Como estoy viendo que, en torno al crucial asunto de la gamberrada coral que interpretaron hace unos días los estudiantes del colegio mayor "Elías Ahúja", han abierto fuego las ametralladoras de la Inquisición tresmilenaria, empezaré por clarificar mi postura y jurar que no profeso ninguna herejía, no vaya a ser que alguna bala me reviente el cráneo. Proclamo además que me parece absolutamente desafortunada, zafia, carente de gracia e impropia de personas con educación e inteligencia la bromita esa de salir en masa a las ventanas a gritarles groserías marranadas a las chicas del colegio femenino de enfrente, llamado "Santa Mónica" (para mi relato, me guío sobre todo por estos dos artículos de ABC: La Fiscalía y Tradición orquestada). Por añadidura, por algún titular que he visto por ahí, se decía que la conducta de estos muchachos (¡universitarios!) es una preocupante muestra de la lamentable postración en que está cayendo el nivel educativo de nuestro país, y estoy de acuerdo.
Demostrado ya que no soy cómplice de esos peligrosos maleantes, procederé a ejercer de abogado defensor, visto que les han salido poquísimos (poquísimas más bien) y que, por contra, los lapidadores les han crecido como hongos, y no solo eso, sino además pidiendo unas penas tan desproporcionadas que ponen los pelos de punta, esto es lo peor. Utilizaré como primer argumento de descargo precisamente la identidad de las únicas defensoras que se han manifestado en público, pues me parece muy significativo que sean las propias destinatarias de la broma. Además, como he visto en algún que otro corte televisivo y puede comprobarse en Tradición orquestada (crónica nada favorable a los reos, al igual que sucede con La Fiscalía), son contundentes en la calificación del hecho como una intranscendente broma de amigos, que la histeria dominante en los medios de comunicación ha magnificado. Alguien me podrá decir que también han aparecido algunas declarando haberse sentido ofendidas, a lo que responderé que me merecen todo el respeto, cosa diametralmente opuesta al sentimiento que me inspira lo que he pillado al vuelo hace unas horas en un telediario de la La Uno (solo en la cabecera): que ciertos expertos (con perdón) mantenían que el descargo publicado por las otras, las que son mayoría, no podía tomarse en serio, ya que su expertísima deposición dictaminaba que es normal que las víctimas de tamañas afrentas a menudo se queden desorientadas y no sepan lo que dicen. Cuidado con esto: el nivel de prepotencia de los inquisidores españoles está ya en el elevado punto de saber mejor que usted, que yo o que las chicas del "Santa Mónica" lo que deberíamos pensar, incluso acerca de nuestros propios asuntos. Detallitos como este son los que me han impulsado a escribir este artículo, porque me dan mucho miedo, bastante más que un tropel de veinteañeros ociosos columpiándose con una broma salida de tono, los cuales, por cierto, ya han pedido perdón.
Quizás es que yo sea muy timorato, pero me produce estupor el ver la cantidad de telediarios que llevamos ya abriéndose con esta cencerrada, y más, en un país cuyo Parlamento acaba de aprobar un engendro como la Ley de Memoria Democrática, discutida hasta por señaladas personalidades del partido que la ha avalado, o está en estos días debatiendo un disparate colosal, la Ley Trans, luego me detendré en esto.
¿Y qué nos encontramos en la tarima de los acusadores? Un lote surtido de propuestas, entre las que no escasean las de Torquemadas vocacionales avivando la pira, ¡qué chula se nos va poner la Plaza Mayor como sigan prosperando estas tendencias! Con los ingresos que vamos a obtener por turismo de auto de fe, nos vamos a convertir en el país más rico del mundo, atended si no: la Fiscalía movilizada por semejante niñería; el promotor de la broma y algún alumno más expulsados fulminantemente del colegio mayor (¿han tenido trámite de audiencia? Lo digo porque, al menos en los institutos, ese derecho se les concede hasta a los patanes que agreden a los profesores o a sus compañeros); se propone incluso ¡que los expulsen de sus carreras!, ¿es que nos hemos vuelto locos?; en Tradición orquestada había un vídeo (me parece que ABC ya lo ha quitado) en que salía una señora de la Complutense preguntándose cómo iban a tipificar esto, y hablaba de agresión sexual; acabo de encontrar una noticia (pulse aquí) que dice que, según el Gobierno, los cantos ahujenses, con la ley del "Sí es sí" en la mano, serían delito... Dejo para el final a las estrellas más resplandecientes de nuestro firmamento político, cuyas declaraciones podréis ver en La fiscalía: Pedro Sánchez se indigna, nos exhorta a no dar ni un paso atrás y afirma que las políticas de igualdad son necesarias, mientras que Irene Montero sentencia: "Es la muestra más evidente de que hace falta educación sexual". Entre los arcos de la plaza, en los balcones y en la grada dispuesta para la nobleza, los fieles claman: "¡Justicia! ¡Justicia! ¡Muerte!"
