Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

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viernes, 29 de abril de 2022

Montserrat Gomendio y las políticas maleducadas

     Con algún retraso, he leído un artículo titulado Políticas maleducadas que publicó Montserrat Gomendio el pasado 23 de abril, auténtica palinodia que representa una clamorosa caída del caballo -o un clamoroso apearse de la burra, lo que prefiráis- por parte de la que en su día fuera todopoderosa secretaria de Estado de Educación con el PP, defensora de la educación competencial y fustigadora del, según ella -entonces, ahora parece que piensa todo lo contrario-, perniciosísimo y anticuadísimo aprendizaje memorístico. En la raíz del artículo de doña Montserrat domina algo que comparto con ella al cien por cien, aunque me temo que por razones diferentes: un fulminante rechazo de la LOMLOE, el arma homicida con que el Gobierno de Sánchez va a culminar el asesinato de la enseñanza que en España los políticos (en especial, del PSOE) llevan treinta años cocinando a fuego lento, pero su esencia es una defensa cerrada del aprendizaje competencial, que, a su juicio, en la ley actual se malentiende y se traiciona. La razón de esto es que intenta exculparse porque ella fue en su día una feroz defensora de ese enfoque, lo que la arrastró a una no menos feroz condena de la memoria. Recuerdo lo que decía allá por 2014 (tiene apartado propio en el artículo dedicado a las fantasías de los expertos educativos), leo lo que dice ahora y no salgo de mi asombro, mirad:

    En un enfoque tradicional llevado al extremo, asignaturas como Historia o Geografía se aprenden como listados de nombres, lugares o fechas que se memorizan. Pero estos enfoques han mejorado a medida que la información se ha contextualizado, de forma que se explican mejor las causas y consecuencias de los fenómenos. La reforma educativa utiliza la falacia del hombre de paja para exagerar la supuesta exclusividad e inutilidad del enfoque memorístico y de esta forma facilitar la crítica a una realidad inexistente. Una trampa facilona que conduce a una conclusión equivocada: el conocimiento es prescindible y la memorización inútil. Como veremos, la memorización del conocimiento es fundamental.

    Esta no es mi Monse, que me la han "cambiao". Bajo el eufemismo ese del "enfoque tradicional llevado al extremo" con que comienza, se oculta el chistecito fácil de la lista de los reyes godos (¡ay "las trampas facilonas", doña Montserrat, debió usted verlo en su momento!), esa zafiedad superficial con que el pedagogismo se despacha de un plumazo a la memoria, haciendo gala de su inconsistencia. Quizás, no obstante, la señora Gomendio pueda engañarse a sí misma, pero que tenga por seguro que a los demás no nos va a engañar: todo eso que critica en estas líneas lo hizo ella cuando estuvo en el cargo, podéis mirar los artículos que hay sobre su gestión en mi blog, muy especialmente, ¿Cultura o competencias? y Montserrat Gomendio, Pisa y la memoria. Con este último me está pasando una cosa muy curiosa: incluí en él un enlace a un artículo en el que ella se despachaba sobre estos asuntos; pues bien: llevo toda la mañana pulsándolo y no me lleva a ese artículo: ¿estará la señora Gomendio borrando de internet las huellas de un pasado indeseable? Y otra cosa en la que no va a engañarnos es esta: por mucho que ella lo razone en su artículo, el aprendizaje competencial es una estafa, no existe uno bueno y otro malo, como pretende hacernos creer: las competencias educativas no son el colesterol.

    Montserrat Gomendio es una persona de una sólida formación intelectual. Su currículum lo adornan títulos universitarios, publicaciones e investigaciones científicas. Ante un perfil así, a todos nos asombró que, cuando ejerció tareas políticas en el Ministerio de Educación, vendiera su alma al diablo de los disparates pedagogistas, pero lo cierto es que lo hizo, ahí están las hemerotecas, y, si alguien las quema un día, siempre os quedará el guachimán. Ese cambio de chaqueta fue un misterio incomprensible del que este artículo sobre las política maleducadas es un arrepentimiento implícito. Quien vende su alma al diablo siempre pierde; cuando la señora Gomendio se dejó embaucar por el brillo de hojalata de las competencias y tal y menospreció la memoria, abjuró de los principios de esfuerzo y estudio que sin duda han presidido siempre su trayectoria científica, y además, le hizo el juego al diablo, es decir, al pedagogismo barato que destruye la educación con engaños como las competencias, lo emocional, la felicidad y la condena de la lista de los reyes godos, principios que imperan en la vigente y catastrófica LOMLOE, entre cuyos males, como señala la propia exsecretaria de Estado, aparece también una nada imaginaria amenaza de adoctrinamiento ideológico. Supongo que ahora, al pensar que con sus alegrías procompetenciales y antimemorísticas ha podido ser un instrumento de la llegada de este desastre, debe de sentirse muy mal, y la publicación de este artículo del que hablo es una muestra de ello.  

lunes, 18 de abril de 2022

Donde la alcaldesa de Gijón dijo "hombres", ponga usted "negros", "homosexuales", "feministas"...

