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lunes, 8 de abril de 2024

El negocio de la discriminación positiva

     El Diccionario Panhispánico del Español Jurídico ofrece la siguiente definición de la discriminación positiva: "Política o programa que proporciona acceso preferencial a la educación, al empleo a la atención sanitaria, o al bienestar social a personas de un grupo minoritario que tradicionalmente ha sido objeto de discriminación, con el objetivo de crear una sociedad más igualitaria". Aunque en sus planteamientos parece una idea bondadosa o todo lo más inocua, debo decir que, en líneas generales y viendo ya desde hace mucho la abusiva aplicación que se hace de ella, está claro que los resultados prácticos a los que hemos llegado están siendo cada vez más perjudiciales, en un sentido muy claro: esa discriminación positiva que favorece a sus beneficiarios se convierte demasiadas veces en descarado privilegio e incluso en discriminación negativa para posibles competidores en la obtención del bien al que se aspira. Antes de pasar a explicarme mediante ejemplos concretos, quiero señalar algo que parece obvio, pero que puede no serlo: que no debemos confundir discriminación positiva con ayuda. Un ejemplo de la primera sería uno que ha dado mucho que hablar: el ofrecer en una oposición condiciones mejores a las mujeres que a los hombres, mientras que un ejemplo de la segunda sería el dar a las madres solteras subsidios económicos para que puedan afrontar sus gastos de forma más desahogada. No tengo nada contra lo segundo, pero sí bastante contra lo primero, y no soy el único, ni mucho menos. Ha de ser muy equilibrado y justificado el planteamiento de esta medida para no convertirla en una fuente de privilegios y agravios, y eso no es tarea fácil.

    Con todo, existe un motivo que me parece aún más poderoso para rechazarla y es que ciertas organizaciones políticas -mayoritariamente, de esa ensalada mixta llamada progresismo- la han secuestrado para beneficiarse de ella, mediante el recurso de crear falsas discriminaciones o exagerar las existentes (y a menudo discutibles) para presentarse luego como los celosos paladines de los derechos de los grupos discriminados, y así ganarse su amor, su apoyo y sus votos, ¡qué chulísimos son los progres! Vamos a comprobarlo con algunos ejemplos recientes. 

    1. Yolanda Díaz y los colectivos LGTBI. Cuando era solo ministra de Trabajo, Yolanda Díaz ya proyectó favorecer en su Ley de Empleo a los mencionados colectivos en la tarea a menudo ardua de salir del paro. Ahora que es vicepresidenta, ya ha consumado el abusivo disparate. ¿Que cara se le quedaría a usted si supiera que ese puesto al que opta se lo puede birlar un candidato menos cualificado por el solo hecho de ser homosexual, y no como usted, que es un señor que tiene el reprobable incivismo de sentirse atraído por las mujeres? No me lo cuente, no es necesario. Y lo mismo le digo a usted, señora a la que le gustan los hombres. Como alegan los funcionarios del SEPE, la adjudicación de empleos tiene que dirigirse a todos por igual y guiarse por criterios de idoneidad, capacidad y mérito, pero para Yolanda Díaz su cacicada demagógica e injusta es un avance social, así se gobierna hoy en España.

    2. Los transexuales y la izquierda. Y es que los colectivos LGTBI en general y los transexuales en particular gozan de una predilección tan desaforada como injusta por parte de nuestros gobernantes, en general de izquierdas, aunque luego la derecha también cae en este vicio, como delata la ley trans que en su día implantó en Madrid Cristina Cifuentes y que Díaz Ayuso se resiste a atemperar (o mejor aún: a derogar, pues no existen razones que justifiquen de verdad las leyes trans). Acerca de ello he escrito mucho aquí, porque estoy muy sensibilizado con este problema por lo que afecta a la educación, en la que las agresivas organizaciones de este signo han emprendido una decidida invasión, respaldadas por leyes abominables, vergonzosas. Esas delirantes leyes perpetradas por la izquierda en muchos países (entre ellos, España) han servido para indecencias como estas: desterrar la objetividad física, al permitir que cualquier persona pueda postergar su sexo anatómico REAL en beneficio de la fantasía de autodefinirse a su capricho bajo esa invención del género, es decir, introducir la irracionalidad y la subjetividad en la formulación de las leyes, que deben ser generales; perjudicar gravemente a las mujeres en beneficio de hombres -muchos de ellos, tipos abyectos- que se apuntan al "género" femenino por pura conveniencia; perseguir legalmente a quien se atreva a decir la verdad llamando hombres a hombres que lo son por su anatomía aunque vayan por la vida pretediendo que se les llame mujeres; servir de refugio y provechoso instrumento a gentuza de la peor calaña, como pederastas, violadores e incluso violadores asesinos que han sacado ventaja de fraudulentos cambios de "género" (1). Quienes hayan colaborado en el grado que sea en la construcción de este colosal desastre merecen una rotunda condena, y no hablo solo del plano moral. 

