Hace nada que ha dimitido Cristina Cifuentes, pero la verdad es que ya debería haberlo hecho hace muchos días, pues el asunto de su máster fantasma dejó pocas dudas de que había mentido y de las serias irregularidades de ese máster, por no hablar del hecho de que la historia fue empeorando con capítulos como las falsificaciones de firmas, que han iniciado un recorrido en los tribunales. El asunto que le ha dado la puntilla, lo del hurto de cosméticos, encierra dos hechos censurables: el propio hurto y el empeño con que Cifuentes ha querido disfrazarlo de otra cosa, empeño que, a la vista de las imágenes, la deja como una completa mentirosa, con el agravante de que ya en el culebrón de los másteres se había puesto en evidencia con unos cuantos embustes. Esto último es a mi juicio lo peor, ya que sería poco sostenible una presidenta de comunidad autónoma que roba en los supermercados, pero lo de mentir creo que es incompatible con el desempeño de cargo público, en esto creo que deberíamos aprender del rigor de los norteamericanos: en los EEUU, el personaje público que es pillado en una mentira de bulto cae en el absoluto rechazo y, si pertenece al mundo de la política, a menudo se ve desterrado al ostracismo.
Con ser grave, en el asunto que quiero tratar hoy, el de Cifuentes es solo un caso entre muchos, y no de los más importantes. En 2014, publiqué bajo el título genérico de Insignes primeros ciudadanos, una serie de tres artículos (1, 2 y 3) en los que aportaba información sobre los presidentes autonómicos que habían tenido problemas con la justicia, se habían visto envueltos en escándalos o habían llevado a cabo políticas gravemente abusivas. La lista era nutrida e inquietante, pero he de deciros que desde entonces hasta ahora se ha quedado anticuada, ha engrosado considerablemente y en algunos casos el historial se ha quedado pequeñito. Tomando como pretexto a Cristina Cifuentes, os voy a dar a continuación un mero compendio del estado de esta cuestión en la actualidad:
Comunidad
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Presidente e
historial
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Andalucía (6)
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-Manuel Chaves (imputado en el caso ERE
por delitos que pueden representar prisión. Naturalmente, imputado no es
condenado, pero le quedará siempre el gran error de no haber sabido detectar un
asunto de tal magnitud)
-José Antonio Griñán (prácticamente lo
mismo que Chaves)
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Aragón (13)
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-José Marco (condena por fraude fiscal y
otros asuntos ante los tribunales)
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Baleares (6)
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-Gabriel Cañellas (envuelto en varios
asuntos de corrupción, entre los que destaca el del túnel de Sóller. No
recibió condena porque los delitos habían prescrito, aunque se consideraron
probados)
-Jaume Matas (considerable número de
casos de corrupción que incluso le han llevado a la cárcel)
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Cantabria (8)
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-Juan Hormaechea (condenado por
malversación y prevaricación. No fue a la cárcel porque se le indultó)
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Castilla y León
(6)
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-Demetrio Madrid (procesado por una
causa laboral en la que fue absuelto; en realidad, lo pongo aquí no como corrupto, sino como víctima
de la tremenda operación de acoso a un inocente a la que lo sometió quien
poco después ocuparía su cargo, José María Aznar. De algún modo, puede
decirse que el comportamiento de este fue una “precuela” de malas prácticas
políticas en un presidente autonómico)
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Cataluña (5)
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-Pascual Maragall (comparado con otros
presidentes de esta comunidad, lo suyo no es nada, pero lo cierto es que fue
quien enredó a Zapatero con el asunto aquel de Estatut, de tan desastrosas
consecuencias. Abusar de la confianza del presidente de la nación tampoco es
poca cosa)
-Jordi Pujol (uno de los mayores
corruptos de la historia de España, como sabemos: Banca Catalana, el 3%, su
mafia familiar… Por si fuera poco, está detrás de la rebelión del 1 – O)
-Artur Mas (inhabilitado y condenado a
pagar cinco millones de euros por la consulta del 9 – N; instigador y muy
probable colaborador de la rebelión del 1 – O; inmenso sembrador de odio y
discriminación)
-Carles Puigdemont (líder de la rebelión
del 1 – O; declaró la independencia de Cataluña; bajo su mandato se
