Entre las decenas de estrategias perversas del independentismo figura la de trivializar o ningunear al adversario, y no está de más recordar aquí que el nacionalismo es una ideología tan excluyente que convierte al que es distinto en adversario y al adversario, en enemigo. Pongo algunos ejemplos: el que no es uno de los nuestros es un maketo o un charnego, o sea, un personaje de calidad inferior; la bandera que no es la nuestra se puede quemar; al himno que no es el nuestro se le puede silbar y abuchear; a la selección que no es la nuestra se la puede censurar o podemos mentir sobre sus triunfos; a sus aficionadas, las podemos moler a golpes y robarles el bolso; a la lengua que no es la nuestra, la podemos echar a coces de las escuelas o de los parlamentos, o expulsarla de la rotulación comercial... Todos estos hechos reales que menciono son repugnantes, pero se quedan en juego de niños si se comparan con la máxima expresión del ninguneo, o sea, la aniquilación, que fue practicada durante años y con centenares de víctimas por el nacionalismo radical vasco, conviene que no olvidemos la historia.
Nunca dejará de sorprenderme la enorme paciencia (por no decir repulsiva pasividad) que durante años y años han tenido la sociedad y las autoridades españolas con estos abusos, paciencia que en algunos sectores ideológicos progresistas ha llegado incluso a una estulta compresión: parece ser que, si el que aporrea a una señora lo hace en nombre de la estelada, la cosa puede perdonarse.
Por lo dicho hasta aquí, podréis entender que haya visto con satisfacción que se haya puesto coto a la penúltima extralimitación del independentismo: la estúpida y provocadora decisión de declarar no festivo en Badalona el 12 de octubre, día de la fiesta nacional, y solo me molesta que se haya tenido que recurrir a la decisión de un juez, porque es elemental y de sentido común que lo que se marca como calendario estatal por el Gobierno de la nación no pueden cargárselo un alcalde y cuatro concejales borrachos de poder, no es de su menguada competencia, aunque por lo visto estas cosas los podemitas y los nacionalistas no las entienden, no sé si por ser muy revolucionarios, por ser muy ignorantes o por las dos cosas juntas.
Leo en "El País" una noticia sobre Dolors Sabater, la alcaldesa de Badalona y por tanto principal artífice de esta alcaldada, que se queja con estas palabras: "Nunca ha habido una reacción histérica de la caverna mediática como ahora", y lo dice porque el jueguecito este de ningunear la fiesta nacional ya se había practicado antes (y se sigue practicando) en Cataluña sin que pasase nada, entre otros, por el personaje que hoy preside esa comunidad, a la que veremos a dónde lleva entre sus prudentes manos, miedo me da. ¿Reacción histérica de quién, señora Sabater? ¿De las autoridades estatales que por una vez se han decidido a impedir un desmán del nacionalismo o de ese nacionalismo que no tiene más perspectiva que la marcada por sus (muy discutibles) objetivos? ¿Con qué derecho llama usted histéricos o cavernícolas a quienes desean que se respete la legalidad de su país? ¿Acaso la razonable es usted, que se ha extralimitado en sus potestades y se ha querido saltar los derechos de los ciudadanos apoyándose en algo tan sólido como la ocurrencia esa de "12 de octubre, nada que celebrar"? ¿O me va a decir ahora que su "inocente" medida no tenía para nada la intención de ser un acto más de esa memez tan cómica (y esperemos que no pase a tragicómica) de la "desconexión con España", que no aspiraba usted a ser tan guay como Ada Colau en eso de despreciar lo español? Apelo directamente a la señora Sabater, aunque ya sé que no va a leer este artículo, es solo una licencia artística.
Así gobiernan los nacionalistas y estos recién llegados del mundo alternativo: en cuanto agarran "cacho", ya parecen tener la conciencia de que su poder es absoluto, de que si uno es presidente en Cataluña o alcalde en Badalona, en Cataluña o en Badalona puede hacer lo que le dé la gana, que para eso es el que manda, sin demasiadas limitaciones y por su sola posesión de la verdad. Sería este un motivo para la reflexión, ya que estamos hartos de ver cómo, de una forma tan paradójica como cínica, cada vez que hacen alguna de las suyas, en cuanto alguien muestra la menor objeción, le lanzan una batería de descalificaciones ya consabida: retrógrado, inmovilista, facha, antidemócrata, cerrado al diálogo... Y suelen tener mucho éxito con algunos medios de comunicación, particularmente, los que se han adueñado de la patente de progresismo, ya he hablado antes de esto. Pero a mí se me ocurre una cosa: ¿qué pensaría la señora Sabater si el día 13 el director del colegio de sus hijos, sobrinos o nietos lo cerrase fundamentándose en su autoridad como director? Seguro que en algún momento pensaría que los cargos tienen límites. Lógico: eso también la alcanza a ella, a Ada Colau, al señor Puigdemont...: a cualquiera que no tenga un poder omnímodo y tiránico. ¿Qué pasaría si el próximo 11 de septiembre al alcalde de cualquier localidad catalana le diera por decir que no había nada que celebrar y que, por tanto, ese día no sería festivo? ¡Pobre de él, no me gustaría estar en su pellejo!, pero he de reconocer que sí que me gustaría una cosa: reírme un poco con los "argumentos" para crucificarle que iban a tejer Puigdemont, Forcadell, la señora Sabater, Iceta, Ada Colau... más un montón de medios, asociaciones y partidos "progresistas".
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