     3. La izquierda podémica y el racismo. Hasta el pasado 23 de julio, el caudaloso manantial de perversiones llamado Podemos tuvo mucho eco mediático y considerable poder político (lo cual es mucho peor, ahí están la ley trans, la ley sisí y algún que otro desastre más para demostrarlo), pero hoy su visibilidad e influencia han decaído enormemente, aunque nos han dejado a doña Yolanda Díaz para remediarlo. Esta formación, que es wokismo pinchado en vena, ha hecho de la explotación de las "discriminaciones" una floreciente industria. Hace no mucho, tuvimos ocasión de disfrutar de un sonoro trompazo, cuando denunciaron la horrible agresión de dos policías del neocapitalismo fascista a unos inocentes hombres negros en Lavapiés. Lo captó alguna de sus terminales móvil-en-mano y rápidamente lo difundieron sus medios afines. Os dejo un vídeo tomado de "El Periódico"; quería poneros el de "La Sexta", que fue donde yo lo vi por primera vez, pero... ¡ha desaparecido de internet, ay qué cucos son estos chicos! Unas horas después, y por iniciativa de algunos ciudadanos que vieron con escándalo esta manipulación y se fueron indignados a una comisaría a denunciar los hechos, se supieron las verdaderas razones de la "abominable" actuación policial contra los pobrecitos subsaharianos: intento de pagar con una tarjeta de la que desconocían el pin, amenazas e insultos contra una cajera, resistencia a la autoridad...: ¡pobres podemitas, se les escapó un espantoso abuso racista que denunciar!

    ¿Se les escaparon los negros? No hay problema, siempre les quedarán los gitanos, minorías racializadas y discriminadas no faltan. Según esta formación, España está aquejada de un lacerante racismo estructural, por lo cual hace no mucho presentó en el congreso una proposición no de ley que aboga por la inclusión, en todos los cursos del currículo escolar, del estudio del holocausto gitano y del racismo mediterráneo. Lo primero es un asunto gravísimo, pero de ningún modo tendría en nuestros programas educativos el encaje que Podemos pretende darle y lo segundo no se sabe qué es, directamente. La propuesta tiene muchas más pretensiones, una de ellas, el establecimiento de una cuota racial en las empresas. Lo dicho: el estado fascista español flagela a las razas oprimidas, de ahí la necesidad de que Podemos exija medidas de discriminación positiva que las protejan: la creación de supuestas injusticias para explotarlas como negocio, una de las especialidades de Podemos. 

    A esta suculenta ubre se agarran otras organizaciones progresistas, entre las cuales está SOS racismo, que también asegura que en el Estado español (estos tienen un fuerte sesgo separatista, lo que hace aún más lamentable su cinismo, ya que sus finas antenas no parecen captar la xenofobia reinante en Cataluña y la comunidad vasca, defendida explícitamente desde gobiernos regionales y partidos nacionalistas)  existe un montón de racismo, pero ahí están ellos para combatirlo. Voy a terminar este artículo con una curiosa iniciativa de esta abnegada ONG: exigir a la RAE que cambie su definición de racismo. Esta es la que ellos proponen que figure en el DRAE, y no en cualquier lugar, sino en el primero:

    Sistema de opresión histórico e ideológico que motiva la discriminación o persecución de otro u otros, y que alienta la subordinación mediante la idea de que las diferencias raciales -etnia, color, lengua, cultura y religión-, producen una superioridad inherente a una raza en particular: la blanca.

