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lunes, 11 de noviembre de 2019

Hoy hay que empezar con un aplauso para Albert Rivera

   Con los resultados de las elecciones de ayer prácticamente cerrados, sabemos ya que Ciudadanos ha sufrido un tremendo descalabro que le ha llevado a perder 47 de los 57 escaños que obtuvo en la contienda del 28 de abril, lo cual constituye sin duda una de las consecuencias más notables de la presente cita electoral. Quiero empezar manifestando mi admiración hacia Albert Rivera por su reacción, pues ha comparecido sin tardanza ante las cámaras y, con naturalidad y gesto tranquilo, ha asumido la responsabilidad  de esta derrota y ha anunciado medidas que suponen la autocrítica en su partido y, tal vez, su propia dimisión. Como él mismo ha recordado, lo usual en la política española es que los líderes no dimitan  cuando se hallan en circunstancias como la suya de hoy, no admitan las derrotas, las oculten tras justificaciones las más de las veces absurdas o incluso lleguen, como el propio Pedro Sánchez hizo en memorable ocasión, a colocarse ante las cámaras con una sonrisa de oreja a oreja intentando colar un colosal batacazo como una gran victoria, por lo que la elegante respuesta de Rivera se hace aún más digna de elogio. 
   Pienso que Albert Rivera no se merecía esta suerte, porque es un político honesto que ha luchado con valentía por causas tan honorables como la defensa de la democracia y la unidad de España frente a los energúmenos del catalanismo; a este propósito, me ha producido especial repugnancia ver a un par de pirómanos como Pere Aragonés y Gabriel Rufián celebrar exultantes su triunfo sobre Ciudadanos, y no solo porque ni ellos ni su formación valgan ni la décima parte que una alpargata vieja de Rivera, sino porque los planes que han anunciado y los amiguetes a los que han felicitado hacen entender que piensan tratar a España como sus congéneres de los CDR han tratado en las últimas semanas a Barcelona. La política ha sido excesivamente severa con él y su formación: que que C´s tenga 10 escaños mientras ERC, con algo más de la mitad de sus votos, tenga 13 es un disparate producido por la demencial ley electoral que tenemos y que habría que cambiar; que Sánchez, artífice de la caprichosa repetición electoral y autor de unas poíticas deplorables haya perdido solo tres escaños y Ciudadanos haya pagado los platos rotos de sus manipulaciones es una injusticia dramática. No puedo dejar de señalar, no obstante, que a Rivera le ha costado muy caro el error de no haber pactado con el PSOE y su jefe de filas el pasado mes de mayo, como le aconsejaban muchas voces de su entorno. 
   A la vista de los resultados de ayer, una pregunta que me hago es esta: ¿será la España de 2019 algo así como la Alemania de los años treinta? Dado que Vox ha obtenido 3.640.063 votos y a juzgar por las enormidades que se han lanzado contra este partido desde diversos sectores del progresismo supuesto o real, tendríamos que concluir que sí, pero yo sigo planteándome una duda, y no es la primera vez que lo hago, ni siquiera la segunda: ¿de verdad hay en España tantos fascistas? Pues, si se miran los enlaces que adjunto, estamos ante una horrible emergencia, porque no han parado de crecer, y a considerable ritmo. ¿O será más bien que, como señala nada menos que Fukuyama (ver el último enlace), tenemos en efecto una horrible emergencia, pero no es Vox, sino el prolongadísimo, irresuelto y cada vez más violento golpe de estado en Cataluña? La última evidencia podría ser la intervención de Rufián y Aragonés que enlazo más arriba. Y, aun así, desde Pedro Sánchez, pasando por Pablo Iglesias (¿cuántos votos ha perdido desde la temeraria alarma antifascista que lanzó en diciembre de 2018? Millones, sin duda; se lo tendría que hacer ver.), hasta el más matao de los comentaristas y "expertos" a sueldo, han estado agitando sin parar el espantajo del supuesto fascismo de Vox, ¿para qué?: para maquillar su injustificable propósito de gobernar con el apoyo de PNV, Bildu, ERC, Junts o como se llame ahora y todo ese abanico de formaciones con probados y destructivos planes separatistas. A eso le llaman mayoría progresista, o sea, la Angélica Alianza del Bien y el Progreso que nos librará de la amenaza del trifachito, con Vox como bestia negra. 