¿Cuándo vamos a parar esta locura? ¿Alguien en su sano juicio cree que descargar la mano sobre esos estudiantes por una estupidez nos hace más cívicos? Nos hace todo lo contrario: unos cafres. Como entiendo que en un país con leyes civilizadas como el nuestro, cuando esta marea pase, todas esas bobadas de la agresión sexual y las expulsiones varias quien corresponda se encargará de atemperarlas, voy a pasar directamente a los trazos más gruesos de la amenaza del feminismo fanático que han asomado en esta polémica, que son los que más me preocupan, pues obedecen al propósito que abrigan ciertas corrientes políticas de someternos al estado neoinquisitorial al que ya me he referido en unas cuantas ocasiones. Empezaré con la ley de "Sí es sí": como ya se ha señalado desde hace mucho, esta infausta norma que ha convertido en presuntos culpables a todos los hombres, por el contrario, ha establecido una rebaja de las penas a los que hayan cometido agresiones sexuales efectivas, así que este es el panorama demencial al que nos han traído las leyes impulsadas desde el Ministerio de Igualdad regido por Irene Montero: mientras los violadores de la manada y otros están pensando acogerse bajo su paraguas, se va a elevar a delito la grosería ridícula de unos veinteañeros descerebrados: ¿cuándo vamos a parar esta locura? Dice Sánchez que las políticas de igualdad son necesarias -no está mal oírle de vez en cuando una verdad- y naturalmente que lo son, como algunas otras que él descuida, pero con moderación, no con el fanatismo revanchista de algunos sectores de su Gobierno. Por su parte, Irene Montero nos recuerda la necesidad de la educación sexual, complicada empresa que, si hay que alejar de algunas manos, es de las suyas, por sus confusas ideas sobre la sexualidad de los niños y porque parece demasiado dispuesta a adoctrinarlos en una esfera tan delicada como esa. Luego está el asunto de la ley Trans, un proyecto que sin duda ella se ha tomado como algo muy personal. Sorprende el poco eco que está teniendo esta norma, que los medios y los políticos están haciéndonos ver como un duelo entre las feministas de toda la vida (representadas por Carmen Calvo, que Dios las pille confesadas) y el poderoso lobby transexual, cuya valedora sería Irene Montero, cuando en realidad es uno más de los despropósitos impulsados por esta última, una amenaza que nos acecha a todos los ciudadanos, por lo que todos aquellos que la aprueben cometerán una grave irresponsabilidad. Si esta ley se pone en marcha, cualquiera podrá cambiar de sexo cuando le apetezca (lo establece su artículo tres), una auténtica chifladura, y además, los transexuales, por el solo hecho de serlo, tendrán privilegios para la obtención de trabajos en la empresa privada o en el sector público: cosas que nos afectan a todos. Vuelvo a repetir: ¿cuándo vamos a parar esta locura? No creo que estos personajes y esos planteamientos merezcan que les hagamos el juego en una manipulación inquisitorial.