    Para quienes no estén interesados en la batalla cultural, este asunto será una trivialidad, cosa que ciertamente es desde el punto de vista del alcance, porque la RAE no es ni de lejos tan estúpida como para tragarse este sapo, pero, desde el punto de vista de la intención, es dinamita pura. En solo tres líneas, tenemos la formulación de dos de las pretensiones más aberrantes y malintencionadas del wokismo en su afán por cargarse la credibilidad de las democracias occidentales. La primera, eso del final: el cuento de que solo pueden ser racistas los blancos, porque el sobredimensionamiento del racismo está destinado, aparte de a crear una fuente de negocio político-económico para quienes lo explotan, a generar un debilitamiento moral en las sociedades contra las que se dirige, fomentando en este caso el sentimiento de culpa, que está formulado casi como un pecado original, ya que el que es blanco (y racista) lo es por nacimiento. La segunda es ese curioso concepto de raza que incluye extremos como la lengua, la cultura y la religión: ¿desde cuando esos rasgos son raciales? Naturalmente que no lo son, pero que nadie piense que están embutidos en esta definición por ignorancia, porque están puestos ahí por interés, beligerancia y cálculo. Suponga usted que es, por ejemplo, sueco de pura cepa. Ya sabe que por ser rubio, blanco y con los ojos azules (muchos suecos lo son), está usted en el único segmento verdaderamente racial que podrá ser acusado de racista en su país: cualquiera de otra etnia se lo podrá achacar a usted, pero no al revés. Suponga que es usted español y cristiano (muchos aquí lo son): esta socorrida definición de racismo que se ha sacado de la manga esta ONG está pensada para que, por ejemplo, puedan, si se tercia, acusarle a usted de ello un musulmán o un budista, pero, créame, no lo está en absoluto para que usted se lo pueda llamar a ellos. Su lengua española le convierte a usted también en potencial racista ante uno que hable francés, inglés, chino, urdu, hindi, árabe, suajili... ¡Y lo bueno es que también le podrán llamar a usted racista esos hablantes del vasco o del catalán que están prohibiendo el español en España!

    Así está el patio. Usted, si es blanco, es racista de nacimiento, pero ándese con ojo, porque también lo puede ser por hablar español, ser cristiano o defender la cultura... ¿hispánica, por ejemplo? Y para proteger de sus abusos a las minorías racializadas, están samaritanos como Yolanda Díaz, los de Podemos o SOS racismo, que, entre otros instrumentos para tan encomiable tarea, disponen de la discriminación positiva. Para entender lo útil que les resulta a algunos este camelo, basta con  recordar un detalle: las dos supuestas víctimas de la violencia policial de Lavapiés acusaron de racista a la cajera a la que hostigaban porque no quería aceptarles esa tarjeta de la que ni se sabían el pin, o sea, explotaron el sentimiento de culpa sembrado por el wokismo.

    Gran negocio este de las minorias discriminadas que necesitan protección.


1. Son millares los incidentes producidos en todo el mundo por los más beligerantes de estos "hombres" o por las organizaciones trans, que no vacilan en llevar ante los tribunales a quienes osen ponerles el pronombre que les corresponde, aunque no les guste. Causa satisfacción saber que hay muchos valientes que les plantan cara, a menudo, pagando un alto precio. Citaré hoy a dos escritoras: la española Lucía Echevarría (aquí tenéis un interesante artículo suyo) y la escocesa J. K. Rowling, de quien han salido estos días gratificantes artículos sobre su implicación en la guerra contra la manada transexual (Que me detengan). Si os es posible, leed este reportaje de "El Mundo", donde se habla de su fundación para acoger a mujeres maltratadas y aparece una galería de santos varones a los que ella denuncia por sus delitos y las leyes protegen porque son legalmente delicadas mujercitas.

   

4 comentarios:

  1. El pensamiento navarro.... orinar en la fachada de El Salvador... Una imagen vale más que mil palabras

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  2. Cuando yo estaba en la Universidad Laboral de Cheste, los compañeros vascos presumían de que, cuando pasaban con los autobuses por Madrid de camino a sus casas en vacaciones, tiraban las bolsas con las vomitonas en Cibeles. Te estoy hablando de 1970 y de chavales de 13 años. A esta gente llevan muchísimo tiempo grabándoles en la cabeza el odio y el desprecio al resto de España. A fuego y desde pequeñitos, así salen algunos.

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  3. El concepto de ‘’discriminación positiva’’ es el oxímoron más aberrante que se ha creado en los últimos tiempos, con una carga de perversión indignante, ofensiva para los discriminados: hombres, blancos y heteros. Y pensar que la motivación es el inconfesable negocio...

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    1. Ciertamente, y es un negocio que se cobra en tres clases de moneda: dinero, control social y poder político para partidos, chiringuitos de su órbita y vivales. Para combatir las injusticias por razón de sexo, la violencia contra las mujeres y los homosexuales o el racismo, basta y sobra con penalizar con contundencia a quienes cometen tales delitos, crear privilegios y agravios es una aberración.

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