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-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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miércoles, 6 de abril de 2022

Evaluación en la LOMLOE: una sutil pero significativa vuelta de tuerca más un disparate de bulto

    A menudo, pequeños detalles que a efectos materiales o prácticos tienen un alcance escaso o nulo, a la hora de retratar a una persona, de explicar un acto o de desenmascarar una intención, aportan claves de extraordinario valor, esclarecedoras, definitivas, que multiplican por mucho su peso particular. Analizando las normas que han salido últimamente para implantar ese disparate llamado LOMLOE, he encontrado un sensacional ejemplo de esto de que hablo.  
    En noviembre de 2021, se publicó en el BOE el Real Decreto 984/2021, el cual regulaba los elementos principales de la evaluación, la promoción y la titulación en Primaria, ESO y Bachillerato. Su artículo 16 concretaba lo referente al título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Esto es lo que establecía en su punto número 2:
    Las decisiones sobre la obtención del título serán adoptadas de forma colegiada por el profesorado del alumno o la alumna.
    Esta norma ha tenido una existencia efímera, ya que el pasado 30 de marzo se derogó en una disposición del RD 217/2022, de 29 de marzo. La razón es que este decreto, que regula la ordenación y las enseñanzas mínimas de la ESO, es más amplio y se ocupa entre otras cosas de lo establecido en el derogado (es de suponer que lo correspondiente al Bachillerato saldrá dentro de poco), por lo que lo hace innecesario. En lo esencial, lo dispuesto en la norma de noviembre de 2021 permanece igual, pero la que la anula presenta algunas diferencias y una de ellas afecta, precisamente, a la graduación en ESO. La norma de marzo de 2022 la regula de forma definitiva en el artículo 17, muy parecido al 16 del decreto de 2021 ya derogado, salvo en su punto número 2, que ahora dice esto:
    Las decisiones sobre la obtención del título serán adoptadas de forma colegiada por el profesorado del alumno o la alumna. Las administraciones educativas podrán establecer criterios para orientar la toma de decisiones de los equipos docentes con relación al grado de adquisición de las competencias clave establecidas en el Perfil de salida y en cuanto al logro de los objetivos de la etapa, siempre que dichos criterios no impliquen la fijación del número ni la tipología de las materias no superadas.
    No sé cómo lo veréis vosotros, pero a mí la diferencia que resalto en negrita me parece un detalle colosal y que aporta un matiz terriblemente significativo del espíritu de la LOMLOE y de las intenciones de sus responsables, que deja bien retratadas. Desde la etapa de los primeros borradores en materia de evaluación, quedó bastante claro que el objetivo de la LOMLOE era ese santo grial que los socialistas llevan persiguiendo desde que hace 30 años impusieron su LOGSE: el cien por cien de aprobados en ESO. Recrudeciendo el torpe abaratamiento del título implantado en el sistema logsiano (esa espeluznante muestra de fracaso de una propuesta y de obstinado mantenimiento durante décadas), ahora se ha impuesto ya por ley eso de que la concesión del título dependerá de una vaporosa decisión colegiada de la junta, el último grito en autoengaño pedagogista, sometiendo a la irrelevancia a las calificaciones de las asignaturas, pues el número de suspensos ya no contará para determinar si el título se concede o se niega. Y ahí es donde veo la importancia de esa frase que señalo: la fobia de los legisladores contra las notas es tal que una de las pocas precisiones de última hora que han hecho ha sido para dejar clarito y negro sobre blanco que el número y la importancia de las asignaturas suspensas no será ya de ningún modo criterio para la concesión del título en ESO. Nuestra actual legislación educativa no solo permite obtener el graduado en ESO con 4, 5 o 7 suspensos, sino que blinda explícitamente ese "derecho".
    Esto me lleva a una reflexión que ya no es la primera vez que manifiesto: el número de suspensos era un criterio muy razonable, justo y coherente para establecer si un alumno merecía o no el graduado en ESO, que es un título educativo, por mucho que los actuales mandarines de la enseñanza lo quieran travestir en un esperpéntico certificado de madurez, felicidad y ortodoxia emocional, o cosa parecida. Esto, aparte de llevar aparejada la demolición de la enseñanza, ¿cómo se medirá? ¿Con arreglo a qué se dará el título a los alumnos cuando la junta valore a esos que tienen suspensos, desde uno hasta doce? Porque los suspensos todavía no se han atrevido a quitarlos de ahí. Aparte de las virtudes ya mencionadas, las calificaciones por asignaturas tenían la nada despreciable ventaja de ser un criterio muy objetivo, concreto, definido y definible, pero esa decisión colegiada la preveo muy problemática, ya que es de suponer que se deberá tomar en función de lo que, a lo largo de la ESO, habrá servido para decidir la promoción en cada curso, es decir, aquello del grado de consecución de los objetivos, el beneficio de la evolución académica y cosas así (véase el artículo 16 de la norma recién  aprobada). 
    Aquí es donde entramos en el disparate de bulto. Esto son cosas muy inconcretas, sujetas incluso a la especulación más que al dato demostrable, o a la apreciación subjetiva, sin asidero fiable: ¿con estos fundamentos se va a conceder el título de graduado en ESO? ¡Qué tremenda irresponsabilidad! Son unas bases tan poco sólidas que hasta la propia ley lo ha reconocido implícitamente cuando se cura en salud diciendo que "las administraciones educativas podrán establecer criterios para orientar la toma de decisiones de los equipos docentes", etc. etc., pero sin recurrir a las notas de las asignaturas, claro, o sea: añadir un disparate a otro para taparlo, por no hablar de que esto puede ser el germen de que en las autonomías, como a menudo sucede, se dicten los criterios que a cada cual le parezca, lo que acarreará un gravísimo laberinto de desigualdad entre los alumnos que se gradúen en ESO en España.
    El artículo 17 del RD 217/2022, sobre el que recae nada menos que la concesión del título de graduado en ESO, es catastrófico, porque resulta una especie de mar sin orillas ni referentes fiables. Deja a los profesores sin asideros sólidos ni respaldos objetivos y objetivables para tomar una decisión de tan grave responsabilidad. Y lo peor es que los autores de este desaguisado llamado LOMLOE lo han hecho con toda la mala intención, pues, conocedores de que la mayor resistencia a esa aberración suya de que el título se dé tanto al que lo merece como al que no la ejercen los profesores que no están dispuestos a firmar aprobados injustos, han urdido este sometimiento de la concesión del título a un  debate de pautas vacías, en el que tan expertos son sus cómplices, avezados manipuladores y especialistas en el chantaje moral y el manejo del miedo (a los padres, a las reclamaciones, a la inspección...), con la expectativa de que se adueñen de las juntas y acaben conduciéndolas a la rendición fulgurante (por hipocresía o dejadez) o  retardada (tras agotadoras discusiones y por cansancio o temor). Lo que haya de suceder lo veremos con el tiempo, pero he sido testigo del devenir del sistema logsiano desde su implantación y he visto cómo fracasaban uno detrás de otro todos esos chanchullos empobrecedores que han maquinado sus partidarios -siempre, eso sí, con los mismos perdedores colaterales: la enseñanza y los alumnos-, así que puedo permitirme el lujo de lanzar una advertencia: que no se hagan la señora Alegría y los suyos muchas ilusiones, porque esta LOMLOE envía ya señales de que acabará en un fracaso más catastrófico y lamentable que todo lo que la ha antecedido. Lo pagaremos todos, como siempre.  

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