Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

Tenéis información de los precios aquí:

martes, 28 de abril de 2020

Yo no aplaudo

   Así es, queridos amigos, lo digo abiertamente: cuando llegan las ocho de la tarde, yo no aplaudo. Pues muy bien, diréis algunos, yo sí lo hago, con lo que quedará constatado que cada cual, dentro de los límites del respeto a la convivencia, puede hacer lo que le dé la gana. Comparto el reconocimiento a la labor de los sanitarios que con ese aplauso quieren expresar muchos españoles, a su sacrificio y a su esfuerzo, y hasta me pareció una buena idea ese gigantesco símbolo que representó toda una nación unida en un aplauso, pero creo que tuvo sentido el primer día, o, a lo sumo, los tres o cuatro primeros. Una vez el mensaje quedó con ello expresado, no le veo ninguna lógica a la exagerada reiteración en que hemos caído: llevamos casi cincuenta días aplaudiendo a los sanitarios: ¿qué objeto tiene seguir? ¿Cómo se sentiría un futbolista que hubiese marcado un gran gol y, cincuenta días después, la gente le siguiera aplaudiendo por la calle? ¿No tendría razones para estar harto? ¿No es posible que haya ya algunos o quizás muchos sanitarios que se sientan igual?  De hecho, ya he oído a más de uno pronunciarse en el sentido de que preferiría más mascarillas y menos aplausos, y los que lo han hecho, naturalmente, no lanzaban el dardo contra los bienintencionados ciudadanos, sino contra ese Gobierno que ha fallado en el suministro de adecuados equipos de protección pero fomenta desde sus televisiones (yo lo he visto más de una vez) el aplauso de las ocho. Aceptaré que me llaméis suspicaz, pero me temo que esas convocatorias televisivas hechas como quien no quiere la cosa son en realidad muy  intencionadas, pues soy de los que piensan que el Gobierno está utilizando esto de los aplausos y otras pintorescas maneras de elevar la moral pública como uno más de sus procedimientos para tapar los errores imperdonables que ha cometido (los perdonables no necesita taparlos, porque está claro que los ciudadanos se los perdonamos, del mismo modo que reconocemos los aciertos que ha tenido). 
     Por otra parte, en mi época nos educaron contra el exceso en el aplauso: se consideraba vanidad el perseguirlo y adulación el aplaudir de más, y creo que en esto segundo en la actual crisis nos estamos pasando, lo digo no solo por cosas como la antes mencionada cincuentena de días, sino por otras como el bochornoso espectáculo que pudimos contemplar cuando el general Santiago fue aplaudido por el resto de los portavoces después de dar ciertas explicaciones en una rueda de prensa. Me pareció una trivialización, no era ocasión ni personaje para un aplausito, y es que otra de las cosas que constato con esto de los aplausos es eso: se está frivolizando. Por donde yo vivo, entre las ocho y las ocho y diez, el momento del aplauso se compone de: el aplauso multitudinario en sí, una caravana de vehículos de servicio público con las sirenas en marcha y la reproducción a volumen atronador de alguna canción festiva puesta por no sé quién, hace un par de días tocó "Ojalá que llueva café". Haga y crea cada cual lo que quiera, pero yo tengo razones para pensar que estamos convirtiendo esto en una feria, y está claro que no lo es. 
    Y por esto mismo, yo no acabo de entender que los informativos dediquen un tiempo de quince o veinte minutos a noticias "graciosas" o simpáticas, o a la explotación de lo entrañable. Entiéndase: me alegro como el que más de que a un enfermo de coronavirus se le dé de alta y hasta comprendo que se emita de vez en cuando una noticia sobre alguno por cualquier razón especial, pero ni me parecen hechos noticiables la mayor parte de las escenas graciosas o "entrañables" que se emiten en esos lapsos ni me explico que se les dedique tanto tiempo. Este artículo parte de mi inquietud hacia el trato que los medios de comunicación están dando a la ciudadanía; parece que de alguna parte ha surgido la convicción de que estamos aterrados y traumatizados y de que por eso ellos están obligados a tranquilizarnos pintando una realidad alegre. Yo en cambio veo que no se nos está tratando como a adultos, sino como a idiotas infantilizados que no van a ser capaces de hacer frente a una realidad dura. Agradecería que no fuese así, Gobierno y medios deberían respetarnos más. Por otra parte, nuestra realidad actual es muy problemática y a lo mejor el tiempo que se dedica a este tipo de "noticias" se está restando a otras informaciones que podrían interesarnos más.
    Y, como no acepto que nos infantilicen, yo no veo bien que en las ruedas de prensa gubernamentales insistan tanto en decirnos a los españoles lo bien que nos estamos portando, vicio en el que es particularmente contumaz Salvador Illa, ministro de Sanidad. No somos niños ni bobos como el Patán aquel de Los autos locos, que se pasaba la vida reclamando medallas, por no hablar de lo que he dicho antes sobre la indeseable relación entre el exceso de aplauso y la adulación. 
     Ni que decir tiene, además, que yo no creo que esto sea una guerra. Resulta curioso que, desde el Gobierno y los medios que por un lado nos proponen risas y aplausos, por otro se nos maree tanto con esto de la guerra, a veces parece que nos quieren volver locos. Lo que estamos pasando es una emergencia sanitaria, no una guerra: ni es acertado magnificarla con hipérboles, porque es de por sí lo suficientemente grave, ni es justo con quienes han sufrido las tremendas catástrofes que son las guerras el utilizarlas para hacer retórica por sabe Dios qué razones. Piense usted en Siria, piense usted en nuestra guerra civil, piense en el horror, las bombas, las víctimas sin número, la violencia, las ciudades reducidas a escombros, la ruina, el hambre, la crueldad... Entenderá entonces que, en efecto, estamos muy mal, pero hay cosas mucho peores, una de ellas, la guerra. 
    Por último, yo no me río con Diarios de la cuarentena. Esto creo que no necesita explicación.
     

