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martes, 28 de abril de 2020

Yo no aplaudo

   Así es, queridos amigos, lo digo abiertamente: cuando llegan las ocho de la tarde, yo no aplaudo. Pues muy bien, diréis algunos, yo sí lo hago, con lo que quedará constatado que cada cual, dentro de los límites del respeto a la convivencia, puede hacer lo que le dé la gana. Comparto el reconocimiento a la labor de los sanitarios que con ese aplauso quieren expresar muchos españoles, a su sacrificio y a su esfuerzo, y hasta me pareció una buena idea ese gigantesco símbolo que representó toda una nación unida en un aplauso, pero creo que tuvo sentido el primer día, o, a lo sumo, los tres o cuatro primeros. Una vez el mensaje quedó con ello expresado, no le veo ninguna lógica a la exagerada reiteración en que hemos caído: llevamos casi cincuenta días aplaudiendo a los sanitarios: ¿qué objeto tiene seguir? ¿Cómo se sentiría un futbolista que hubiese marcado un gran gol y, cincuenta días después, la gente le siguiera aplaudiendo por la calle? ¿No tendría razones para estar harto? ¿No es posible que haya ya algunos o quizás muchos sanitarios que se sientan igual?  De hecho, ya he oído a más de uno pronunciarse en el sentido de que preferiría más mascarillas y menos aplausos, y los que lo han hecho, naturalmente, no lanzaban el dardo contra los bienintencionados ciudadanos, sino contra ese Gobierno que ha fallado en el suministro de adecuados equipos de protección pero fomenta desde sus televisiones (yo lo he visto más de una vez) el aplauso de las ocho. Aceptaré que me llaméis suspicaz, pero me temo que esas convocatorias televisivas hechas como quien no quiere la cosa son en realidad muy  intencionadas, pues soy de los que piensan que el Gobierno está utilizando esto de los aplausos y otras pintorescas maneras de elevar la moral pública como uno más de sus procedimientos para tapar los errores imperdonables que ha cometido (los perdonables no necesita taparlos, porque está claro que los ciudadanos se los perdonamos, del mismo modo que reconocemos los aciertos que ha tenido). 
     Por otra parte, en mi época nos educaron contra el exceso en el aplauso: se consideraba vanidad el perseguirlo y adulación el aplaudir de más, y creo que en esto segundo en la actual crisis nos estamos pasando, lo digo no solo por cosas como la antes mencionada cincuentena de días, sino por otras como el bochornoso espectáculo que pudimos contemplar cuando el general Santiago fue aplaudido por el resto de los portavoces después de dar ciertas explicaciones en una rueda de prensa. Me pareció una trivialización, no era ocasión ni personaje para un aplausito, y es que otra de las cosas que constato con esto de los aplausos es eso: se está frivolizando. Por donde yo vivo, entre las ocho y las ocho y diez, el momento del aplauso se compone de: el aplauso multitudinario en sí, una caravana de vehículos de servicio público con las sirenas en marcha y la reproducción a volumen atronador de alguna canción festiva puesta por no sé quién, hace un par de días tocó "Ojalá que llueva café". Haga y crea cada cual lo que quiera, pero yo tengo razones para pensar que estamos convirtiendo esto en una feria, y está claro que no lo es. 
    Y por esto mismo, yo no acabo de entender que los informativos dediquen un tiempo de quince o veinte minutos a noticias "graciosas" o simpáticas, o a la explotación de lo entrañable. Entiéndase: me alegro como el que más de que a un enfermo de coronavirus se le dé de alta y hasta comprendo que se emita de vez en cuando una noticia sobre alguno por cualquier razón especial, pero ni me parecen hechos noticiables la mayor parte de las escenas graciosas o "entrañables" que se emiten en esos lapsos ni me explico que se les dedique tanto tiempo. Este artículo parte de mi inquietud hacia el trato que los medios de comunicación están dando a la ciudadanía; parece que de alguna parte ha surgido la convicción de que estamos aterrados y traumatizados y de que por eso ellos están obligados a tranquilizarnos pintando una realidad alegre. Yo en cambio veo que no se nos está tratando como a adultos, sino como a idiotas infantilizados que no van a ser capaces de hacer frente a una realidad dura. Agradecería que no fuese así, Gobierno y medios deberían respetarnos más. Por otra parte, nuestra realidad actual es muy problemática y a lo mejor el tiempo que se dedica a este tipo de "noticias" se está restando a otras informaciones que podrían interesarnos más.
    Y, como no acepto que nos infantilicen, yo no veo bien que en las ruedas de prensa gubernamentales insistan tanto en decirnos a los españoles lo bien que nos estamos portando, vicio en el que es particularmente contumaz Salvador Illa, ministro de Sanidad. No somos niños ni bobos como el Patán aquel de Los autos locos, que se pasaba la vida reclamando medallas, por no hablar de lo que he dicho antes sobre la indeseable relación entre el exceso de aplauso y la adulación. 
     Ni que decir tiene, además, que yo no creo que esto sea una guerra. Resulta curioso que, desde el Gobierno y los medios que por un lado nos proponen risas y aplausos, por otro se nos maree tanto con esto de la guerra, a veces parece que nos quieren volver locos. Lo que estamos pasando es una emergencia sanitaria, no una guerra: ni es acertado magnificarla con hipérboles, porque es de por sí lo suficientemente grave, ni es justo con quienes han sufrido las tremendas catástrofes que son las guerras el utilizarlas para hacer retórica por sabe Dios qué razones. Piense usted en Siria, piense usted en nuestra guerra civil, piense en el horror, las bombas, las víctimas sin número, la violencia, las ciudades reducidas a escombros, la ruina, el hambre, la crueldad... Entenderá entonces que, en efecto, estamos muy mal, pero hay cosas mucho peores, una de ellas, la guerra. 
    Por último, yo no me río con Diarios de la cuarentena. Esto creo que no necesita explicación.
     

