Supongo que no os extrañaréis si os digo que soy de los que ven el actual estado de cosas en España con enorme preocupación, no solo por lo mal que estamos ahora, sino por cómo pinta el futuro, que ya nos conformaríamos con que fuera incierto, porque la realidad es que existen síntomas de que podría ser extremadamente oscuro. Si interpretamos la actual situación del país, podríamos definirla en pocas palabras como la suma de una tremenda crisis económica, más un agotamiento del sistema pólítico y de una clase política con el prestigio hundido muchísimos metros en el subsuelo, más una sociedad desencantada e indignada por los abusos a que se nos ha sometido durante años, más una irremediable incapacidad para sacarnos del agujero por parte de los dirigentes actuales, ya sea por falta de ideas, por falta de aptitud o, sobre todo, porque sacarnos del agujero requiere acabar con la superestructura de privilegios y mangoneo que ha hundido a España y de la que ellos son parte muy señalada, junto con sus amigos los banqueros.
Ahora bien, sea como sea, los que mandan están ahí y les toca ejercer el liderazgo y decidir lo que se hace, cosas que deben hacerse siempre con extremada prudencia e inteligencia, pero más aún en situaciones delicadas como la que atravesamos.
No ha sido prudente ni inteligente que Dolores de Cospedal comparase el 25-S con el 23-F, primero, por que es un disparate; segundo, porque es ofensivo y tercero, porque la deja en muy mal lugar: ¿es que no conoce la historia, es que tenía ganas de provocar o es que ha heredado de su amiga Esperanza Aguirre la manía de insultar a los ciudadanos y de molestarse porque tengan derechos? Los gobernantes deben tener mejores modales y un poco más de juicio: puedo asegurarle a la señora Cospedal que en la plaza de Neptuno no había golpistas.
No ha sido prudente ni inteligente la alegría con que los políticos del PP han calificado de modélica la actuación policial del día 25. Ya solo el haber cargado dentro de la estación de Atocha deja la actuación policial en muy mal lugar, pero es que parece ser que ese error no fue el único.
No es una muestra de inteligencia ni de ética política tergiversar burdamente los datos, de modo que la Delegación del Gobierno en Madrid no tuvo su momento cuando comunicó que los participantes en el 25-S fueron 6.000. Estuve esa tarde en Madrid con un amigo, entre las 18:30 y las 21:00 aproximadamente, y lo primero que debo decir es que debe de resultar muy difícil cuantificar con exactitud el número de personas que respondieron a la convocatoria, primero, porque la disposición del bolqueo policial obligó a que la concentración se fragmentase; segundo, porque, debido a ello, la gente se movió mucho; tercero, porque me consta que a mucha gente que quiso acudir desde fuera de Madrid se le obstaculizó la llegada. En todo caso, había concentraciones permanentes en Sol, Alcalá y Neptuno, más gente constantemente moviéndose: a uno como yo, al que las últimas políticas nacionales y autonómicas han empujado a ir últimamente a muchas manifiestaciones, se le ha afinado el ojo de calcular multitudes y, desde luego, afirmo que allí había bastates más de 6.000 participantes. Si al final hubiesen ido solo esas pocas personas, la tremenda movilización policial (por ejemplo: ante el edificio de la bolsa, había un número de furgonetas significativamente alto) habría resultado una extralimitación ridícula.
Es indignante lo que acaba de decir Rajoy acerca de esa mayoría silenciosa que no va a las manifiestaciones, eso de que está trabajando para salir de esta crisis. Por mucho que a Rajoy le agrade esa mayoría que no le importuna, no hace falta ser muy quisquilloso para entender que con esas palabras pretende extraer la implicación de que los que van a las manifiestaciones no están trabajando para salir de la crisis. Que son unos malos patriotas, vamos, que no están cumpliendo con su deber, o sea, un plato con el que los políticos nos han machacado hasta la náusea: la criminalización de los que no se someten. Empezaré por formular una pregunta: ¿cuál es el deber de la ciudadanía, agradar a Rajoy? Le diré que muchos de los que vamos a las manifestaciones llevamos años sosteniendo al país con nuestro esfuerzo y nuestros impuestos, esos impuestos que la clase política a la que él pertenece ha dilapidado en despilfarros faraónicos, asuntos de corrupción o beneficio de millares de amiguetes, así que sabemos muy bien lo que es cumplir con nuestro deber y quizás serían sus colegas los que deberían recibir el mensaje. También se da el caso de que otros muchos que van a manifiestaciones no trabajan, pero no porque sean unos holgazanes, sino porque las políticas de los últimos 20 años han creado el desastre actual, en que contamos con más de cinco millones de parados y un número creciente de emigrantes. Insistiré, por último, en algo que ya he dicho antes: no vamos a manifestaciones porque seamos unos yonquis de la pancarta o unos manifestantes compulsivos, sino porque años ya de sufrir injusticias nos empujan a ejercer el derecho y el deber ciudadano de rebelarnos. ¿Quiere el señor Rajoy, por ejemplo, que los funcionarios dejemos de manifestarnos? Pues, con la congelación de sueldos para 2013 que su Gobierno nos acaba de anunciar, nos lo pone muy difícil. A los que nos manifestamos se nos lleva machacando muchos años, y por parte de quienes se han enriquecido a la par que creaban esta crisis, ¿cómo nos siguen viniendo con linchamientos morales? Un presidente de gobierno debería saber no tocar las narices al ciudadano.
