Como ya sabéis, saltó hace unos días a los medios de comunicación la noticia de que, según un informe de la Guardia Civil, Lucía Figar desvió fondos públicos para desprestigiar a los profesores durante los conflictos de 2011. Quiero con este artículo sola y brevemente recordar una cosa: en el contexto de los conflictos de aquel año, cuando se destapó todo el pastel de la crisis y el choriceo generalizado, tanto los funcionarios como los profesores recibimos nuestra ración de abuso e injusticia bajo la forma de severos recortes. Como se nos ocurrió protestar, desde el lado de los dirigente políticos, se lanzó una feroz campaña de desprestigio contra ambos colectivos. Concretamente desde el PP madrileño, que es el que ahora nos ocupa, os recuerdo las malintencionadas intoxicaciones de Esperanza Aguirre, los insultos desvergonzados de Granados (que nos llamó obscenos, ese señor tan limpio) y alguna que otra indecencia más de las muchas que nos cayeron. El brutal torrente de calumnias produjo un linchamiento mediático y social del que aquí os dejo una muestra. Por aquellos días, yo solía meterme en los foros periodísticos que abundaban sobre el candente tema: ¡no os imagináis las mentiras, los insultos, los ultrajes que arrojaba sobre nosotros un nutrido rebaño de trolls escudados siempre en el anonimato! Siempre estuve convencido de que, aparte de los inevitables resentidos y energúmenos, aquella mara contaba con un buen número de elementos organizados por alguien políticamente interesado, y ahora esta noticia parece venir a confirmar mis sospechas.
Lucía Figar era la consejera de Educación de Madrid cuando a la escuela y a los profesores se nos arrebataron sustanciales cantidades económicas; de la política educativa del PP y de la suya en particular, pocos se atreverían a discutir que ha partido un despiadado intento de hundir la enseñanza pública madrileña, que la ha empeorado sensiblemente, sobre todo, en la disposición de medios; Lucía Figar concibió sus políticas de forma arbitraria para favorecer a los sectores próximos a sus intereses; Lucía Figar puede acabar resultando autora de la utilización de fondos públicos para atacar al profesorado, es decir, al personal que dependía de ella: ¿es posible una gestión más lamentable?
Para mayor información sobre este tema, podéis ver este artículo de mi amigo José Almeida.
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