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martes, 29 de enero de 2019

Manipular a Pardo Bazán

   Leo el "El País" una columna titulada ¿Qué diría doña Emilia? en la que su autora, Edurne Portela, nos recuerda que la gran escritora decimonónica reflejó y criticó numerosas veces en sus obras de distinto género los sufrimientos y las injusticias que padecían las mujeres de su época. Al hilo de este razonamiento, hace referencia a un cuento suyo titulado El revólver, un relato en el que, a pesar de sus exiguas dos páginas, Pardo Bazán tiene espacio suficiente para sacar a escena actos que hoy reconocemos como ingredientes genuinos de la conducta típica del maltratador. El personaje femenino que narra su calvario, a los ojos de su celoso marido, peca tanto si sale como si se queda en casa, o si ríe como si llora. Desvela que llega un momento en el cual se halla en estos extremados términos que por desgracia hoy nos suenan de demasiadas noticias e informes: "Privada de mis inocentes distracciones; separada ya de mis amigas, de mi parentela, de mi propia familia". En la cima de su desvarío, el marido, tras una escena de celos, después de reiterarle su amor por ella, le enseña  una pistola y le anuncia que, si un día nota algo "que le hiera el alma", irá en el silencio de la noche a darle un tiro en la sien. Tras cuatro angustiosos años, la infeliz esposa se ve liberada de tan tremenda amenaza por la muerte accidental de su marido. Pero poco después se entera de que el revólver no estaba cargado ni podía estarlo. 
   Interpreta Edurne Portela en esta historia que al marido no le hizo falta cargar el revólver para conseguir lo que quería: que su mujer internalizara el miedo de tal forma que perdiera su voluntad. No discuto para nada esta explicación, pero, dado que la columnista de "El País" no añade nada más, siento tener que decir que me parece una interpretación sesgada e incompleta del relato, en el cual, insisto, está eso, pero no está solo eso y veo indicios de que no es lo más importante. Interpretado así, El revólver sería un cuento escrito para condenar los celos, es decir, una especie de relato didáctico de alcance ético, pero yo pienso que en realidad es un cuento de amor, un amor convertido en tragedia por culpa de los celos. Me baso principalmente en los siguientes motivos:
   -Cuando Flora (la protagonista) le cuenta a la persona con la que habla cómo murió su marido, lo hace terminando con estas palabras: "Entonces, solo entonces, comprendí que le quería aún, y le lloré muy de veras, ¡aunque fue mi verdugo, y verdugo sistemático!" Quedan pocas dudas: nos hallamos ante el tópico del amor cuyo poder supera y perdona las injurias y los celos, un tema muy del gusto romántico, y ramalazos románticos se encuentran en cantidad en la obra de la condesa de Pardo Bazán, aun con todo su naturalismo, su realismo y su incondicional admiración por Galdós.
   -Echémosles ahora un vistazo a las palabras del criado que le desvela a Flora que el revólver no estaba cargado: "No, señora; ni me parece que lo ha estado nunca... Como que el pobre señorito ni llegó a comprar las cápsulas. Si hasta le pregunté, a veces, si quería que me pasase por casa del armero y las trajese, y no me respondió, y luego no se volvió a hablar más del asunto..." Reparemos en el recurso de Pardo Bazán para que al lector no le quede duda de que disculpa a Reinaldo, el marido de Flora: es un personaje desconocedor de la terrible aadvertencia -es decir, objetivo e imparcial-, el criado, quien nos pone al corriente de que la amenaza de muerte no era real. Así, Reinaldo queda no como un potencial asesino, sino como un pobrecillo -"el pobre señorito"- dominado por los celos, pero que se arrepentía de ellos hasta el punto de que ni quería hablar de cosa que se los recordase. 
   -Por último, está algo que jamás se puede pasar por alto al interpretar lo que una obra literaria quiere decirnos: el desenlace, que en este cuento lo constituyen estas dos líneas, las cuales, detalle importante, van inmediatamente después de las palabras del criado: "De modo -añadió la cardiaca- que un revólver sin carga me pegó el tiro, no en la cabeza, sino en mitad del corazón, y crea usted que, a pesar del digital y baños y todos los remedios, la bala no perdona..." Vuelve, creo, a estar muy claro: el mal de esa mujer no procede del maltrato, sino que es un mal de amor contraído por la pérdida y reforzado al entender que su marido estaba enfermo de celos, pero la quería y nunca había tenido intención de matarla. A los ojos de nuestra época esto podremos valorarlo como queramos, pero confirma lo dicho arriba: que lo que nos quiso contar Pardo Bazán fue la historia de un amor trágicamente arruinado por los celos y la muerte, de manera que quedarnos solo con la condena de los celos es entender erróneamente el cuento. Por mucho que nos repugne el maltrato -a Emilia Pardo Bazán sin duda que también le repugnaba- y nos guste o no el enfoque de esta historia sobre los celos enfermizos, no podemos ganar para nuestra causa a un clásico haciéndole decir solo la mitad de lo que dijo y desvirtuando con ello seriamente su mensaje. 
   

3 comentarios:

  1. El análisis del relato que hace la columnista de EL PAÍS incurre en todos los rasgos del sectarismo: manipulación, falsificación de la historia, obsesión unilateral, unidimensionalidad.... Vamos, que parten de un a priori y no se apean. Hay una tesis previa y todo lo que se les aparezca tiene que confirmar esa tesis. Es habitual que una revisión de autores pretéritos con ojos de hoy sea con frecuencia anacrónica, cuando no ucrónica. Aparte de que la España de hoy nada tiene que ver con la que vivió la Pardo Bazán. Es habitual que esta gente tome el rábano por las hojas, arrime el ascua a su sardina y se aleje del rigor. No hay más que ver todas sus producciones. En fin...

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  2. El análisis del relato que hace la columnista de EL PAÍS incurre en todos los rasgos del sectarismo: manipulación, falsificación de la historia, obsesión unilateral, unidimensionalidad.... Vamos, que parten de un a priori y no se apean. Hay una tesis previa y todo lo que se les aparezca tiene que confirmar esa tesis. Es habitual que una revisión de autores pretéritos con ojos de hoy sea con frecuencia anacrónica, cuando no ucrónica. Aparte de que la España de hoy nada tiene que ver con la que vivió la Pardo Bazán. Es habitual que esta gente tome el rábano por las hojas, arrime el ascua a su sardina y se aleje del rigor. No hay más que ver todas sus producciones. En fin...

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    1. Te lo digo en serio, Mariano: me he ceñido solo al aspecto literario porque, a la vista del artículo y el cuento, mi crítica iba a resultar inapelable y para que no pareciese que en realidad tiraba contra los derechos de la mujer y su lucha contra todo tipo de injusticias, pero he de decir que esto se está manipulando ya de una manera bastante lamentable, como puede verse en lo realmente grave del artículo de la señora Portela: la sensación que, leído en su conjunto y sobre todo con la interrogación retórica del final, pretende transmitir de que los derechos de la mujer en España están hoy como en la época de Pardo Bazán o poco más o menos. Es aberrante, un insulto para los sufrimientos de las mujeres de entonces y para la inteligencia de hombres y mujeres de hoy, y una infame descalificación de lo mucho que han avanzado los derechos de las mujeres en las últimas décadas y del en muchos aspectos saludable estado en que se encuentran hoy. Parece que al feminismo radical le conviene multiplicar el número de los desaforados gigantes que amenazan a las mujeres y crear algunos falsos aparte de los que ya hay. Es una manera como otra cualquiera de autojustificarse.

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