domingo, 19 de abril de 2020

Educación y coronavirus: siete breves conclusiones

    Nadie puede discutir que la situación que atravesamos es muy difícil y que, por tanto, ni para todos los problemas que afrontemos habrá soluciones óptimas ni debemos extrañarnos de que se cometan muchos errores, así que es prudente ser generosos y comprensivos con ellos, aunque solo sea porque todos los hemos cometido. No obstante, esto no representa que renunciemos al deber de criticar lo que está mal, ni, lamentablemente, va a impedir que algunas de las valoraciones que voy a formular a continuación sean un poco duras, pues se volcarán sobre inexplicables reiteraciones en el error o sobre conductas que, además de ser muy reprobables, no tienen en la actual crisis sanitaria ningún apoyo que las justifique. 
    1.- Isabel Celaa no está a la altura del cargo que ocupa.- La verdad es que esto se sabía ya de antes (Celaa1, Celaa2, Celaa3, Celaa4), pero lo ha confirmado ella irremisiblemente cuando, después de apostar de forma sibilina por el aprobado general, finalmente lo ha hecho efectivo con un acuerdo presentado a las autonomías que lo impone sin nombrarlo y con el que la ministra, contraviniendo leyes de rango superior, hace papel mojado de su deber de fijar los límites para la repetición de curso y los criterios de concesión de títulos. Después de casi treinta años de desastre logsiano, no es buena para ministra una persona que se ha limitado a ejercer como neutra transmisora de sus peores males.
    2.- El aprobado general era evitable y siempre será nefasto.- El aprobado general que de facto se podrá efectuar con el plan de la señora Celaa podría evitarse, y así lo harán algunas comunidades, a las que aplaudo. Ya he dicho en otra parte por qué considero muy desaconsejable ese camelo con el que algunos engatusan a los alumnos y les perjudican fingiendo favorecerles.
    3.- Se ha usado la enseñanza como campo de batalla política.- Empezando, cómo no, por el Gobierno regional catalán, que se ha precipitado a pregonar que su intención era dar el aprobado general ya de antes: vamos, que la patente era suya. No obstante, la muestra más inicua ha sido un editorial de "El País" del pasado día 18, que acusaba de sucio partidismo a las comunidades que no aceptaban el penoso pacto de Celaa, siguiendo el inquisitorial guion que han adoptado los medios afines al Gobierno: estigmatizar con la marca de traidores a quienes no acaten sin rechistar hasta la menor de sus consignas o decisiones.
    4.- El pedagogismo ha demostrado su vileza y la inconsistencia de sus "soluciones".- En estos días hemos presenciado cómo una avalancha de innovadores irrumpían en los medios para promocionar sus recetitas como el remedio infalible para la delicada situación actual: aparte de la insistencia en el ya mencionado aprobado general, los hemos visto aconsejar la suspensión de la selectividad o intentar colar la normalización del trabajo escolar en julio. Todo ello se revela a simple vista como una colección de disparates, pero que los "expertos" hayan aprovechado una dramática emergencia para promocionar sus productos de mercadillo intelectual los deja en muy mal lugar.
