A las 0:27 horas del 3 de diciembre de 2018, momento en el que empiezo a redactar este artículo, con un 99'76 de los votos escrutados, los 109 escaños del Parlamento andaluz tras las elecciones de ayer se reparten así: PSOE: 33; PP: 26; Ciudadanos:21; Podemos y sus aliados: 17; Vox: 12. El PSOE ha ganado, pues, la contienda, pero las probabilidades de que sea desalojado del poder son muy altas. Después de 36 años ocupándolo en Andalucía y teniendo en cuenta asuntos como el de los ERE o el de los cursos de FAFFE, no podemos decir que esto sea para cortarse las venas, sino más bien que sería muy deseable.
Me propongo en este artículo solamente hacer unas breves consideraciones muy generales, que empezaré con las reacciones del PSOE tras los resultados. En su primera comparecencia, Susana Díaz se ha centrado de manera obsesiva en tocar a rebato contra la extrema derecha (la he visto por televisión y he perdido la cuenta de las veces que ha pronunciado las palabras "extrema derecha"). Según su análisis, la llegada de Vox al Parlamento andaluz representa un grave peligro, que debería obligar a que todas las demás fuerzas se unieran en un frente para conjurarlo, y los partidos que desoigan su advertencia caerán en una grave irresponsabilidad. Me ha dejado la señora Díaz con una seria incógnita: ¿quién debería presidir esa coalición salvadora? ¿Ella? Es un dato crucial, y Susana Díaz lo ha omitido, lo cual no dice mucho a su favor, como tampoco la retratan muy bien salir tras unas elecciones agitando el argumento del miedo, postularse de una manera tan ladina y no haber hecho ni una alusión a que alguna culpa tendrá su partido en la pérdida de más de 400.000 votos en comparación con las anteriores elecciones. Con todo, lo peor que ha hecho en esa comparecencia ha sido calificar a Vox de partido xenófobo y que justifica la violencia contra las mujeres. ¿Se ha dado cuenta Susana Díaz de la gravedad de tales acusaciones? ¿Tiene los sólidos argumentos que hacen falta para sostener imputaciones como esas? Y sobre todo: a Vox le han votado 395.114 andaluces: ¿es consciente la todavía presidenta andaluza de la ofensa que ha lanzado sobre todos ellos solo porque no le han gustado los resultados de las elecciones? No ha estado a la altura de su cargo, creo que será muy positivo que lo acabe perdiendo. Unos minutos después, he visto fugazmente al ministro-cuñao valorando las elecciones: insistía con su estilazo de siempre en amenazarnos con los peligros de la extrema derecha, no hará falta que os diga que ha sido el momento en que me he decidido a apagar la televisión.
Pero no han sido las únicas voces de la izquierda en acudir al tremendismo alarmista para justificar su fracaso en estas elecciones, porque ahí ha estado también Pablo Iglesias, que ha empezado su intervención con estas palabras: "En nombre de Unidos Podemos: alarma antifascista". Sublime, cuando el señor Iglesias pierde el sentido del ridículo, lo pierde a lo grande, pero ni su intervención ni las de otros miembros de su formación pueden tomarse con tranquilidad, porque han sido poco menos que una llamada a las trincheras, lo que refuerza las serias dudas que tengo desde hace tiempo acerca del talante democrático de Podemos: si los resultados electorales no les gustan, a la revuelta. La izquierda española lleva ya décadas encaramada en una superioridad moral tan autoproclamada como dudosa. Como están en posesión de la verdad y del bien, se sienten exentos de argumentar nada y con el permanente derecho a deslegitimar de un plumazo todo lo que no se someta a sus mandamientos. El sello que ratifica los certificados de buena conducta democrática o los sambenitos de facha estará siempre en manos de alguien muy progre y/o muy de izquierdas, personajes a los que las meras siglas de sus partidos los legitiman, gente tan fuera de toda sospecha como Susana Díaz, Gabriel Rufián o Pablo Iglesias. Ciertamente, Vox haría muy bien en marcar distancias con personajes como el húngaro Orbán, pero llevo algún tiempo observándolo y puedo sostener que no hay razón para acusar a este partido de fascista o de las cosas de las que se le suele acusar: sus afirmaciones en defensa de la Constitución son constantes; su ideario no se sale de los límites democráticos, aunque haya muchos a los que disguste, como ocurre con todos; sus dudas contra la Ley contra la Violencia de Género son absolutamente legítimas (y las compartimos muchos), lo antidemocrático es más bien la condena del derecho a dudar que se esgrime desde ciertos sectores supuestamente progresistas; su defensa de la bandera, de la lengua española, de la unidad de España y del rey tampoco los señalan como fascistas, sino que nuevamente es al contrario: los indiscutiblemente totalitarios son esos separatistas que les condenan por ello. Quien no me crea, que se tome la molestia de ver a Javier Ortega Smith en TV3.