     Hace algo menos de un año, me ocupé de la alcaldesa de Gijón en un artículo que titulé Feminista, Nigeriano y su encendida defensora, en el cual analicé una tremenda cacicada que cometió esta señora en uso y abuso de unas atribuciones públicas que está claro que ni respeta ni merece, pues las aprovecha para dar rienda suelta sus fobias personales. En aquella ocasión, le arreó un desproporcionado derrote al mundo de la tauromaquia con la excusa de los desafortunados nombres que algún genio les había puesto a dos toros, pero, como aprovechó para dejarnos alguna pildorilla de su feminismo atrabiliario, aproveché yo también para contextualizar sus despropósitos entre otros de cuño feminista o supuestamente antirracista que por aquellas fechas habían tenido lugar. Dejando aparte que la cosa iba de festejos taurinos, diré que la sensación que tuve entonces fue la de que doña Ana González profesaba también un considerable odio hacia los hombres y esta sensación ha quedado plenamente confirmada con la tremenda coz maldisimulada en una torpe ironía que nos ha arreado a todos en estas ya famosas declaraciones:



    Solo con un enorme cinismo podría negarse: esta lamentable actuación rezuma un odio visceral hacia los hombres, que se basará en vaya usted a saber qué resentimientos. Es realmente patético: quiere hacerse la graciosa y resulta penosa, hasta tal punto que, cuando intenta buscar apoyo en las restantes tertulianas, estas vuelven la cara, supongo que por vergüenza ajena, fijaos bien, porque, aunque el corte es abrupto, da tiempo a verlo.

    Pero sucede que la cosa no es ninguna broma, porque la desafortunada patanería se ha producido en público y ante un medio de gran difusión, así que me parece que tal ultraje a millones de seres humanos (piense lo que piense la señora González en su demostrada profundidad intelectual) debería tener una sanción por la vía de los tribunales. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo? Entonces, le invito a repetir el discursito de la alcaldesa de Gijón poniendo, en lugar de "hombres", palabras como "negros", "homosexuales", "feministas", "mujeres", "transexuales"..., a ver cómo lo ve entonces. Me la imagino a ella misma oyendo a un hombre decir esas cosas sobre las mujeres y se me ponen los pelos de punta. 

    Ser listísima, alcaldesa, mujer, feminista, de izquierdas y las cosas que quiera ser doña Ana González no le da a nadie derecho a ultrajar en público a sus semejantes, y menos, en unos tiempos como los actuales, en los que los ofendiditos son ya legión, una legión en la que me temo además que ella debe de figurar con medallones de Generalísima. Para más inri, esta señora es profesora y ostenta un cargo público de alta categoría, condiciones ambas que la obligaban a ser ejemplar. Supongo que hasta ella misma, a la vista de su actuación, tendrá que entender que ha sido todo lo contrario.


miércoles, 6 de abril de 2022

Evaluación en la LOMLOE: una sutil pero significativa vuelta de tuerca más un disparate de bulto