conculcaron numerosas leyes; imputado por malversación y rebelión; inmenso
sembrador de odio y discriminación; huido de la Justicia y permanentemente
envuelto en una campaña de desprestigio de España desde el exterior)
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Extremadura (3)
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-José Antonio Monago (sus viajes y su
asunto con Dª. Olga María Henao)
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Galicia (5)
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-Gerardo Fernández Albor (en 1984, se
fue a Portugal a mantener una muy criticada reunión con unos jefes del
narcotráfico que estaban huidos)
-Alberto Núñez Feijoo (sus fotos con
Marcial Dorado)
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Madrid (5)
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-Esperanza Aguirre (daría para una
enciclopedia, pero, a los efectos de este artículo, su facilidad para
rodearse de colaboradores que han acabado procesados por corrupción solo
puede achacarse a tres razones: una angelical ingenuidad, una colosal mezcla
de ceguera e incompetencia o una condición de corrupta. Elegir al gusto)
-Alberto Ruiz Gallardón (investigado por
la compra de la compañía colombiana de aguas Inassa por parte del Canal de
Isabel II)
-Ignacio González (asuntos como el del
ático o el Canal de Isabel II han acabado llevándolo a prisión)
-Cristina Cifuentes (máster, mentiras y cintas
de vídeo… mangando cremas cosméticas)
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Murcia (8)
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-Andrés Hernández Ros (tuvo que dimitir
por intentar “comprar” a dos periodistas)
-Carlos Collado Mena (acusaciones de
nepotismo, prevaricación y malversación. Procesado en el asunto Casa Grande,
en el que no se pudo demostrar su culpabilidad)
-Ramón Luis Valcárcel (Cabo Cope como
asunto más señalado entre una buena cantidad)
-Pedro Antonio Sánchez (procesado por
prevaricación y fraude en el caso Auditorio).
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Navarra (8)
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-Gabriel Urralburu (relacionado con la
trama navarra del caso Roldán, fue condenado por el cobro de comisiones a
empresas)
-Javier Otano (relacionado con la trama
del caso Roldán, llegó a verse ante los tribunales. No fue condenado, pero
más bien por faltas de pruebas y prescripciones)
-Yolanda Barcina (cobrar en un solo día
3.434 euros en dietas por acudir a dos reuniones no la convierte en un
buen ejemplo)
-Uxúe Barcos (seguramente alguno dirá
que esta señora no tiene asuntos de corrupción, pero su política de euskaldunización
de una comunidad donde el vasco es muy minoritario y actos como el respaldo
de su Gobierno a los agresores de Alsasua la sitúan en la órbita de un
sectarismo criminal que ha hecho mucho daño)
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País Vasco (6)
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-Juan José Ibarreche (aparte de
practicar aquella equidistancia tan del PNV en los tiempos duros de ETA,
luego nos quiso colar el plan que lleva su nombre, un intento de segregar el
País Vasco, pero quedándose con algunos vínculos con España ventajosos para su
pretendido País Vasco independiente)
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Valencia (8)
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-Eduardo Zaplana (caso parecido al de
Esperanza Aguirre: él presume de no haber sido imputado nunca en nada, pero
está en todas las salsas, como el asunto aquel de Terra Mítica, los negocios
ilegales de Ignacio González con los que lo vincula el juez Eloy Velasco y
bastantes más)
-José Luis Olivas (dirigió Bankia en
Valencia, con tal eficacia que a partir de entonces se le conoció como el presidente de la ruina. Acusaciones
de estafa y malversación y condena de cárcel por falsear una factura)
-Francisco Camps (por mucho que Arcadi
Espada lo considere un buen tío, aparte del asunto de los trajes, están cosas
como la corrupción generalizada en Valencia bajo su mandato, el asunto de la
Fórmula 1 o el de la visita del papa en 2006)
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Los números que van entre paréntesis son los del total de presidentes que ha tenido cada una de estas autonomías. Os informo de que entre las 17 suman 118, contando con bastante generosidad, ya que he incluido a todos los que alguna vez ostentaron el cargo, aunque fueran interinos, provisionales o preautonómicos, si bien no he llegado a las alegrías de ciertos cómputos de los presidentes de la Generalidad catalana que los cifran en 130, pues empiezan a contar desde 1359: yo no me he ido tan lejos, he empezado desde Jordi Pujol y ni siquiera he contado a Tarradellas, que no gobernó nada.