El país que tiene un presidente que ha pactado con golpistas y los ha indultado, el mismo que de manera inconstitucional cerró el Parlamento y decretó dos estados de alarma y el que tiene planeado indultar a un compañero de partido condenado por un asunto de corrupción de más de 600 millones de euros, que ahora se pone campanudo y dice que las políticas de igualdad son necesarias; el país que tiene como ministra a Irene Montero, que ostenta el currículum que acabo de exponer y se llevó a sus amigas a Nueva York en viaje "oficial" a todo trapo; el país que está recibiendo con indiferencia leyes tan deletéreas como la de Memoria Democrática, la de "Sí es sí" o la Trans; ese país, digo, se ha volcado para llevar a la hoguera a un puñado de estudiantes por una gamberrada estúpida, sometido borreguilmente a la rigidez inquisitorial que nos está inoculando un feminismo desorbitado y enfermizo. Para más inri, mientras que esos estudiantes ya han pedido perdón por su pequeño error, todavía estoy esperando que Sánchez lo haga por uno solo de sus grandes abusos, o Irene Montero por las vacaciones que se ha pagado de nuestro bolsillo. ¿Cuándo vamos a parar esta locura? Ojalá nos decidamos a hacerlo pronto, porque no nos favorecería nada convertirnos en un país tiranizado por el fanatismo oligofrénico de las doctrinas woke y toreado por unos jetas.
Las redes las carga el diablo, siempre lo he dicho, y la frivolidad de nuestros medios de comunicación le suministra con sumo placer pólvora y cartuchos. Esta tormenta en un vaso de agua no debía haber salido de los límites del colegio mayor, era ahí donde se debía haber atajado y, de haber sido procedente, sancionado, pero nunca con la desmesura que ahora se propone, porque la desmesura en la sanción es, aparte de una injusticia, fuente de problemas posteriores. Creo haber visto a algunos directivos del "Elías Ahúja" azorados, disculpándose y anunciando el peso de la justicia sobre los facinerosos. Siento decirlo, pero no han estado a la altura, porque debían haber adoptado la postura de directivos responsables, o sea, haber asumido la resolución del asunto con entereza, en lugar de echarse a temblar ante la horda y someterse a su histeria. Aún están a tiempo de arreglar algo, quizás sean ellos los únicos que todavía puedan evitar que esto tenga un final más penoso que su desarrollo.
En cuanto a los míseros responsables del episodio, puesto que son estudiantes, creo que lo primero que deberán hacer es aprender: no todas las ocurrencias son recomendables y, cuando prende la chispa del gamberrismo, conviene serenarse y reflexionar antes de lanzarse a la aventura, ya son lo suficientemente mayorcitos para entender esto, lo mismo que lo serán para otras cosas. Creo que la mejor lección se la han dado sus compañeras y amigas del "Santa Mónica": mientras ellos las "obseqiaban" con una broma de australopitecos palurda, tonta y sin gracia, ellas han tenido la gentileza de salir en su auxilio cuando el aparato inquisitorial -no menos estúpido que ellos- se les ha lanzado encima. No perdamos de vista el hecho de que, aun siendo muy jóvenes, han sido las primeras en poner sensatez en este carnaval, las aplaudo con la mayor sinceridad. Caballeros del "Elías Ahúja", cambien radicalmente de estilo, porque así no se trata a una dama, ni a las del "Santa Mónica" ni a ninguna otra. Y, de paso, aprendan un poquito de sus vecinas de enfrente.
Excelente artículo, Pablo. Pones las cosas en su sitio, sitúas el problema en su justo término y dejas a los impostores y caraduras como lo que son. Desde luego, una gentecilla sin la más mínima autoridad moral para volver a salvarnos y a liderar nada. Después de los años que nos han dado, junto a toda la tropa que habita la progresía decadente, hipócrita e inmoral, retrógrada con ínfulas de vanguardista, bien nos merecemos los españoles descansar de tanta mugre con ansias de salir en la foto para colgarse las medallas que por su baja estofa no merecen ni de coña.
ResponderEliminarSin duda, pero me cabre y me preocupa much de este asunto la facilidad con que la mayoría de los medios de comunicación y de las formaciones políticas (de todos los colores en ambos casos) se han enganchado al carro de la condena feroz y fulminante, unos por covicción, otros por seguidismo acrítico de la doctrina dominante y otros por puro canguelo: nada de ello bueno. Por esto, es doblemente sana y reconfortante la respuesta de las chicas del "Santa Mónica", a las que probablemente hayas visto por ahí que llamó la Montere para ofrecerles el refugio de sus maternales brazos de beneficiaria de la siembra de odio del ultrafeminismo. Por lo visto, cuando le dijeron que no la necesitabn para nada, les colgó de muy mala leche. Si non e vero, e ben trovato, y, desde luego, muy creíble.
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