15 comentarios:

  1. Lo suscribo de punta a cabo. De unos años a esta parte, vengo observando preocupado y con creciente irritación la intempestiva proliferación de aplausos, en especial en los entierros. No le parece que son una muestra clara del infantilismo, en cuanto que tratamos al aplaudido personal sanitario como a nuestra madre, a la que exigimos haga por nosotros cualquier sacrificio, hasta la muerte, sin que le quepa reclamarnos nada, como los niños mimados con derecho a todo que somos?

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    1. Te digo que, desde la primera vez que lo vi, me produjo estupor eso de terminar los minutos de silencio con un aplauso. ¿El recuerdo de las víctimas o el homenaje a alguien que ha fallecido, y quizás trágicamente, es motivo de aplauso? Y conozco a muchísima gente que piensa igual. Está claro, sí, que son rasgos de infantilismo, de una sociedad que ha cambiado los antiguos valores de la austeridad, el recogimiento y el decoro por el exhibicionismo. Puede que tenga que ver con eso de la sociedad del espectáculo: a fin de cuentas, el aplauso es una forma de expresarse propia de los espectáculos. Para la ética que yo mamé y en la que creo, convertir el dolor en espectáculo es una frivolidad.

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  2. Sonaría un poco a guasa decir que tu artículo es digno de aplauso. Y aunque lo es, prefiero ser un poco más comedido y decir que estoy plenamente de acuerdo. La trivialización y la infantilización de todas las manifestaciones colectivas se han extendido a la forma de tratar esta terrible crisis sanitaria. "Juntos vamos a salir de esta", "juntos podemos", "juntos aplaudimos" son eslóganes para anestesiar y aborregar a la población. Todo el rollo happyflower, "Viva la gente", va en la misma dirección. Buenismo, parroquia moderna de los 70, desviar la atención y aborregar. Yo también me niego a ser la clac de este numerito hipócrita y babosón, muy propio de La sociedad del espectáculo.

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    1. Por no hablar de otra cuestión, y muy delicada: en España han muerto más de 25.000 personas por el coronavirus, ha habido muchas que lo han padecido como una enfermedad grave que les ha hecho pasar por momentos muy duros y nos enfrentamos a una situación en la que a millones de personas las amenaza la ruina económica o ya las ha alcanzado. ¿Estarán para fiestas los familiares de los muertos y demás perjudicados? ¿Pensamos en ellos cuando aplaudimos o hacemos algunas de las otras cosas que menciono aquí? ¿Qué les parecerá tanto baile y tanta risa como medicina -placebo más bien-para una tragedia?

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    2. Es que si me sumo a la idea de que tendríamos que guardar algún tipo de luto, sé que me llamarán facha. Pero resulta obsceno y frívolo reírse, aplaudir y bailotear con la que está cayendo.

