Se nos ha muerto Forges, uno de los grandes del humor gráfico, puede que el más grande. Con un retraso motivado por cierta confluencia de pequeñas razones, quiero rendirle este homenaje, inexcusable por el hecho de que yo he sido forgiano desde los 13 o 14 años, edad a la que, como muchos de mis compas de la laboral de Cheste, era un incondicional de la sección fija de chistes que, allá por 1970, tenía en la revista Diez Minutos, en una de las páginas verdes del final. Es más: puedo presumir de que el mote que me pusieron en aquel centro procede de un chiste de Forges, es largo de contar. Resulta curioso: en los telediarios del día en que murió, se habló de muchas de las publicaciones en las que colaboró, pero yo al menos no oí que en ninguno se mencionase a Diez Minutos, cuando estoy convencido de que debió de ser la ventana desde la que se dio a conocer a miles de lectores que no leían periódicos, pero sí prensa del corazón. Según he oído estos días, Forges fue autor de ¡¡250.000 chistes!!, lo que, de ser cierto, pondría su fertilidad en el humor gráfico a la altura de la de Lope en el teatro, quién sabe si estos dos genios no se habrán dicho ya, somewhere over the rainbow, aquello tan forgiano de "Pues nada, a ver si un día de estos tomamos unas copas". Naturalmente, 250.000 no me he leído, pero seguro que sí que he leído cientos, puede que miles, y aquí a mi lado tengo el primer libro que publicó con el nombre de El libro del Forges, allá por 1972, única publicación mundial en la que podréis ver el plano de un polimasflo de seriedades taxantes. Además, en un desplegable final está el juego del ministreibol, pista de entrenamiento en la que no me cabe la menor duda de que muchos grandes nombres de nuestra política debieron de forjar su carrera.
De ese libro, quizás el chiste que más gracia me hizo siempre es este:
Otro que recuerdo es este, que figuró en una portada de Hermano Lobo:
Quizás haya quienes, al verlo hoy, se pegunten dónde está la gracia, pero creedme si os digo que está portada se hizo famosísima, comentada y hasta escenificada, posiblemente, porque capte muy bien el jocoso absurdo que a menudo se esconde en la normalidad, y en eso Forges fue un maestro. Y lo mismo ocurre con el de ese individuo que se jactaba de haber llamado siempre al pan zusf, y al vino frolo, porque he encontrado bastantes referencias a él en internet. ¿Y cómo, por otra parte, podríamos hacer entender a un lector de hoy que, además de los sutiles mecanismos del humor absurdo y de la inspirada sonoridad de esas palabrejas, ese zusf y ese frolo que vaya usted a saber de dónde se sacó Forges, en este chiste fluía un poderoso mensaje contestatario, una transgresión, una crítica al poder de entonces? Lo que el personaje del particular vocabulario viene a decirle a su interlocutor es esto: "Aquí muchos hablan de falta de libertades, pero eso es falso, porque mire usted las que me permito yo y no me pasa nada". Hay en el mismo libro uno de un tipo disfrazado de marciano que va en la misma dirección.
Está claro que no podría uno entrar en todos los inabarcables registros de la producción de Forges, así que voy a ir terminando. Uno de los aspectos que se han señalado de ella en estos días es que afectaba a prácticamente todas las esferas de nuestra actualidad social y política, lo que daría muestra de la atención del artista a la realidad que le rodeaba y de su finura para detectar esos matices sobre los que enfocaba su humor. Doy fe de que esto sucedió con lo referido a la educación actual, muchos de cuyos aspectos más risibles dentro y fuera de la escuela fueron objeto de algunos de sus chistes. Voy a despedirme con uno referente a los eternos inútiles que está produciendo la estúpida sobreprotección que muchas familias ejercen sobre sus hijos.
¿Esto es un chiste o es un retrato fiel de una realidad absurda? Cuántas veces nos habremos preguntado esto ante un chiste de Forges.
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