    5.- Los alumnos "socialmente desfavorecidos" han sido miserablemente manipulados.- Dentro de este capítulo de las argucias de los innovadores, ha quedado patente una de las más aborrecibles: la instrumentalización que hacen de los económicamente más débiles para sostener sus propuestas, es decir, su particular interés. Llevamos décadas contemplando la vileza de que, para sustentar el empobrecimiento educativo del sistema logsiano, se apelase al argumento de la segregación: desde los mandarines hasta los monaguillos de esta calamidad se han hinchado a predicar que un sistema exigente sería segregacionista y discriminatorio con los más pobres, mentira en la que se han apoyado con contumacia para defender el aprobado regalado y que ahora les ha servido para el aprobado general. Nunca les han importado lo más mínimo esas personas, se han limitado a tomarlas, en un alarde de hipocresía, como rehenes de sus montajes.
    6.- Han quedado en evidencia las debilidades de las nuevas tecnologías.- Ha resultado particularmente divertido el ver como los innovadores, tradicionalmente defensores a capa y espada de las nuevas tecnologías (para algunos, una clase de internet supera a una presencial), han usado como pretexto precisamente a los alumnos que no podían acceder a ellas para abogar por el aprobado general, tomando una vez más como rehén a un colectivo minoritario y desfavorecido, sin pararse a pensar que para estos alumnos se podían encontrar otras soluciones. Pero lo que importa para este apartado es esto: por lo dicho y por otros importantes motivos, ha quedado probado (para los que lo dudasen) que las nuevas tecnologías no son capaces de responder por sí solas a todo lo que la educación demanda y constituyen tan solo un instrumento para la educación, de colosales prestaciones, nadie lo discute, pero un instrumento, un medio, no la panacea ni menos aún el objetivo en sí de la enseñanza, como literalmente sostienen algunos de los pedagogistas más destacados. 
    7.- Ha quedado demostrado que la enseñanza presencial es, muy por encima de las demás, la mejor opción.- Después de muchos años oyendo monumentales estupideces que menospreciaban a la enseñanza en el aula, a la relación directa entre el alumno y el profesor, pronunciadas por verdaderos catetos tecnocráticos y endiosados y aplaudidas por unos medios de comunicación demasiado inclinados a la frivolidad sensacionalista, se me ha puesto mil veces la sonrisa sarcástica cuando he visto como algunos de estos medios eran los primeros en hacer lo que he mencionado arriba: usar como pretexto las deficiencias de esas nuevas tecnologías. Yo -y no por haberme ganado la vida como profesor- he tenido siempre la convicción de que la mejor enseñanza (la verdadera, lo demás son sucedáneos) es la directa entre las personas del alumno y el profesor, sin mediaciones, y no voy a perder el tiempo en argumentarlo, porque las cosas que se caen por su propio peso se demuestran solas. Ahora bien, si, después de lo que llevamos visto en unas cuantas semanas de suspensión de las clases, todavía hay alguien que no lo reconoce, habrá que aplicarle una vieja máxima del magisterio: enseñar al que no entiende es difícil; enseñar al que no quiere es imposible. 