Y es que el gran problema de España hoy se llama separatismo, se está hinchando día tras día en el País Vasco, Navarra, Valencia y Baleares y está en pie de guerra en Cataluña. Y lo que sorprende de la izquierda es que sea tan necia no solo de no verlo o de no querer verlo, sino de no darse cuenta de que es la azada con la que ella misma está cavando su propia fosa. En lugar de decir sandeces sobre el fascismo, el PSOE y Podemos deberían haber hecho algo tan sencillo como mirar con serenidad los resultados de hoy y darse cuenta de que los dos únicos partidos que han subido, ¡y de qué manera!, han sido Ciudadanos (290.643 votos) y Vox (376.692 votos), es decir, las dos formaciones que de manera más contundente se han posicionado contra el totalitarismo separatista. ¿Dónde está la famosa autocrítica de la izquierda? ¿Con qué derecho se pone estupenda contra la extrema derecha Susana Díaz después de décadas de corrupción del PSOE andaluz y de los enjuagues de su partido con lo peorcito del separatismo? ¿Quién es Pablo Iglesias para llamar fascista a nadie después de haberse pronunciado a favor del derecho a decidir y de haber ido a confesarse con Oriol Junqueras? No son los fachas de las películas que ellos mismos se montan los que les han dado un buen escarmiento, ha sido la ciudadanía a la vista de su cinismo, de sus contradicciones y de sus impresentables amistades.
He leído por ahí que estos resultados alejan la posibilidad de unas elecciones generales a corto plazo. Es posible, pero solo si quien tiene la potestad de convocarlas actúa en clave de conveniencia particular (la cual reconozco que no le es ajena) y no en clave de la conveniencia de la nación y de la sociedad española. Si atendiese a esta, no podría caberle la menor duda de lo que acabo de decir: que sus políticas y sus aliados están siendo seriamente perjudiciales para todos, que lo serán más cuanto más se prolongue la actual situación y que la ciudadanía no respalda la pasividad ni los guiños con el separatismo, que va muy en serio y está dispuesto a despedazar España, no hay ninguna razón para restar importancia a las cosas que salen a diario en los medios. Las elecciones andaluzas creo que han dejado pocas dudas de esto y responder pataleando y acusando a los demás de fachas es tan patético como inútil.
Tengo 49 años. Soy catalán. Mi idioma es el español. Lo hablo siempre, salvo cuando hacerlo es faltar a la educación y a la cortesía. Trabajo por cuenta propia y pago muchos impuestos. No pierdo ocasión de señalar que son demasiado altos. Soy heterosexual, y no considero esto ni prenda ni baldón. Desde los 15 años o así, me vienen llamando facha. No soy facha, soy español. Pero no lo duden, si para seguir siendo español, disfrutando de las libertades y derechos que ello comporta, lo seré. Será lo mejor, ustedes podrán seguir quejándose eternamente y yo, dándoles razón, tendré derechos y libertad. Todos contentos, no?!