    A menudo, pequeños detalles que a efectos materiales o prácticos tienen un alcance escaso o nulo, a la hora de retratar a una persona, de explicar un acto o de desenmascarar una intención, aportan claves de extraordinario valor, esclarecedoras, definitivas, que multiplican por mucho su peso particular. Analizando las normas que han salido últimamente para implantar ese disparate llamado LOMLOE, he encontrado un sensacional ejemplo de esto de que hablo.  
    En noviembre de 2021, se publicó en el BOE el Real Decreto 984/2021, el cual regulaba los elementos principales de la evaluación, la promoción y la titulación en Primaria, ESO y Bachillerato. Su artículo 16 concretaba lo referente al título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Esto es lo que establecía en su punto número 2:
    Las decisiones sobre la obtención del título serán adoptadas de forma colegiada por el profesorado del alumno o la alumna.
    Esta norma ha tenido una existencia efímera, ya que el pasado 30 de marzo se derogó en una disposición del RD 217/2022, de 29 de marzo. La razón es que este decreto, que regula la ordenación y las enseñanzas mínimas de la ESO, es más amplio y se ocupa entre otras cosas de lo establecido en el derogado (es de suponer que lo correspondiente al Bachillerato saldrá dentro de poco), por lo que lo hace innecesario. En lo esencial, lo dispuesto en la norma de noviembre de 2021 permanece igual, pero la que la anula presenta algunas diferencias y una de ellas afecta, precisamente, a la graduación en ESO. La norma de marzo de 2022 la regula de forma definitiva en el artículo 17, muy parecido al 16 del decreto de 2021 ya derogado, salvo en su punto número 2, que ahora dice esto:
    Las decisiones sobre la obtención del título serán adoptadas de forma colegiada por el profesorado del alumno o la alumna. Las administraciones educativas podrán establecer criterios para orientar la toma de decisiones de los equipos docentes con relación al grado de adquisición de las competencias clave establecidas en el Perfil de salida y en cuanto al logro de los objetivos de la etapa, siempre que dichos criterios no impliquen la fijación del número ni la tipología de las materias no superadas.
    No sé cómo lo veréis vosotros, pero a mí la diferencia que resalto en negrita me parece un detalle colosal y que aporta un matiz terriblemente significativo del espíritu de la LOMLOE y de las intenciones de sus responsables, que deja bien retratadas. Desde la etapa de los primeros borradores en materia de evaluación, quedó bastante claro que el objetivo de la LOMLOE era ese santo grial que los socialistas llevan persiguiendo desde que hace 30 años impusieron su LOGSE: el cien por cien de aprobados en ESO. Recrudeciendo el torpe abaratamiento del título implantado en el sistema logsiano (esa espeluznante muestra de fracaso de una propuesta y de obstinado mantenimiento durante décadas), ahora se ha impuesto ya por ley eso de que la concesión del título dependerá de una vaporosa decisión colegiada de la junta, el último grito en autoengaño pedagogista, sometiendo a la irrelevancia a las calificaciones de las asignaturas, pues el número de suspensos ya no contará para determinar si el título se concede o se niega. Y ahí es donde veo la importancia de esa frase que señalo: la fobia de los legisladores contra las notas es tal que una de las pocas precisiones de última hora que han hecho ha sido para dejar clarito y negro sobre blanco que el número y la importancia de las asignaturas suspensas no será ya de ningún modo criterio para la concesión del título en ESO. Nuestra actual legislación educativa no solo permite obtener el graduado en ESO con 4, 5 o 7 suspensos, sino que blinda explícitamente ese "derecho".
    Esto me lleva a una reflexión que ya no es la primera vez que manifiesto: el número de suspensos era un criterio muy razonable, justo y coherente para establecer si un alumno merecía o no el graduado en ESO, que es un título educativo, por mucho que los actuales mandarines de la enseñanza lo quieran travestir en un esperpéntico certificado de madurez, felicidad y ortodoxia emocional, o cosa parecida. Esto, aparte de llevar aparejada la demolición de la enseñanza, ¿cómo se medirá? ¿Con arreglo a qué se dará el título a los alumnos cuando la junta valore a esos que tienen suspensos, desde uno hasta doce? Porque los suspensos todavía no se han atrevido a quitarlos de ahí. Aparte de las virtudes ya mencionadas, las calificaciones por asignaturas tenían la nada despreciable ventaja de ser un criterio muy objetivo, concreto, definido y definible, pero esa decisión colegiada la preveo muy problemática, ya que es de suponer que se deberá tomar en función de lo que, a lo largo de la ESO, habrá servido para decidir la promoción en cada curso, es decir, aquello del grado de consecución de los objetivos, el beneficio de la evolución académica y cosas así (véase el artículo 16 de la norma recién  aprobada). 
    Aquí es donde entramos en el disparate de bulto. Esto son cosas muy inconcretas, sujetas incluso a la especulación más que al dato demostrable, o a la apreciación subjetiva, sin asidero fiable: ¿con estos fundamentos se va a conceder el título de graduado en ESO? ¡Qué tremenda irresponsabilidad! Son unas bases tan poco sólidas que hasta la propia ley lo ha reconocido implícitamente cuando se cura en salud diciendo que "las administraciones educativas podrán establecer criterios para orientar la toma de decisiones de los equipos docentes", etc. etc., pero sin recurrir a las notas de las asignaturas, claro, o sea: añadir un disparate a otro para taparlo, por no hablar de que esto puede ser el germen de que en las autonomías, como a menudo sucede, se dicten los criterios que a cada cual le parezca, lo que acarreará un gravísimo laberinto de desigualdad entre los alumnos que se gradúen en ESO en España.
    El artículo 17 del RD 217/2022, sobre el que recae nada menos que la concesión del título de graduado en ESO, es catastrófico, porque resulta una especie de mar sin orillas ni referentes fiables. Deja a los profesores sin asideros sólidos ni respaldos objetivos y objetivables para tomar una decisión de tan grave responsabilidad. Y lo peor es que los autores de este desaguisado llamado LOMLOE lo han hecho con toda la mala intención, pues, conocedores de que la mayor resistencia a esa aberración suya de que el título se dé tanto al que lo merece como al que no la ejercen los profesores que no están dispuestos a firmar aprobados injustos, han urdido este sometimiento de la concesión del título a un  debate de pautas vacías, en el que tan expertos son sus cómplices, avezados manipuladores y especialistas en el chantaje moral y el manejo del miedo (a los padres, a las reclamaciones, a la inspección...), con la expectativa de que se adueñen de las juntas y acaben conduciéndolas a la rendición fulgurante (por hipocresía o dejadez) o  retardada (tras agotadoras discusiones y por cansancio o temor). Lo que haya de suceder lo veremos con el tiempo, pero he sido testigo del devenir del sistema logsiano desde su implantación y he visto cómo fracasaban uno detrás de otro todos esos chanchullos empobrecedores que han maquinado sus partidarios -siempre, eso sí, con los mismos perdedores colaterales: la enseñanza y los alumnos-, así que puedo permitirme el lujo de lanzar una advertencia: que no se hagan la señora Alegría y los suyos muchas ilusiones, porque esta LOMLOE envía ya señales de que acabará en un fracaso más catastrófico y lamentable que todo lo que la ha antecedido. Lo pagaremos todos, como siempre.