miércoles, 15 de abril de 2020

El CIS, la lógica de enunciados y la manipulación

   Me entero por una columna de Vozpópuli de que el barómetro especial que acaba de presentar el CIS incluye una pregunta (la número 6) con el siguiente enunciado:
    ¿Cree Ud. que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones? 
       Con las respuestas que registra el CIS y unos datos sobre cómo se reparten en los diferentes partidos que facilita Vozpópuli, os he elaborado este cuadrito:

Total
PSOE
Podemos
PP
Vox
Cree que habría que restringir y controlar las informaciones, estableciendo solo una fuente oficial de información
66’7%
76’1%
De 62’2% a 73’1 %
57’4%
56’7%
Cree que no debe restringirse ningún tipo de información
30’8%
22’1%
-
40%
42’3%
No lo sabe, duda
2’0%
-
-
-
-
N. C.
0’5%
--
-
-
-
      En lo relativo a Podemos, Vozpópuli solo aporta datos relativos a la primera respuesta y los reflejo como aparecen porque se refieren a ese partido y sus confluencias. Bastaría un somero vistazo para sacar claramente conclusiones muy interesantes. Primera: los españoles somos por mayoría de dos tercios favorables a que se controle la información sobre el coronavirus y se canalice solo a través de una fuente, que además será oficial; segunda: que esta posición es mayoritaria entre los votantes de los partidos con más apoyo parlamentario; tercera: que el apoyo es notablemente superior entre los votantes de izquierdas, con diferencias de alrededor de 20 puntos. Si os soy sincero, me llama la atención -sobre todo, en los descamisados de Podemos- este repentino furor del progresismo por el control informativo. Naturalmente, sacar esas conclusiones requiere admitir que los datos de la encuesta son un fiel reflejo de la realidad y extrapolarlos a ella. Si siguiésemos jugando a extrapolar, de esas conclusiones podríamos sacar una metaconclusión: que el Gobierno español, obedeciendo el sentir mayoritario de su pueblo, debería erigirse en fuente única de información sobre el coronavirus. Ante esta monstruosidad totalitaria que, naturalmente, está muy lejos de los deseos de los señores Tezanos, Iglesias y Sánchez, se hace necesaria una reflexión acerca de cómo está planteada esta pregunta del CIS, la cual constituye una grosera manipulación. 
     -La primera objeción que puede presentarse a esta pregunta es previa a su formulación: ¿es de verdad pertinente en una encuesta sobre los efectos del coronavirus en España? ¿Se refiere a un problema que esté produciendo un efecto real sobre la lucha contra la pandemia y al que por tanto haya que buscar una solución? Creo que no es así, de modo que la pregunta carece del interés general que justificaría su presencia en la encuesta. Ciertamente, se están produciendo indeseables noticias falsas sobre el coronavirus, pero los perjuicios que causan, más que al plano sanitario, están afectando al político: en su mayoría, no son noticias que entorpezcan la lucha contra la epidemia, son noticias que están embarrando el debate político, con ataques y efectos contrarios a los actos y propuestas del Gobierno, cierto, pero también a los de sus adversarios, en un fuego cruzado que deja muy mala imagen de quienes las difunden. Y como estos son de sectores afines y contrarios al Gobierno, esta propuesta que patrocina el CIS solo sería viable en la lógica del totalitarismo.
