golpe al sector, que se tradujo en miles de despidos y unos inaceptables empeoramientos en nuestras condiciones de trabajo y la organización de los centros. A una agresión de ese calibre y a unos adversarios de la monstruosa falta de escrúpulos de Esperanza Aguirre y el PP, la única manera de replicar con garantías de éxito habría sido una respuesta también contundente, que solo podía ser una: la huelga indefinida. En lugar de ello, aduciendo un melindroso temor a los descuentos, organizamos una estrategia de paros intermitentes y manifestaciones que solo podía llegar a donde llegó: al desgaste y a la derrota. He aquí el balance final de nuestra "prudente" estrategia: recortes en el sueldo, recortes en derechos, descuentos a pesar de todo por los días de huelga inútil, empeoramiento de las condiciones de trabajo, aulas más llenas, despidos en masa y... como guinda, profesores teniendo que pedir en el metro. Son las cosas que les pasan a quienes no saben defender lo suyo. Eso sí: de vez en cuando, nos ponemos la camiseta verde o hacemos un "flashmob", que molan mucho.
III
Y, al paso que vamos, seguirá todo el país por el mismo camino. Hora es, pues, de que tomemos muy en consideración esto que voy a recomendar: si, por las traiciones del zapaterismo, en 2011 los españoles hundimos al PSOE en la miseria política por la que ahora se arrastra, en 2015 o cuando sea, al PP tenemos que demolerlo, por la sencilla razón de que este partido que más parece una banda de esquilmadores se ha lanzado a degüello a por nosotros, se ha convertido en el peor enemigo de nuestros intereses: más de un año después de llegar al gobierno, ya no le valen excusas: sus políticas económicas, lejos de levantar la economía, la están hundiendo más y su reforma laboral, lejos de frenar el paro, lo está aumentando, y a todo ello se une una destrucción de servicios públicos, de derechos y de garantías que no deja lugar a dudas acerca de una cosa: este partido no solo se propone explotarnos, sino que se propone además esclavizarnos. Y, mientras tanto, con el más grosero de los desparpajos, sus líderes responden con desafíos o falsedades insultantes, como ese supuesto propósito de luchar contra la corrupción que pregonan, al mismo tiempo que por otro lado los vemos hundidos hasta la coronilla en asuntos como el de Bárcenas, Gürtel o Noos. Repugna ver junto a esto a Ana Mato empecinándose en no dimitir, al propio Bárcenas haciendo cortes de mangas, a Alonso, González Pons o Floriano diciendo sandez tras sandez y, ya en el paroxismo, a Arenas argumentando que aquí lo que hay es una conspiración contra su impecable partido... como en el 11-M: ¿ha perdido esta gente ya hasta el respeto a las tragedias? Es necesario que, en las próximas elecciones, hundamos al PP en el olvido, así como recuperar todo lo que nos ha ido quitando y lo que nos pueda quitar de aquí a entonces. Cuatro años más de PP gobernando en beneficio de sí mismos y de los magnates que han dictado sus políticas pueden acabar con todos pidiendo en el metro.