Desde hace un par de años, Televisión Española ha puesto en marcha unos espacios en los que un actor de renombre personifica al año saliente haciendo una valoración sobre sus acontecimientos. En 2019 fue José Sacristán, en 2020, José Coronado y en 2021 le ha tocado a Blanca Portillo, si pulsáis el enlace, accederéis a una noticia en la que está el vídeo con su actuación. Id al minuto 26:54 y la veréis allí dialogando con una estatua de Federico García Lorca, en una escena que me recuerda mucho a esta otra, de Marcelino pan y vino:
Contrapicado, diálogo con una escultura, tono confidencial...: no me digáis que el efectismo sentimentaloide no es muy parecido. El régimen izquierdista se parece cada vez más a una religión, es alarmante. El progresismo de hoy en día se ha apropiado de una serie de figuras señeras, de su grandeza, de sus logros o de sus tragedias y las explota como símbolos de sus particulares posturas, pero también como arma arrojadiza, algo realmente vergonzoso. Así se ha hecho en esta ocasión con Lorca, cuyo asesinato en 1936, en el monólogo de 2021/Portillo, se ha asociado con el de Samuel Luiz Muñiz en julio pasado para sostener el disparate de que las cosas hoy en día en España están para los homosexuales igual que hace ochenta y cinco años. No sé de quién sería el guion escenificado, pero hace falta tener desvergüenza e ignorancia y haberse despeñado por el barranco del sectarismo, lo digo porque habrá que recordar que, cuando el joven fue brutalmente asesinado, no fueron escasas las terminales mediáticas izquierdistas que hicieron lo posible y lo imposible por atribuir el crimen a esa extrema derecha de sus ensoñaciones, y, dado que en la actual televisión del régimen nada de lo que ocurre es casual, este bochornoso numerito de García Lorca me temo que va (¡aún!) en la misma dirección.
Quienes estén detrás de este montaje, no han respetado nada: ni a Samuel Luiz (a quien no tenían por qué volver a manipular), ni a su padre, que rogó que no se utilizase la tragedia de su hijo con fines políticos, ni a la España de hoy, que no es la de 1936, para disgusto de esos que rentabilizan el victimismo aunque no han sido víctimas de nada y se empeñan en sostener que vivimos en una continuación de la dictadura franquista, ni, por supuesto, a García Lorca: ¿cuándo dejarán la izquierda, los políticos menos escrupulosos y cierto "historiador" de manosear su tragedia?
Dejen tranquilos al poeta y a Samuel. Aparte de personalísimas opciones que es deplorable que algunos quieran convertir en estandarte y de que fueron ambos víctimas de dolorosos crímenes, poco o nada tienen en común, empezando por las causas de sus asesinatos. En particular en el caso de García Lorca, su familia ha manifestado en repetidas ocasiones su hartazgo de que algunos demagogos y oportunistas lo hayan añadido a ese santoral de ilustres personajes a los que faltan al respeto adueñándose de ellos y sacándolos en procesión cuando lo creen conveniente (1).
Cervantes, Lorca, Machado, Azaña... ¡cómo molan para homenajes, recitales, actos solemnes...! O para ir por ahí haciéndose el guay y diciendo Federico en lugar de García Lorca, como si fuese nuestro amiguete de toda la vida o fuese normal referirse a Shakespeare, Pardo Bazán o Quevedo como Billy, Mili o Paco. En 1977, cuando le dieron el Premio Nobel a Vicente Aleixandre, en aquella UAM setentera y de transición del franquismo a la democracia (o del franquismo al franquismo, si hemos de creer a Podemos e incluso a otros que lo dicen también, pero con sordina), éramos muy amigos de homenajes-pretexto para saltarse las clases. Un día, Lázaro Carreter, hablando de uno de ellos dedicado a Aleixandre, nos dejó esta advertencia: el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerle, uno de esos aldabonazos tajantes a los que acostumbraba don Fernando. ¿Cuántos de los que le llaman Federico han leído a Federico? ¿Cuántos de los que en 2005 y en 2015 se hincharon a canapés por las celebraciones cervantinas habrán leído siquiera un capítulo del Quijote? Y, de los que querían pasear los féretros de Machado y Azaña, ¿cuántos les habrían leído?
1. Aquí os dejo enlaces sobre otras ceremonias de capitalización política de grandes personajes.
Veo que nada te pasa desapercibido, Pablo. Te aplaudo.
ResponderEliminarVi un poco, de casualidad (cada vez veo menos TV) y no lo pude aguantar; ni por tono ni por contenido; un montaje forzado, retorcido, antiestético, antinatural. Una forma burda de adueñarse de personajes ilustres y una manipulación de las conciencias que nos remonta a dictaduras trasnochadas... ¡Vomitivo!
Pepe, si te digo la verdad, yo también veo cada vez menos televisión y ese espacio no lo vi, pero en la cena de Nochevieja la familia comentó el asunto -creo que fue mi hijo el que señaló la poca gracia que le había hecho lo de García Lorca- y entonces lo busqué en internet. suscribo al cien por cien la valoración que le dedicas al invento. Un abrazo y feliz año nuevo.
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