El pasado día 5, publicó el Presidente del Gobierno en el diario El País un artículo titulado Carta abierta a los maestros, el cual me figuro que muchos de vosotros ya conoceréis. Sabréis por tanto que lo más enjundioso de ese breve artículo es que en él Rodríguez Zapatero declara su firme creencia de que ha llegado el momento para un Pacto Educativo (así, con mayúsculas) que es tanto como convocar oficialmente a las fuerzas políticas para tal pacto. Es esta sin duda una importante noticia: ya hace mucho tiempo que desde diversos sectores se viene reclamando ese pacto.
Como maestro, le agradezco al Presidente las palabras de aliento y elogio que nos dedica, y más aún, las últimas líneas de su discurso, en las que viene a decir que va a poner todo su empeño en respaldarnos. No puedo, no obstante, dejarme en el tintero algunas inquietudes, la primera de las cuales ya la manifesté en un post del blog difunto que se titulaba Pacto escolar, el cual escribí hace un mes, cuando Zapatero empezó a hablar de pactos: dije entonces que los convocados a ese pacto tendrían forzosamente que ser las comunidades autónomas, los partidos, los sindicatos, las patronales de la enseñanza, las asociaciones de padres...: instancias públicas todas que, la que más la que menos, alguna faena le han hecho a la enseñanza cuando se ha tratado de anteponer sus propios intereses, en consecuencia, ¿merecerá la pena pactar con ellos o asistiremos al típico festín de buitres en el que cada cual va a por su tajada y al final tendremos que soportar durante años vaya usted a saber qué chapuza, santificada encima con la vitola de ser el Pacto Educativo con mayúsculas? Cuidado con esto. Otra cosa que convendría sería que se establecieran mecanismos eficaces para oír la voz del profesorado, que, naturalmente, no podrían ser los sindicatos, los cuales son solo la voz de sí mismos, como seguramente sabrá muy bien el Presidente del Gobierno.
Mi segunda inquietud procede de cuestiones de fondo. El artículo de Zapatero por fuerza tenía que poseer el tono solemne y la abundancia de elevados propósitos propios de este tipo de documentos, y es cierto que los elevados propósitos tienen la tendencia a ser vagos y generales, pero, aun así... Aun así, creo que estaba obligado a concretar, a "mojarse" por una vez en su vida, porque el asunto de la enseñanza ya no admite frivolidades. Zapatero empieza su carta señalando lo que ha progresado la educación desde los años 70; faltaría más: ¿qué país de zánganos sería este de no haber sido así? Nos adula luego los oídos con propuestas como mirar al futuro con ambición o aspirar a la excelencia: ¿y quién no mira al futuro con ambición, quién no aspira a la excelencia? Solo con eso, no dice nada, me hubiera gustado ver alguna pista, algún dato acerca del futuro a que él aspira (porque futuros hay muchos) o de qué entiende por excelencia y cómo cree que hay que lograrla: este ha sido un debate crucial y envenenado en la enseñanza en los últimos años y nadie puede esperar apoyos sin tomar posiciones claras. Reclama luego la colaboración y el compromiso de las diversas administraciones y de la sociedad y de nuevo se nos ocurre que se cae por su propio peso, que su concurso es imprescindible, pero también aquí se presenta una carencia esencial: no dice para qué. Todos debemos colaborar y muchos queremos hacerlo, pero yo necesito que me digan para qué, porque pongamos por caso que Zapatero quiere colaboración para duplicar el poder de los departamentos de orientación o para impulsar planes demagógicos y demenciales como el de la enseñanza bilingüe: para eso, que no cuente conmigo.
Zapatero tiene que hacer explícitas sus posturas y sus propuestas; tiene que aclarar si está dispuesto a pactar por pactar y que salga lo que sea o a dirigir la negociación hacia un modelo serio; tiene que abrir el proceso a la participación de los profesores, si es posible, para algo más que opinar: mientras no cumpla todo esto, su Pacto Educativo será, en el mejor de los casos, un brindis al sol.
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