¿Qué sería de nosotros, estúpidos e ignorantes profesores, si no existiesen en el mundo portadores de la luz que viniesen a alumbrarnos el camino por el que debemos desempeñar nuestro oficio? En ese foro siempre complaciente para las innovaciones educativas que es "El País", leo un artículo titulado Profesoras que dejan la docencia para solucionar los problemas de la escuela, en el cual se hace pu se habla del libro que han escrito y del negocio de asesoramiento (creo que ahora a eso se le llama "coaching") educativo que tienen doña Lourdes Bazarra y doña Olga Casanova. Se trata de dos exprofesoras que un día decidieron dejar la escuela y dedicarse a lo que digo: asesorar a centros, directivos y profesores para que puedan reconducirse profesionalmente y dejen de una maldita vez de ser un obstáculo para la inexcusable e imparable renovación pedagógica.
Resulta digno de aplauso el sacrificio que han hecho las señoras Bazarra y Casanova, quienes, conscientes de que los problemas se ven mejor desde fuera y a pesar de que ellas ya ejercían en un centro de la orden jesuita -todos los cuales están felizmente encauzados en la benéfica corriente de la renovación pedagógica-, adoptaron la drástica decisión de renunciar a tan envidiable destino para ayudar a los demás a alcanzarlo. La abnegación escasea en estos tiempos menguados y egoístas, por lo que es muy pertinente señalarla cuando florece.
¿Y cuál es, yendo a lo que importa, el producto que vende su propuesta? Renovación pedagógica, ya lo he dicho, pero, para concretar en qué sentido, independientemente del muy elocuente dato de que ellas proceden de un colegio jesuita, nos ayudarán mucho sus propias palabras. La frase más significativa del reportaje es sin duda esta:
Se trata de trasladar el liderazgo del mundo empresarial al contexto educativo, y enseñar a los docentes a gestionar más allá de los asuntos burocráticos.
Representa una declaración de principios tan concisa como inquietante. Fijémonos luego en las razones que dan para elogiar a un centro público que consideran seguidor de la línea adecuada:
Este centro es un ejemplo de ruptura con lo tradicional; se caracteriza por los proyectos interactivos ligados a la tecnología.
Finalmente, reclamo vuestra atención acerca de lo que sostienen las señoras Bazarra y Casanova sobre la formación del profesorado y su implicación en la implantación de los proyectos. Dicen primero:
La renovación pedagógica no puede depender de la voluntad de los docentes, de que tengan las antenas puestas y se pongan las pilas para innovar. Los equipos directivos tienen que asumir su rol y sistematizar la formación.
Más adelante se señala que los centros privados y concertados tienen sobre los públicos la ventaja de que pueden formar a sus docentes, a propósito de lo cual, las entrevistadas señalan que:
Se crean dos velocidades, porque, mientras la privada puede escoger los cursos que lleva a sus centros, la pública carece de recursos y se puede quedar atrás.
Que unas personas que se dedican a la organización de cursos se expresen como en esta última cita resulta un descarado ejercicio de autobombo, ya que es algo así como decir que los centros que no dispongan del apoyo de gente como ellas están perdidos, lo cual es bastante discutible, pues su producto (o sea: infiltración de la empresa en la escuela, aprendizaje por proyectos e innovar por innovar) no es que sea un placebo para la escuela, sino que es directamente perjudicial.
Pero lo terrible es que nos lo van a hacer tragar aunque sea con embudo, ya está decidido por quienes mandan, como prueba la mera existencia de ese artículo de "El País", que no es más que una nueva escenificación de la alianza entre los dos principales agentes del cerco de desprestigio a la escuela que llevamos padeciendo desde hace años: los innovadores que venden ese producto vacío y dañino que se nos va a imponer y los medios de comunicación propagandistas de su discurso.
De por sí, quizás lo que dicen las señoras Bazarra y Casanova ni siquiera se hubiera merecido un artículo, porque ya está muy visto y negocios como el suyo ya los hay a millares, potenciados por ese vaciado de la escuela que asoma en un horizonte ya muy cercano, pero me he decidido a analizar este reportaje por varias razones. En primer lugar, porque es un ejemplo muy claro de esa alianza entre innovadores educativos y medios de comunicación que acabo de mencionar, alianza que está convirtiendo la propuesta innovadora en discurso único en el ámbito de la enseñanza; en segundo lugar, porque incluye un elemento que no suele aparecer, pero que es una de las grandes amenazas que veo implícitas en la reforma que se avecina: si se leen con atención las dos últimas citas, se ve claramente que el objetivo de imponer a los profesores estas metodologías por obligación es una realidad que incluso se formula de manera explícita en los programas de algunos partidos: se acabó la libertad de cátedra. La ampliación de competencias de los directores que todos los borradores reclaman está destinada a eso: a laminar la posibilidad de que profesor alguno se rebele contra la implantación de despropósitos; la capacidad de los directores de la privada de imponer una determinada formación a sus profesores es un ataque a la libertad, una monstruosidad de la que estaba libre la pública, ya veremos hasta cuándo. Las entrevistadas de este artículo están bendiciendo con regocijo el desprecio a la voluntad del profesor y la conveniencia de hacer a los directores de la pública tan omnipotentes como los de la privada, pero ¿cómo no vamos a estar de acuerdo, si lo dicen unas expertas? En la santificación de los excesos del pedagogismo, los medios de comunicación están desempeñando un papel decisivo. Hay una tercera razón por la que me he animado a escribir este artículo: señalar que los expertos están ya tan crecidos que empiezan a perder el recato, lo digo por el desparpajo con que estas señoras defienden algo tan grave como la extralimitación de las atribuciones de los directores, aunque se vea claramente que lo hacen porque es una medida que conviene a su negocio, o el desafortunado lenguaje con que se expresan al hablar del papel del profesorado: ¿qué es eso de tener las antenas puestas y ponerse las pilas? Es de general conocimiento que los profesores somos ya un cero a la izquierda del que se ríe cualquiera, pero no vendría mal que, al menos en los medios, se guardasen un poco las formas.