Termino esta antología del disparate con Artur Mas y su chulesco desafío: este señor dice que va a convocar un referéndum sea o no legal. Esto sí que es la repanocha: la policía apaleando en la calle a unos insumisos de tres al cuarto y resulta que aquí los grandes antisistema ejercen altos cargos estatales y viven (muy bien, por cierto) del propio sistema. Sería cómico si no tuviese un claro aspecto alarmante. Yo personalmente ya estoy hasta la coronilla de la serie de incendiarios descerebrados que nos ha suministrado el nacionalismo, esa corriente política tan nefasta como totalitaria y que tanto ha perjudicado a la España democrática. El poder excesivo y la barra libre que parecen tener estos señores es otra de las cuestiones que urge solucionar.
Por si tuviéramos pocos problemas, nuestros gobernantes no parecen muy inclinados a hablar y obrar con sensatez, ¿qué podemos esperar?
Sería una buena noticia para la derecha de este País que el Pueblo Soberano tomase la decisión de callarse y salir a votarles solamente, pero claro, eso a veces no es posible.
ResponderEliminarLa congelación del sueldo de los Funcionarios por tercer año consecutivo y las bravuconadas de los independentistas ya nos sientan a algunos como una patada en los mismísimos.
Un saludo....... y había muchísimos más de 6000, los cuenten como quieran y se fume los "porros" que quiera el Sr. Rajoy
Y la de cosas que se ven a pie de obra en estos eventos, Paco. El amigo que iba conmigo es un lince para captar policías disfrazados. Hubo un momento que me llamó disimuladamente y me dijo: "Mira ese que tenemos a la izquierda: es un policía". Yo me giré disimuladamente y le hice luego a mi amigo un gesto de que ni hablar. Bueno, pues, al rato, me señala a otro que teníamos a unos cincuenta metros y me dice: "Aquel también es policía". Aquí ya ni me dio tiempo a responder, porque al medio minuto, se le unió el primero y se fueron los dos muy discretamente hacia el edificio de la Bolsa, donde, como ya he dicho, había un buen destacamento policial. No es ningún secreto esto de los infiltrados, el propio SUP lo ha reconocido, la cuestión es: ¿se han limitado a vigilar o, como aseguran los organizadores de la manifestación, se han dedicado también a provocar? Este delicadísimo punto debería ser investigado y aclarado. Un saludo.
ResponderEliminarPor supuesto que deberían investigar y aclarar, pero con todas las consecuencias. El temor que tengo es que no hay nadie capacitado para investigar lo que ya sabe o quizá haya ordenado.
ResponderEliminarEsto es un barullo de muchos, pero que de muchos c....
Un saludo y no te andes metiendo en berenjenales que cuando dan no preguntan
Descuida, a mis años, ya no puedo andarme con imprudencias. Pero fue interesante ese episodio. Se deberían sacar consecuencias de él.
ResponderEliminar¡Ups! Lo de los policías infiltrados es habitual en Cataluña. Ahí van un par de ejemplos. En la manifestación contra la globalización que tuvo lugar hace varios años en Barcelona, pude ver como alguno se lo pasaba pipa destrozando escaparates y luego yendo a hablar con los colegas de uniforme. En Barcelona también pasó que, durante una concentración de las promovidas por el movimiento 15M, aparecieron unos alborotadores encapuchados. Los manifestantes, en un intento de que aquello no degenarara en violencia, pudieron acorralarlos entre una casa y la gente de manera que no destrozaran más cosas. Al final, parece ser que se trataba de mossos d'esquadra vestidos de paisano y con pinganillo debajo de la capucha para comunicarse.
ResponderEliminarDe todas formas, por lo que he podido apreciar, la suerte que tienen en Madrid a la hora de manifestarse es que no hay la misma cantidad de antisistema que en Barcelona. Es un colectivo que puede descontrolarse solito y, si no, le basta un pequeño empujón por parte de algún anónimo alborotador.
