En los últimos tiempos, ciertos prohombres y alguna que otra promujer de los que cortan el bacalao aquí en España recuerdan a esos futbolistas un poco tuercebotas que se hinchan a perder grandes ocasiones: los futbolistas tuercebotas las pierden de meter goles, mientras que las propersonas de la élite las pierden de estarse calladitas.
A diario tenemos a don Carlos Floriano, quien, con explicaciones como la del finiquito o la de la improcedencia del despido de Sepúlveda, se ha convertido en el más pertinaz perdedor de ocasiones del campeonato, un auténtico paquete, vamos: alguien debería sentarle en el banquillo para que enmudeciera, porque, además de hacer el ridículo él y poner en evidencia constantemente a su partido, traslada la impresión de que él (y su partido) nos toman a los españoles por imbéciles, un respeto, por favor.
Ha aparecido luego por ahí la señora Ana Mato, demostrando que en las categorías femeninas también disponemos de grandes valores, a la que desde el comienzo de la legislatura se criticó por su mutismo, pero últimamente nos ha hecho entender los motivos de tal conducta: cual loro, es persona de enunciados repetitivos ("Yo no dimito, yo no dimito, yo no dimito...") o capaz de ese torpe intento de parapetarse tras su condición femenina para eludir la cuestión de sus gastos gürtelianos, tan poco sostenible que ya están pidiendo su cabeza hasta señalados peperos: sí, estaba mejor calladita.
¿Qué me dicen de ese gran espada de la teoría económica llamado Juan Rosell? No pasan ni dos días desde sus alifafes contra parados y funcionarios y va don Arturo Fernández, su segundo en la CEOE, y lo deja en evidencia con sus irregulares pagos en metálico (otra de sobres, por cierto), un asunto que también ha dejado con las vergüenzas al aire a los sindicatos. Volviendo con Rosell, que debería aprender eso de que quien tiene casa de cristal no debe tirar piedras, le cuadra mucho aquella frase regia: ¿por qué no te callas?, la cual tampoco le vendría mal a la dicharachera Esperanza Aguirre, que defendió a Fernández, lo que unido a sus facilidades para con Adelson apunta a una inquietante afición al chorizo. Esperanza Aguirre es tan asidua de la pérdida de ocasiones de callarse que hasta una vez tuvo el propio Manuel Fraga que mandarla callar.
La última gran ocasión perdida le corresponde a un fervoroso aficionado al balompié, Mariano Rajoy, con su despectiva frase hacia lo que él ha llamado partidos estrafalarios, un fallo clamoroso imperdonable en un titular indiscutible como él. Vuelvo a lo de las casas de cristal: ¿cómo puede permitirse despreciar a ningún partido el líder de uno que está envuelto en asuntos como lo de Bárcenas o lo de Gürtel o lo de Camps u otros diez mil chanchullos? Cualquiera podrá decirle que, entre los estrafalarios y los corruptos, la elección no resulta demasiado difícil. La frase no se sabe si es más desafortunada por soberbia o por estúpida: ¡qué gran ocasión de estarse calladito ha perdido el presidente del Gobierno!
"cual loro, es persona de enunciados repetitivos"
ResponderEliminarMe gusta la expresión, Pablo; le sienta bien a muchos de nuestros dirigentes. Aunque no sean tan simpáticos como el pájaro hablador.
Además, Pepe, yo creo que la señora Mato debería tomar nota de esto, ya que seguro que le resultaría muy benéfico e instructivo el trato con el loro de don Perfecto Reboiras, émulo del que poseyó don Perfecto Feijoo.
ResponderEliminar