Aguirre, la cólera de Dios
O Das Gott Zotern, como dirían los alemanes. Esperanza Aguirre acaba de anunciar que va a reducir las liberaciones sindicales a los términos estipulados por la ley, con el fin de adaptarse a las actuales necesidades de ahorro. Mariano Rajoy lo ve razonable, por los mismos motivos, aunque, timoratamente, se escuda en un "estos temas tendrían que hablarse". La izquierda política recibe el anuncio como un ataque a la libertad sindical. Desde mi punto de vista, la actual medida de Aguirre, si es lo que se ajusta a la ley, me parece irreprochable, por lo que las preguntas habría que formularlas desde un enfoque inverso: ¿por qué no lo ha hecho siempre así? ¿Qué ataque al sindicalismo ven los políticos de izquierda en el cumplimiento de la ley? Hay mentes suspicaces que creen que los regalitos que hasta ahora les había hecho Aguirre a los sindicatos obedecían a su deseo de comprarlos. Piensan también esas mentes que el resultado es que, efectivamente, los sindicatos se vendieron y esa es la razón de que ahora los trabajadores a los que han dejado al pairo durante años no solo no se escandalicen por la medida de la presidenta, sino que incluso la aplaudan. Resultado: una vez deslegitimados y utilizados para decapitar la contestación a sus políticas antisociales, Aguirre puede permitirse el lujo de tirar a los sindicatos a la papelera: ya no le sirven para nada. Se explica menos que los sindicatos ahora se quejen: ¿acaso creían que doña Esperanza y ellos iban a ser amigos para siempre? Sorprende tamaña ingenuidad en tan avisadas organizaciones.
Invictus
Los miembros del grupo parlamentario del PP en las cortes valencianas han recibido hoy una agradable sorpresa: su jefe de filas, don Rafael Blasco, les ha puesto para enardecer sus espíritus la película Invictus. Al parecer, tenía además la intención de subrayar la triunfal trayectoria política de D. Francisco Camps, presidente de su partido y del gobierno autonómico valenciano, que no va a dejar de presentarse a las próximas elecciones por un quítame allá esos trajecillos. No me negarán que el parecido en la talla histórica, lo físico y lo moral entre los señores Camps y Mandela es indiscutible.
Así está la cartelera.
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