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sábado, 22 de septiembre de 2012

¡Vais a morir, hijos de puta!

   Me he levantado a las 4:30 de la madrugada para llevar a mi hija al aeropuerto y ya no me duermo, así que aquí me tenéis pegado al ordenador. En "El País" me encuentro la noticia de que hace unas horas se ha montado un buen disturbio en Madrid, en un festival que se llama MTV Beach, con enfrentamientos entre jóvenes y la policía, sesenta heridos y once detenidos. Si veis el vídeo que acompaña a la noticia, oiréis que su final es esa onerosa frase del título: "¡Vais a morir, hijos de puta!", pronunciada con rabia por una voz juvenil.
   No seré yo quien olvide que todos hemos sido jóvenes y hemos hecho de las nuestras, ni caeré en la inicua y estúpida injusticia de descalificar a toda nuestra juventud por un comportamiento descerebrado y vandálico, porque conozco a muchos jóvenes y sé (y no lo digo por quedar bien) que la mayoría no son así, pero, sinceramente, a mí, como a muchas personas y sectores de la opinión pública, me preocupan ciertas posturas y conductas cavernícolas en que cae una parte no insignificante de nuestra juventud de forma para nada esporádica. Aún añado que cualquier marco festivo, ya sea un simple fin de semana o un evento musical, corre con demasiada facilidad el riesgo de acabar en actos incívicos o, peor aún, en manifestaciones de vandalismo.
   Hoy, cuando a las 4:30 me he levantado, he podido oír el jaleo de gritos que estaba armando algún grupo de energúmenos obtusos por algún lugar que ni siquiera debía de ser cercano, pero los gritos tenían que ser muy fuertes, porque yo los oía. Cuando volvía del aeropuerto, eran las 6. A esa hora, al pasar por una avenida medular y muy ancha, he visto a tres caballeros de no menos de veinte años que se entretenían abriendo las bocas y aparatos de riego y chapoteando como gansos beodos en el césped. Diré que en Tres Cantos, ciudad que presume de poseer el nivel formativo más alto de España, estas escenas, lejos de ser raras, se producen con esta periodicidad: todos los fines de semana, más las fiestas. Hubo una época en que la marquesina de cristal de cierta parada de autobús aparecía hecha añicos TODOS los lunes; hubo otra en que se puso de moda destrozar porque sí cristales de coches; en ciertas zonas, dejar aparcado el coche por la noche supone un alto riesgo de que te bailen encima de él; lo de que un grupo de dos, tres, cuatro o quince jovenzuelos tan imbéciles como borrachos complete de madrugada un largo recorrido callejero dando gritos con el exclusivo fin de molestar a los que duermen se produce varias veces a lo largo de una noche, puedo dar fe porque me acuesto muy tarde; que una panda de alcohólicos motorizados aparque el coche en una esquina y salga a apurar los restos del botellón con el portón trasero abierto y el equipo musical a todo trapo no es un hecho inhabitual; el parque que tengo junto a mi casa es el escenario de las berreas nocturnas de jóvenes y no tan jóvenes: este verano, en varias ocasiones he salido y he hablado con ellos, ¿sabéis cuál ha sido su rerspuesta? Pues bien, siempre había uno o varios que eran sensatos y hasta pedían disculpas, pero, invariablemente, tampoco faltaban los listillos que, unas veces con chulería y otras con cinismo, pero siempre apestando a alcohol, me decían que tenían derecho a gritar como animales a las tres de la madrugada o que no se habían dado cuenta de que fuera tan tarde: lamento decir que ganado de este tipo tampoco escasea entre nuestros jóvenes. ¿Que por qué no llamo a la policía? Porque ya estoy harto de hacerlo y no siempre con buenos resultados; ya estoy harto de ser el único imbécil que se molesta por el civismo y la tranquilidad nocturna, cuando me consta que son muchísimos los perjudicados. Y es que, reconozcámoslo, España para estas cosas es un país bastante cabileño, donde el aspirar al silencio nocturno es cosa de señoritos "delicaos", así que las que empiezan por no estar muy sensibilizadas son las propias autoridades, os diré que una vez me tocó incluso pararle los pies a un policía municipal de profesionalidad dudosa, el cual, en lugar de proteger la paz nocturna como le imponen las ordenanzas municipales que él debería hacer cumplir, la tomó conmigo, supongo que porque así se sentiría más "guay".
   Así pues, no debemos extrañarnos de lo que ha pasado en el MTV Beach, eso de que un grupo de jovenzuelos se hayan ofendido porque no se les dejaba entrar a un sitio que ya estaba lleno y la hayan tomado con todo lo que se les pusiera por delante, incluidos esos "hijos de puta" que venían a meterlos en vereda. Esa chavalería está muy acostumbrada a beber por las noches, a pasárselas enteras (y cuantas más, mejor) fuera de casa soplando, a hacer lo que le dé la santa gana, incluyendo, ni que decir tiene, molestar o destrozar, y ojito  con venir a llamar la atención, que yo tengo todos los derechos del mundo y tú vas a morir, hijo de puta. ¡Vas a ver qué fotos más cojonudas les voy a enseñar a los colegas!  

2 comentarios:

  1. Desgraciadmanete así es Pablo y te entiendo perfectamente. Cuando el respeto y la educación se vuelven "antiguas" o "carcas", empieza la sinrazón de los descerebrados que no entienden ni lo uno ni lo otro y que en tu artículo relatas y plasmas muy bien.
    Un poco de paciencia y aunque nos llamen antiguos o cualquier otro apelativo nada cariñoso ni considerado, habrá que denunciar las conductas que no por habituales ni modernas mejoran las "antiguas".
    Seguiremos viviendo "hijos de puta", por mucho que os empeñéis, porque tenemos hijos y pretendemos que ellos no engrosen vuestras filas.
    Saludos

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  2. ¡Que gran pelea es esa (grande por sus dimensiones y por su importancia) de no ceder ante la grosería y hacer lo posible por que no se extienda tan mala hierba! Un saludo, Paco.

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