       -Consecuentemente con lo anterior, no hay más remedio que preguntarse por qué, en tal caso, se ha colocado ahí la pregunta, y no resulta muy difícil llegar a una lamentable conclusión: para el Gobierno son molestas muchas de esas informaciones, bastantes de las cuales dan fe de sus errores, por lo que ha decidido tomar como pretexto las que son falsas para llevarse por delante esas y las verdaderas, mediante el brutal expediente de erigirse en fuente única de información. Horripilante.
       -Encajada en este plan, la pregunta número 6 de este CIS pretende montar la coartada de presentar tan tremenda medida como un clamor ciudadano, pero lo ha hecho de una forma muy burda: a través de una falsa alternativa que busca condicionar una respuesta pervertida, que ha disfrazado bajo el aspecto de una elección con apariencia de sensatez, veamos esta en primer lugar. Tal y como está redactada la pregunta, se da a los ciudadanos a elegir entre estas dos opciones, que presento en orden inverso al que se usa en la encuesta (esa es otra):
        a) Mantener la libertad total para la difusión de noticias.
        b) Dejar la información en manos exclusivamente del Gobierno (¡tiene narices ese eufemismo de las "fuentes oficiales"!), debido a la profusión de bulos y noticias engañosas.
       Decirle al ciudadano que elija entre la libertad total (¡que adjetivación más artera!) o el control gubernamental destinado a frenar la dañosa mentira es ponérselo fácil para que renuncie a sus libertades, por lo que bien podemos afirmar que la gran trampa de esta pregunta está en este planteamiento que apela a la sensatez presentando un falso dilema, el cual está claro: no se trata de elegir entre libertad o censura para controlar la mentira: primero, porque entre las noticias que se censurarían muchas son ciertas, y, segundo, porque el control gubernamental no garantizaría el cese de las mentiras, ya que, como está comprobado, el Gobierno también miente. Si el problema son las mentiras y los bulos, lo que debe hacer el Gobierno es luchar contra eso y únicamente eso: las informaciones falsas (incluidas las suyas o las de sus voceros). Sostener que para hacerlo el único camino es que el Gobierno monopolice la información -y con ello prohíba las informaciones de otras fuentes, tanto las falsas como las verdaderas- es mentir una vez más y asomar una fea patita totalitaria; someter a los ciudadanos a la falsa alternativa que se les ha planteado es faltar al respeto a la opinión pública y manipularla zafiamente. 
       -Es clamorosamente falsa la alternativa entre libertad total y control del Gobierno bajo el supuesto de que solo las fuentes oficiales dicen la verdad. ¡A estas alturas y con lo que llevamos visto, por favor! ¿Es que no mienten nunca los gobiernos? ¿No ha manipulado nunca Tezanos? ¿No ha mentido nunca Sánchez? ¡Menudos valedores le están saliendo últimamente a la verdad! La mentira (al igual que la verdad) está dentro y fuera del Gobierno y la mejor manera que tendría este de luchar contra ella (aparte de perseguirla con rigor, cosa a la que le animo y en la que el actual y los anteriores nunca han sido muy diligentes) sería no practicarla nunca; el camino jamás sería hacerse amo absoluto de la información, eso sería la dictadura: ¿se ha creído el señor Tezanos que disfrazándolo de mayoría abrumadora en una encuesta nos lo va a colar? Pues más le valdría no tomar por idiotas a los ciudadanos, porque esa manipulación constituye ya una penosa manera de mentir: ¿así piensan acabar con los bulos las "fuentes oficiales"?  

