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miércoles, 9 de noviembre de 2016

La guerra de los deberes: dos cartas en "El País"

Resultado de imagen de josé luis pazos presidente de ceapa
Homework War.  Episode 100.000: La CEAPA contraataca
   En el contexto de esta saga en que se ha convertido la cruzada que algunos paladines han desatado contra los deberes, últimamente ha publicado "El País" dos cartas, una ayer de un firmante llamado Gabriel Moisés y otra hoy de vuestro amigo el guachimán. Paso a reproduciros ambas, empezando por la del señor Moisés, que se titula Deberes sí, deberes no:
   Quisiera hacer una pregunta desde mi ignorancia sobre el tema. Se trata de los deberes escolares: ¿tanto ha cambiado la educación?  Yo fui estudiante y no recuerdo que los deberes pesaran tanto. Recuerdo que los profesores explicaban la lección y la preguntaban aclarando dudas e incluso en la clase siguiente se hacía un examen. Y todo durante unas clases que duraban 40 minutos. Con esto quiero decir que los padres en lo único que se tenían que implicar en la educación de sus hijos era en motivarlos y animarlos a que cada día aprendieran algo nuevo.
   Con esto quiero decir que al colegio se va para aprender, que es esa pequeña obligación que debemos inculcar desde casa. Que no se pierda esa competitividad del saber.
    En cuanto a la mía, la titulé ¿Huelga de deberes o huelga general?, pero voy a reproducir la versión que yo mandé, ya que el diario la ha sometido a recortes ligeros pero significativos, empezando por el título, que ellos reducen a ¿Huelga de deberes? Aquí la tenéis:
    A juzgar por el eco que los medios de comunicación le están dando a la convocatoria de huelga de deberes lanzada por la CEAPA, se diría que lo que se convoca es una movilización de la que va a depender el destino del país. Particularmente las televisiones, llevan ya varios días sin dejar de concederle una considerable atención y, además de ello -siento decirlo-, en general lo han hecho de una manera tan parcial, tan proclive a la huelga, que a veces uno no sabía si informaban o animaban a secundarla; una cadena de gran difusión ha llegado a relacionar el abandono escolar con el supuesto exceso de deberes. Como profesor, solo puedo decir una cosa: si queremos una enseñanza de calidad, los deberes son imprescindibles, en nuestra mano está. Extraña, además, otra cosa: después de siglos haciendo deberes, ¿ha hecho falta llegar a 2016 para descubrir que eran letales para la vida familiar? Algo no cuadra, por lo que sería deseable un poco de racionalidad y yo creo que no la hay en una ¿huelga? convocada por los padres para que la efectúen los hijos, bastantes de ellos, de edades que convierten este asunto en un auténtico disparate.
    Don Gabriel Moisés, en su breve y atinada carta, incide en algunas ideas esenciales y de sentido común, ese preciado bien que cada día escasea más: que a la escuela se va a aprender, que eso cuesta esfuerzo y que a eso es a lo que tienen los padres que animar a sus hijos, por bien de estos. En todo ello estoy con él al cien por cien y ambos coincidimos en negar la mayor: eso de que los deberes representen un cataclismo en la vida de escolares y familias: es sencillamente una mentira, una interesada manipulación sobre la que gente como doña Eva Bailén (B1, B2) o el señor Pazos y la CEAPA (Hoguera) han montado contra los deberes (y, en parte, contra el profesorado) una cruzada tan furibunda y perjudicial como carente de fundamento, ellos sabrán por qué lo han hecho, a ver si algún día tenemos la suerte de que encuentran una causa a la altura de su enconado celo (una buena causa, como el control de natalidad de las hormigas o la recogida de firmas contra el tupé de Donald Trump) y dejan en paz a la escuela.
    Agradezco a "El País" el espacio que nos ha dado a un par de voces críticas con este penúltimo sarao antiescolar; le agradezco también a este como a otros medios (por ejemplo, "El Mundo") que, particularmente tras el recrudecimiento de las pretensiones de la CEAPA, se hayan pronunciado en contra de su aberrante propósito; agradezco igualmente al señor Méndez de Vigo que también lo hiciera muy claramente, aunque esperase para manifestarse a pasar de ministro en funciones a ministro a secas, pero me pregunto una cosa: ¿tan difícil de ver era que esto constituía un colosal despropósito? Esta hidra no hubiera crecido sin el apoyo de los medios de comunicación en los que germinó, los cuales han estado meses poniendo alfombra roja a sus impulsores; también la ha favorecido mucho el silencio de los políticos o incluso el apoyo de grupos como Ciudadanos y el PP de Madrid, que incluyen en su propuesta educativa para Madrid un demagógico guiño a los que se rasgan las vestiduras por el problemón de los deberes. ¡Qué decir de los sindicatos, de los que solo ANPE se ha manifestado inequívocamente en contra de los ataques a los deberes! ¡Nunca sabrá la escuela pública lo mucho que tiene que agradecer a las ñoñerías de CCOO, UGT y demás progresismos escolares!
   Sería bueno que medios de comunicación, gobiernos, partidos y organizaciones ciudadanas actuasen mirando más a la racionalidad y sensatez y menos a los "megustas" de las redes diversas. Por internet circulan centenares de propuestas, muchas de las cuales resisten un análisis y son sólidas y por tanto merecedoras de apoyo, pero hay también un buen número que son majaderías, trampas o engaños estúpidos, peligrosos o ambas cosas a la vez. Nada impide que a estas se les adhieran un millón de seguidores, lo cual, desde luego, no las hace buenas, acordémonos de aquel chascarrillo que decía: "Cien millones de moscas no pueden equivocarse, ¡coma m _ _ _ _ _!"
     

