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domingo, 30 de junio de 2024

Las insinuaciones indecentes de Ana Redondo

    Todo aquello que lleve envuelto el fallecimiento de personas debe ser tratado con escrupuloso respeto,  así que atribuir al adversario político inexistentes connivencias con el asesinato no solo es una canallada contra el adversario, sino también contra la víctima del crimen, es decir, una canallada que solo los muy indecentes se atreven a perpetrar.
    En tan feo vicio ha tropezado estos días la ministra de Igualdad, Ana Redondo, quien, a propósito de una lamentable secuencia de asesinatos de mujeres y niños, ha animado a reflexionar sobre los discursos negacionistas que dan alas a los autores de hechos tan horribles. Podréis decir que con estas palabras la señora Redondo no ataca a sus adversarios políticos, sino a quienes sostienen discursos negacionistas, pero en realidad lo que hace es atacar con obscenas indirectas a sus enemigos, pues, según la fábula que repite sin cesar, esos discursos los sostiene la ultraderecha. ¿Y quién es la ultraderecha? Alguien dirá: Vox. Podría ser, pero no solo es Vox, sino también el PP o usted mismo, porque ultraderecha es cualquiera que sostenga puntos de vista distintos a los de Sánchez, su tropa y todos los que agitan ese fantasma al que llaman ultraderecha y al que previamente han demonizado. El mecanismo, nada nuevo en política, es este: si no piensas lo que yo, eres de ultraderecha, y la ultraderecha es tan horrible que alienta y aplaude a los que descuartizan a sus mujeres y a sus hijos.
    Una auténtica indecencia. Yo, personalmente, me siento víctima de una gravísima ofensa, porque estoy en profundo desacuerdo con las demenciales políticas y propuestas del PSOE, la podemia, la ultraizquierda y todos sus aliados, pero, por supuesto, siento la mayor de las aversiones hacia los que matan a sus mujeres, novias, parejas o hijos. Que gentecilla embustera como la Redondo esta, con sus insultos y estigmatizaciones, nos obligue a ir permanentemente declarando nuestra limpieza, que debería dársenos por supuesta como a todo el mundo, me parece una aberración. Me merece la peor de las descalificaciones el personaje de cuya boca salieron estas palabras:
    Esos discursos negacionistas de la extrema derecha blanqueados en muchas instituciones donde gobiernan con el PP, ese blanqueamiento y normalización de discursos que pensábamos que ya estaban erradicados de la sociedad española, han vuelto con fuerza y se extienden en las redes sociales, se propagan de una forma muy peligrosa
    Ese personajillo era la ministra de Igualdad, que se permite la infamia de hablar de discuros peligrosos y atribuírselos sin fundamento a sus adversarios políticos. Eso sí que es peligroso: eso es calumniar, lanzar infundios desde el Gobierno y los medios de comunicación, eso es carecer de decencia y de prudencia.
    El objetivo, aparte de machacar al adversario con mentiras, es otro, bastante más miserable y que mencioné al principio del artículo: la instrumentalización de la muerte y el dolor ajeno en beneficio propio, una deplorable práctica en la que se prodiga la señora Redondo, como podemos ver aquí:


