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sábado, 18 de enero de 2020

Unas observaciones sobre el pin parental

   Como este término de "pin parental" es un tanto confuso y, a mi juicio, no muy afortunado, empezaré por definirlo de forma sucinta: es el derecho que tendrían los padres a dar o no su consentimiento a que sus hijos asistieran a las actividades complementarias dentro del centro que fuesen impartidas por personas externas a él. Ejemplo de estas podrían ser las charlas de la Guardia Civil sobre acoso en las redes, una conferencia sobre fauna dada por un prestigioso catedrático de la Complutense o un ciclo sobre educación sexual a cargo de un gabinete de psicólogos sufragado por un ayuntamiento. Ante la intención de la Comunidad de Murcia de hacerlo obligatorio, el Ministerio de Educación ha reaccionado fulminantemente con el anuncio de que lo recurrirá ante los tribunales. Sorprende tanta celeridad en un departamento que ha estado durante décadas contemplando de brazos cruzados los repetidos y graves abusos que se han cometido en la enseñanza catalana, más otros más esporádicos en algunas otras como la vasca, la balear o la valenciana. Además de esto, hemos visto a la señora Celaa, la misma que despreció con muy cínicos argumentos un sólido informe sobre los abusos de la Generalidad catalana, decir cosas como que los padres no son dueños de los hijos, que debe prevalecer el superior interés de los alumnos o la serie de grandilocuencias demagógicas que podéis leer en el primer artículo que enlazo. Si ya por estas cosas y la inanidad de su mandato la señora Celaa se había desacreditado como ministra, su sectaria incongruencia de ahora termina de hundirla. También ha saltado contundentemente Irene Montero, defendiendo el derecho de los hijos e hijas de padres machistas a ser educados en el feminismo, como ha salido la FELGTB defendiendo el derecho de todo el alumnado a recibir formación en diversidad LGTBI.
    Precisamente aquí está el problema: en el feminismo, la intervención de las organizaciones LGTBI y la educación sexual. La señora Celaa, la señora Montero y la FELGTB pretendían sin duda dar razones contra el pin parental,  pero lo que han hecho ha sido darlas a favor. Antes de continuar, revelaré una cosa: me he pasado décadas, como profesor, haciendo uso de lo que podría llamar el pin tutorial, porque soy un celoso defensor de la escuela y siempre he desconfiado del variopinto enjambre de samaritanos que mosconean a su alrededor ofreciendo "educación complementaria", para los cuales fue una verdadera bendición el invento ese de las áreas transversales (ya sabéis: educación sexual, para la salud, medioambiental, para la igualdad de género, para la paz...), pues, con sus vaporosos contenidos extraprogramáticos, se convirtieron en la puerta falsa por la que ellos se colaron en los centros. He de añadir que estos convidados siempre han obtenido el rédito ideológico de sembrar sus doctrinas, pero algunos además son empresas que sacan de ello un beneficio económico. Ganancia en cualquier caso: que nadie piense que nos las estamos jugando con seres angélicos.
    Tengo claro que entendéis que no estoy hablando de la Guardia Civil ni del catedrático de la Complutense y las provechosas enseñanzas de ambos, sino de otros que ni son instituciones ni transmiten conocimiento. Se presentan al principio de curso a la jefatura de estudios o al departamento de Orientación (a menudo, avalados por ayuntamientos, sindicatos, AMPAS...) y ofrecen una o varias charlas relacionadas con las áreas transversales. En cierta ocasión, cuando estaba en EGB, un sindicato nos ofreció una charla sobre droga dada por un afiliado suyo. Aceptamos y, llegado el día, se presentó allí un señor (a todas luces, un exadicto) que estuvo una hora diciéndoles a los perplejos chicos de 8º a grito pelado que la droga era muy mala y que ni se les ocurriera probar. Nada sustancial, consejitos obvios vociferados por un exaltado. Gracias a ese gol, en adelante me propuse cerrar el acceso a mis alumnos a todos estos vendedores de humo foráneos y os aseguro que, al menos a los de mis tutorías, los he librado de mucha tomadura de pelo relacionada especialmente con la educación sexual, aunque hay de todo: recuerdo que en un centro una compañera que era del Opus logró colar unas charlas de un fundamentalista cristiano que se había traído de la India, una cosa surrealista. Y si sé que eran fraudes vacíos es porque en mis centros había compañeros que sí cedían y luego los chicos me contaban el esperpento o la vergonzosa operación de adoctrinamiento.