12 comentarios:

  1. Desde luego ir contra los deberes es absurdo. Y es coger el rábano por las hojas. La conjunción de medios de comunicación, asociaciones de padres poco representativas y sindicatos de profesores no comprometidos de verdad con la enseñanza nos trae este sinsentido. Solo hace falta ahora una sentada contra el estudio y un manifiesto contra el saber. Mejor no dar ideas.

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  2. De acuerdo en todo, Mariano. Que en el hundimiento de la enseñanza hayan tenido parte muy activa sindicatos y gobernantes es una auténtica atrocidad.

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  3. Como diría Obélix, están locos estos romanos...

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  4. Por Tutatis que sí, añado. Pero, ojo, que el cóctel necedad/locura acaba trayendo Tiberios, Calígulas y Nerones, ejemplos no faltan en estos días.

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  5. Queridos amigos: sobre esto de los deberes he dado mucho la vara, más que nada porque lo he creído mi deber. Sería un disparate que desaparecieran los de los fines de semana o los de entre semana. Pero yo soy -ya me conocéis- algo pesimista. Lo digo porque no creo que esto de los deberes se resuelva fácilmente. Mi opinión, basada en lo que observo por doquier, es que, en efecto, los deberes escolares sí son una suerte de contrariedad en la vida familiar. No lo fueron en nuestras respectivas épocas escolares, pero hoy sí lo son.

    Yo no tengo hijos, pero sí una sobrina de siete años. Mi hermano me cuenta que el mismo colegio de su hija aconseja a los padres colaborar y participar en la ejecución de los deberes de sus retoños. Y hete aquí a mi cuñada: después de una larga y dura jornada de trabajo, llega a casa y se ve en la obligación moral de echarle una mano a su hija: es lo que aconsejan las maestras de su hija. En todas las casas de mis amigos ocurre exactamente lo mismo. Es independiente del colegio. No hará falta que recuerde aquí lo que me ocurrió a mí hace unos años: descubrí que los chavales de mi pueblo hacían los deberes al alimón con los padres. Siempre, sistemáticamente. Así que mucho me temo que ya haya numerosos padres que estén hasta el gorro de los deberes escolares. La solución, por supuesto, no reside en dejar de mandar deberes para casa: residen -lo diré por enésima vez- en que los hagan los alumnos, no los padres o con los padres.

