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viernes, 29 de abril de 2022

Montserrat Gomendio y las políticas maleducadas

     Con algún retraso, he leído un artículo titulado Políticas maleducadas que publicó Montserrat Gomendio el pasado 23 de abril, auténtica palinodia que representa una clamorosa caída del caballo -o un clamoroso apearse de la burra, lo que prefiráis- por parte de la que en su día fuera todopoderosa secretaria de Estado de Educación con el PP, defensora de la educación competencial y fustigadora del, según ella -entonces, ahora parece que piensa todo lo contrario-, perniciosísimo y anticuadísimo aprendizaje memorístico. En la raíz del artículo de doña Montserrat domina algo que comparto con ella al cien por cien, aunque me temo que por razones diferentes: un fulminante rechazo de la LOMLOE, el arma homicida con que el Gobierno de Sánchez va a culminar el asesinato de la enseñanza que en España los políticos (en especial, del PSOE) llevan treinta años cocinando a fuego lento, pero su esencia es una defensa cerrada del aprendizaje competencial, que, a su juicio, en la ley actual se malentiende y se traiciona. La razón de esto es que intenta exculparse porque ella fue en su día una feroz defensora de ese enfoque, lo que la arrastró a una no menos feroz condena de la memoria. Recuerdo lo que decía allá por 2014 (tiene apartado propio en el artículo dedicado a las fantasías de los expertos educativos), leo lo que dice ahora y no salgo de mi asombro, mirad:

    En un enfoque tradicional llevado al extremo, asignaturas como Historia o Geografía se aprenden como listados de nombres, lugares o fechas que se memorizan. Pero estos enfoques han mejorado a medida que la información se ha contextualizado, de forma que se explican mejor las causas y consecuencias de los fenómenos. La reforma educativa utiliza la falacia del hombre de paja para exagerar la supuesta exclusividad e inutilidad del enfoque memorístico y de esta forma facilitar la crítica a una realidad inexistente. Una trampa facilona que conduce a una conclusión equivocada: el conocimiento es prescindible y la memorización inútil. Como veremos, la memorización del conocimiento es fundamental.

    Esta no es mi Monse, que me la han "cambiao". Bajo el eufemismo ese del "enfoque tradicional llevado al extremo" con que comienza, se oculta el chistecito fácil de la lista de los reyes godos (¡ay "las trampas facilonas", doña Montserrat, debió usted verlo en su momento!), esa zafiedad superficial con que el pedagogismo se despacha de un plumazo a la memoria, haciendo gala de su inconsistencia. Quizás, no obstante, la señora Gomendio pueda engañarse a sí misma, pero que tenga por seguro que a los demás no nos va a engañar: todo eso que critica en estas líneas lo hizo ella cuando estuvo en el cargo, podéis mirar los artículos que hay sobre su gestión en mi blog, muy especialmente, ¿Cultura o competencias? y Montserrat Gomendio, Pisa y la memoria. Con este último me está pasando una cosa muy curiosa: incluí en él un enlace a un artículo en el que ella se despachaba sobre estos asuntos; pues bien: llevo toda la mañana pulsándolo y no me lleva a ese artículo: ¿estará la señora Gomendio borrando de internet las huellas de un pasado indeseable? Y otra cosa en la que no va a engañarnos es esta: por mucho que ella lo razone en su artículo, el aprendizaje competencial es una estafa, no existe uno bueno y otro malo, como pretende hacernos creer: las competencias educativas no son el colesterol.

    Montserrat Gomendio es una persona de una sólida formación intelectual. Su currículum lo adornan títulos universitarios, publicaciones e investigaciones científicas. Ante un perfil así, a todos nos asombró que, cuando ejerció tareas políticas en el Ministerio de Educación, vendiera su alma al diablo de los disparates pedagogistas, pero lo cierto es que lo hizo, ahí están las hemerotecas, y, si alguien las quema un día, siempre os quedará el guachimán. Ese cambio de chaqueta fue un misterio incomprensible del que este artículo sobre las política maleducadas es un arrepentimiento implícito. Quien vende su alma al diablo siempre pierde; cuando la señora Gomendio se dejó embaucar por el brillo de hojalata de las competencias y tal y menospreció la memoria, abjuró de los principios de esfuerzo y estudio que sin duda han presidido siempre su trayectoria científica, y además, le hizo el juego al diablo, es decir, al pedagogismo barato que destruye la educación con engaños como las competencias, lo emocional, la felicidad y la condena de la lista de los reyes godos, principios que imperan en la vigente y catastrófica LOMLOE, entre cuyos males, como señala la propia exsecretaria de Estado, aparece también una nada imaginaria amenaza de adoctrinamiento ideológico. Supongo que ahora, al pensar que con sus alegrías procompetenciales y antimemorísticas ha podido ser un instrumento de la llegada de este desastre, debe de sentirse muy mal, y la publicación de este artículo del que hablo es una muestra de ello.  

6 comentarios:

  1. Demasiado la ponderas. Su sólida formación es científica, no intelectual. Y no ha cambiado tanto, si no, no haría esos juegos malabares de las competencias buenas y malas. Sigue en sus trece, después de lo que hizo: probablemente ni lo sepa.