lunes, 13 de abril de 2020

Dos retratados mentales

    Acabo de leer en "Vozpópuli" la noticia de que Miquel Buch, el consejero de Interior de la Generalidad de Cataluña, se ha indignado por el hecho de que las mascarillas enviadas por el Gobierno de la nación a Cataluña hayan sido 1.714.000. Sospechando que esto pueda ser una burla encubierta a la sacrosanta fecha que se conmemora en la Diada, el señor Buch ha tronado:
       Con la historia de los catalanes no se juega, sean del partido que sean. Es nuestra historia y no se puede jugar con ella.
      Me produce tal perplejidad este brutal alarde de estupidez que no me acabo de creer la noticia, así que busco confirmación y la encuentro en un medio tan poco sospechoso de querer chotearse del gobierno regional catalán como "La Vanguardia". ¿De verdad cree el señor Buch que están los tiempos para descolgarse con reclamaciones paranoicas de este calibre? ¿No tiene cosas más importantes que hacer? ¿Es tal el odio separatista que siente hacia España que lo tiene que destilar hasta en un momento como este y con tan asnal pretexto? Arreglada va Cataluña con dirigentes así, se explica perfectamente la orgía de horrores políticos que están sacudiendo a aquel rincón de España.
      Pero no es el único. Si habéis visto completa la noticia de "Vozpópuli", habréis averiguado que esta santa indignación del consejero Buch ha sido compartida por la periodista Beatriz Talegón, que ha escrito este tuit:
     1.714.000 mascarillas a Cataluña. Una broma macabra? 1714 es el año de la caída de Barcelona a manos del Borbón. La Diada se celebra el 11 de septiembre a las 17.14 horas por eso
     Es una buena ocasión para recordar que toda la leyenda montada por el separatismo en torno a aquella fecha es un montón de mentiras y que la guerra de sucesión no fue para nada ese disparatado conflicto entre Cataluña y España que ellos predican, una más de las falsificaciones en las que sustentan sus ridiculeces (aquí os dejo unos enlaces: GS-Wikiipedia, GS-Revista Historia, GS-García Cárcel). Tampoco está de más refrescar la memoria acerca de quién es Beatriz Talegón. Esta madrileña que ahora ejerce de furibunda independentista catalana saltó a la fama en 2013, cuando, estando en las Juventudes Socialistas, criticó públicamente que los asistentes a una reunión de la Internacional Socialista se alojasen en un hotel de lujo. Fue muy aplaudida, pero el estrellato le duró lo que tardó en descubrirse que ella tampoco les hacía ascos a los chollos que fustigaba. Os dejo aquí un artículo que informa acerca de los bandazos que ha dado esta oportunista en su busca (no muy afortunada, la verdad) del sol que más calienta. 

martes, 7 de abril de 2020

El Consejo Escolar de Estado apela a la sensatez

   Queridos amigos: 
   Vuestro seguro servidor el guachimán no sale a la calle gritando de alegría porque, sin la menor duda, a los cinco minutos, le iban a detener los guardias, y no estoy a mis años para acabar encarcelado, ahora bien, si no fuera por este pequeño detalle, estaría agarrando la puerta ahora mismo, gracias a esta noticia que acabo de leer:
    Tiene su punto que la haya visto en "El País", periódico que, en los últimos... ¡pfff, prefiero no decir los años!, no hace más que darme disgustos.  Es de una lógica y un sentido común aplastantes: el aprobado general sería un desastre, porque induciría a la inmensa mayoría de los alumnos a desentenderse del estudio, el aprendizaje y la consiguiente mejora, y eso no puede bendecirlo ninguna sociedad medianamente inteligente y sensata. Esto es lo que defiendo yo, que, como todo el mundo sabe, soy un Don Nadie, pero, cuando he visto que el Consejo Escolar de Estado abogaba por lo mismo, no he podido evitar venirme arriba. Y no valen objeciones de viabilidades o no viabilidades, pues, previniendo todas las casuísticas y consciente de las dificultades, la alta institución docente lo que recomienda es que se haga una evaluación por encima de todo, pero no necesariamente la misma para todos los alumnos, sino que la que sea posible de acuerdo con las circunstancias de cada situación, ya sea particular o colectiva. Otra coincidencia con lo que propuse cuando advertí que el aprobado general causaría un grave perjuicio: también se infiere de su recomendación que este asunto debería dejarse en manos de quienes están haciéndole frente y conocen mejor la situación, es decir, los profesores y los centros.  
    En mi artículo hacía extensivo esto último a las autoridades educativas, pero, después de ver el decepcionante tuit que la mayor de ellas (o sea, doña Isabel Celaa) publicó hace unos días, ya no estoy tan seguro. A la vista de que lo que la señora ministra piensa parece estar en contradicción con lo que recomienda el Consejo Escolar de Estado, espero que no se deje arrastrar por la tentación de hacer caso omiso o decretar nada en contra, pues sería una negligencia difícilmente explicable. 