    El problema, según veo, es que los padres ya creen que ellos deben hacer las veces de maestros, consecuencia lógica de esa tontería pedagógica que afirma que "educa toda la tribu". Así como los padres han metido el cuerno en las juntas de evaluación y son "uno más" de la famosa comunidad educativa, también deben, como compensación para los maestros posmodernos, colaborar en la realización de los deberes.

    El despropósito no puede ser mayor. Es tan absurdo como si un padre pidiera a una maestra que le ayudara a despachar sus asuntos de oficina. A cada cual lo suyo. Los maestros son quienes, en exclusiva, deben enseñar los alumnos. Son ellos quienes están preparados para ello, no los padres. Los padres, obviamente, deben estar para educar, pero no para instruir académicamente. Pero como todos los papeles están ya revueltos, tenemos lo que tenemos.

    Bien sabéis que siempre he batido el cobre en defensa de los maestros y profesores, pero, en este caso, debo lanzar una crítica contra todos esos docentes que recomiendan a los padres hacer de maestros en las casas. No creáis que son pocos. Tened en cuenta (bueno, qué os voy a contar yo) que ya llevamos muchos años de LOGSE o leyes similares y que, por tanto, ya son muchas las maestras que han sido formadas bajo su espíritu y letra, de suerte que son legión las que creen que los padres tienen la obligación de ocuparse de los deberes de sus hijos. A mí una de esas maestras me dijo que ellas (las maestras) no podían con todo, que necesitaban la colaboración de los padres para sacar adelante los deberes de los críos. Yo me quedé sin gota de sangre y de nada me sirvió tratar de hacerle entender que eso era un error.
    Pocos son los padres que se apartan de este cáliz. Y no se apartan porque saben que, si lo hacen, sus hijos sacaran peores notas que sus compañeros de clase. Hay excepciones. Mi hermano, por ejemplo, le pide a su mujer que no haga los deberes con la niña, que es preferible que saque un 5 por sí misma que con un 10 con la (falsa) ayuda de ella. Pero mi cuñada, aunque lo entiende, no puede soportar la idea de que su hija se descuelgue respecto de sus compañeros de aula.

    El otro día leí una carta de una madre en contra de la huelga. Me pareció muy buena. Dicen que se ha hecho “viral”. La trascribo aquí por si no la conocéis. Como veréis, la señora señala el problema del que os hablo aquí.

    sigue...
    Antonio Gallego





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    1. Hola, Antonio, seas bienvenido, como siempre. A decir verdad, cuando escribo sobre deberes, a menudo me acuerdo de ti, porque -y eso que no eres docente- las cosas que has dicho siempre acerca de este asunto me parecen tan indiscutibles como sencillas: los deberes los debe hacer el alumno y los debe poner el profesor PRECISAMENTE PARA QUE LOS HAGA ÉL, porque son un elemento más (y muy importante) del proceso educativo. En alguno de los artículos que he leído estos días acerca de esta Guerra de los Cien Daños (familiares, se entiende) de los deberes, se decía que unos deberes que no pueda resolver el alumno por sí solo están mal puestos. Irreprochable, porque es de eso de lo que se trata: de que aplique en esos deberes lo que le han enseñado. En consecuencia, en esos casos en que los deberes están bien puestos, que debemos suponer que son la regla general (a no ser que entendamos que los profesores son unos inútiles que no saben lo que se traen entre manos, y me temo que esto es lo que piensan los más señalados promotores de esta rebelión), cuando se hace necesaria la intervención paternal, están fallando el nene (por usar esa terminología tuya), el padre/madre/tutor (como se dice en los documentos oficiales) o ambos. Y aquí tienes toda la razón, muy a pesar de los sarcasmos de mi carta: los deberes se han convertido hoy en día, para demasiadas familias, en un engorro familiar, pero en realidad, y lo siento por el señor Pazos, la culpa no es de los deberes, sino en la mayoría de los casos de esas mismas familias, que suelen ser de las que no saben poner a los niños en su sitio y obligarles a ser ellos quienes se ocupen de sus responsabilidades, o, siento ser descortés, de esas que, por su propia trayectoria interna, han sido ellas mismas las que han echado a perder las anheladas horas de disfrute mutuo y proyectan su fracaso sobre el primer pretexto que venga a mano, y para eso, últimamente, la escuela está siendo muy útil. Puede darse otro caso: el de esos padres tan esclavizados por sus horarios profesionales que solo tienen el fin de semana para ver a sus hijos. Aquí el verdadero culpable es el patrón que roba su tiempo, pero, cosa curiosa, en España últimamente muy pocos se atreven a rebelarse contra los abusos de sus empleadores en materia horaria, parece ser que tranquiliza más las conciencias, aunque sea inútil y perjudicial, patalear contra los deberes. Y luego está la plaga de los papás ultraprotectores y de esos docentes desnortados de los que hablas tú; por lo que yo percibo, en secundaria no representan un gran contingente, pero quizás en primaria sea de otro modo, lo cual sería una catástrofe.