    ¿Qué os parece? Una supuesta ministra vociferando en las Cortes como una loca y haciendo uso de tragedias como pretexto para atacar al enemigo. ¿Qué tenía que ver lo dicho por el diputado al que replica con los luctuosos hechos en que se escuda? Nada. Recordar las lamentables inhibiciones de Francina Armengol y las oscuras andanzas de Begoña Gómez no es incitar al feminicidio, con lo que la desaforada respuesta de Ana Redondo es una injuria repugnante, tan repugnante como su instrumentalización de la muerte y el dolor ajenos. Tergiversar unas acusaciones MUY FUNDADAS de corrupción y convertirlas en negacionismo de los asesinatos de mujeres y niños es una bajeza que sitúa la ética de la ministra en el nivel de las alcantarillas. Si tanto clama por la vergüenza, que empiece por tenerla.
    La clave de esta pestilencia se encuentra en uno de los párrafos finales del primer artículo que enlazo: el problema de Ana Redondo es que comanda el mayor y más inútil de los chiringuitos de la política actual: el Ministerio de Igualdad, un organismo que sirve para que se ganen la vida unos cuantos -con ella a la cabeza-, generar leyes demenciales y difundir propaganda ultraizquierdista y LGTBI, pero que debería desaparecer, porque, para acciones de real provecho para la sociedad, es completamente inútil. Esa es la razón por la que, desde todos los sectores interesados, su existencia y sus naderías se han defendido siempre con particular agresividad, como ella misma nos demuestra. En el párrafo al que me refería antes, cuando le preguntan qué se está haciendo mal, Ana Redondo responde: 
    No estamos haciendo nada mal, es un problema que llevamos acarreando centenares de años, miles de años, es un problema de violencia de género, de machismo estructural, es un problema de la sociedad española.
    O sea, los dogmas del feminismo radical del nefasto ministerio que regenta: la convicción de que seguimos padeciendo una sociedad tan machista como hace dos mil años y de que hay que flagelar a los hombres de hoy como si tuviesen la culpa de los patriarcales privilegios de Abraham o el rey David; el cuento de que el machismo está en los fundamentos de nuestras instituciones y nuestra sociedad, cuando en realidad es algo que anida en las mentes de unos energúmenos y que las leyes y la inmensa mayoría de la sociedad rechazan con contundencia; y la palabrita envenenada: el género: millones de españoles rechazamos la violencia en general y, dentro de ella, la ejercida contra mujeres y niños, proceda de desconocidos o de maridos, parejas o padres, y creemos que se debe actuar contra ella con las políticas y acciones adecuadas a cada caso, pero rechazamos también el camelo ese del género, porque, detrás de esa denominación ya muy sospechosa, hemos descubierto que algunos quieren tergiversar la realidad, decirnos que no hay un sexo natural, sino un constructo social llamado género y otras disparatadas lindezas con las que pretenden monopolizar para su exclusivo dominio y beneficio las políticas relativas a esta esfera de la vida. Porque de esto se trata, en suma: de que el Ministerio de Igualdad tenga el poder omnímodo para defendernos de la violencia de género y del machismo milenario, estructural y social. ¡Y ojito con rechistar, que viene doña Ana y nos pega cuatro gritos! Por detrás de los gritos, está la defensa del privilegio y el sueldo.
    Así que, como entenderéis, lo primero que niego es la mayor, eso que se permite decir la ministra de que no están haciendo nada mal; al contrario: lo están haciendo todo mal y, si el Ministerio de Igualdad se suprimiera, ya no es que no fuéramos a perder nada, es que además ganaríamos mucho. Desde el 1 de enero de 2003 hasta el pasado 21 de junio, las mujeres víctimas mortales por violencia de género (por usar la terminología oficial) han sido 1.260. Para luchar contra un mal tan tremendo, los departamentos más indicados son Justicia e Interior, que son los que realizan las acciones efectivas. Cierto que se puede ayudar algo, bastante quizás, desde el sector educativo, pero no creo que haya aportado nada la creación de un ministerio de Igualdad, que está viciado de origen por la militancia sectaria con que desde él se han enfocado siempre estos delicados asuntos. ¿Qué pasa, por ejemplo, con la violencia vicaria? ¿Por qué, si al niño o la niña los mata la madre, aunque sea -que casi siempre lo es- para perjudicar a su pareja, no son considerados destinatarios de este tipo de violencia? Esta es seguramente la fisura más clamorosa de las leyes de violencia de género, pero no es la única. Asuntos tan serios no se resuelven mintiendo, gritando disparates en las Cortes ni con repulsivas acusaciones contra los que nos estorban.
     

2 comentarios:

  1. Todo lo instrumentalizan y nunca tienen culpa de nada. Descalifican a quienes no están en su onda, vociferando injurias con un histrionismo que más bien es histerismo. Con visceralidad y sin razonamiento, atacan siempre y nunca admiten discrepancias. La diversidad democrática les es ajena. Miedo me dan...

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  2. Mañana se van a reunir estos piernas inútiles del observatorio de las leyes de género para divagar acerca de qué es lo que está fallando, cuando lo sabe cualquiera: las leyes que ellos se han inventado, sus políticas y el ministerio de Igualdad, en suma: el enfoque en clave de sectarismo político de lo que es un problema de criminalidad. Hace menos de una hora, en el telediario, he visto a una de sus portavoces hablar de soluciones que involucraban a la atención médica primaria (tome usted nota) y especulaban sobre la melonada de que en los asesinatos de mujeres influye mucho el factor de que vivan en pueblos pequeños. Lo dice, claro, porque las últimas asesinadas vivían en ese tipo de poblaciones. Si dentro de dos días (Dios no lo quiera) matan a una mujer en Valencia y a otra en Zaragoza, el factor determinante será el vivir en grandes poblaciones. Excusas y palos de ciego: nada de revisar unas leyes mal hechas; nada de hacer autocrítica; silencio ominoso sobre el alto porcentaje de extranjeros entre los que asesinan a sus mujeres o sus hijos; patética inopia ante la evidencia de que el de Las Pedroñeras era un moro que había dado mil avisos sin que nadie hiciera nada. ¿Por qué sería? ¿Por no parecer fachas, por no parecer racistas o por no parecer xenófobos? No hay problema: la individua de la que te hablo ha terminado echándole las culpas de todo al empedrado y al negacionismo de las redes: seguro que el asesino del que te hablo, que era un moro borracho, se pasaba la vida en foros fachas de internet. Otra que vive con un sueldo excelente por pertenecer a un engaño inútil.

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