    Así pues, aunque entiendo que esto del pin parental es un invento que choca con la autonomía de los centros para organizar sus programas, soy el primero en reconocer que en nuestro sistema hay una fisura por la que se cuelan elementos que están fuera de lugar y en comprender que haya gente que no esté dispuesta a permitirlo. Admitamos en primer lugar que lo que hay entre los centros y las familias es una especie de contrato: ellas nos mandan con toda confianza a sus hijos para que unos profesores cualificados, acreditados y sometidos al control de sus superiores jerárquicos les den unas enseñanzas que están en los programas de todos conocidos. Si de repente se encuentran con que un buen día ha ido al centro una persona que no pertenece a su plantilla a hablar de cosas que no estaban en los programas, siento decir que tendrían sobradas razones para pensar que hemos incumplido lo pactado. Si además se da el caso de que esa persona no es un voluntario de Cruz Roja que va a dar una inocua charla sobre primeros auxilios, sino un señor que va a tener la ocurrencia de hablarles del coito anal a alumnos de 2º de ESO en el transcurso de una charla sobre sexualidad (cosa que sé que ha sucedido) o una señora que va a decirles a los niños cómo deben enfocar su vida afectivo-sexual con un enfoque feminista o LGTBI, no podemos extrañarnos de que se produzcan enojos, desconfianzas y conflictos.
    Puede que la fisura sea esa alegría con que en los centros se deja entrar a personas ajenas (y a salvo de tener que rendir cuentas de lo que han dicho) a hablar de cosas muy sensibles: la educación sexual es una de ellas y siempre he creído que resulta bastante frívolo dejarla en manos de colaboradores ocasionales a los que se conoce poco o nada solo porque son del gabinete psicológico X.
    Puede también que la fisura sean esas normas a las que apela la ministra de Igualdad cuando cita cierto acuerdo "que defiende que se refuerce la educación afectivo-sexual", porque creo que deberíamos preguntarnos qué derecho tiene la escuela a meterse en esos asuntos tan sensibles y enraizados en la intimidad de las personas: si los padres no son dueños de los hijos (como tan groseramente manifiesta la ministra de Educación), podemos muy bien pensar que menos derecho aún tiene la escuela a invadir su mundo afectivo ("reforzar", dice Irene Montero, ¡qué simpática!).
   O puede que la fisura sean personas como la propia Irene Montero, que ha sido capaz de decir esto:
    Entendemos que el pin parental es un elemento claro de ruptura educativa y de sexismo. Los hijos e hijas de padres homófobos tienen el mismo derecho de ser educados en los derechos humanos y en el derecho de amar a quien quieran como quieran. Los hijos e hijas de padres machistas tienen el mismo derecho a ser educados en el feminismo, la igualdad y los valores.
    Difícilmente podremos encontrar palabras más sectarias y totalitarias: si pretendes tener algún control sobre ciertas actividades escolares de tus hijos, estás en contra de la educación y eres sexista. Queda claro como la luz del día cuál es la respuesta de la ministra de Igualdad a quienes no piensan como ella: la descalificación y el anatema. De la sarta de disparates que viene después podrían extraerse muchas conclusiones, pero me voy a fijar en la más alarmante: que delata que la señora Montero está afrontando esta cuestión como un arma de lucha contra sus "malos" y de imposición de sus particulares opciones.
     Porque la homosexualidad y el feminismo son solo opciones particulares, aunque la señora Montero piense lo contrario y dé la preocupante impresión de que las quiere imponer o, al menos, concederles de forma impuesta una injustificable relevancia escolar. Hace cincuenta años, los curas, muy convencidos de que sus creencias eran una verdad incuestionable, iban por los colegios catequizando a los niños para salvarlos del ateísmo y el pecado; hoy gozamos de unos catequistas del feminismo y las milongas LGTBI también muy convencidos de poseer la verdad, que quieren meterse en los centros para salvar a los niños del machismo y la homofobia: ¿se creerá Irene Montero que es muy distinta de aquel cura de los tiempos de Franco?
     Aunque así a bote pronto yo veo una diferencia: el cura era ministro de Dios, mientras que Irene Montero es ministra de Pedro Sánchez. No sé si habremos ganado mucho. 