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  6. LA CARTA DE NURIA PÉREZ
    “El diálogo, ante todo:
    Soy madre de dos hijas en la escuela pública y este mes no secundaré la huelga de los deberes.
    Vengo de una generación en la que los deberes eran cosa de los niños, no de los padres. Mis padres estaban ahí si quería repasar con ellos, pero si tenía dudas la respuesta era: "se las preguntas mañana al profesor". Jamás de los jamases levantaron un teléfono para preguntar a otros padres qué deberes tenía. Ni siquiera nos planteábamos esa posibilidad.
    Crecí aprendiendo que si me olvidaba el libro era mi problema, así que más me valía traer todo a casa y apuntar bien las tareas. Hoy en día, como trabajadora autónoma, agradezco que desde pequeña se me inculcara la autonomía, la organización y la responsabilidad, porque me sirven diariamente en mi trabajo.
    Sobretodo, crecí respetando a los profesores. Ya en la edad adulta descubrí que mis padres no siempre estaban de acuerdo con las decisiones que se tomaban en mi colegio, pero durante la infancia eso nunca se discutió delante de mi. Al profesor había que escucharle y obedecerle, punto. Pertenecía a una línea, la de los mayores, que viajaba bien unida en nuestras cabezas. No había bandos: padres y profesores, profesores y padres: teníamos que respetar a ambos por igual.
    Hoy en día el respeto ya no va de moda. Van de moda en cambio el conflicto y la polémica. Aceleramos en seguida pero lo hacemos saltando el que siempre ha de ser el primer paso: el diálogo.
    Si considero que mis hijas tienen demasiado deberes pediré una tutoría. O dos, o tres. Intentare entender, junto con el profesor (esa es la clave), qué está fallando en la hora de clase. Por qué no se consigue avanzar en las horas del cole o por qué es necesaria esa carga semanal.

    Hablaré con el profesor. Formaré equipo. Porque para mi, lo más importante, es que en la cabeza de mis hijas no haya bandos. Que se sientan protegidas y arropadas por una red de adultos que trabajan juntos en su educación.
    Que con 8, 9 o 10 años no tenga que decidir si "obedezco a mamá o al profesor". Esa carga emocional me parece que a la larga pesará mucho más que cualquier carga de deberes.
    Los profesores de la pública son malabaristas. Tienen temarios absurdos y larguísimos a los que están obligados a ceñirse y una media de 25 alumnos por clase en situaciones, a menudo, alucinantes: alumnos que no hablan el castellano necesario para entender ese temario o que se duermen en el aula porque no han comido nada decente desde el día anterior ya que solo comen caliente en el comedor escolar (sí, esto está sucediendo en España).
    En esta sociedad, llena de Kardashians, gran hermanos y demás horrores, prefiero que los modelos de mis hijas sean sus profesores. Trabajadores de verdad, personas que han llegado a enseñar en las aulas tras años de estudio y oposiciones. Sin pelotazos, con esfuerzo.
    Así que personalmente, este mes, estaré como siempre a disposición de los profesores de mis hijas. Con deberes o sin deberes. Ellos saben mucho mejor que yo lo que necesitan mis hijas para progresar, y yo les estoy más que agradecida por ello.”



