El pasado miércoles 15 tuvo lugar en Madrid una concentración frente a la Consejería de Educación en apoyo a los represaliados del conflicto de la educación y por la libertad de expresión. Si dijera que allí ácudimos 500 personas, probablemente me estaría pasando, lo que no puede sino llevar a conclusiones bastante pesimistas en torno al sentido de la solidaridad del colectivo docente y a la deriva que parece haber tomado el conflicto de la educación. Tampoco estaría de más señalar que la convocatoria a este acto fue tan fantasmal que pareció más bien una desconvocatoria. Ante estos hechos, se me ocurren algunas preguntas: ¿está muerta la marea verde? Pues es una lástima, porque ayer, en cuanto a cosa de un centenar de locos se nos ocurrió hacer una cadena humana y ponernos en movimiento, la policía se puso bastante nerviosa, lo que demuestra que los que mandan no están tan sólidos como prentenden hacernos creer, cosa que no es extraña: tienen a todo el mundo rebotado. ¿Está muerta porque, como dicen algunos, los sindicatos, tras haber sido llamados a hablar, ya no quieren saber nada de conflictos? ¿Lo está porque el blandito colectivo docente ya se ha arrugado? Ambas cosas son plausibles. En estas circunstancias, ¿qué pasa con los puestos de trabajo perdidos, los vamos a olvidar como parece que hemos olvidado a los represaliados? La verdad es que en esto hasta la Consejería sabe que cometió un tremendo error y una tremenda injusticia, como lo prueba el hecho de que, empezado el curso, ha ido mandando a los centros profesores nuevos, los cuales, como los horarios ya estaban elaborados, han sido colocados de cualquier manera. Un auténtico desastre; y además, sigue habiendo muchas personas sin trabajo. ¿Y qué va a pasar con las 18 horas? Eran el otro gran asunto del conflicto y el otro gran disparate de las instrucciones del 4 de julio, por el perjuicio educativo y por el laboral. ¿Vamos a seguir luchando por ellas o vamos a tragarnos eso de que son innegociables mientras dure la crisis? Porque está claro que el PP está utilizando el pretexto de la crisis para arremeter contra todo, así que cualquiera sabe hasta cuándo piensa alargarla.
Me vais a perdonar que hoy no me sienta muy optimista.
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