Desde que arreciaron las novedades sobre la caudalosa corrupción del PSOE, con abundantes descubrimientos que afectan tanto al partido como al Gobierno, se especula con el debilitamiento de Pedro Sánchez y con la eventualidad de que un buen día este falso gigante se pueda caer a trozos o su propia banda decida apartarlo para que no los arrastre a todos y poder así mantener la nave a flote, que es tanto como decir cotinuar el productivo bandidaje del apestoso sanchismo, pero con otro cabecilla. Naturalmente, estas especulaciones llevan implícitas las correspondientes acerca del posible sucesor y dentro de estas ha sonado mucho el nombre de José Luis Rodríguez Zapatero. Hasta hace poco, yo estaba convencido de que el PSOE tenía planeado que a Sánchez le sucediera una mujer, porque ello se ajusta muy bien a la demagogia que están practicando en estos tiempos, pero las cosas se les han puesto tan crudas al partido, a Frankenstein y a su proyecto que no me cabe la menor duda de que ya solo pueden encomendarse a alguien con zarpa de hierro, y en este colectivo, Zapatero, que, hasta la llegada de Sánchez, fue el peor presidente de nuestra democracia, resplandece con derecho propio. Después de las traiciones de 2006 y de 2010 y de sus hechos posteriores, ya no engaña a nadie.
De las andanzas de Zapatero por Hispanoamérica en general y Venezuela en particular, nos llegan noticias nada tranquilizadoras: figura entre los fundadores del Grupo de Puebla, junto con algunas compañías que ponen los pelos de punta; es amigo de Maduro, Delcy Rodríguez y toda la cúpula de la dictadura venezolana; ha defendido a estos y otros ejemplares personajes, como Gustavo Petro o Cristina Kirchner, amiga también, por cierto, de la hilarante Yolanda Díaz. Parece ser que estos círculos han sido muy lucrativos para el expresidente español. ¿Qué decir de sus andanzas por su solar patrio? Aparte de lo resumido en el anterior enlace, no ha cejado en lo que ahora hemos descubierto que era una de las obsesiones que explican algunas de las calamidades de su gestión presidencial: un republicanismo apolillado, que sospecho que le hace suspirar por la implantación de una tercera república, una república plurinacional, ahí está la burrada aquella del estatuto de 2006 y aquí tenemos hoy, bien calentita, en el marco de sus vomitivos cabildeos con Puigdemont -¡nada menos, un tío que fue presidente del gobierno español!-, la ofrenda para aplacarlo de un CGPJ particular para Cataluña.
En los tiempos alicaídos que atraviesa el PSOE, Zapatero se ha mostrado muy activo en la reanimación de los ideales del sanchismo, esos que llevan incluidos la amnistía a los golpistas, la liberación de los presos de ETA, la exculpación de los golfos corruptos si son del PSOE o amigos suyos y la cesión a todos los caprichos separatistas. Nunca ha dejado de cabalgar, pero ¿intentará ahora cabalgar de nuevo sobre el corcel de la presidencia del gobierno? No me gustaría, porque soy de los que piensan que sus planes para España no pueden ser más nefastos ni su persona más siniestra, por eso estoy preocupado, porque de lo que no cabe duda es de que está volviendo a asomar el plumero. ¿Se imaginan la jugada? Zapatero fue en su momento el peor presidente del gobierno español en democracia, pero ese dudoso honor vino a arrebatárselo Sánchez; si ahora le sucediera, no me cabe la menor duda de que superaría los horrores cometidos por ambos, recuperaría el trono de la ineptitud y la catástrofe e intentaría llevar a efecto el proyecto sanchista -que es una continuación del suyo- hasta sus últimos y devastadores extremos. ¡Qué pesadilla! Pero no es improbable, así que mejor no dormirse.