En fin, muchos ánimos, pero también mucho ojo y mucho cuidado.
Para Anónimo:
ResponderEliminarConozco algo Barcelona (nací allí y voy a veces, ya va tocando que vuelva algún día) y siempre he observado que allí hay demasiada gente que va como muy suelta, no sé si será herencia de la vieja tradición anarquista de la ciudad o una consecuencia de que es muy abierta y liberal, a veces quizás demasiado. No sé si seguirá existiendo un problema que me ponía de los nervios: la degradación del centro (particularmente, la plaza Real y alrededores), por personas que iban a volcar allí toda suerte de comportamientos incívicos. Todas las buenas ideas tienen su perversión: las propuestas de vida alternativas, que en Barcelona parece que arraigan bien, tenían esta. Hay que tener cuidado, en efecto, porque los alborotadores que se adoban a movimientos como el 15-M o el 25-S, aparte de los provocadores policiales o involucionistas (al menos, hace unos años), sufren también el perjuicio de esta clase de personas: individuos violentos o desubicados que, en el fondo, se unen a estas iniciativas porque las ven como un río revuelto propicio a sus nada solidarios propósitos. En la acampada del 15-M en Sol, abundaban, los vi con mis propios ojos, un muestrario muy variopinto de personas que para nada andaban buscando la mejora del mundo, entre los que no faltaban los carteristas, acerca de los cuales avisaba el propio servicio de orden de la acampada. Esto no es nuevo en los movimientos radicales, que se lo digan, precisamente, a los viejos anarquistas de Barcelona, cuyas avanzadas, generosas y utópicas propuestas se vieron muy perjudicadas por la adherencia de parásitos de este tipo. En efecto, amigo, hay que andar con mucho ojo. Un saludo.
Apreciado guachimán:
ResponderEliminarSoy el Anónimo anterior; ya he visto dónde poner el nombre. Efectivamente, el centro de nuestra ciudad natal tiene zonas degradadas. Crecí cerca del casco antiguo y de jovencita lo único que me importaba era saber qué calles evitar por si las moscas. Con el tiempo fui tomando conciencia del problema que supone dejar que en determinadas zonas de la ciudad no haya ley ni orden. Yo he conocido siempre los alrededores de la plaza Real como un sitio lleno de camellos. Me refiero a calles como la del Vidre, que une dicha plaza con Escudellers. Cuando echaron abajo la manzana de casas situada en lo que es ahora la plaza George Orwell - más conocida como plaza del Tripi -, faltó tiempo para que fuera tomada por hordas incívicas. He de reconocer, sin embargo, que las calles del Borne habían mejorado los últimos tiempos que viví allí. Ahora hace tiempo que falto, así que no sabría decirle cuál es la situación actual.
Es cierto, como usted dice, que en algunos aspectos la gente de Barcelona va muy "suelta", aunque tengo amigos aragoneses que opinan lo contrario. No creo que esa apertura en sí sea mala si uno tiene claro en qué consiste el respeto hacia los demás; el problema radica en que da pie a confundir libertad con libertinaje. Lamento que en Madrid a veces tengan también que sufrir o contener este tipo de actitudes. Un saludo.
Hola, Aurora:
ResponderEliminarCasi podríamos tratarnos de tú, porque veo muchas coincidencias. Yo me fui de Barcelona hace ya cincuenta años, cuando tenía cinco, pero sigo considerándome de allí. Nací en la calle Cambios Viejos y viví en la que ahora se llama Nou de las Ramblas y entonces se llamaba Conde del Asalto, dando pruebas de la sensibilidad que el franquismo gastó con Cataluña. ¿Va a ser que somos del mismo peligroso barrio? Que las hordas incívicas, los traficantes y gentuza peor se hagan notar demasiado(en ciertos barrios de Madrid se están haciendo hoy habituales episodios como que a uno le roben a guantazo limpio a las siete de la tarde) es algo que parece que se está convirtiendo en un problema de más de una capital, no solo tan grande como Madrid o Barcelona, por desgracia. Va unido a ese "ir suelto", a cierto garantismo mal entendido (aquí hay menores que andan tan campantes por la Puerta del Sol con decenas de hurtos a turistas a sus espaldas) y a otra serie de factores. El problema, entonces, no es que la apertura sea mala, sino lo que se cuela por ella haciendo un uso perverso de los derechos, ese tipo de gente que no entiende de respeto a los demás. Al final sucede que eso lo pagamos todos en pérdida de libertad, degradación de la convivencia y aumento de la desconfianza. Un saludo.