Después de que Carmen Forcadell permitiera que se tramitase una resolución para abrir la puerta a que Cataluña se independice (o, mejor dicho, para que se abriera la puerta a que Cataluña se independizase, porque todos estos proyectos hay que situarlos en el terreno de la hipótesis muy hipotética) y de que el Gobierno nacional pusiera en marcha las lógicas medidas contra los desafueros de la presidenta del Parlamento catalán, empecinada en no entender que su poder no es ilimitado y está sujeta al cumplimiento de las leyes de su país, sale a escena Neus Munté, la vicepresidenta de la Generalitat, con "argumentos" como estos:
El Gobierno español nuevamente amenaza, pero desde el Gobierno de Cataluña no nos moveremos de nuestro camino, profundamente democrático, avalado por los votos de los ciudadanos que se pronunciaron a favor de la hoja de ruta, que continúa intacta.
Afirma también Munté que sería inaudito proceder contra una presidenta de Parlamento como es Forcadell por haber permitido un debate "plenamente normal" en la cámara catalana. Debería entender esta señora que es verdad que es plenamente normal que los parlamentos debatan, pero no es legítimo en absoluto que se debata en el catalán un plan de secesión, pero ya sé que es difícil que entienda nada una persona que, al igual que Forcadell, se ha blindado en su discurso y parece estar persuadida de que no hay más legitimidad que la que este marca. ¿Qué dice mientras tanto la máxima autoridad autonómica catalana, o sea, el presidente Puigdemont? Pues, al parecer, su silencio de desaparecido se ha quebrado solo por una vía tan sólida como su cuenta de Twitter, en la que ha dicho esto:
Todo mi apoyo y complicidad a la presidenta del Parlament. La democracia no está en funciones.
¿Tendremos que entender que Puigdemont no es el jefe, sino el cómplice? ¿Y se comunica a través de Twitter ante una situación tan delicada? Este es el personaje que preside Cataluña.
Está claro que quienes ahora gobiernan allí han adoptado, una vez más, la lógica revolucionaria (¿será por influjo de las CUP?), o sea, la de no entender más imperio ni legitimidad que el de sus propios sacrosantos objetivos, nada de leyes, fidelidades, coherencias ni corduras. Puro fanatismo autista que cada vez da más miedo. Sugería una vez Arcadi Espada que Cataluña podría acabar siendo el 23-F de Felipe VI y hay quienes parecen estar empeñados en que así sea.
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