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martes, 23 de diciembre de 2014

Fractura hidráulica (o "fracking")

   Justo en el día en que nos enteramos de que la fiscalía ha acusado a dos ministerios, el IGM y la empresa UGS por el desastre aquel llamado proyecto Castor, aparece en el número seis de la revista El ballet de las palabras este artículo del guachimán, el cual habla algo acerca del proyecto Castor, pero vinculándolo a una amenaza muy parecida, el fracking:

FRACTURA HIDRÁULICA (O FRACKING)



               La polémica en torno al fracking ya no es nueva, sino que nació en torno al año 2000, pero las razones de que en estos días resulte una vez más actualizada son dos: una reforma legal prevista por el Gobierno (1), que dispone beneficios económicos para las zonas donde se ponga en práctica, y una decisión judicial (2): la paralización por parte del Constitucional de cuatro leyes autonómicas contrarias a esa técnica de explotación de recursos energéticos. Voy a empezar por definir lo que es la fractura hidráulica, y la definición, no lo oculto, la voy a sacar de Wikipedia, cuyo artículo sobre este asunto (3) me parece bastante bueno. Es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo, en la cual, una vez la perforación vertical alcanza la  profundidad deseada (a más de 2.500 m.), se gira el taladro 90 grados en sentido horizontal, se sigue perforando entre mil y tres mil metros y se inyecta agua a presión mezclada con diversos materiales, con el propósito de ampliar las fracturas del sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo y favorecer así su salida a la superficie.
            Como puede verse, las ventajas de la fractura son económicas, ya que hace accesibles yacimientos que sin ella no lo serían, pero, debido a que lo que se extrae con esta técnica son recursos energéticos, aparece además un factor político que aumenta el valor del producto, ya que hoy en día, como hemos comprobado en decenas de crisis petrolíferas o en las que recientemente se han producido en torno al gas en el conflicto que enfrenta a Rusia y Ucrania y afecta muy seriamente a la Unión Europea, la carencia de estos recursos puede situar a un país en una desagradable situación de dependencia y dejarlo expuesto a mil penurias y chantajes, razón por la cual todos anhelan el mayor grado de autonomía energética. En este marco, la fractura hidráulica aparece como una puerta que se abre a que puedan aumentar esa autonomía países que ya tenían bastante, o a que puedan dar pasos hacia ella otros que jamás la han tenido. Incluso podría darse el caso de que alguno pasase a tener enormes reservas de combustibles con las que jamás había contado (4). Rendimientos económicos y fortalecimiento político: los beneficios que promete la fractura hidráulica son muy tentadores.
            Pero existen también inconvenientes, que no son pequeños y que afectan a la esfera medioambiental. En Estados Unidos es donde está más extendida la práctica de la fractura hidráulica y es también donde son mayores la oposición a ella y la existencia de informes sobre sus repercusiones negativas en el medio ambiente. Las principales son dos: la producción de seísmos y la contaminación de los estratos internos del terreno y de los acuíferos, producida por las sustancias que se mezclan con el agua para provocar la fractura de las capas rocosas subterráneas o bien por el contacto de dichas sustancias con otras que existan previamente en esas capas. Se han encontrado aguas contaminadas a causa de la fractura con presencia de metano, cloruro de potasio y, sobre todo, benceno, una sustancia que tiene potentes efectos cancerígenos. El caso más patente (aunque hay más), con informe oficial incluido (5), es el de la ciudad estadounidense de Dimock, cuyas reservas de agua potable fueron fuertemente contaminadas con metano, arsénico, bario y otros productos, a causa de las filtraciones procedentes de una explotación que utilizaba la fractura hidráulica. El agua de Dimock produjo enfermedades de personas y muerte de ganado y además era inflamable: acercando un mechero encendido a un grifo abierto, se producía una llamarada.
            Los peligros medioambientales anexos a la fractura hidráulica han producido una polémica entre partidarios y defensores y diversas posturas entre los gobiernos, que van desde la autorización a la prohibición, pasando por las moratorias y la práctica limitada. La actual situación española se mueve en este terreno a medio camino entre la desconfianza ante sus secuelas y la negativa a renunciar a sus beneficios. Las decisiones del Gobierno y del Constitucional con que empieza este artículo están claramente inclinadas hacia la segunda tendencia, pero el hecho de que el Gobierno haya decidido incentivar económicamente a quienes acepten llevar a la práctica la fractura es un claro indicio de que no es insensible a la existencia real de un peligro ni al rechazo que, por tanto, genera esta técnica entre la ciudadanía. Se da además la circunstancia de que en la opinión pública española está muy presente un suceso que no consistió en un caso de “fracking”, sino en algo muy parecido: la sismicidad inducida por una mala práctica de explotación de recursos (6).  Entre 2010 y 2013, se puso en marcha frente a las costas de Castellón el proyecto Castor (7), que consistía en la creación de un gran almacén subterráneo bajo el mar a 22 kilómetros de la costa, con la finalidad de guardar en él el gas procedente de la red nacional de gasoductos hasta que fuera necesario su uso. El proyecto hubo de ser abandonado en octubre de 2013, cuando ya estaban en marcha los primeros pasos del llenado del almacén, debido a que era inequívocamente la causa de los más de 300 terremotos que se produjeron en la zona en menos de un mes, alguno de los cuales alcanzó los 4’2 grados en la escala de Richter. El proyecto Castor y sus evidentes consecuencias medioambientales pusieron a la ciudadanía española en guardia contra este tipo de prácticas. Como, además, los hechos no tardaron en desmentir las primeras reacciones gubernamentales negando la relación entre el proyecto y los terremotos, el resultado fue que también quedamos vacunados contra las mentiras oficiales en este asunto: ciertos jueguecitos sí que producen peligrosas consecuencias en el medio ambiente.
            Pero el caso es que, como prueban las medidas político-judiciales de que hablo, los que mandan no parecen dispuestos a ceder fácilmente, con lo que demuestran una vez más que su sensibilidad ante los problemas del medio ambiente es más bien dudosa. Y que nadie piense que es cosa del PP, porque el proyecto Castor fue un invento del PSOE y porque estos partidos han sido los que han nombrado a la mayoría de los miembros de ese Tribunal Constitucional que ha frenado las iniciativas autonómicas contrarias a la fractura hidráulica. Una vez más, el economicismo desprecia la ecología, pero echemos un vistazo a los peligros de la fractura hidráulica o de la sismicidad inducida: aguas que matan ganado, enferman a personas y tienen propiedades cancerígenas; terremotos como los de Castellón y, tal vez, el de Lorca: no se trata de románticos suspiros ante el paisaje, se trata de vidas humanas.     

(4) La geopolítica del “fracking” (El País):
(5) Dimock:
(6) Sismicidad inducida y fractura hidráulica:
(7) Proyecto Castor

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