Mientras Íñigo Urkullu me sorprendía gratamente dando un primer mensaje como vencedor de las elecciones vascas en el que dominaban la moderación, los llamamientos al diálogo de todas las fuerzas y las alusiones a la crisis y no había ninguna andanada abiertamente independentista, en la Sexta estaban entrevistando a Artur Mas, que decía cosas como que la pregunta en su pretendido referéndum sería: "¿Quiere usted que Cataluña sea un nuevo estado dentro de Europa?" (¿es eso posible?) o como que él es el presidente de un país, cuando lo es solo de una comunidad autónoma. La deriva que están tomando este político y su partido (lo de Felip Puig dicendo que los mozos de escuadra estarían del lado de la Generalitat fue una repugnante muestra de guerracivilismo) hace que sin duda se esté convirtiendo en un problema de envergadura. Sería bueno que el PP y el PSOE se pusieran de una vez por todas de acuerdo para controlar los excesos del nacionalismo, porque ¿quién nos dice que Urkullu va a estar siempre tan moderadito? Hace solo dos días, teníamos evidencias de que podría no tardar mucho en replanteárselo, y el aventurerismo del PNV en este terreno es conocido.
Sin duda, PSOE y PP tendrán que tomarse este asunto muy en serio algún día, pero eso dependerá sobre todo del PSOE, que, aunque ambos han pactado con los nacionalistas cuando les ha convenido, es el que tiene aún más pájaras federalistas, de las que, sinceramente, creo que debería desprenderse ya, porque han perdido razón de ser histórica; si en su día pudieron renunciar al marxismo, no veo por qué hoy no pueden renunciar al federalismo. Al PSOE, además, le urge hacer un profundo replanteamiento en todas las esferas: de líderes, de propuestas, de programa, de políticas, de caras, de todo. Y en tal replanteamiento, ese sarampión identitario o como le quiera llamar, repito, debería borrarlo por completo, porque ellos saben mejor que nadie el daño que hizo al PSOE y a todos la aventura con Maragall y el Estatut, Montilla, Carod...: aquella época demencial del pacto con Ezquerra. Pienso que, incluso, no sería para nada perjudicial una separación del PSC y el PSOE. A fin de cuentas, los enjuagues con los nacionalistas siempre se han pagado caros, que se lo pregunten si no a Ezker Batúa: sus desastrosos pactos con el nacionalismo radical han terminado por sacarla definitivamente del Parlamento vasco, después ya del daño que en su día le hicieron a IU.
Pues algo parecido pasa con el PSOE En Galicia, que ha caído en picado desde su penosa aventura con el Bloque, hasta el punto de que hoy no solo se ha llevado un buen batacazo, sino que además, si el BNG no se hubiera escindido, habría quedado relegado en numero de votos y escaños al puesto de tercera fuerza política en aquella comunidad. El PSOE no está para bromas; el PSOE ha sido el gran perdedor de las elecciones de hoy; el PSOE está con un grupo escuálido en el Parlamento, sin mensaje, sin alternativas, sin tirón...; el PSOE lleva unos años siendo la gran decepción de la política española, lo cual es muy peligroso, porque es imprescindible un PSOE sano para que la democracia sea creíble y funcione en España. Estaba dándole vueltas en la cabeza a este artículo, cuando he oído a Fernando Ónega decir en la televisión estas palabras o parecidas: "¿Es este el final de Rubalcaba?" El guachimán se siente orgulloso de pensar igual que los grandes analistas. El PSOE tiene que ponerse las pilas ya.
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