Este artículo se publicó en Mi blog difunto el 16 - II -09
Lea usted la parte I, que está un poquito más arriba, ande, no sea perezoso. ¿La ha leído ya? Bien, pues ya puede comenzar con la II. Eyes wide shut es una película con muchas conchas. Empiezan con lo externo a su propio contenido: que si el matrimonio Cruise - Kidman que no tardaría en separarse, que si la muerte de Kubrick, que si su testamento cinematográfico, que si el título... ¿Qué significa Eyes wide shut? La expresión debió de parecer tan particular que los productores no la tradujeron al español. Hubo muchas especulaciones y propuestas, pero yo siempre he creído que este título tenía que ver con la expresión inglesa "wide open", que significa "abierto de par en par". Con arreglo a esto, la inexistente "wide shut" sería un juego de palabras que significaría "cerrado del todo", "cerrado a cal y canto", y, Eyes wide shut vendria a ser "Ojos completamente cerrados" o algo así. ¿Ojos que no ven o que se niegan a ver? No sé, y es que una de las virtudes de esta película es que es muy ambigua y abierta interpretaciones. Conviene volver a Schnitzler y su Relato soñado. En líneas generales, Kubrick es bastante fiel a su modelo: Fridolin, el médico protagonista de la novela, tiene, como el médico que encarna Cruise, una experiencia por la cara oculta e inquietante de la vida, y atraviesa, salvando las diferencias de época, situaciones casi iguales.
En su película, Kubrick maneja los mismos elementos que Schnitzler: el erotismo, la muerte, la profundización psicológica, la fuerza imparable del instinto sexual... Los despliega sobre el fondo de un bache matrimonial, de la confesión inesperada de una esposa irritada, de las cosas impensables que descubre el modoso doctorcito en sus andanzas, de las que ve sorprendido que van saliendo de sí mismo. Y todas esas cosas inquietan, inquietan y mucho. La gracia de la película no está tanto en el tremendismo de algunas de sus escenas o en la perversión de bastantes de sus personajes como en la inquietud que despiertan, primero, en el cada vez más superado Cruise, que empieza jugando y acaba llorando; segundo, en el espectador, que inevitablemente se verá reflejado en él o en su confiada familia. Hay un mundo de placeres y pasiones oscuras e imposibles de controlar que nos atraen con fuerza; es un mundo al mismo tiempo erizado de peligros insospechados con el que puede resultar letal relacioanrse. Y lo peor es que ese mundo oscuro está ahí al lado, en la misma calle de la luminosa consulta, que, al oscurecer, se convierte en el escenario por el que corren adolescentes pervertidas, padres que las explotan, bacanales tan refinadas como mortíferas, bellas prostitutas seductoras... y sujetos que nos persiguen amenazadores. Pero no, no es eso lo peor, lo peor es que eso está en nuestros sueños, somos nosotros mismos los que no necesitamos mucho para bajar ahí sin que nadie nos arrastre, somos nosotros mismos los que lo deseamos.
Inquietante, así es esta película, esa es su principal virtud. Es una película que escarba, como decía con gran perspicacia alguien que conozco. Al protagonista se le rompen los esquemas cuando su mujer le cuenta sus sueños obscenos; la inquietud le hace perder el control. ¿Cuántos espectadores se habrán preguntado si su mujercita tendría unos sueños parecidos? Inquietante. En su inquietud, ese protagonista se vuelve otro, se hace sensible a las tentaciones de admiradoras secretas, prostitutas, orgías... Inquietante. ¿Cuántas espectadoras se habrán preguntado si su maridito sería capaz de meterse en esos pasos? Inquietante. La bella y modélica pareja descubre un buen día que esos demonios están ahí y se han alzado muy amenazantes a su alrededor. Escaldado como gato después de meterse en juegos con ellos, el esposo no ha encontrado más defensa que derrumbarse llorando en el regazo de su mujer como un niño asustado y arrepentido que pide perdón. ¿Qué pueden hacer entonces, cuál es la fórmula para protegerse de tan tremendo ataque, para salvar su mundo? Quizás solo exista una: volver a cerrar con fuerza los ojos, cerrarlos a cal y canto, convertirlos en esos Eyes wide shut del título, no asomarse a ver el infierno. ¿Que por la calle tenebrosa te pasan rozando tremendos demonios? Volvamos la cara, ignorémoslos, vayámonos a comprar los regalitos de la luminosa Navidad. De este modo, la respuesta final de la esposa, en apariencia absurda, trivial y hasta grosera, es la más adecuada, la verdadera solución a sus problemas. Y si se interpreta así, esta película no "se cae", sino que es una gran obra que cierra muy apropiadamente la filmografía de un gran director.
Bueno, bueno; ¡qué morbo! Me ha gustado mucho tu análisis y, desde luego, prometo verla; Kubrick nunca me ha dejado indiferente.
ResponderEliminarGracias por descubrírmela,
Un abrazo.
Me alegro, Lola, cuando la veas, ya me contarás. Yo soy un incondicional de Kubrick, aun reconociendo que algunas cosas de algunas de sus películas no me gustan. Cuando vi "Eyes wide shut" por primera vez, confieso que al acabar me quedé un poco estupefacto con el final, pero luego, recapacitando, le vi la lógica. La película, en efecto y como dices, tiene mucho morbo: es muy inquietante, no me cansaré de repetirlo. Un abrazo para ti.
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