    Cualquiera que se pare a pensar solo un poco, se tendrá que preguntar dónde está el progresismo de los chupópteros del PNV, de los proetarras de Bildu o de los golpistas de ERC y Junts (a los que ahora mucho me temo que se va a unir también la CUP, que es demencia política pura y dura); pues bien, a pesar de eso y del carácter desintegrador de todos ellos, a pesar de que no hace falta ser muy listo para entender que, cuanto más poder tengan, más nos acercamos al desastre, un deplorable batallón de tertulianos de la izquierda no ha dejado de presentar la opción de pactar con ellos como si fuese no solo inocuo, sino ventajoso, por el simple hecho... de ser "progresista". Hasta las 0:15 horas de hoy, he estado viendo el programa sobre las elecciones que había en TV1. Con los resultados a la vista, Pedro J. Ramírez sostenía que la forma más segura de desatascar la actual situación y poder tener ya un gobierno sería una gran coalición entre el PSOE (120 escaños) y el PP (88), a la que podría unirse Ciudadanos (10) como tercer integrante de lo que él  considera el actual centro político. Esos 218 diputados de fidelidad constitucional tendrían fuerza más que sobrada para pactar medidas de gobierno y un plan destinado a desactivar el desafío del separatismo. De las muchas combinaciones posibles, a mí esta me parecería muy razonable, pero... Pero tiene un problema: ¡que no es progresista!, como se ha encargado repetidamente de indicar otro de los comentaristas presentes en el programa, Arsenio Escolar. Según él, la opción más adecuada sería una fuerza gobernante progresista compuesta por el PSOE (120) más Unidas Podemos (35) y Más Pa Mí (3), apoyada por PNV, Bildu, ERC, etc., etc., etc., es decir, ese arco tan progre, a juicio del veterano periodista, el cual viene a sumar unos 35 escaños. 
   Ramírez le ha señalado lo que yo he dicho más arriba: que esas fuerzas son separatistas e incluso golpistas, lo que haría inviable o catastrófico gobernar con ellas, pero no parece que Escolar se haya quedado muy convencido, lo cual debe llevarnos a una reflexión: que el progresismo español, en su absurda y totalitaria autoconvicción de hallarse en posesión de la verdad y la superioridad moral porque sí, está completamente momificado y se ha quedado anclado en los años 70, pues no ha sabido darse cuenta de que esos partidos, que entonces parecían demócratas, hoy se han quitado la careta y ya está muy claro que la democracia la quieren exclusivamente para cargársela. 
    La batuta para dirigir lo que se haga está una vez más en manos de Pedro Sánchez, pero ahora tiene tres escaños menos que en abril y su "socio preferente" ha perdido siete: como el propio Iglesias se ha apresurado a señalarle, son diez escaños más débiles. La irresponsable aventura de la repetición de elecciones a Sánchez le ha salido bastante desastrosa. Y, para su satisfacción, Vox ha pasado de 24 a 52 escaños. Seguro que ya se habrá dado cuenta de que este partido no le va a poner fáciles ni sus chanchullos con Torra ni frivolidad ninguna con esos nacionalistas tan "progresistas". ¿Se habrá dado cuenta también de que despreciarlos y calificarlos de fachas tampoco es un gran negocio?  
   Le conviene hilar muy fino a Sánchez, dejarse de cambalaches y alejarse de las malas amistades, por el bien de España y por el suyo propio, porque puede seguir el mismo camino que ese ZP al que tanto se parece: empezar creyéndose que tiene baraka y acabar dándose un castañazo monumental contra el duro suelo de sus disparates. Para ello, le resultaría de la mayor urgencia no hacer caso de "la calle", si entendemos que esa calle es la turba de radicales asilvestrados que se dan cita ante el balcón de Ferraz cada vez que él gana unas elecciones, colectivo que sería digno de un serio estudio. Esa "calle" fue la que en la madrugada del 29 de abril le lanzaba el ya histórico grito de "¡Con Rivera, no!", y hay razones más que sobradas para pensar que tanto él como más aún Rivera estarán hoy lamentando que esa exigencia se acabase cumpliendo; esa "calle" le conminaba anoche, en un confuso griterío, a hacer realidad el famoso pacto "progresista". Debe tomar buena nota el señor Sánchez no solo de la naturaleza de los consejos de esa "calle", sino de un detalle que puede parecer anecdótico, pero que yo juzgo esclarecedor: de todos los líderes que salieron a hablar con sus seguidores, Pedro Sánchez fue el único que no pudo hacerlo, pues no fue capaz de hacer callar a los que estaban ahí supuestamente para escucharle, pero que pasaron olímpicamente de sus repetidas peticiones de silencio; tuvo que meterse de nuevo en la sede a los tres minutos, sin conseguir hilvanar un mensaje medio enjundioso y visiblemente contrariado. ¡Qué escena, qué simbolismo! Me recordó algo que conozco muy bien: esos ciudadanos que componían "la calle", a cualquiera de esos grupos gamberriles de la ESO en plena ebullición, y Pedro Sánchez, a uno de esos profesores de buen rollito estampándose de narices contra el fruto de sus ensoñaciones y no sabiendo cómo pararlo. Esperemos que saque conclusiones y no caiga en la tentación de gobernar al dictado de los berridos de quienes ni se molestan en escucharle.

1 comentario:

  1. Mensaje para Ahmed, que puso aquí un comentario en árabe:
    Siento decirte que he borrado tu comentario porque no lo entendía y no puedo tener aquí cosas que no sé qué significan. Puedes comentar en este blog siempre que sea en una lengua al alcance de quienes lo manejamos.

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