Ya en mis artículos de 2014, concluía diciendo que los incluidos en aquella relación de presidentes poco o nada sostenibles eran nada menos que dieciséis y que eso representaba una gravísima falla institucional que debía hacernos reflexionar, así que esa reflexión debería ser más acuciante aún ante esta lista, que incluye 30 nombres y bastantes conductas muy graves, que van desde grandes casos de corrupción a intentos de romper el país. 30 de 118, o sea, el 25'42%, un porcentaje escandaloso. Y no olvidemos este tremendo detalle: algunos de estos PRESIDENTES AUTONÓMICOS han pasado por la cárcel, unos cuantos la han evitado por indultos o prescripciones, hay al menos dos que son firmes candidatos a acabar con sus huesos en ella y hay tres implicados en un intento de golpe de Estado: dado su altísimo rango en nuestro sistema político, semejante historial pone seriamente en duda la calidad de nuestra democracia.
Imaginemos que España fuera un continente y las comunidades autónomas fueran países: ¿qué pensaríamos de un continente con 17 países de los cuales 13 tuvieran presidentes con estas conductas, con 30 de 118 presidentes, o sea, la cuarta parte, haciendo cosas como las del cuadro de este artículo? ¿Qué pensaríamos de esos países? Pensaríamos, naturalmente, que eran repúblicas bananeras tan dominadas por la corrupción y la arbitrariedad que ya se ejercerían desde los mismísimos primeros mandatarios, los cuales nos parecerían esperpentos de película de risa. Vamos a hacer otra traslación: ¿hubiera sido creíble y sostenible la democracia española con presidentes del Gobierno de conductas parecidas a las de los presidentes autonómicos de este cuadro? No: para el mundo, España habría sido también una república bananera.
La conclusión es esta: que la simple visión de este cuadro demuestra que el Estado de las Autonomías es muy poco presentable y difícilmente sostenible. Es ya un serio lastre para la política nacional que habría que revocar o reformar muy en profundidad. El mal o los males es o son estructurales y de raíz. Con la simplificación inevitable en un artículo de blog, voy a decir cuál es a mi juicio la clave de ese mal: el rango político. Las autonomías españolas han llegado ya a un tal grado de soberanía y competencias que es ya un lugar común el que las comparemos con reinos de taifas, y recordaré que las taifas fueron los pequeños reinos en que se resquebrajó en la Edad Media el califato de Córdoba, dando lugar a la perdida de un gran reino unificado, pujante y poderoso y la aparición de una serie de reinos pequeños, débiles y que andaban permanentemente guerreando entre sí por sus miserias, lo cual representó un gran beneficio para el avance cristiano. Lo mismo está pasándonos ahora: es tal el grado de autocracia de las autonomías que las hace muy asequibles a la aparición de tiranuelos descontrolados, lo que facilita la corrupción y el aventurerismo. El caso de Cataluña nos brinda ejemplos muy claros: en sus últimas etapas, Artur Mas dio sobradas muestras de creerse a la misma altura del propio rey de España y, hablando de su sucesor en aquella taifa, Carles Puigdemont, recuerdo haber visto una vez a un tertuliano-esbirro de la Sexta especular con "un encuentro entre los dos jefes de Estado, Puigdemont y Felipe VI", con estas mismas palabras lo dijo.
Creo, pues, que es necesaria una reconducción. Si se quiere mantener el Estado de las Autonomías, habrá que hacer urgentes reparaciones y una que sería indispensable sería la clarificación de las jerarquías políticas: las autonómicas, claramente por debajo de las estatales. No sé si esto será posible, pero me temo que, si no se hace, dentro de cuatro años me veo escribiendo otro articulito como este, en el que sin duda habremos pasado de 30 a 60 invitados y de un porcentaje del 25% de impresentables a un 40 o un 50 por cien. Me temo que eso será la ruina o algo muy parecido.