domingo, 5 de abril de 2020

Un desafortunado tuit de Isabel Celaa

   Estamos empezando las vacaciones de Semana Santa y la ministra de Educación, Isabel Celaa, se ha pronunciado en Twitter con estas palabras:
    Acaba un segundo trimestre que nadie habría imaginado. Agradezco a los docentes su compromiso y dedicación y a las familias su esfuerzo y responsabilidad. Vienen ahora unos días de descanso escolar sin deberes. Nadie va a perder el curso por esta crisis.
    Me parece muy bien este mensaje, pero solo hasta la palabra "responsabilidad"; sin embargo, lo que dice a partir de ahí lo encuentro muy desafortunado, más aún, viniendo de la máxima responsable política de nuestro sistema educativo. Nótese que son solo dieciocho palabras que componen dos frases, de manera que es encomiable la efectividad de nuestra ministra para decir lo que no debiera. A propósito de este laconismo, impuesto por Twitter, definí hace tiempo esta plataforma como una pista de patinaje en la que nuestros políticos acostumbran a darse sonoros guantazos, y me reitero en ello. Creo que las responsabilidades de un ministro son de una envergadura que se compadece poco con la superficialidad inevitable en la brevedad de un tuit, así que me pregunto qué necesidad tenía la señora Celaa se retratarse con unas frases tan fuera de lugar. 
    Cuando Isabel Celaa dice que vienen días sin deberes, parece no reparar en que muchos profesores pueden haberlos puesto y sus palabras los sitúan en contra de la mayor autoridad ministerial, lo que me parece una irresponsabilidad, y más, en una situación tan complicada como la actual. Por otra parte, aun siendo la ministra, no es quién para decir eso de que no habrá deberes, porque no hay norma que le impida ponerlos a ningún profesor que lo considere oportuno, y pueden darse muchas situaciones en que así suceda. Pongo un ejemplo: yo mismo, que he sido siempre contrario a las tareas vacacionales, en Navidad y Semana Santa, a los alumnos que habían suspendido, me veía obligado a ponerles como deberes el prepararse los exámenes que tendrían que hacer a la vuelta si querían recuperar. Produce perplejidad que toda una ministra se permita generalizaciones que puedan perjudicar a muchos profesores en su trabajo. ¿Ha dicho esto inocentemente o ha sido para lanzarles un guiño a esos sectores que tienen montada una cruzada contra los deberes? Pues debería saber que, si hay algo que arreglar en este asunto, los tuits categóricos y sin fundamento no son el camino.
    Y, en cuanto a lo de que nadie va a perder el curso, habría quizás que empezar por saber qué entiende la señora Celaa por perder un curso, pero me voy a arriesgar y voy a suponer que para ella perder un curso es suspenderlo. Casualmente, hace nada manifesté mi alarma ante la sugerencia, formulada por un conocido sociopedagogo, de que este curso acabase con un aprobado general, y ahora, a cuatro de abril, ¡oh, casualidad!, la ministra de Educación lanza un escueto mensaje que bien pudiera interpretarse como una llamada a la calma en el sentido de que ya está ella en la tarea de que se produzca ese aprobado general. Vuelvo a preguntarme qué entiende la señora Celaa por perder un curso: ¿pasará por su cabeza la posibilidad de que no aprender nada es también una forma de perder un curso, y no cualquiera, sino la peor? Pues, desde luego, que la ministra del ramo sugiera con dilatada anticipación que va a haber un aprobado general es una invitación a no estudiar (o sea, a no aprender) en toda regla. No resulta muy alentador que tan alta responsable estatal haga algo así y se decante del lado de las soluciones fáciles del pedagogismo vacío.  
   