ResponderEliminarMira, Paco, yo tengo 61 años, soy catalán y vivo en Madrid desde que era niño. Siempre fui muy "progre" y muy de izquierdas, te diré que fui de CCOO durante 14 años. Hará unos 20, en mi ámbito profesional, que, como sabes, es la enseñanza, empecé a ser un "facha" (aunque la verdad es que nadie ha tenido el salero de llamármelo a la cara), que es lo que somos los profesores que defendemos el respeto, las clases dadas con orden, la jerarquía y autoridad del profesor, el estudio y eso tan mussoliniano de suspender a quien hace mal un examen. Para la izquierda y el progresismo reinantes en la educación, actos tan contrarios a la innovación eran el puro fascismo y te anatemizaban por ello. No te cuento por no aburrirte los "democráticos" actos, zancadillas, puñaladas y acosos a que me he visto sometido. Hace ya mucho tiempo que la izquierda se ha instalado en la intransigencia y el dogmatismo más totalitarios. Hoy está habiendo en Andalucía manifestaciones ¿antifascistas? porque 400.000 votos han metido a un partido en un parlamento, y en Cataluña, como puede que sepas, ejemplares demócratas como ERC, CRD, CUP o ANC han convocado una cumbre antifascista. El radicalismo de izquierdas y separatista está poniendo cada vez las cosas más feas. Que no le echen ninguna culpa a Vox ni al empedrado. Mírate esto:
Eliminarhttps://www.cope.es/actualidad/espana/noticias/carta-viral-andaluz-iglesias-por-compra-del-chale-fascista-20181204_304953
Lo he leido, sí. Y yo, también era de izquierdas, en mi primera adolescencia. Aunque no me he dedicado a la educación es un asunto que me preocupa mucho; por patriotismo. La LOGSE y la "Normalización lingüística", - ¡Qué siniestras palabras!- me alejaron de la "izquierda" para siempre. De hecho, he de agradecerles a los catalanistas y los progres de toda laya, el haberme servido de acicate para reflexionar y ser mas libre...
ResponderEliminarEs una verdadera pena. Salimos de una dictadura y construimos una democracia que ilusionaba y no sin razón, ahí está el hecho indiscutible de que de la Constitución del 78 nacieron los mejores años de la historia de España, pero entre corruptos, ladrones, traidores y ofidios separatistas se lo han cargado todo. Me descompone ver a personajes como Sánchez afianzándose en el cargo con la falta de miramientos del peor diputado en Cortes franquista, a ese PP que lo ha consentido todo con tal de pillar a lo bestia (poco más o menos que el PSOE), a estos separatistas que, con la mirada pasiva de los gobiernos centrales, han estado 40 años bombardeando una democracia muy solvente con asesinatos, árboles y nueces, inmersiones lingüísticas y golpes tolerados, a estos totalitarios de Podemos dinamitando violenta y demagógicamente una sistema de libertades... Como los españoles no espabilemos, nos van a joder bien, y no podremos decir que la cosa vino sin que nos diéramos cuenta.
EliminarAsí es. Es todo tan repugnante aquí que llevo un par de años rumiando donde largarme, si no inmediatamente, en un futuro cercano... Bien hiciste en yéndote a Madrid
ResponderEliminarYo no fui a Madrid, sino a Málaga, y fue teniendo cinco años y por razones profesionales de mi padre. Fue en 1962, con Franco. Voy a decir algo políticamente incorrecto: durante la dictadura, a ningún español se le echaba a patadas de ninguna región por no ser de allí. Esa xenofobia (no sé si algún progresista le encontrará otro nombre) se implantó aquí con la democracia: 100.000 exiliados del País Vasco por el totalitarismo nacionalista, y están por cuantificar los expulsados por el totalitarismo catalán. Tu último comentario es un dato precioso en lo relativo a este asunto. La estrategia de fundamentar su dominio mediante un acoso constante que expulsase a los desafectos ha sido un arma permanente de los nacionalismos totalitarios y, como la hemos detectado hasta los ignorantes como yo, no cabe sino proclamar que los gobiernos centrales la conocían muy bien. Permitirla durante décadas ha sido uno más de los pecados mortales del PP y el PSOE. En el momento actual, no eres el primero del que tengo noticia de que piensa irse; sin ir más lejos, hace muy poco salía en la prensa que la propia Inés Arrimadas estaba barajando "dar el salto" a Madrid. Fe de erratas: donde dice "dar el salto a Madrd", debe decir "escapar del brutal acoso del nacionalsocialismo de los CDR". La limpieza étnica como procedimiento para alcanzar la mayoría social.
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