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viernes, 17 de febrero de 2017

Prevaricación en la enseñanza

   En los últimos días, ha sido reflejada por varios medios la noticia de que un profesor universitario de Granada que puso sobresaliente en un examen a una alumna que ni siquiera se había presentado ha sido hallado culpable de prevaricación y condenado a siete años de inhabilitación. Si leéis la noticia, veréis los delirantes extremos a los que llegó este docente de la especialidad de Ciencias de la Educación en el ejercicio real de uno de los vicios más aberrantes que predica el pedagogismo y combate esta garita: el aprobado regalado.
   Es necesario señalar que, aunque se hayan destacado mucho, la no presentación o el sobresaliente no fueron hechos esenciales, sino solo aspectos secundarios que, por su colosal torpeza, contribuyeron a que se destapase y acabara condenándose el verdadero hecho esencial, la verdadera prevaricación: el haber aprobado a una alumna a sabiendas de que no lo merecía. Y aquí es donde está lo maravilloso de este asunto y la gran novedad, porque, en el sistema educativo español, por conveniencia, presión y dictado de políticos, pedagogos, inspectores, directores, padres y demás, hay miles de profesores que llevan lustros poniendo aprobados a alumnos que no se lo merecen, es algo así como una norma oficiosa del sistema, todos lo sabemos, seremos hipócritas, pero no somos tontos. Digo más: es sin duda la gran mentira vergonzante en que se sostiene.
    Con arreglo a la sensatísima sentencia del Supremo que ha condenado a este profesor de Pedagogía, ahora resulta que cada vez que un profesor convierte en cincos lo que deberían ser cuatros, treses y hasta unos (y esto lo hacen muchos), está prevaricando; cada vez que un profesor, con el fin de aprobar a los alumnos de un grupo de esos donde nadie hace otra cosa que zanganear, echa mano de ese eufemístico coladero que se llama "adaptación de aula" (y esto lo hacen muchos), está prevaricando; cada vez que un profesor, cediendo a presiones de padres, directores u orientadores, aprueba a un alumno que debería suspender (y esto lo hacen muchos), está prevaricando; cada vez que una junta decide regalar uno o varios aprobados a un alumno que debería suspender (y de esto he presenciado decenas de lamentables sainetes), está prevaricando: tenemos un considerable problema.
    Está muy extendido esto de dar a sabiendas aprobados inmerecidos, ya veis, y es que, como digo, es un puntal oficioso del sistema, que lo avala, y más, si el alumno reclama cuando le suspenden. Hace algunos años, tuve uno al que suspendí 18 exámenes de 22; en todo el curso, solo aprobó cuatro, y no de los más importantes. Reclamó ante la inspección y, después de un tenso proceso con fuertes presiones, en el que al menos en dos ocasiones un inspector me amenazó de sanción, la Administración lo aprobó, lo cuento por extenso en mi artículo El papel de la inspección (en Deseducativos y en este blog). A esto es a lo que nos arriesgamos quienes no ponemos aprobados inmerecidos, así que, en parte, se entiende que muchos no quieran meterse en estos líos. Recuerdo que entonces quise recurrir, porque tenía mis dudas sobre si aquella decisión no habría sido una... prevaricación. Los tres abogados con los que hablé me aconsejaron que me olvidase de eso y de recurrir, pero mis dudas permanecieron, y con esto de ahora, ya son algo más que dudas.
    Pero tampoco hay que extrañarse. A fin de cuentas, España lleva años y años alojada en la megaprevaricación de la corrupción, de la connivencia entre políticos y banqueros, de la impunidad de los poderosos (compárese lo que ha hecho este profesor y lo que ha hecho Artur Mas; compárese luego lo que se ha pedido para cada cual), de los alcaldes corruptos reelegidos por mayoría absoluta...: lo de los aprobados regalados es muy coherente con este marco, y va a seguir así mucho tiempo, ¿o alguien piensa que los pactos de los que ahora tanto se habla van a cambiar algo? A ese pacto están llamados los políticos, los gobiernos, los sindicatos, los expertos, las asociaciones empresariales y esas otras que convocan huelgas contra los deberes, la Iglesia..., o sea, los amos y beneficiarios del sistema vigente: le cambien lo que le cambien, será para dejarlo igual.

4 comentarios:

  1. Magnífico. Debería publicarse en los periódicos y leerse en todos los claustros. El pacto que saldrá tiene pinta de ser una ñoñería continuista que empeorará lo que parece imposible que pueda ir peor. Pero lo hará, seguro.

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  2. Muchas gracias, Cosme. En lo referido al pacto, basta con ver las propuestas educativas de los partidos y su sensibilidad a las ñoñerías -por usar una palabra tuya muy apropiada- para temerse lo peor. Un saludo.

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  3. P.D.: Supongo que el tal Pablo López Gómez de Cartas al País sobre este tema eres tú mismo. Mira, al menos una parte de lo que has escrito lo leerá más gente. Enhorabuena y a seguir, a ver si se consigue algo -si bien soy de natural escéptico-.

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  4. En efecto, soy yo, Cosme. Y creo que te gustará una carta que salió el sábado en "El Mundo" firmada por alguien llamado J. Manuel Navarro Domínguez. Hablaba sobre este mismo asunto enfocándolo en Andalucía y decía cosas realmente interesantes. Muchas gracias y un saludo.

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