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    1. Bueno, José Manuel, el intelecto y la ciencia hacen buenas migas y, en todo caso, es una persona que demuestra una alta capacitación en la esfera del conocimiento y una respetable cualificación formativa. Compárala con lo que corre ahora por ahí y hay para ponerla en un pedestal. Lo de que sigue en sus trece me hace pensar que has leído completo el artículo que publica en "El Mundo", dedicado casi por entero a defender las excelencias de la metodología competencial, pero, aun así, si recuerdas las andanadas que dedicaba a la memoria cuando estaba en su época dulce con PISA y Ángel Gurría, lo de ahora tiene bastante de rectificación.

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    2. Hacen buenas migas, y de hecho era habitual que ambos campos congeniaran en una misma persona, pero eso pasó a la historia. Yo me centro en lo que hizo, vendernos por un plato de lentejas, introduciendo un currículo competencial mediocre que ha derivado en las mayores caídas de rendimiento (que no era nada del otro mundo) de los últimos 20 años en las comunidades con una mejor tradición de resultados. Era de esperar que alguien con "alta capacitación en la esfera del conocimiento", que lo es, hubiera tenido más respeto por los conocimientos que necesita una sociedad.
      Desde hace unos años, ha vuelto en parte al sentido común, y ha liderado publicaciones donde ha agrupado a defensores de nuestro sistema, pero en ninguno de sus textos he encontrado una ligera rectificación expresa de lo que hizo, sino que lo defiende, como si hubiera hecho lo mismo que Nuno Crato en Portugal, por ejemplo.

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    3. Lo del currículo competencial lamentable lo suscribo al cien por cien y está claro que ella debe de estar muy convencida de sus bondades, por dos razones: 1ª: a pesar de la cruda bofetada que le está dando la realidad y de su vuelta al redil del conocimiento y el esfuerzo, está claro, por este artículo, que sigue creyendo en las competencias como marco del sistema de evaluación; 2ª: de hecho, si ella cogió las riendas de la implantación de la LOMCE, fue precisamente por esa fe en un principio tan del gusto de los innovadores. Esto es una suposición mía, así que la voy a explicar. Con Wert decidiendo lo que se iba a hacer y explicándolo, el progresismo educativo se sintió atacado y reaccionó con virulencia, porque las cosas que decía este señor (valoración del esfuerzo, REVÁLIDAS, implantación de una selectividad que seleccionase de verdad, menos universitarios con títulos inútiles y más FP...) les parecieron muy peligrosas para los fundamentos de su sacrosanto sistema educativo. ¿Qué hizo el PP ante la dureza de la campaña contra Wert, que recordarás? Lo de siempre: cagarse, porque le horrorizaba eso de tener a un ministro acusado de segregador, facha y el repertorio habitual, y entonces levantó el pie del acelerador, mediante la fórmula de esconder a Wert y sacar a la luz a un personaje con un discurso más afín al del progresismo, y ahí apareció la señora Gomendio con sus competencias y su Gurría y empezaron a entibiarse apuestas tan valientes (para la situación en que se halla nuestra educación) y tan esperanzadoras como la de las reválidas. A mí de Gomendio me importa más lo que hizo que si rectifica o deja de rectificar, pero me parece significativo e importante que, aunque sea a medias y con sordina, tenga que reconocer que metió la pata. Y repito algo que dije en el artículo y es muy importante: con sus actitudes, le hizo un inestimable servicio a la perpetuación de los desastres logsianos.

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    4. Es que una cosa es estar en la oposición y criticar y otra, gobernar. No sé cómo Gomendio pudo caer en esa absurda falacia de disociar competencia y conocimiento. Muy típica de la pedagogía, que está creando continuas dicotomías absurdas para vendernos sus mercancías. Supongo que alguien de su equipo la convenció de esa absurda elección. El caso de la Gomendio debe llevar a la reflexión, porque si vuelve a haber una alternancia de gobierno y se deroga la LOMLOE, lo cual sería de cajón porque es una ley infumable, hay que hilar un poco más fino. Y sobre todo hay muchos verdaderos especialistas en educación a los que consultar en lugar de encerrarse con su gabinete y pensar que está en una torre de marfil cuando en realidad esos gabinetes, como les pasa a todos los presidentes en su etapa final, que sufren el "síndrome de la Moncloa", caracterizado por un alejamiento de la realidad.

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    5. Creo, en efecto, que una de las grandes carencias de España es una ley educativa sólida, razonable y de gran consenso (y aclaro que consenso no significa aceptación de disparates para ganarse a grupillos, como podría ocurrir con los nacionalistas). No obstante, lo veo muy difícil, porque, si te fijas bien, el sometimiento a delirios absurdos y pedagógicos los partidos lo han ejercido cuando han estado fuertes, no en etapas finales: LOGSE, LOE, LOMCE, LOMLOE. En el caso de esta última, hay que tener en cuenta que a Sánchez le basta con tener el bastón de mando para sentirse fuerte y con derecho al abuso y el disparate.

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