Resulta digno de aplauso el sacrificio que han hecho las señoras Bazarra y Casanova, quienes, conscientes de que los problemas se ven mejor desde fuera y a pesar de que ellas ya ejercían en un centro de la orden jesuita -todos los cuales están felizmente encauzados en la benéfica corriente de la renovación pedagógica-, adoptaron la drástica decisión de renunciar a tan envidiable destino para ayudar a los demás a alcanzarlo. La abnegación escasea en estos tiempos menguados y egoístas, por lo que es muy pertinente señalarla cuando florece.
¿Y cuál es, yendo a lo que importa, el producto que vende su propuesta? Renovación pedagógica, ya lo he dicho, pero, para concretar en qué sentido, independientemente del muy elocuente dato de que ellas proceden de un colegio jesuita, nos ayudarán mucho sus propias palabras. La frase más significativa del reportaje es sin duda esta:
Se trata de trasladar el liderazgo del mundo empresarial al contexto educativo, y enseñar a los docentes a gestionar más allá de los asuntos burocráticos.
Representa una declaración de principios tan concisa como inquietante. Fijémonos luego en las razones que dan para elogiar a un centro público que consideran seguidor de la línea adecuada:
Este centro es un ejemplo de ruptura con lo tradicional; se caracteriza por los proyectos interactivos ligados a la tecnología.
Finalmente, reclamo vuestra atención acerca de lo que sostienen las señoras Bazarra y Casanova sobre la formación del profesorado y su implicación en la implantación de los proyectos. Dicen primero:
La renovación pedagógica no puede depender de la voluntad de los docentes, de que tengan las antenas puestas y se pongan las pilas para innovar. Los equipos directivos tienen que asumir su rol y sistematizar la formación.
Más adelante se señala que los centros privados y concertados tienen sobre los públicos la ventaja de que pueden formar a sus docentes, a propósito de lo cual, las entrevistadas señalan que:
Se crean dos velocidades, porque, mientras la privada puede escoger los cursos que lleva a sus centros, la pública carece de recursos y se puede quedar atrás.
Que unas personas que se dedican a la organización de cursos se expresen como en esta última cita resulta un descarado ejercicio de autobombo, ya que es algo así como decir que los centros que no dispongan del apoyo de gente como ellas están perdidos, lo cual es bastante discutible, pues su producto (o sea: infiltración de la empresa en la escuela, aprendizaje por proyectos e innovar por innovar) no es que sea un placebo para la escuela, sino que es directamente perjudicial.
Pero lo terrible es que nos lo van a hacer tragar aunque sea con embudo, ya está decidido por quienes mandan, como prueba la mera existencia de ese artículo de "El País", que no es más que una nueva escenificación de la alianza entre los dos principales agentes del cerco de desprestigio a la escuela que llevamos padeciendo desde hace años: los innovadores que venden ese producto vacío y dañino que se nos va a imponer y los medios de comunicación propagandistas de su discurso.
De por sí, quizás lo que dicen las señoras Bazarra y Casanova ni siquiera se hubiera merecido un artículo, porque ya está muy visto y negocios como el suyo ya los hay a millares, potenciados por ese vaciado de la escuela que asoma en un horizonte ya muy cercano, pero me he decidido a analizar este reportaje por varias razones. En primer lugar, porque es un ejemplo muy claro de esa alianza entre innovadores educativos y medios de comunicación que acabo de mencionar, alianza que está convirtiendo la propuesta innovadora en discurso único en el ámbito de la enseñanza; en segundo lugar, porque incluye un elemento que no suele aparecer, pero que es una de las grandes amenazas que veo implícitas en la reforma que se avecina: si se leen con atención las dos últimas citas, se ve claramente que el objetivo de imponer a los profesores estas metodologías por obligación es una realidad que incluso se formula de manera explícita en los programas de algunos partidos: se acabó la libertad de cátedra. La ampliación de competencias de los directores que todos los borradores reclaman está destinada a eso: a laminar la posibilidad de que profesor alguno se rebele contra la implantación de despropósitos; la capacidad de los directores de la privada de imponer una determinada formación a sus profesores es un ataque a la libertad, una monstruosidad de la que estaba libre la pública, ya veremos hasta cuándo. Las entrevistadas de este artículo están bendiciendo con regocijo el desprecio a la voluntad del profesor y la conveniencia de hacer a los directores de la pública tan omnipotentes como los de la privada, pero ¿cómo no vamos a estar de acuerdo, si lo dicen unas expertas? En la santificación de los excesos del pedagogismo, los medios de comunicación están desempeñando un papel decisivo. Hay una tercera razón por la que me he animado a escribir este artículo: señalar que los expertos están ya tan crecidos que empiezan a perder el recato, lo digo por el desparpajo con que estas señoras defienden algo tan grave como la extralimitación de las atribuciones de los directores, aunque se vea claramente que lo hacen porque es una medida que conviene a su negocio, o el desafortunado lenguaje con que se expresan al hablar del papel del profesorado: ¿qué es eso de tener las antenas puestas y ponerse las pilas? Es de general conocimiento que los profesores somos ya un cero a la izquierda del que se ríe cualquiera, pero no vendría mal que, al menos en los medios, se guardasen un poco las formas.
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