18 comentarios:

  1. Muy bueno el comentario. Cada cual sabe lo que es mejor para sus hijos pero algunos, de un lado y de otro, quieren imponerte su ideología.

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    1. Celebro que estemos de acuerdo. En realidad, la escuela pertenece a la sociedad, a la que sirve. Y la libertad de enseñanza también es una aspiración democrática que abarca a todas las personas, así que los centros deben cerrarse a todo intento adoctrinador, aunque se disfrace de otra cosa, lo que nos obliga a estar permanentemente atentos.

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  2. Admitimos como ideología defender y fomentar la igualdad entre mujeres y hombres? . Lo digo porque ESO es el feminismo y eso es lo que pretende el movimiento feminista (mal que le pese a quienes desprecian dicho movimiento)

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    1. Eso es lo que pretende el feminismo como postura ideológica (primera acepción de la RAE), pero, como movimiento (segunda acepción), va más allá y, en el caso del feminismo radical, al que habría que adscribir a Carmen Calvo, Irene Montero y los grupos más visibilizados hoy, inadmisiblemente más allá, lo demuestran cosas como esa presuposición de la señora Calvo de que las mujeres nunca mienten o esas criminalizaciones generalizadas de los hombres que corren por ahí. Le hago además una observación: se puede estar a favor de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres sin necesidad de ser feminista, basta con tomarse en serio la igualdad entre seres humanos.

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  3. Yo estoy en contra de que los padres metan los hocicos en los institutos. Para nada. En efecto tenemos un problema con esas organizaciones extraescolares de dudoso nivel (recuerdo una chica que dio a los míos una de identidades de género que lo primero que hizo fue poner en la pizarra BULBA, así, con las bes bien visibles, como si no hubiera visto nunca la palabra escrita), pero ese problema deberíamos resolverlo en los claustros, no permitir a los padres decidir esas cosas en la enseñanza pública.

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    1. Habrás de saber, querido amigo Carlos, que la bulba o cebolla es la esposa del bulbo o cebollo (o pareja de hecho, si no están casados; también podría ser pareja o esposa de otra bulba, en el caso de que fuera una relación homosexual), así que yo de ti me andaría con cuidado y no criticaría a nadie que dé charlas de identidad de género. En otro orden de cosas, estoy de acuerdo en lo que dices. Lo que vengo a decir en este artículo es que se comprende que haya padres que estén cabreados con estos hechos, que son reales y muy serios, y que el problema no es de ahora, sino de hace mucho, pues hace ya mucho que a los centros van a soltar sus monsergas personas y grupos que no deberían ir. Deberíamos haber empezado por no llamarlos o no permitirles la entrada y la mejor solución sería esa que tú propones: que los centros fueran serios y fijasen barreras sólidas que impidieran entrar a quienes no tuviesen nada educativo que aportar o asomasen con intenciones adoctrinadoras, pues una cosa es clara: que, al ser "colaboradores" externos, no pueden entrar si el centro no lo autoriza. Esto es esencial: autoridad intelectual y legal de los centros, contenidos educativos afines a los programas y/o de valor general (no alegre propaganda partidista) y responsabilidad. Somos nosotros quienes mejor podríamos y deberíamos esa indeseable sombra de las fiscalizaciones paternas, que no son un procedimiento adecuado y sería sustituir la intrusión de organizaciones ajenas por la de los padres, de la que también por experiencia sabemos que acabaría muy pronto siendo garantía de problemas.
      Pero esto solo se consigue siendo serios y firmes, expulsando toda sombra de incongruencia. Y debemos reconocer que, llevado al terreno de la aplicación real, chocaría con dificultades no pequeñas. Voy a proceder por temas en los que yo pondría barreras, porque me consta que son susceptibles de dejar pasar a quien no se debe, y a ver lo que nos sale:
      -Drogas: por lo que he contado en el artículo, entenderás que yo solo permitiría entrar para hablar sobre ellas a la Policía o la Guardia Civil. Este capítulo sería el menos problemático, porque ya están muy desprestigiadas las charlas de organizaciones o exadictos, pero, aun así...
      -Sexo: el gran clásico de la infiltración: he estado años viendo colarse en este caballo de Troya a gabinetes psicológicos que venían a hacer caja; a empresas que venían a vender tampones; a insensatos que han dicho auténticas barbaridades... Yo no dejaría esta materia en manos de NADIE de fuera del centro, pero ve a decírselo a ciertos orientadores, sobre todo, lo tocante a los psicólogos.
      -Religión: no deberían venir ni por el forro, pero se cuelan, mira lo que conté de la compañera del Opus, y es que nosotros también somos como somos. Y siempre habrá alguno que quiera traerte a un budista, un musulmán...
      -Feminismo y homosexualidad: les cerraría la entrada tajantemente, debido a lo que digo en este artículo y en otros que tal vez conozcas: son de una militancia pétrea y garantía de intento de adoctrinar. Por eso son los que han hecho estallar este problema, que es muy serio, porque ellos se agarran torticeramente a que van a luchar contra la violencia de género o contra la discriminación por razones de opción sexual, cosa discutible y para la que los centros no necesitarían a ningún colaborador externo. Y como resulta que están (o se declaran) amparados por algunas leyes quizás no muy afortunadas, siempre habrá en los centros alguien que reclame su presencia, y entonces... ¿qué?
      Por esto te digo que el problea es complejo, porque esa barrera de los propios centros que a ti y a mí nos gustaría, durante muchos años la hemos debilitado nosotros mismos y en la actual confusión reinante chocaría con fuertes dificultades de aplicación.
      El país está muy encabronado y los partidos aportan poca sensatez.