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    3. Esa obscenidad ya no tiene arreglo y solo queda el descargo de que la mayoría de la gente no ha sido consciente de ella. En cuanto a lo del luto, los homenajes, los monumentos o cualquier tipo de reconocimiento que se quiera hacer, en el ámbito público, lógicamente más tarde o más temprano será inexcusable hacer algo, más aún si se tiene en cuenta que muchas de las víctimas de la pandemia han muerto en soledad y han sido enterradas casi casi en las mismas condiciones. Lo que se haga tendrá que ser de manera acordada, discreta y respetuosa al máximo, esperemos que en esto no haya reyertas.

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  3. Por una vez y sin que sirva de precedente enlazo una entrevista con el psicólogo Javier Urra, que me parece que en esta ocasión da en el clavo y coincide mucho con tu entrada sobre los aplausos. https://www.lavozdegalicia.es/noticia/yes/2020/05/02/me-sorprende-ambiente-festivo-dado-tragedia/0003_202005SY2P32991.htm?utm_source=facebook&utm_medium=referral&utm_campaign=fbgen

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  4. Interesantes declaraciones en general, y muy medidas. Te señalo también eso que dice acerca de cómo se ha enfocado lo de las infracciones: soy de los (muchos) que piensan como él: se han magnificado, porque han sido estadísticamente irrelevantes e informativamente de una relevancia muy desproporcionada con respecto a la estadística. Una vez más, no tengo más remedio que pensar mal: creo que esto obedece a una política orquestada de amedrentamiento, algo así como decirnos: ojo con pasarte, porque lo pagarás. Quédate en casita. Y, una vez más, la complicidad de los medios ha sido palmaria y repulsiva. Y, una vez más, no lo digo yo solo, sino que es más bien un clamor. Veía hace poco una noticia en la que se criticaba que las infracciones se estuviesen tratando por medio de las leyes de orden público (que tanto criticaron PSOE y Podemos) y la desmesurada aplicación, con 800.000 denuncias en solo un mes. Marlaska se está luciendo, veremos en qué para tanta alegría sancionadora.
    Y, por contra, lo de los aplausos. Como sabes, Javier Urra es de esos que han sufrido una caída del caballo (pasó de defender a ultranza a ese niño idealizado de los pedagogos a entender que hay niños mejores y peores y admitir que es una barbaridad criminalizar la bofetada razonable) y aquí es bastante crítico con el mundo flower power del pedrismo, pero la verdad es que clama al cielo: estamos afrontando una tragedia con bailes, risas y aplausos. Insisto: los medios de comunicación otra vez, están escondiendo de manera canallesca las dimensiones de la tragedia, tapándola con vídeos de cumpleaños y dibujitos machaconamente focalizados. Se les va a volver en contra; va a ser al final un apunte en el debe tan grande como lo del 8-M.
    Termino: decía ayer Savater en una entrevista en Vozpópuli que tenía la impresión de que la gente sale al balcón a las ocho a aplaudirse a sí misma, y me temo que con muchos es absolutamente cierto.

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  5. Magnífica y lúcida reflexión el comentario de Savater. La política de la mayoría de los medios ha sido, está siendo, vomitiva. Hay que tapar lo que no interesa. Al estilo soviético-franquista. Y luego se utiliza un decreto de estado de alarma, no tanto para actuar con medidas contundentes para combatir el virus como para hacer propaganda, amedrentar a la población usando la malvada ley mordaza (como vas a salvar el paro con la reforma laboral del PP). No sé si se les va a volver en contra, porque hay mucha gente narcotizada que hoy mismo sigue diciendo que el principal problema es que el PP no ayuda (de ERC y del PNV no hablan). Pero es que además de todo esto, están muy nerviosos y son muy torpes. Ayer u hoy la dicharachera portavoz lo primero que ha hecho ha sido mostrar sus condolencias por los cinco muertos en un accidente aéreo. El resto de los fallecidos se esconden detrás de las frías, anónimas e impersonales cifras de las falseadas estadísticas oficiales que el día en que el número de muertos es más bajo se celebran como un éxito. Penoso.

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    1. Es que lo de los patinazos groseros está siendo escandaloso. Ayer, la ministra Rivera presumía del nivelazo de nuestro Gobierno porque en otros sitios se ha recomendado beber desinfectante, ¡te c_ _ _ _, los ministros argumentando con las pautas de lo que algunos llaman alumnos disruptivos! El Gobierno está en la cuerda floja (ahora hablo de política, no de combatir pandemias, es una pena que ambas cosas hayan tenido que mezclarse) y, como era de esperar, las puñaladas mortales se las darán esos ejemplares aliados que se ha buscado; ahora mismo he leído en ABC que ERC va a votar no a un nuevo estado de alarma.

