Aunque pasando como de puntillas, hace dos o tres días los medios de comunicación nos han informado de que el escritor barcelonés Eduardo Mendoza ha sido señalado como el ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025, cosa que me satisface, porque es un autor que personalmente me cae muy bien y sus libros me gustan mucho. Su producción (podéis verla aquí) es muy extensa, pero las cuatro cositas que voy a decir en este artículo, naturalmente, tomarán como base las obras que yo he leído, que son unas cuantas (y tengo por aquí algunas más a las que quizás ahora me anime a hincarles el diente).
Es una verdad indiscutible que el rasgo más característico de Mendoza es el humor, y pura y esencialmente humorísticos son los libros protagonizados por ese catastrófico personaje que se dio a conocer con El misterio de la cripta embrujada (1978), serie de la que, además de esta novela, he leído también El laberinto de las aceitunas y El enredo de la bolsa y la vida. También leí, en 1991 y sin perderme ni una, las entregas de Sin noticias de Gurb que fue publicando "El País" (años después me compré el libro, claro). Son obras de una comicidad absoluta y que me han proporcionado muy buenos ratos y me han hecho soltar muchas carcajadas, cosas por las que le estaré siempre agradecido al señor Mendoza, cuya maestría en el humor es tan poderosa que no se le escapa ninguno de sus recursos: la ironía, la fina alusión, la caricatura, el esperpento, la parodia, la satira, el humor negro, lo absurdo (creo que Sin noticias de Gurb podría optar al título de campeón mundial de este tipo de humor), el disparate, el juego de palabras o el humor de batacazo. Es, por ejemplo, un maestro en la creación de nombres con retranca, como el de Aurelio Li Gratacós, el dueño de un restaurante chino barcelonés, hijo de un chino y una catalana, o el de Mercedes Negrer, una progre de El misterio de la cripta embrujada que presume de ser una tía muy liberada y de haberse acostado con todos los negros que componen la plantilla de Industrias Lácteas Mamasa (aunque al final resulta ser una pobre reprimida que no se come una rosca).
Estos dos nombres bastarían para darnos la pista de una de las motivaciones más fuertes de las que parten los libros y el humor de Eduardo Mendoza: la sátira social o de costumbres. El misterio de la cripta embrujada es una sátira de las memeces y las contradicciones de la sociedad española (en especial, la catalana) de la Transición y Sin noticias de Gurb retrata y despelleja el enloquecimiento de esa misma vida, con un acento muy especial sobre lo que afectaba a las expectativas creadas por el año olímpico que se avecinaba. En esos retratos paródicos (en estas y en las demás novelas), el simpático humor de nuestro novelista es bastante despiadado y no se detiene a la hora de pintar la suciedad, la estupidez, la miseria física y moral o los vicios, con el resultado de que el cuadro resulta un tanto solanesco algunas veces y otras, un tanto quevediano. ¿Y Cervantino? Pues también; pensando ahora, por ejemplo, en Mercedes Negrer o en cualquier otro de los personajes más inocentes de los centenares que desfilan por los libros de Mendoza, se me ocurre que a menudo su autor los trata con una ironía piadosa que, sin perder en absoluto la gracia, se acerca a la del genio de Alcalá de Henares.
Trasladándonos a los libros de Eduardo Mendoza escritos en otros registros que podríamos suponer más serios, es decir, a novelas como La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios o Riña de gatos, tengo que decir que también en ellas está presente el humor, aunque, por supuesto, sin ser dominante, como ocurre con las otras. De estas tres, la que más lo utiliza es La verdad sobre el caso Savolta, de 1975, primera obra que publicó el autor y, a mi juicio, lo mejor que ha escrito, y ya tiene mérito que haya conseguido engastarle sin que chirríen retazos humorísticos, porque es una historia bastante terrible, con una parte ambientada en la sombría época del pistolerismo patronal de principios del siglo XX y otra en la Guerra Civil, en la que la vida zarandea a personajes de destinos muy tristes la mayoría de ellos y, sin embargo, Mendoza se las arregla para ponerle a ese infeliz de Pajarito de Soto ese nombre tan burlón (no será el único), o para presentar a los dos brutales forzudos que explotan a María Coral como unos imbéciles esperpénticos. En estas novelas, Mendoza se acredita como un excelente creador de historias y de episodios y no dejaré de recomendar La verdad sobre el caso Savolta, porque ahí construye una muy lograda, en la que encontraremos dramatismo, amor, tragedia, humor, ambición (y ambiciones), justicia (al menos, poética), nobleza...
En definitiva, que debemos congratularnos porque se le haya concedido el premio Princesa de Asturias, pues lo merece. No quiero cerrar este artículo sin hacer mención de una rareza que se me escapa un poco. Hace algunos años, buceando por la biblioteca, encontré un libro suyo que desconocía, una colección de relatos largos que se titulaba Tres vidas de santos, un libro paradójico en el que se empieza por advertirnos que los protagonistas de esas hagiografías no serían canonizados por ninguna iglesia, pero, no obstante y de forma inexplicable, algo o mucho tienen de santos. Al terminar de leerlo, tuve que convenir en que así era, aunque no sabría decir por qué. Es un libro desconcertante en el que percibí una melancolía que no había notado en ningún otro de este autor, salvo quizás en La verdad sobre el caso Salvolta, aunque ahí está más diluida. Me resultó muy sugestivo.
A mí, la verdad, me parece un escritor muy menor, irrelevante
ResponderEliminarEso siempre queda a la apreciación personal de cada uno. Yo creo que la literatura humorística no es fácil, y en este terreno -en el que en España no andamos sobrados de figuras- Mendoza es extraordinario. Por otra parte, en aquellos años 70 en que escribió "La verdad sobre el caso Savolta" la literatura española (doy este nombre a la escrita en nuestra lengua, y eso no es poca cosa) andaba un poco obsesionada con el uso de técnicas literarias innovadoras y en ese terreno también anduvo acertado Mendoza. Además, consiguió algo que no todos consiguen: que la utilización de técnicas innovadoras no diese como resultado un plomo de novela, piedra en la que tropezaron unas cuantas, la mayoría de las cuales hoy están mal enevejecidas, cosa que no ocurre con la de Mendoza.
EliminarHombre, creo poder afirmar que la obra cumbre de la literatura española lo es también la literatura humorística universal de todos los tiempos. Y lo es tanto, que sobrepasa el género literario específico. Aparte de élla, creo que hay un corpus de obras literarias humorísticas en español muy infravalorado. Si Jardiel y otros fueran británicos, por ejemplo, la turra que tendríamos que aguantar. Otro gran humorista de nuestras letras, en catalán, es el amenísimo Santiago Rusiñol, tan destacado en tantas cosas. Y al gran Julio Camba, un monumento habría que ponerle
EliminarY Quevedo, y no no es que falte el humor en Lope ni en el resto del teatro del XVII, ni en la picaresca, ni el Feijoo, en los dos Moratines, en Larra, en Galdós, Valle Inclán, Muñoz Seca o Camilo José Cela. Humor en nuestra literatura no ha faltado, pero me estaba refiriendo a la actual, y muy en concreto, a la novela de los últimos pongamos que cincuenta años.
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