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  4. Enhorabuena por tu entrada, Pablo. Es excelente en forma y contenido. Toca todos los puntos esenciales de la cuestión con profundo acierto y gran conocimiento de causa. La ha difundido Carlos en Facebook. Es para enmarcar. Un artículo redondo, que pone a cada uno en su sitio y centra muy bien el problema.

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    1. Gracias, Mariano. No sería extraño que ahora llegase el momento en que el profesorado vea por fin el alcance de lo que la secta (que no es más que una de las divisiones del progresismo totalitario) ha sembrado en la enseñanza y lo que entre todos les hemos dejado sembrar. Y no se puede decir que no estuviéramos avisados del ramalazo totalitario de esta gente, pues eso que ahora escandaliza a muchos de que te llamen "facha" por el solo hecho de no doblarte por la bisagra, a mí empezaron a hacérmelo hace 20 años los más "progres" del instituto. Con la gente que ahora gobierna, esas cosas como lo de los alumnos y las alumnas y tal, que a muchos les parecían tonterías inocuas, corremos un serio peligro de que las impongan por la fuerza o quieran hacerlo, y no es broma: Podemos lleva en su programa que la formación en nuevas metodologías sea obligatoria para el profesorado, y mira la respuesta de Carmen Calvo a la RAE. El precio de las tragaderas anchas se estaba pagando, pero ahora viene lo más gordo.

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    2. Pues sí, a mí, que he entrado en tromba contra las respuestas de progres, pedagogos y podemitas a los derechos de los padres respecto de la educación moral de sus hijos (con todas las reservas y todos los matices que se puedan presentar al respecto) ya me empiezan a decir que si digo lo mismo que Vox. Es un tic totalitario, clásico del matonismo intelectual, que trata de eliminar la discrepancia mediante los recursos clásicos de todos los liberticidas y autoritarios: intimidar al discrepante o destruirlo. A estas alturas a mí desde luego no me van a callar. Y espero que esta vez el tiro les salga por la culata, pese a que la "cruzada" contra la extrema derecha ya está en marcha y el gurú Iván Redondo ya se ha apuntado un tanto: está galvanizando a toda la presunta izquierda contra un enemigo imaginario. La cuestión que me planteo es ¿qué pasará cuando se vuelva a montar alguna de estas charlas transversales si se realmente son infumables y algunos padres se niegan a que sus hijos vayan? Están jugando con fuego todos. Aunque a lo mejor el tema, después de la tralla mediática, se olvida y se pasa a otra cosa.