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  6. Quitaron a la inefable Celáa de su calamitoso puesto de portavoz pero no le pusieron el bozal y claro, ha vuelto a subir el pan. Menos mal que el mercado, con la oferta y la demanda, reajusta los precios. Y las portavozas se van sucediendo en una incontinencia verbal que deja a Cantinflas convertido en un parco imitador de la concisa brevedad que recomendaban los clásicos de verbo más austero y estética más minimalista. En muy pocos días la ministra Ribera les ha dicho a los hosteleros (que prevén pérdidas importantes, siendo un sector tan estratégico) que si no están cómodos, que no abran. Así, como si fuera el macarra de la disco o un competidor del tal Ábalos. Luego se siente orgullosa de la gestión sanitaria de su gobierno porque aquí no se ha recomendado al personal que se inyecte lejía. Tampoco ha estado mal lo que ha dicho de Portugal. Como está al oeste, allí el virus llega ya más desgastado. Y esta lumbrera, de una prepotencia insufrible, quizá no sea consciente de su ridículo. Esta no va a hacer un acto lúdico, festivo, narcotizante, transversal, cursi, baboso, alienante y motivador, para transmitir valores y ensayar un gigantesco “Viva la gente” happyflower más propio del planeta Disney. Esta es más borde que un sargento chusquero entrando a patadas en el cuarto de guardia y encarándose de forma hosca con la soldadesca adormilada. Y encima con la que está cayendo. Una democracia no puede soportar que un gobernante, al fin y al cabo un representante de los ciudadanos y un servidor público, se exprese con una chulería y prepotencia directamente proporcional a su incompetencia probada. Han convertido entre todos, aunque con más culpa del gobierno y del doctor Sanchezstein que de los demás, esta lucha contra el virus en una cruda y brutal batalla política, en la que al pánico del gobierno de verse descabalgado y en apuros por su mala gestión se unen las ganas de quienes están al acecho esperando a que caiga la fruta madura para quedarse con las raspas de la ruina que se verán en el paisaje después de la batalla. Y de los desleales socios de gobierno que son los que de verdad harían imposible prorrogar el estado de alarma nada se dice porque en el relato solo hay unos malos: la derechona. Los nacionalistas, que también son derecha, no existen, parece que no sabotean al gobierno ni lo chantajean. En el fondo son buena gente, lo que pasa es que hay que entenderlos, hay que dialogar. Ya que estamos en el festival de la ñoñez, a estos pobres facinerosos y montaraces del nacionalismo que van a votar no a una nueva prórroga haya que tratarlos con amor, porque como decía Jeanette, son rebeldes porque el mundo les hizo así, porque nadie les ha sabido comprender.

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  7. Veo que he escrito ´portavoz´. Inconscientemente, la lengua, por mucho que la cuides, te delata. Debería haber escrito ´portavoza´, pero me ha salido el machirulo heteropatriarcal que llevo dentro.

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    1. Por lo visto hasta ahora, esta señora es más bien portacoz, o portacoza. En otro orden de cosas, una prueba inobjetable de que Sánchez es un mal político (como tiene tan demostrada capacidad para el regate corto, algunos creen que es un buen político, como si la manipulación permanente fuera buena política) es que ni en las acuciantes circunstancias actuales está dispuesto a reconocer que sus aliados son desastrosos. El pacto Frankenstein, por no servir, ya no sirve ni para salvarle el trasero, pero él sigue haciéndoles zalemas a los nacionalistas, sin darse cuenta de que ahora a lo mejor le resultaría más rentable adelantarse y dar la imagen de que es él quien les da la patada.

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  8. https://www.vozpopuli.com/opinion/aplausos-tercio-aforo_0_1353165723.html

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    1. Aunque sigo pensando que cada cual es muy libre de aplaudir o no, creo que la sociedad española ha dado muestras de un exceso de seguidismo a las consignas (que no mensajes) oficiales y mediáticas con esto de los aplausos. El exceso de días aplaudiendo es para que nos lo hagamos ver como colectivo. Que aún se siga aplaudiendo, aunque haya disminuido el número de aplaudidores, no es buena noticia.

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