miércoles, 1 de abril de 2020

No realizar la selectividad TAMBIÉN causaría un grave perjuicio

   Si teníamos pocos problemas en España, parece que, ante el obligado cierre de los centros, los "expertos" educativos se han conjurado en una furibunda ofensiva para dinamitar nuestra enseñanza. Hace diez días intentaba uno torpedear las vacaciones de verano; poco después, otro muy afamado proponía el aprobado general, y hoy me encuentro con un tercero que se descuelga diciendo que este curso habría que suprimir la selectividad. Cuando una conducta se repite, se convierte en costumbre, de manera que, puesto que los expertos educativos están demostrando su insistencia en aprovechar una situación dramática para ganar notoriedad, colar disparates o lo que quiera que pretendan, habremos de concluir que constituyen un colectivo de un oportunismo dudosamente ético. En el caso del artículo sobre la supresión de la selectividad del que me ocupo hoy, para más inri, se da la circunstancia de que viene firmado por Lucas Gortázar, un personaje que tuvo no hace mucho la desvergüenza de afirmar que hay un número importante de docentes que suspenden por ganar prestigio.
     Desde que el señor Gortázar dijo tal cosa, yo le tengo a él por alguien que se mete a enredar en temas educativos solo por ganar notoriedad, y en su propuesta de suprimir este año la selectividad ha vuelto a demostrarlo, por mucho que se cure en salud diciendo que tampoco lo hace de forma categórica. Justifica su propuesta con el sempiterno recurso a la desigualdad,  mirad lo que llega decir:
      Pero además sabemos que hay sesgos de género y clase social importantes: chicos y alumnos de clase alta responden mejor y se benefician de la prueba de Selectividad.
      Esto es un disparate que, como parece costumbre en el señor Gortázar, nadie sabe de dónde puede habérselo sacado. Es insultante para ese montonazo de alumnos de extracción social baja y esas chicas que superan la selectividad de forma óptima y ofensivo para quienes preparan las pruebas, pues presupone que las hacen con prejuicios clasistas y sexistas: ¿hasta cuándo va a estar la neoizquierda psicodélica aburriéndonos con sus discriminaciones que solo ven ellos, inventadas para justificar sus bochinches? Tomemos en consideración además otra cosa: este "argumento" contra la selectividad sería válido para este curso extraño y para todos los demás, por lo que insisto en algo que ya he señalado con otros "expertos": este señor está explotando la actual situación dramática para colarnos como propuestas de emergencia lo que en realidad son sus críticas de fondo: qué mal estilo, ¿no? No entro en las demás cosas que dice, de las que unas son disparatadas y otras no tanto, leedlas vosotros si estáis de humor.
      No deja de ser curioso que, en un par de días, me haya visto obligado a escribir artículos contra propuestas de dos expertos que proponían lo mismo: la supresión de pruebas. La fobia de los pedagogistas hacia la evaluación de los conocimientos adquiridos es una contundente muestra de la inconsistencia de sus planteamientos. Habría muchas razones para defender que se mantengan las pruebas de selectividad, pero voy a esgrimir solo la que me parece más incontestable: lo que se juegan los alumnos en segundo de bachillerato son cosas muy importantes. Cuando en septiembre de 2019 lo empezaron quienes hoy lo cursan, las reglas del juego incluían la selectividad, y no necesitaré explicar que las reglas del juego no se cambian con la partida ya empezada: ni las secundarias ni, mucho menos aún, las que tienen la envergadura de la selectividad en nuestro sistema educativo.
        Que dejen en paz por tanto el señor Gortázar y los demás expertos a los responsables educativos y a los profesores para que saquen adelante el curso que están gestionando e implementen las medidas que desde sus puestos estimen oportunas, pues ya tienen suficientes problemas como para que se les venga importunando con bizantinismos. Si al señor Gortázar le molesta la selectividad o no le gusta la que hay (a lo mejor en esto no estamos en desacuerdo), que intente cambiar las cosas por caminos rectos, y no enredando en momentos difíciles.