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    3. Creo que esto era necesario, por lo que he dicho en mi artículo: es inadmisible la cantidad de parásitos que se meten en los centros para aprovecharse y vampirizando hasta el horario escolar. Que a los vacíos y a los jetas se unan ahora los manipuladores ideológicos ya es el no va más. Creo que esto debería servir para que desde la Administración se pusiera orden en esto. El adversario son esas organizaciones, así que sería lamentable que esto acabe en guerras entre centros y padres, cosa que podría evitar el MEC, pero mira lo que hay. En cuanto a lo que le llamen a uno facha, con la izquierda inquisitorial que tenemos, es inevitable, pero a mí ya hace tiempo que me deja frío.

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  5. Pablo, has hecho un magnífico análisis de la cuestión del "pin parental" desde un punto de vista profesional, fruto de una larga experiencia en la escuela y de una seria y sedimentada reflexión desde el punto de vista de un profesor y quizá también de padre de alumno. Pero además de esa perspectiva está el hecho de que esta curiosa iniciativa y la subsiguiente política no deja de ser una andanada política en la que la enseñanza no es más que el arma arrojadiza entre los unos y los otros.
    Veamos. A los que han lanzado esta propuesta les interesa tomar una iniciativa que suponga una rebelión de la sociedad civil contra la penetración de la hegemonía “progre” en muchos estratos de la sociedad (medios, escuela, etc.) y al gobierno le interesa darle una dimensión mediática y política exagerada para convertir un asunto que habría pasado desapercibido de no hacerle ni caso en uno de los mayores problemas de España. Es la fabricación artificial de agendas políticas, con la que se desvía la atención de otros problemas, que interesa mantener eclipsados.
    La propuesta es, por tanto, un pim pam pum más que un “pin”. Ya está embarrado el terreno de juego. La gran coalición de izquierdas más federalistas progresistas contra la extrema derecha. Los que quieren cambiar el mundo frente a la reacción, seguro que de origen franquista. Acabo de oír al vicepresidente segundo del gobierno de progreso decir que los que promueven el pin son hijos de los que cantaban el Cara al Sol. Las dos Españas.

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  6. Pero la pelea se traslada a la sociedad, ya que tanto nos están bombardeando todos los días con noticias sobre esta polémica, artificialmente inflada. Y colateralmente a la propuesta y a su impugnación judicial y amenaza de guerra por parte del gobierno que quería desjudicializar la política e iniciar la legislatura del diálogo y el acuerdo puede surgir un debate entre gente más seria que las fuerzas en litigio sobre el papel de la escuela, el papel de los padres, el contenido de la enseñanza, el funcionamiento de los centros y tantos otros asuntos más interesantes que la controversia de brocha gorda fomentada por los hunos y los otros.
    Llevamos años promoviendo la participación de los padres y las madres (terminología que ya sé que es de la época heteropatriarcal) en los centros educativos, hablando de la comunidad escolar, aceptando que las APAS y AMPAS y los representantes de los progenitores A y progenitores B ejercieran de facto como grupos de presión ante la administración eductiva, a veces para lograr mejoras en los centros, pero otras muchas para conseguir el aprobado fácil y para fiscalizar la labor de los profesores. Que no es su función. La administración ha utilizado en demasía a los padres en contra de los profesores. Y la propia Constitución española reconoce el derecho de los padres a elegir la educación religiosa y moral de sus hijos, apartado del artículo 27 que ya ha dado lugar a mucha litigiosidad y también una cierta jurisprudencia. La propia LOGSE reconocía competencias académicas a los Consejos Escolares, donde están los padres, disparate corregido después por la LOPEGCE que se les daba en exclusiva al Claustro, luego a la CCP como comisión del claustro, ya en la estela de la LOGSE.
    Por eso extraña que un gobierno adanista no se haya enterado de que el exceso de la participación de los padres, del que ahora hacen uso astuto y malintencionado los inventores del PIN, ha sido un invento de la progresía. Y la reacción histérica ante la posibilidad de que los padres se enteraran de lo que se hace en alguna de esas actividades, en ciertos talleres o en charlas complementarias ha llevado a la ministra del ramo, a la ministra consorte y a otros dirigentes del partido morado, hoy en el gobierno, a despotricar contra cualquier posible derecho de los padres a controlar los contenidos ideológicos o adoctrinadores de esas actividades paralelas que se da en algunos centros. Vistas algunas son para lelas y para lelos también, que hay que ser igualitarios.
    Pero es que, como tú dices, han sido en algunos casos las propias AMPAS las que han promovido esos talleres. Y en no ciertos centros han sido algunos padres los que han discrepado de tales charlitas.

