Esta película con guión de Chris Sparling y dirigida por Rodrigo Cortés venía precedida por una fuente campaña de publicidad y elogios: que si había obtenido una muy buena acogida en el festival de Sundance, que si era el mayor estreno de una película española en la historia del cine... Luego, a la hora de verla, lo que me encontré os lo reflejaré en tres anécdotas:
-A los 20 minutos, mi mujer ya me estaba diciendo que se largaba porque aquello era una porquería.
-Cuando aún no habíamos llegado a mitad de la película, notaba que... ¡me estaba durmiendo!, cosa que juro que JAMÁS me ha pasado ante una pantalla.
-Nada más terminar la película, alguien en la sala dijo con voz grave y bien audible: JO-DER, sintetizando en una sola palabra y con gran sentido crítico el estupor que pesaba en la atmósfera.
¿Este era el gran estreno? ¿Esta era la emocionante película que los medios y algunos críticos nos han estado vendiendo? Van a acabar consiguiendo que no crea en ellos ni lo poco que creo ahora. Se decían maravillas de la tensión de esta película, del valeroso reto que suponía abordar una historia con un solo personaje metido en un escenario como un ataúd... No negaré lo de la tensión, pero, en lo referido a la historia, hace agua lamentablemente: el protagonista y los personajes con los que se comunica se la pasan haciendo y diciendo las cosas más disparatadas, y hay alguna que otra escena que, o no viene en absoluto a cuento, o es absurda o las dos cosas. Resultado: una historia muy floja e insostenible. Os lo digo de corazón: buscaos otro plan para pasar la tarde.
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