Parece ser que los medios de comunicación, y muy particularmente "El País" (o sea, ahora les toca a los sedicentes "progresistas") y más particularmente aún una periodista llamada Pilar Álvarez, la tienen tomada con las vacaciones de verano. Abrieron el fuego en junio, dándole cancha a todo bombo al consejero cántabro de educación y su tramposa propuesta de nuevo calendario, cuyas lagunas desmenucé en un artículo, poco después ampliado con otro; continuaron con pequeños picoteos y, hoy mismo, la señora Álvarez vuelve a la carga en un artículo que, al menos en la edición digital de primera hora de su medio, ocupaba un espacio privilegiado en la primera página, podéis verlo aquí. La verdad es que este asunto, aparte de echar ya un ligero tufillo de empeño por parte de alguien en defender algún inconfesable interés particular disfrazándolo de mejora, innovación, adaptación a Europa y demás monsergas manipuladas, ya empieza a aburrir, así que, aunque no puedo por menos que insistir porque me veo que nos cuelan un gol demagógico, trataré de ser breve.
1.- El artículo dice que en Europa se hace un descanso en noviembre, cosa que no se hace en España: tomado en su conjunto, esto es falso. Como puede verse ya en el primer mapa que muestra el propio artículo, en realidad, hay dos Europas, que, a grandes rasgos, podríamos definir como la fría y la cálida, y cada una de ellas sigue un comportamiento particular muy condicionado por el clima. En lo referido al parón de noviembre, es la fría la que lo aplica, pero en algunos países con muy pocos días, mientras que, por otra parte, intentar dar la idea de que el primer trimestre de la educación española es algo así como la travesía del desierto es un engaño, pues en el hay tres festividades muy señaladas (el Pilar, Todos los Santos y la Constitución), las cuales a menudo representan puentes y acumulan un buen número de días de asueto, valga el ejemplo de este año, que nos deja entre las tres un saldo de 6 días festivos, que se elevan a diez con el puente de cuatro que hay entre octubre y noviembre y el de los mismos días que hay en diciembre.
2.- No somos una excepción en Europa para las vacaciones estivales, ya que la Europa cálida (ver el segundo mapa) tiende a prolongados periodos vacacionales en verano, lo cual se cae por su propio peso: hace falta no tener mucha idea de lo que se dice o lo que se hace y ser además bastante déspota para meter a los chicos en clase en nuestros meses de julio y agosto, pero, en Valencia, ya ven, se está haciendo y en Cantabria, burla burlando, me temo que se va a hacer también y con todas las alabanzas de "El País" y la señora Álvarez. Las vacaciones de verano son una cosa connatural a nuestro clima, por eso se han hecho toda la vida, nada se ganará con cargárselas, como parecen pretender algunos. Estos días estamos de exámenes y de reuniones y de entrevistas con padres y alumnos: la gente suda a chorros dentro del instituto, y eso que es septiembre, ¿qué sería realizar cualquier actividad en julio? Invito a la señora Álvarez a comprobarlo en su propia piel.
3.- Dejémonos de demagogia con la escuela, por favor. La campaña contra las vacaciones de verano obedece solo a la demagógica finalidad de complacer a un sector cerril (y minoritario) de la opinión española, el cual arde de indignación por las larguísimas vacaciones de los profesores. Primero: son las que son por razones del servicio que se presta, no por hacernos a nosotros más felices. Segundo: como se dice en el propio artículo, los profesores españoles somos de los que más días al año trabajamos, así que nadie debe escandalizarse. Les pediría a los medios y a los políticos que no nos tomen como rehenes de sus demagógicos cálculos; le pediría a la señora Álvarez que deje de echarle flores al consejero cántabro, ya que su plan es una auténtica chapuza oportunista que él, en su despachito con aire acondicionado, no va a padecer; les pediría a los sindicatos que fuesen expeditivos y claros en la defensa de los periodos vacacionales, ya que no son ese chollo corporativo que pintan los charlatanes de barra de bar, sino unos lapsos de descanso perfectamente adecuados al desempeño de la tarea educativa, nadie tiene nada de que avergonzarse. Resulta bastante penoso comprobar la complicidad que en este asunto han demostrado los sindicatos en Valencia o en Cantabria, o la tibieza con que los consultados en el artículo de "El País" se pronuncian acerca de las vacaciones estivales: ¿será porque, en realidad, a esos negociadores y portavoces sindicales les da un poco lo mismo lo que ocurra en las aulas, ya que ellos las han abandonado? No convirtamos esas aulas en saunas de tortura para alumnos y profesores por el capricho o el cálculo de cuatro aprovechados.
Una última observación: no estoy defendiendo mi avío personal, ya que, por mucha prisa que se diera la coalición de expertos, trepas y vivales, no tendrían tiempo a implantar este disparate antes de que me jubile; estoy, simplemente, intentando evitar que se apalee a la escuela con un desafuero más.