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  7. Un debate serio sobre los límites de la libertad de cátedra (que debe haberlos), sobre los contenidos de la educación moral que se imparte en los centros. Y sobre todo acerca de todas esas actividades complementarias, en ocasiones organizadas por entidades con ánimo de lucro y de adoctrinamiento cuando no de proselitismo y propaganda. Un debate serio, que ponga límites a todo. Lo más importante al respecto es que haya transparencia. Que se sepa lo que se enseña dentro del aula y en los talleres y charlas. Sin censuras. Y que haya controles, lo siento.
    Por otro lado, lo que más me cabrea es que muchos de esos grupos que pretenden difundir posiciones ideológicas discutibles, devaluando la labor esencial de transmitir el conocimiento, solo lo hagan en la pública. Si fuera conspiranoico, pensaría que esa campaña, a todas luces exagerada pero no infundada, sobre las charlas claramente inadeacuadas en los colegios persiga como objetivo desacreditar la escuela pública.
    A mi juicio, los políticos pretenden serguir convirtiendo la escuela en una de sus trincheras para dirimir la lucha por el poder, que es en lo que están. Y poco les importa el futuro de la enseñanza, porque a sus vástagos se la van a proporcionar o complementar en centros españoles o extranjeros al margen del sistema y piensan que a ellos no les va a tocar la degradación que hace años sufre la escuela en España.

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    1. Mariano, independientemente de que sea Vox o Vax, tengo que darles la razón en este caso a quienes se rebelen contra la inadmisible penetración en los centros de los grupos feministas y LGTBI, por las cosas que digo en el artículo y en algún otro. Es inadmisible: si se entendió fácilmente que la Religión solo pueden darla los que quieran, me parece una enormidad, un intento totalitario de grueso calibre y alarmante que se quiera dar religión feminista u homosexual a todos los niños, por narices, y con el repugnante argumento de que lo ampara la ley, cosa que es cierta, por lo que tendremos que tomarnos muy en serio qué cosas nos han conseguido colar en las leyes grupos muy malintencionados manipulando como pretexto cosas tan serias como el maltrato. Si las leyes permiten que una señora feminista, un señor LGTBI o, aunque no parezca que exista el peligro, un fulano de una peña de machotes vaya a los centros a hurgar en la afectividad y la sexualidad de los niños, habrá que ir frontalmente contra esas leyes, pues son un ataque a las libertades. Que la escuela haya permitido y los poderes públicos hayan arbitrado que estos infiltrados se cuelen en los centros a impartir sus doctrinas por esa puerta carcomida de los talleres y demás es una auténtica aberración, porque, además del engaño, está el INRI de que esas personas entran sin someterse a los severos (y muy acertados) mecanismos de selección a que estamos sometidos los profesores y sin someterse tampoco a ningún control. Te repito a ti lo que dije ayer a Carlos: si queremos defender el muy razonable derecho a que los padres no intenten siquiera manejarnos, tendremos que empezar nosotros por ser serios, respetuosos con nuestras obligaciones y feroces guardianes de nuestro territorio y nuestra función: los centros y una educación con contenidos. Nuestra excelencia será nuestro mejor escudo. Estamos de acuerdo Carlos, tú y yo: deberíamos ejercer un control muy severo de quién entra a colaborar con los centros, por qué razones y a decir qué. Pero esto no se conseguirá fácilmente, si miras la respuesta que le di ayer a Carlos, verás por qué lo digo. Gracias por tu favorable valoración del artículo.

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    2. No tienes que dar las gracias por la valoración del artículo. Dices lo mismo que he dicho yo. Las religiones solo pueden entrar en las aulas si los padres quieren. Me da igual una religión convencional que lo que Ricardo llama nuevas religiones. La lucha va a ser larga, porque la tropa transversal está muy animada. Se creen de izquierdas y quieren salvar el mundo. ¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!

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  8. Como no está en Facebook, te paso el último lema que he metido con animus iniurandi, fotendi y provocandi (esto último, macarrónico). En contra del lenguaje inclusivo están las mujeres inteligentes. A favor están las mujeres inteligentas. Todavía no me ha insultado nadie.

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    1. Aun así, te recomiendo lo que dices arriba: ¡cuerpo a tierra!

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