Ya en mis artículos de 2014, concluía diciendo que los incluidos en aquella relación de presidentes poco o nada sostenibles eran nada menos que dieciséis y que eso representaba una gravísima falla institucional que debía hacernos reflexionar, así que esa reflexión debería ser más acuciante aún ante esta lista, que incluye 30 nombres y bastantes conductas muy graves, que van desde grandes casos de corrupción a intentos de romper el país. 30 de 118, o sea, el 25'42%, un porcentaje escandaloso. Y no olvidemos este tremendo detalle: algunos de estos PRESIDENTES AUTONÓMICOS han pasado por la cárcel, unos cuantos la han evitado por indultos o prescripciones, hay al menos dos que son firmes candidatos a acabar con sus huesos en ella y hay tres implicados en un intento de golpe de Estado: dado su altísimo rango en nuestro sistema político, semejante historial pone seriamente en duda la calidad de nuestra democracia.
Imaginemos que España fuera un continente y las comunidades autónomas fueran países: ¿qué pensaríamos de un continente con 17 países de los cuales 13 tuvieran presidentes con estas conductas, con 30 de 118 presidentes, o sea, la cuarta parte, haciendo cosas como las del cuadro de este artículo? ¿Qué pensaríamos de esos países? Pensaríamos, naturalmente, que eran repúblicas bananeras tan dominadas por la corrupción y la arbitrariedad que ya se ejercerían desde los mismísimos primeros mandatarios, los cuales nos parecerían esperpentos de película de risa. Vamos a hacer otra traslación: ¿hubiera sido creíble y sostenible la democracia española con presidentes del Gobierno de conductas parecidas a las de los presidentes autonómicos de este cuadro? No: para el mundo, España habría sido también una república bananera.
La conclusión es esta: que la simple visión de este cuadro demuestra que el Estado de las Autonomías es muy poco presentable y difícilmente sostenible. Es ya un serio lastre para la política nacional que habría que revocar o reformar muy en profundidad. El mal o los males es o son estructurales y de raíz. Con la simplificación inevitable en un artículo de blog, voy a decir cuál es a mi juicio la clave de ese mal: el rango político. Las autonomías españolas han llegado ya a un tal grado de soberanía y competencias que es ya un lugar común el que las comparemos con reinos de taifas, y recordaré que las taifas fueron los pequeños reinos en que se resquebrajó en la Edad Media el califato de Córdoba, dando lugar a la perdida de un gran reino unificado, pujante y poderoso y la aparición de una serie de reinos pequeños, débiles y que andaban permanentemente guerreando entre sí por sus miserias, lo cual representó un gran beneficio para el avance cristiano. Lo mismo está pasándonos ahora: es tal el grado de autocracia de las autonomías que las hace muy asequibles a la aparición de tiranuelos descontrolados, lo que facilita la corrupción y el aventurerismo. El caso de Cataluña nos brinda ejemplos muy claros: en sus últimas etapas, Artur Mas dio sobradas muestras de creerse a la misma altura del propio rey de España y, hablando de su sucesor en aquella taifa, Carles Puigdemont, recuerdo haber visto una vez a un tertuliano-esbirro de la Sexta especular con "un encuentro entre los dos jefes de Estado, Puigdemont y Felipe VI", con estas mismas palabras lo dijo.
Creo, pues, que es necesaria una reconducción. Si se quiere mantener el Estado de las Autonomías, habrá que hacer urgentes reparaciones y una que sería indispensable sería la clarificación de las jerarquías políticas: las autonómicas, claramente por debajo de las estatales. No sé si esto será posible, pero me temo que, si no se hace, dentro de cuatro años me veo escribiendo otro articulito como este, en el que sin duda habremos pasado de 30 a 60 invitados y de un porcentaje del 25% de impresentables a un 40 o un 50 por cien. Me temo que eso será la ruina o algo muy parecido.
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