1.- El artículo dice que en Europa se hace un descanso en noviembre, cosa que no se hace en España: tomado en su conjunto, esto es falso. Como puede verse ya en el primer mapa que muestra el propio artículo, en realidad, hay dos Europas, que, a grandes rasgos, podríamos definir como la fría y la cálida, y cada una de ellas sigue un comportamiento particular muy condicionado por el clima. En lo referido al parón de noviembre, es la fría la que lo aplica, pero en algunos países con muy pocos días, mientras que, por otra parte, intentar dar la idea de que el primer trimestre de la educación española es algo así como la travesía del desierto es un engaño, pues en el hay tres festividades muy señaladas (el Pilar, Todos los Santos y la Constitución), las cuales a menudo representan puentes y acumulan un buen número de días de asueto, valga el ejemplo de este año, que nos deja entre las tres un saldo de 6 días festivos, que se elevan a diez con el puente de cuatro que hay entre octubre y noviembre y el de los mismos días que hay en diciembre.
2.- No somos una excepción en Europa para las vacaciones estivales, ya que la Europa cálida (ver el segundo mapa) tiende a prolongados periodos vacacionales en verano, lo cual se cae por su propio peso: hace falta no tener mucha idea de lo que se dice o lo que se hace y ser además bastante déspota para meter a los chicos en clase en nuestros meses de julio y agosto, pero, en Valencia, ya ven, se está haciendo y en Cantabria, burla burlando, me temo que se va a hacer también y con todas las alabanzas de "El País" y la señora Álvarez. Las vacaciones de verano son una cosa connatural a nuestro clima, por eso se han hecho toda la vida, nada se ganará con cargárselas, como parecen pretender algunos. Estos días estamos de exámenes y de reuniones y de entrevistas con padres y alumnos: la gente suda a chorros dentro del instituto, y eso que es septiembre, ¿qué sería realizar cualquier actividad en julio? Invito a la señora Álvarez a comprobarlo en su propia piel.
3.- Dejémonos de demagogia con la escuela, por favor. La campaña contra las vacaciones de verano obedece solo a la demagógica finalidad de complacer a un sector cerril (y minoritario) de la opinión española, el cual arde de indignación por las larguísimas vacaciones de los profesores. Primero: son las que son por razones del servicio que se presta, no por hacernos a nosotros más felices. Segundo: como se dice en el propio artículo, los profesores españoles somos de los que más días al año trabajamos, así que nadie debe escandalizarse. Les pediría a los medios y a los políticos que no nos tomen como rehenes de sus demagógicos cálculos; le pediría a la señora Álvarez que deje de echarle flores al consejero cántabro, ya que su plan es una auténtica chapuza oportunista que él, en su despachito con aire acondicionado, no va a padecer; les pediría a los sindicatos que fuesen expeditivos y claros en la defensa de los periodos vacacionales, ya que no son ese chollo corporativo que pintan los charlatanes de barra de bar, sino unos lapsos de descanso perfectamente adecuados al desempeño de la tarea educativa, nadie tiene nada de que avergonzarse. Resulta bastante penoso comprobar la complicidad que en este asunto han demostrado los sindicatos en Valencia o en Cantabria, o la tibieza con que los consultados en el artículo de "El País" se pronuncian acerca de las vacaciones estivales: ¿será porque, en realidad, a esos negociadores y portavoces sindicales les da un poco lo mismo lo que ocurra en las aulas, ya que ellos las han abandonado? No convirtamos esas aulas en saunas de tortura para alumnos y profesores por el capricho o el cálculo de cuatro aprovechados.
Una última observación: no estoy defendiendo mi avío personal, ya que, por mucha prisa que se diera la coalición de expertos, trepas y vivales, no tendrían tiempo a implantar este disparate antes de que me jubile; estoy, simplemente, intentando evitar que se apalee a la escuela con un desafuero más.
Pero... Aquí en Valencia no van en julio y agosto, Guachimán. Por lo menos no tengo ninguna noticia al respecto. No se ha implantado ese horario. Y menos mal, porque anteayer teníamos 38 y 42º, y la sierra del sur de la Comunidad Valenciana ardiendo.
ResponderEliminarNo, Lola, no es en julio y agosto, desde luego. Lo que se ha hecho en Valencia es mover los exámenes de septiembre a julio, sin quitar días de septiembre para alumnos ni profesores. Esto afecta a los profesores y a los chicos que han suspendido y tiene otros efectos negativos, como el caos en el calendario al mezclarlo con la selectividad y una inmediatez entre el curso y la prueba llamada extraordinaria -esto es, la de septiembre de toda la vida- que es muy perjudicial. Un saludo.
ResponderEliminarAh... Perdona, había entendido que iban a clase en esos meses.
EliminarNo, Lola, lo que hicieron fue montar el follón de adelantar lo de septiembre a julio, mira esto:
ResponderEliminarhttp://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/07/26/53d3760d22601d78768b456d.html
Al parecer, ha sido tal desastre que se están pensando el rectificar. Esta operación, creo haber visto por ahí, representaba además aumentar los días lectivos de 175 a 185, lo que, para un profano puede parecer una nimiedad, pero, visto con ojos de profesional, es un disparate. Esas autoridades que no contaron con el caos que iban a montar y con el no pequeño factor de los calores veraniegos son las mismas que estos días están dando avisos de cierre de colegios en caso de registrarse altas temperaturas. Son los dirigentes que nos ha tocado sufrir. Y con este precedente y todas las obviedades que señalo en mis artículos, ahora sale el consejero cántabro, y "El País", aplaudiéndole.