    Estoy muy de acuerdo con esta madre. El alumno debe hacer caso del maestro, pero –añado- todos aquellos maestros que piden a los padres que hagan los deberes con sus hijos, están metiendo la pata hasta el garrón, pues son ellos (los maestros), y nadie más, quienes saben y deben explicar la lección al niño. Ese es su trabajo y por ello cobran. Y lo digo porque la nefasta idea de hacer los deberes al alimón no ha partido de los padres (o no solo de ellos), sino de los maestros formados bajo el espíritu de la LOGSE. ¿Cómo podría extrañarnos que esto nos pasara factura?

    Abrazos.
    Antonio Gallego

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    1. Yo también estoy muy de acuerdo, pero quiero hacer alguna observación. Quiero agradecerle la comprensión que muestra hacia las dificultades de nuestro oficio, pero he de decir que todos las tienen y lo que se da por hecho es que el profesional tiene que apechugar con ellas; a lo que voy: el profesor tiene que sacar adelante su trabajo sean como sean los niños que tenga. Menciona, por otra parte, Nuria Pérez palabras clave: respeto: si no lo fomentamos, mal nos va a ir, y es cierto que los profesores lo echamos cada vez más en falta. Responsabilidad y autonomía: EL NÚCLEO DEL PROBLEMA, porque el paidocentrismo reinante en la sociedad y la educación actuales condicionan que a nuestros niños los estemos educando en la carencia de ambas, lo que representa un brutal empobrecimiento de nuestro producto educativo. Que ella se congratule de que en su día la educaran para la autonomía representa que ha entendido muy bien lo que es educar. ¡EL TELÉFONO! ¡Levantar el teléfono para llamar a otros padres con la primera gilipollez costaba tiempo y dinero!, pero ¿qué pasa ahora? Lo has adivinado, chaval: ¡los grupos de guasa-p! He oído quejarse de grupitos maternos a profesionales que van desde la guardería a segundo de bachillerato: cuando el cotorreo y el rumor absurdo circulan a velocidad de tercer milenio, las cosas se poner muy crudas.

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    2. Cierto, Pablo: en nada ayuda la facilidad con que nos podemos comunicar hoy. Yo, en definitiva, creo que estamos ante un problema global y general. Es decir, los padres son paidocéntricos y ultraprotectores y las maestras -que también son madres- también. Sería raro que la ideología que sustenta la LOGSE (y sus retoños) solo afectara a una de las partes. No, aquí el alud proteccionista ha alcanzado a casi todo el mundo y somos pocos los que hemos quedado a salvo. A mí me gustaría poder decir que afecta principalmente los padres, pero no, no lo creo así. Lo creí así, pero ya no. Y es lo que tú dices: los maestros deben afrontar los problemas que tienen sin intentar delegarlos en quienes no es su competencia. Alegar que tienen muchos niños en clase no es razonable. En mis tiempos de escolar no éramos menos en clase y ningún padre hacía los deberes de los hijos o con los hijos. Los maestros se encargaban de todo y, en general, lo hacían muy bien. Los padres, por su parte, tendrán que entender que no deben sobreproteger a sus hijos, so pena de sacarlos medio inútiles.
      En fin, creo que hay trabajo para todos.

      Antonio Gallego

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    3. Eso es, Antonio: hay trabajo para todos y cada uno tiene que hacer el suyo. Hace unas semanas, en un episodio de "Crematorio", esa extraordinaria serie basada en la igualmente extraordinaria novela de Chirbes, había una escena en la que Rubén, el malo malísimo, les decía a sus esbirros en un momento en que tenían muchos problemas: "¡Y ahora, al trabajo! ¡Los problemas son el trabajo!" Ese Rubén será un hijo de puta, Antonio, pero ¡qué frase! Si afrontásemos con esa mentalidad lo que nos toca a cada uno, con esa mentalidad y un poquito de amor propio, nos iría mucho mejor en este oficio.

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    4. Estupenda serie. Y magistral novela la de Chirbes.

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